Cuando
este Gobierno consiguió constituirse, yo tenía para él una petición: que no se
enredase solo en lo simbólico, que hiciera cosas materiales, con bien de
contenido económico. Y que las hiciera rápido, para poder tirárselas a la cara
a oponentes, enemigos y potenciales aliados en el momento en que toque rendir
cuentas. No se me entienda mal: lo simbólico, lo ideológico y lo cultural me
parecen temas importantísimos (estoy bastante contento con todo lo que se están
quejado Los De Siempre a cuenta de la degradación a la que se va a someter a la
asignatura de Religión, por ejemplo), pero no basta cuando se gestiona un país.
Y menos cuando hay tal fractura social.
Parece
que esta semana el Gobierno ha decidido hacer caso de este deseo que está claro
que no soy yo el único que tenía. Se han anunciado tres medidas que, si salen
adelante, serán un impulso potente a la clase trabajadora de este país. Veremos
luego en qué quedan, pero de momento pintan bien.
La
primera medida de la que quiero hablar ha venido con bronca. Es la reforma laboral, o más bien decir la
contrarreforma, porque parece ser que se trata de reponer las cosas al estado
en que se encontraban antes de 2012. Ese estado tampoco es que fuera excelente,
pues ya se había producido la reforma del segundo Zapatero (que a veces se nos
olvida que el bueno de ZP, en su tramo final, metió tijera que daba gusto),
pero es que la modificación de 2012 supuso un hachazo importante a los derechos
de los trabajadores.
¿Qué
cosas hizo la reforma laboral de 2012? Pues por ejemplo:
- Dio mucho mayor peso al convenio de empresa que al sectorial, provincial o nacional. El convenio de empresa suele ser peor para los trabajadores.
- Facilitó el descuelgue, es decir, la posibilidad de no aplicar el convenio en ciertas materias, por motivos económicos.
- Limitó la ultraactividad, que era la renovación automática de un convenio hasta que aparecía su sustituto. La ultraactividad suele beneficiar a los trabajadores, porque es a ellos a los que más perjudica quedarse sin convenio o tener que negociar uno a toda prisa.
- Abarató el despido improcedente: de 45 días por año trabajado a 33.
- Facilitó el despido objetivo por acumulación de bajas justificadas. Antes de la reforma de 2012 este despido solo era posible si había cierto grado de absentismo en el centro de trabajo, después se pudo hacer siempre que el trabajador faltara cierta cantidad de días, sobre todo por razones médicas.
- Se facilitaron las causas para hacer despidos colectivos (los famosos ERE), que ya no tenían que estar vinculados a pérdidas reales en la empresa. Además, se eliminó la necesidad de que los autorizara la Administración previamente.
- Creó el famoso “contrato para pymes” con un periodo de prueba de un año.
El
desmontaje de esta reforma ya estaba en el acuerdo de Gobierno: lo que hace el pacto
con Bildu es acelerarlo. Después, con la bronca posterior, salieron a aclarar
que lo pactado solo eran tres puntos: lo del despido por bajas justificadas
(que en realidad ya fue derogado en febrero), lo de la ultraactividad de los
convenios y lo del convenio de empresa.
Me
parece insuficiente. Además, eso no es lo firmado con Bildu: no sé si es lo que
negociaron con el grupo vasco (lo cierto es que la portavoz salió a calmar los
ánimos y a decir que todo estaba bien), pero desde luego no es lo que
negociaron. ¿Se van a quedar el contrato de pymes, el ERE libre o el despido
barato? Puedo entender que haya cosas que no vuelvan, como la autorización
administrativa previa para hacer despidos colectivos, que igual sí es demasiado
anquilosante, pero ¿vamos a mantener el descuelgue? ¿En serio?
En
fin, como digo, estoy genéricamente optimista. La reforma es marca PSOE y sin
embargo va en la dirección correcta. Sin duda no hará todo, pero cualquier
medida en esta dirección estará bien.
En
segundo lugar está lo de las becas. Aquí
se trata de desmontar la reforma Wert, en primer lugar mediante un aumento importante
de las cuantías pero también mediante la reforma del sistema. Por ejemplo, en
el tema de los umbrales (la cantidad de dinero que tiene que tener tu familia
para que te den la beca), se aumenta el umbral 1, el más bajo y que da derecho
a más prestaciones, porque se ha constatado que estaba muy bajo y que por tanto
había familias que apenas subsistían pero que ya estaban en umbral 2.
La
reforma más importante es, sin embargo, la que se va a dar en materia de
calificaciones. Ahora los requisitos son draconianos. Para la beca de
matrícula te exigen tener un cierto porcentaje de créditos aprobados, que va
del 65% en enseñanzas técnicas y ciencias al 90% en sociales, artes y
humanidades. Para las cuantías económicas se piden o bien aprobados completos
(salvo en enseñanzas técnicas, que vale con el 85%), o bien aprobados parciales
pero con notas superiores al 6 o al 6,5. En máster directamente no tienes beca
si no sacas más de un 7, o un 6,5 si es máster habilitante.
La
excusa es, como siempre, la excelencia. Pero es que las becas no son un
mecanismo de excelencia, sino de igualdad de oportunidades. Que alguien de
familia de pasta (y amplias tragaderas) pueda tirarse diez años en la
universidad, de fiesta en fiesta y aprobando lo justito mientras que una
persona que carece de recursos económicos esté obligada a aprobarlas todas o a
llevar una media de Notable si no quiere quedarse fuera del sistema es sin duda
injusto. Excelencia o no excelencia.
¿Quiere
esto decir que las becas deben ser una barra libre? Claro que no. Debe haber
controles académicos, como de hecho los ha habido siempre, tanto ex ante como ex post. Pero razonables. Exigir, por ejemplo, un 65% de créditos
aprobados en el curso anterior (más de la mitad), y por supuesto sin importar
si se han aprobado con 5 o con 10 es bastante para medir que el alumno progresa
en sus estudios (1). Porque al final eso es lo que buscamos: que el alumno
becado vaya progresando y use la beca para lo que tiene que usarla (estudiar),
y para ello los controles relativos a la nota media sobran bastante.
Tampoco
impide eso, por cierto, que se fomente la excelencia, como se supone que hace
la propia beca del Ministerio (con un componente que no supera los 125 €) o
como en tiempos hacía la Comunidad de Madrid con una beca propia. Aun haciendo
la muy inflada suposición de que las notas y la excelencia tienen alguna clase
de vínculo, la cosa es que distintos instrumentos sirven para cosas diferentes.
Me parece genial premiar a los “mejores” para incentivar sus buenas notas, pero
no con el instrumento igualador por excelencia.
Por
desgracia, esta reforma no habla de lo que quizás sea el tema que más preocupa
a los becarios: la tardanza en gestionar, resolver y pagar las becas, que
expulsa a quienes no pueden adelantar dinero de su bolsillo hasta que en mayo
decida el Ministerio aflojarse la cartera. Como el que es becario suele serlo
durante toda su experiencia académica, al final la beca de un año te paga el
curso siguiente, por lo que si no puedes aguantar ese primer año tienes un
problema.
La
tercera medida social de carácter económico es el ingreso mínimo vital, que se supone que se aprueba esta semana que
entra y se empieza a cobrar en junio. Poco voy a decir de esta medida salvo que
la voy a solicitar en cuanto esté en vigor para que sea mi apoyo mientras salgo
de la abogacía y entro de forma definitiva en el funcionariado. Y que, como las
otras dos, es insuficiente pero va en la dirección correcta.
Darle
a la gente una cierta cantidad de dinero para que pueda garantizarse la
supervivencia es un mínimo ético que no entiendo por qué no tenemos ya. El
ingreso mínimo vital no será una renta básica, pero va hacia allí. El principal
problema será el de siempre, el que ya mencioné en la entrada sobre moratoria de alquileres: la posibilidad de que la burocracia sea tan inasumible que
haya gente que se acabe quedando fuera.
Por
resumir: en esta semana tenemos tres medidas que son el signo del “PSOE
progre”. Cosas moderadas, más o menos de izquierdas, que en parte les han
impuesto desde fuera y que son más posibilistas que revolucionarias. Supongo
que a estas alturas nadie estará esperando la revolución del PSOE, así que
bueno, a nadie le amarga un dulce.
(1)
Que 35% de créditos suspensos parece una barbaridad, pero en cursos de 60 ECTS
puede significar 3 asignaturas suspensas de 10, dependiendo de cómo estén
estructuradas las materias.
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