Menéame es un
sitio que nunca me ha gustado. Ahora ya no me pasa tanto, pero hace un año hubo
varias entradas que se enviaron a esa página. Mi reacción siempre era la misma:
cerrar comentarios, pedir en Twitter que por favor no me hicieran semejante
faena y tratar de capear el temporal como mejor podía, porque tengo la política
de no dejar comentario sin interacción (1). Saber que me habían meneado una
entrada era para mí una fuente de cabreo e incluso ansiedad.
¿Qué es
Menéame? Supongo que quedará poca gente que no lo sepa en 2016 pero, para esas
personas, voy a tratar de definirlo. La web se define como un agregador: la
gente envía “noticias” (es decir, cualquier enlace interesante) y éstas salen
en la web mediante un ranking que depende de las votaciones de los usuarios.
Los lectores miran esta lista y pinchan en los enlaces de los contenidos que
les interesan, que les llevan a las páginas originales donde se publicaron
dichos contenidos.
En teoría es un
buen trato, ¿no? Mucha gente consulta Menéame. Que suban ahí una de tus
entradas te garantiza, como creador, una publicidad importante y un pico de
visitas e interacciones. Aparecer en portada de Menéame parece algo
objetivamente bueno. Y, sin embargo, no a todo el mundo le gusta. Yo aborrezco
que meneen mi contenido, y no soy el único. ¿Por qué? Porque Menéame es
la sentina de Internet.
Dice la RAE
que una sentina es un lugar lleno de inmundicias y mal olor, y esa es
precisamente la sensación que tengo cuando abro el hilo de comentarios de
Menéame en cualquier noticia con una connotación mínimamente ideológica (2).
Machismo fétido, homofobia y clasismo rampantes, gente que comenta sin haber
leído o entendido la entrada, trolls declarados tratando de hundir la
popularidad de las entradas que no les gustan, etc. Todo prácticas alejadas de
un debate mínimamente civilizado, argumentado o productivo. Subir cualquiera de
mis entradas a Menéame es exponerlas a esta gente.
Por suerte,
sólo una fracción mínima de esta gentuza va luego al post original a tocar las
narices, pero en la mayor parte de casos esa oleada de mierda me ha obligado a
cerrar los comentarios. ¿Ejemplos? Los que queráis. Esta entrada, ésta,
esta otra... Mirad las secciones de comentarios. Se nota el momento
exacto en el que empezó a entrar el público habitual de Menéame: comentarios
anónimos diciendo tonterías, soltando falacias y demostrando que habían leído
la entrada en diagonal.
¿Por qué la
administración de la página no hace nada por evitar que sea un nido de trolls?
Puede haber varias causas. La primera, que el creador, Ricardo Galli, es un
imbécil similar a su comentarista medio. Nunca olvidaré la vez que me comparó con la Ley Mordaza por decir que su página me daba asco y por
cerrar los comentarios de mi blog. La segunda razón puede tener que ver con que
Menéame es un negocio, y como tal quiere ganar dinero. ¿En qué se basa el
negocio? En que mucha gente trabaje gratis para la página (aportando enlaces,
escribiendo entradillas, etc.) y en que el resultado sea atractivo para cuanta
más gente mejor. Más comunidad y más visitas significa más clics, y más clics
significa más ingresos.
En otras
palabras, Menéame es un servicio pensado para llegar a todo el mundo. Si hay
que elegir, por ejemplo, entre implementar medidas que penalicen el machismo de
los usuarios y no implementarlas, las respuesta es obvia: ¿quién genera más
tráfico? Pues arreando. Lo mismo si se propone castigar a quien comente sin
leer o a quien diga comentarios ramplones: algo que yo en mi blog puedo
permitirme hacer (3), a Galli simplemente no le interesa, porque esta clase de
comentaristas son mucho más numerosos que los otros. La conclusión es que la
calidad de la página cae en picado, y eso se ve en los temas que llegan a
portada, las discusiones y los votos.
¿Es Menéame
peor que otros servicios similares (pongamos, que la sección de comentarios de
cualquier periódico online)? Hay quien dice que sí, y lo achaca al
sistema de karma. El karma es la posición en la página que se otorga a los
usuarios, es decir, el pago ficticio que hace Galli a quienes trabajan gratis
para él. Yo no he sido nunca miembro de la comunidad de Menéame, pero la
opinión que saco de gente que se ha tirado ahí años es, precisamente, que el
karma condiciona la vida de la comunidad. ¿Y qué da karma? Enviar contenidos y
hacer comentarios que reciban muchos votos positivos de la comunidad arriba
descrita. El sistema de karma funciona para que Menéame sea una sentina también
en la segunda acepción del término: lugar donde abundan y se propagan los vicios.
Cuando se
critica algo en Internet hay dos respuestas obvias: “si no te gusta no lo uses”
y “pues bien que te aprovechas de ello”. Por suerte, la primera crítica no se
me aplica. Yo no uso Menéame: a mí me menean entradas contra mi voluntad, que
es muy distinto. Sí, sé que existe un código que impide que una entrada acceda
a Menéame, pero me da pereza implementarlo en cada entrada, sobre todo porque
la mayoría de mis posts no acaban en la sentina. Prefiero limitarme a cerrar
comentarios.
En cuanto a la
segunda crítica, relativa al supuesto provecho que saco de Menéame, sólo diré
una cosa: si alguien lo quiere se lo regalo. Menéame no me ayuda en nada a mí
como autor. No sólo me obliga a gestionar toda la basura de la que vengo
hablando en esta entrada, sino que no me da nada a cambio. ¿Yo qué quiero?
Quiero lectores fieles, que vengan al blog con frecuencia porque les guste mi
contenido, que planteen debates interesantes y que difundan las entradas cuando
ello sea procedente. ¿Qué me ofrece Menéame? Picos de lectores para entradas
concretas que pinchan, leen en diagonal, dejan a veces un comentario de mierda
y se van. Maravilloso.
Termino ya:
Menéame es una basura que no aporta nada bueno. Es el Forocoches de los que van
de listillos y superiores sin ser en realidad más que la misma escoria. Así que
sí, disculparás que no me alegre cuando me entero de que han subido mis
entradas a ese vórtice fétido. Dicho esto, cada quien es libre de hacer lo que
quiera, y me imagino que esta entrada acabará en Menéame. Así pues, borraré
todo comentario procedente de ese agregador (y, creedme, se notan) que no
contenga la palabra “gutapercha”. Porque si todos arrimamos el hombro podemos
acabar con la lacra de los comentarios superficiales que no han leído el contenido
del que hablan.
(1) En
castellano: o respondo al comentario o lo borro.
(2) Cosa
que intento hacer lo menos posible.
(3) Uso
diversos medios para desincentivar los comentarios de mierda. El borrado sólo
lo utilizo para los casos más molestos: para otros supuestos mi método favorito
es una réplica mordaz y corta, que no dé pie a un debate y que escuece más
cuanto más se largo es el comentario al que responde.
[ADDENDA 28/07/2016, 10:24 - Como no podía ser de otra manera, han subido esta entrada a Menéame y los comentarios se están convirtiendo rápidamente en un muestrario de lo que critico. Así que los chapo durante un día o así. Hale, a soltar vuestra bilis de troll en la sentina, donde yo no tenga que verla.]
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