Estoy
harto, sinceramente harto, de las campañas que culpabilizan a la víctima. “Pedimos a las más jóvenes que eviten la violencia de género”, se permitía decir hace
escasos minutos la cuenta de Twitter de la Policía Nacional. Se une a miles de
advertencias similares. “No mandes fotos a tu novio” es otra que se repite
mucho y que me cabrea especialmente. Vamos a ver, ¿por qué hay que presuponer
que tu pareja es una escoria machista que va a usar tus fotos guarras para
chantajear?
¿Qué
tal si empezamos a centrarnos de una vez en el agresor? ¿En hacerle entender
que los celos, el control y el chantaje emocional no son aceptables? Es más,
¿qué tal si nos dedicamos a reventar la idea de amor romántico, único,
verdadero, imperecedero y eterno? ¿En cambiar la concepción de la masculinidad?
¿En hacer algo que no sea culpabilizar a la víctima? Porque estos mensajes
claro que culpabilizan. ¿Alguien se imagina la que se liaría si alguien dijera
que los niños víctimas de abuso van provocando? ¿O que las víctimas de ETA no
habrían muerto si no hubieran ido alardeando de sus posiciones políticas? ¿O
que los ancianos semianalfabetos tendrían que haberse leído bien sus contratos
de preferentes? Ah, no, que alguna de esas cosas ya se ha dicho… y todo el
cabreo de la opinión pública ha caído sobre al bocachancla. En el caso de la
violencia de género no es así, nunca.
Hace
años Bibiana Aído creó un teléfono de apoyo a hombres con dudas sobre la
igualdad, medida que se llamó incluso “teléfono del maltratador”. No sé si fue
una medida acertada, si pecó de ingenua o incluso si estaba atendido por gente
cualificada: lo que sí sé es que de alguna forma hay que parar esta sangría, y
la respuesta penal no es más que un parche, necesario pero insuficiente porque
actúa sobre las consecuencias. Hay que actuar, urgentemente, sobre los posibles
agresores: todos esos hombres normales, de cualquier nivel social, económico y
cultural, que siempre saludan por la escalera. Es necesario cambiar por
completo el mensaje cultural sobre las relaciones de pareja que reciben ambos
géneros.
Las
mujeres están expuestas a más fuentes de violencia que los hombres. Donde un
hombre tiene miedo de ser atracado, una mujer tiene miedo de ser atracada y
violada. Y frente a esa terrible amenaza todo lo que tienen son mensajes de
culpa: “evítalo”, “pues yo no me dejaría hacer eso”, “es que cómo no le dejaste”,
“mira, es que si vas así vestida…”, “es un problema de comunicación”. ¿Qué
mierda de sociedad tenemos, en la que una mujer joven es incapaz deidentificar como violencia conductas de control tales como celar, controlar la
ropa o impedir las relaciones con el grupo de amigos? ¿En la que se le dice a
una persona cuya autoestima ha sido destruida que es que cómo no reaccionó?
No
sé ni cómo terminar este texto. Lo he empezado por la rabia que me ha dado el
tuit de la Policía, y el cabreo me ha traído hasta aquí. Sólo sé que estoy
harto, y muy cansado, de una sociedad que contempla impasible el homicidio de
una mujer a manos de su pareja cada semana, y que tolera y potencia los modelos
de relación que hacen posible ese resultado.