En la anterior entrada hablamos de
las trampas que tiene nuestro sistema electoral. Mi objetivo en ésta es proponer
una corrección. Pero no debemos llamarnos a engaño: no existe el sistema
electoral perfecto. Uno podría pensar que el mejor sistema es el más proporcional,
es decir, el que más acerca el X% de los votos obtenidos por cada partido al X%
de escaños que obtiene esa lista. Pero la mayor representatividad sólo es una
de las virtudes que puede tener un sistema: quizás nos interese, por ejemplo,
facilitar la gobernabilidad y en ese caso tendremos que beneficiar a las listas
más votadas. Este es el objetivo, por ejemplo, de la prima de 50 diputados que
recibe la lista más votada en Grecia.
Todos los sistemas electorales están en
tensión respecto de esos dos polos: ¿proporcionalidad o gobernabilidad? Como
vimos en la entrada anterior, el legislador español claramente ha optado por la
segunda opción. Para ello se ha valido de tres trampas. Las dos primeras eran
el elegir la provincia como distrito electoral (lo cual garantizaba muchas
circunscripciones pequeñas, que cercenan toda posibilidad de que los partidos
minoritarios saquen escaño) y el asignar cerca de un tercio de los diputados
sin tener en cuenta la población (lo cual garantiza que estas provincias estén
sobrerrepresentadas). La tercera consistía en elegir la fórmula D’Hondt, que
beneficia a los partidos más votados.
Sin embargo, tales previsiones no parecen
haberse cumplido del todo. Sí, los dos grandes partidos del sistema (UCD/PP por
la derecha y PSOE por la, ejem, izquierda) se han beneficiado, pero tampoco han
sido tan frecuentes las mayorías absolutas. De 11 legislaturas que hemos vivido
(la llamada constituyente y las diez ordinarias) sólo ha habido mayoría
absoluta en cuatro: las dos primeras de González, la segunda de Aznar y la
(esperemos) única de Rajoy (1). Y no digamos nada de los resultados de hace dos
domingos, con todos los periódicos clamando sobre ingobernabilidad.
Entonces, si el tema de la gobernabilidad
no se ha conseguido, ¿por qué no ir hacia un sistema más proporcional, que
falsee menos los resultados y que privilegie menos al ganador? Para ello se
necesitaría desmontar las tres trampas del sistema, a lo cual procedo ahora
mismo.
[Hago notar que mi propuesta es muy
similar a la que tiene Podemos en el punto 228 de su programa electoral.
Esto no lo supe hasta que no redacté la entrada anterior y, en los comentarios,
me enlazaron ese documento.]
Para empezar, voy a hacer algunas
precisiones. La propuesta que voy a hacer no modifica la estructura básica del
sistema: se sigue votando a listas cerradas y bloqueadas (aunque podrían
desbloquearse sin problemas) en circunscripciones electorales. Tampoco he
tomado otra decisión que podría mejorar la representatividad, como es aumentar el
número de diputados. He preferido limitarme a cambiar la circunscripción
electoral y la fórmula de reparto para que el sistema actual y el propuesto
puedan compararse mejor.
Lo primero sería cambiar el tamaño del
distrito. Ahora tenemos circunscripciones provinciales pequeñas. Mi propuesta
es pasar a circunscripciones autonómicas. ¿Por qué autonómicas? Porque es lo
lógico. Quizás cuando se aprobó la Constitución no se supiera, pero ahora es
evidente que la Comunidad Autónoma es el marco institucional donde el ciudadano
desenvuelve su vida y que la provincia ha perdido toda importancia. Por
supuesto, otra opción sería ir hacia la circunscripción única, pero me parece
que lo más lógico tal y como es nuestro sistema político es la autonómica.
Ahora, ¿cuántos escaños le corresponden a cada Comunidad
Autónoma? Para calcularlos he usado el método de reparto previsto en el artículo 162 LOREG pero sin asignación mínima: es decir, se atribuye uno a Ceuta,
uno a Melilla y los 348 restantes van a las Comunidades Autónomas en proporción
a la población. Los datos de población utilizados han sido los provisionales de junio de 2015. Los resultados son los siguientes:
Interesante. Como
vemos, las dos Comunidades Autónomas más perjudicadas son las dos más
sobrerepresentadas: las Castillas, que con este sistema perderían muchísima
representación. Las tres más beneficiadas son Madrid, Cataluña y Comunidad
Valenciana. Prácticamente todas las demás sufren alguna corrección menor.
Vale, ya hemos corregido el tamaño de los
distritos. Ahora, veamos qué fórmula emplear para convertir los votos en
escaños. Hay dos grandes tipos de fórmula proporcional: las del resto mayor y
las de la media mayor.
Las del resto mayor operan hallando
cuánto “cuesta” cada escaño (si en un distrito han votado 100.000 personas y se
reparten 5 escaños, cada escaño cuesta 20.000 votos) y viendo cuántos escaños
puede “comprar” cada partido con sus votos. Un ejemplo es la fórmula Hare (2). En
principio favorecen a los partidos más pequeños pero tienen algunos efectos
indeseados, como la paradoja de Alabama: puede pasar que, al aumentar el número
de escaños de un distrito, un partido pierda representación que habría ganado
con menos votos.
Por eso, entre otras cosas, he optado por
una fórmula de la media mayor. Estas fórmulas operan dividiendo el número de
votos de cada partido por una serie de números, y asignando los escaños a las
listas que obtengan los cocientes más grandes. Un ejemplo es la conocida
fórmula D’Hondt, que divide por la lista de números positivos (1, 2, 3, 4…). El
otro gran sistema es la fórmula Saint-Lague, que divide por la lista de números
impares (1, 3, 5, 7…): es más proporcional porque es probable que el segundo
cociente de los partidos grandes (Sus votos / 3) sea menor que el primer
cociente de los pequeños (Sus votos / 1). Finalmente, hay una fórmula
Saint-Lague modificada, que es igual que la original (división por impares)
pero empezando por 1,4 en vez de por 1. Esta fórmula es menos proporcional que
la Saint-Lague pero más que la D’Hondt.
Como no podía decidirme, he optado por
hacer una comparativa de las tres, aplicando el resultado de las últimas elecciones. Es la siguiente:
Las conclusiones que saco son:
1.- Con los tres sistemas el PP se
desploma aún más de lo que ya está. El PSOE no cae tanto pero también reduce su
representación. Esto era esperable. En general, la hostia es mayor por aumentar
el tamaño de las circunscripciones (-14 y -7 ya de partida) que por pasar de D’Hondt
a sistemas más proporcionales (-5 y -2 de pérdida extra). De nuevo se demuestra
que la fórmula D’Hondt no es el problema.
2.- Podemos (+ confluencias) y Ciudadanos
crecen. Esto también era esperable, pero me resulta curioso el comportamiento
de Podemos: de todos los que salen ganando por el cambio, es el único que no
mejora su representación según crece la proporcionalidad de la fórmula. Le va
mejor con D’Hondt que con Saint-Lague modificada, y con ésta mejor que con Saint-Lague.
Se ha colocado como “el grande de los pequeños”: no olvidemos que Podemos o las
confluencias han quedado primeros en País Vasco y Cataluña y segundos en
Galicia, Madrid, Valencia, Navarra, Canarias y Baleares. En esas zonas se
reparten muchos diputados, por lo que a Podemos le viene mejor una fórmula
electoral que beneficie a los más votados.
3.- Los más beneficiados son, sin duda,
IU-UP (que pasaría de la irrelevancia a poder, incluso, formar grupo propio) y
algunos partidos que en estas elecciones se han quedado fuera del Congreso,
como UDC, PACMA o UPyD.
4.- El tema de la gobernabilidad tampoco
sufre tanto. Ni una hipotética coalición PP-C’s tiene mayoría absoluta ni la
tiene un pacto PSOE-Podemos-IU, incluso aunque éste contara con el apoyo de ERC.
En cuanto a la elección por mayoría simple, esa laxa coalición de “izquierdas”
tiene 175 o 174 diputados, por lo que casi con toda seguridad podría evitar la
formación de cualquier gobierno de derechas… igual que ahora, que cuenta con
170. Todo dependería de lo que hiciera el PSOE o de que cualquiera de los
bloques lograra atraerse a algunos minoritarios.
5.- Una cosa buena es que el PP cae, en
los tres escenarios, por debajo de los 117 diputados, que es la minoría de
bloqueo para poder impedir reformas constitucionales. Se podrían hacer incluso
contra su voluntad, aunque habría que coaligar casi a todos los demás.
En definitiva, unos resultados similares
a los actuales, pero más proporcionales, que reflejan mejor la situación
fragmentada en que está España ideológicamente. ¿Ingobernable? No mucho más que
lo que tenemos, al margen de que eso es una cuestión de actitud y talante: “ingobernable”
significa “yo no sé manejar esto”. ¿Complicado? Sin duda. Y ¿justo? Bastante más,
desde luego.
(1) En su tercera legislatura González
disfrutó de una cuasi-mayoría absoluta: tenía justo la mitad de los diputados.
(2) España usa el sistema Hare, pero no
para asignar cuántos escaños tiene cada partido, sino para distribuir los
diputados entre las circunscripciones. Es decir, el método que he usado para
generar la Tabla 1, que es el que viene en la Ley Electoral, es el sistema Hare.