Parece que salimos de la interinidad. Ayer
se produjo la jura del presidente del Gobierno y el jueves conoceremos a los
ministros que se van a dedicar a demoler el Estado social y de derecho durante
los siguientes cuatro años. De momento, una de las pruebas de que estamos
volviendo a la normalidad es que ya tenemos aquí el familiar runrún de cada
comienzo de legislatura: ¿qué hace el presidente del Gobierno jurando el cargo
delante de una Biblia y un crucifijo? ¿Es que no estamos en un Estado no
confesional?
Esto es un tema que está presente, como
digo, cada cuatro años. Desde la derecha se contesta con la conocida mezcla de “qué
más dará”, de “es tradición”, de “también lo hacen en otros países”, de “¿es
que Rajoy no tiene libertad religiosa?” y de “no le molesta a nadie”. Hoy,
incluso, he tenido que leer un tuit de un tipejo que acusaba a la “extrema
izquierda” de importarle más este tema que el paro y los desahucios. Lo cual es
divertido porque es radicalmente falso.
Los símbolos son importantes, aunque no
tanto como pasar por encima de los problemas reales. El malestar con la
presencia del crucifijo y la Biblia en actos oficiales no es un dolor grave que
vaya a provocar revoluciones, sino más bien un escozor molesto que aparece de
cuando en cuando. Además, desde la perspectiva del jurista, molesta ver como el
análisis del asunto suele estar sistemáticamente equivocado. No es una cuestión
de libertad religiosa, sino de aconfesionalidad del Estado.
Efectivamente, muchas veces se plantea el
tema del crucifijo como algo que puede afectar a cada candidato que jure el
cargo. El típico “¿qué pasa si tenemos un día un presidente musulmán o un
ministro judío?” que se oye siempre en estos casos. Pues tengo algo que
comentaros: algo así ya ha pasado y no sucedió nada. ¿Cuándo? Pues cuando
Zapatero, que era agnóstico, prometió su cargo como presidente. ¿Qué es
lo que hizo? Limitarse a poner una mano en la Constitución (1) sin tocar
la Biblia que tenía extendida al lado. Justo al contrario de lo que hizo Rajoy ayer.
Ése es también el enfoque que tomó la
Casa Real en julio, cuando anunció que, por respeto a la libertad religiosa, dejaba de imponer el crucifijo y la Biblia. Hasta entonces (recordemos, julio de
2016) estos elementos eran inamovibles y lo único que podía hacer la persona
que jurara era, como Zapatero, negarse a poner la mano en el libro sagrado de
los católicos. Ahora los candidatos podrán decidir libremente si quieren o no
que haya Biblia y crucifijo en su ceremonia.
Este estado de cosas es, qué duda cabe,
mejor que el anterior. Pero no soluciona el problema. Para empezar: ¿por qué
puede decidir la Casa Real qué elementos están presentes en la toma de posesión
de un cargo público? ¿No debería haber una norma que regulase eso, igual que la
hay para las palabras del juramento o promesa? Y para seguir, se abre
una puerta muy absurda. Si la razón por la que convertimos el crucifijo y la
Biblia en accesorios es la libertad religiosa, el siguiente paso lógico es que
cada candidato pueda customizar su toma de posesión y ponga en la mesita los
abalorios que considere oportunos. Y esto será una posibilidad teórica muy
graciosa hasta que aparezca un ministro del Opus Dei queriendo jurar su cargo
sobre El Camino o cualquiera de estas
cosas que pasan en Españaza con cierta frecuencia.
Esto es lo que pasa cuando perdemos el
foco del debate. Éste no es la libertad religiosa de cada candidato, sino la
aconfesionalidad del Estado. España no tiene religión oficial (dicen), y
eso implica una serie de cosas a nivel simbólico. La más importante es que los
actos oficiales del Estado deben estar desligados de toda clase de ceremonial o
simbología religiosa, independientemente de la afiliación de las personas que
participan en los mismos. Sí, aunque sean los símbolos de la religión
mayoritaria o de la que ha sido confesión de Estado durante siglos. Ya no lo es
y eso debe respetarse.
El Estado declara su neutralidad en
materia religiosa por una buena razón: porque es una entidad política que nos
representa, se supone, a todos. Un Estado que tiene una confesión oficial,
aunque reconozca la libertad de cultos (como hace, por ejemplo, Reino Unido),
se distancia formalmente de parte de sus ciudadanos. Se supone que queremos
impedir que eso pase. Y por ello consagramos en nuestras Constituciones la
laicidad o aconfesionalidad del Estado, que no es más que el reconocimiento de
que los poderes públicos no tienen religión oficial.
Pero claro, una cosa es escribir eso en
un texto legal y otra ejecutarlo. La ejecución es complicada, porque hay que
tener en cuenta mil pequeños detalles. Sacar a la religión de nuestra vida
pública exige un esfuerzo consciente. Y en España nunca hemos estado por la
labor de hacerlo.
(1) La foto es de la toma de posesión de
2008, pero hay una similar para la de 2004.
¿Te ha gustado esta entrada? ¿Quieres ayudar a que este blog siga adelante? Puedes convertirte en mi mecenas en la página de Patreon de Así Habló Cicerón. A cambio podrás leer las entradas antes de que se publiquen, recibirás PDFs con recopilaciones de las mismas y otras recompensas. Si no puedes o no quieres hacer un pago mensual pero aun así sigues queriendo apoyar este proyecto, en esta misma página a la derecha tienes un botón de PayPal para que dones lo que te apetezca. ¡Muchas gracias!
¿Te ha gustado esta entrada? ¿Quieres ayudar a que este blog siga adelante? Puedes convertirte en mi mecenas en la página de Patreon de Así Habló Cicerón. A cambio podrás leer las entradas antes de que se publiquen, recibirás PDFs con recopilaciones de las mismas y otras recompensas. Si no puedes o no quieres hacer un pago mensual pero aun así sigues queriendo apoyar este proyecto, en esta misma página a la derecha tienes un botón de PayPal para que dones lo que te apetezca. ¡Muchas gracias!
No tiene sentido que jure cumplir su cargo sobre la biblia por mucho que crea ¿Por qué? porque no esta jurando ser sacerdote ni está haciendo ninguna ceremonia religiosa, además sería terrible que cumpliera lo que dice en la biblia, apedrear a los que trabajen en sábado, etc.
ResponderEliminar(En referencia al sistema de control absurdo de si soy o no un robot poco tengo que decir, lo mismo soy un robot tan avanzado que no tengo diferencia con un ser humano)
Pues eso xD
EliminarMolaría ver la toma de posesión de un seguidor del Monstruo del espagueti volador.
ResponderEliminarLa mano en un plato de pasta, claro.
Eliminar