Patreon

¿Te interesa lo que escribo? ¿Te gusta el contenido de este blog? Pues quizá no sepas que tengo un Patreon. Patreon es una página de micromecenazgos en la que las personas que apoyan a un creador se comprometen a darle una cantidad de dinero mensual (¡yo tengo recompensas desde 1$ al mes!) a cambio de recompensas.

Échale un ojo, que a lo mejor te gusta lo que hay ahí.

miércoles, 29 de enero de 2014

¿Cómo se fomenta la masturbación?

La respuesta a la pregunta que da nombre a esta entrada pareciera sencilla: deja a un adolescente de cualquier género solo en una habitación y la paja sucederá. Pero no es tan simple. Lo primero es tener claro que la masturbación es buena para el alma y necesaria para la salud: cada paja recarga +2 puntos de energía, a pesar de lo que páginas como ésta y ésta te puedan decir.

Decidirse por la masturbación es posible, forma parte de la decisión libre de cualquier persona y es una muestra de libertad, madurez y deseo de conocer el propio cuerpo. Tampoco es anormal decidirse a ello, aunque haya gente (principalmente curas) que insistan en lo contrario. La Santa Madre Iglesia, que de esto sabe un rato, dice que el aburrimiento, la sensación de soledad, el miedo, el estrés y el cansancio pueden inducir a la masturbación. O, de otra manera, la masturbación ayuda a combatir el aburrimiento, la sensación de soledad, el miedo, el estrés y el cansancio. ¿Estamos, acaso, ante una panacea?

Hay algunos consejos que pueden ayudar en la decisión de entrar en este círculo vicioso, en el mejor sentido de la palabra:

       1.- El entorno está lleno de erotismo: búscalo. Aprende a usar Google para encontrar el porno que sea más de tu gusto, coloca el ordenador en la sala de estar para que todos los moradores puedan buscar y haz un uso moderado de la televisión y las redes sociales: al menos tres horas de paja al día. Hay estudios que muestran cómo ciertas series pueden erotizar a los adolescentes aunque no tengan contenido sexual explícito: búscalas.

       2.- Adopta un estilo de vida saludable. Hacerse pajas requiere una buena capacidad cardiopulmonar y unos brazos entrenados, especialmente a partir de la cuarta. Lleva una higiene adecuada (conviene limpiarlo todo después) y una dieta equilibrada. Evita el consumo de drogas, que si no luego no hay manera. Practica un deporte: te sentirás mejor con tu cuerpo, lo aceptarás con más facilidad y así la masturbación será más satisfactoria. El deporte te ayudará a crecer en fuerza de voluntad y espíritu de sacrificio, necesarios para la sexta paja diaria y siguientes. Además te dará material para inspirarte: los cuerpos de las personas con las que hagas ejercicio son probablemente más excitantes de lo que será nunca cualquier cosa que veas a través de una pantalla.

       3.- Ocupa tu tiempo libre de manera constructiva. Puedes mejorar tu cultura y formación: ¿cómo vivían el sexo otras culturas? ¿Cómo lo vive la nuestra? ¿Hay algo de toda esta lista de parafilias y perversiones que yo quiera probar? También puedes buscar, junto con tus amistades, la respuesta a los problemas éticos que se plantean hoy en día como por ejemplo: ¿es correcto confundir a los adolescentes con mentiras sobre su sexualidad desde la página de un diario con tirada nacional? No recomendamos pasar tardes enteras en centros comerciales, ya que rompe con el horario óptimo, que es un paja cada cuatro horas.

       4.- Construye un grupo de amistades sano. Los grupos constructivos son aquellos en los que cada miembro cuenta y todos buscan hacer cosas concretas para el bien de todos o por ayudar a otras personas. Tienes que buscar un grupo de esos porque solamente ahí podrás hablar con franqueza de este tema. Además, del grupo de pares se puede aprender mucho, ya que todos cuentan sus experiencias y, si vas con una libreta, puedes salir con ideas interesantes. Finalmente, si la confianza y compenetración es grande, quizás podáis quedar un día para masturbación conjunta. De nuevo desaconsejamos las actividades de “relleno” como perder el tiempo en los centros comerciales: es mejor perderlo en un sitio privado, que hay más libertad.


En resumen: masturbarse es bueno, ya que mejora el conocimiento de tu propio cuerpo, te ayuda a discernir lo que te pone de lo que no y te entrena para el futuro. Así estarás preparándote para futuras relaciones, a las que llegarás con las ideas mucho más claras, por lo que tu sexualidad será mejor y más plena.


No hacerse pajas, por el contrario, es una actividad negativa que sólo desemboca en el delito, el presidio, la represión y el Opus Dei. Es de sobra conocido que Hitler no se hacía pajas, por lo que si no quieres invadir Polonia tienes que acariciar tu entrepierna. Y recuerda, cada vez que puedes tocarte y pasas de hacerlo, Dios mata a un gatito.

martes, 28 de enero de 2014

Mirándome en el espejo del privilegio

Estos días estoy oyendo hablar mucho de la interseccionalidad, a cuenta por ejemplo de mujeres que se sienten preteridas en el movimiento comunista o en el escéptico, o de bifobia en el movimiento LGTB. Cada vez estoy más convencido de que la lucha interseccional es la única lucha que no olvida a nadie. Por ello, he decidido fijar mi posición en el mapa del privilegio. Usaré como guía la lista que publicó @LaGuiri en su blog el otro día.

Características sociales
Privilegio económico, en sus dos variantes: “ricos y pobres” y “capitalistas y trabajadores”. Creo que la primera es más útil que la segunda al hablar de privilegio, porque es la que más configura tu posición social y el trato de los demás. Sin embargo, la división de clases está inserta en la estructura del sistema, por lo que no podemos olvidarla. En todo caso da igual: en ambos casos soy no privilegiado, ya que ni tengo una fuente de ingresos regular y suficiente ni soy propietario de medios de producción.

Educación: superior a nivel de máster. Privilegiado, sin duda.

Nacionalidad y color de piel: los trato juntos porque creo que son dos ejes muy relacionados. La nacionalidad te otorga principalmente privilegios jurídicos (derecho a voto, facilidades en trámites administrativos) mientras que el color de piel te los da sociales (por muy nacional que seas si tu color de piel es diferente vas a seguir siendo “ese negro”, “ese moro” o “ese sudaca”). Soy español y de piel blanca, así que soy privilegiado.

Lengua: domino la lengua española, no sólo porque es mi lengua materna sino porque gracias a mi educación y otros factores sé escribirla correctamente, sin faltas de ortografía y con coherencia. Dado que es la lengua de prestigio en mi país, sin duda soy privilegiado.

Religión: soy ateo. Esto significa que no sólo no soy católico (religión de prestigio en mi país) sino que tampoco soy capaz de dar una respuesta positiva a los consabidos “bueno, pero algo hay”, “tienes que creer en algo”, etc. Como diría Krahe, “prefiero caminar con una duda / a con un mal axioma”, y ello me convierte en no privilegiado.

Características personales
Edad: soy un adulto joven, es decir, no soy un anciano ni un niño. Por tanto, soy un privilegiado.

Capacidad: tengo un problema de corazón que durante bastantes años me valió el reconocimiento de una discapacidad de más del 33%. Sin embargo, se trata de algo que de facto no me impide más que hacer deporte de competición y cosas así. Hago vida normal, tengo una alimentación corriente y puedo hacer deporte. También soy médicamente obeso pero, dado que he adelgazado diez kilos en el último año y medio, esa condición ya no me limita: no resuello en cuanto subo tres escalones ni la gente prefiere ir de pie a sentarse a mi lado en el Metro, cosa que sí pasaba antes. Finalmente, soy miope pero llevo gafas. En definitiva, tengo problemas de salud que no me limitan, por lo que no soy discapacitado: soy privilegiado.

Sexo y género: soy hombre identificado como tal, por tanto privilegiado. Lo soy doblemente, de hecho, ya que mi privilegio se proyecta también sobre las personas de género no binario.

Normatividad corporal: soy cis y mi cuerpo es normativamente masculino, por tanto aquí también soy privilegiado.

Actividad sexual: soy sexual, por tanto privilegiado.

Orientación sexual: soy heterosexual, por tanto privilegiado.

Atractivo: no soy una persona que encaje en el canon de belleza del hombre occidental, por lo cual a primera vista no soy atractivo. Sé que hay quien me encuentra atractivo, pero digamos que nadie que no me conociera haría nada por querer complacerme sólo por el físico, que es una forma en que puede manifestarse este privilegio. Por tanto soy no privilegiado.

Peso: lo dije más arriba, a pesar de ser médicamente obeso (estoy en torno a los 100 kg cuando mi IMC apropiado estaría por debajo de los 95) ello no me afecta en mi vida cotidiana ni me causa problemas médicos o de autoestima, al contrario de lo que sí pasaba hace dos años. Por tanto, concluyo que soy privilegiado.

Extroversión: en general soy extrovertido, por lo que me apunto el privilegio pese a que en ciertos ámbitos (llamadas telefónicas para tratar de temas serios) se me hace un nudo la garganta y me pongo todo tipo de excusas para evitarlos.

Mano principal: soy diestro y, por tanto, privilegiado.

Conclusión
Mirándome en el espejo de los privilegios he descubierto lo difícil que es a veces determinar los que uno tiene. Algunos son evidentes (hombre, blanco, ateo) pero otros requieren razonamiento: el peso que tengo ¿me limita? ¿Cuál es la diferencia entre rico o pobre? ¿Hasta qué punto es un problema mi cardiopatía?

Haciendo el recuento veo doce privilegios y tres ausencias de privilegio, contando con que varias categorías las he tratado juntas. Eso no significa, como podría pensarse, que mi saldo neto sea un +9: no todos los privilegios tienen el mismo peso, y mi ateísmo no basta para cancelar las ventajas que me da el hecho de ser español, varón o heterosexual. No me voy a poner aquí a hacer una tipología, pero sí diré que tengo la impresión de que de los más “gordos” y condicionantes sólo me falta uno, el económico. Mi conclusión es, por tanto, que soy una persona bastante privilegiada.


¿Y tú?




(Mil gracias a la gran @Koolasuchus por ayudarme a encontrar palabras para definir algunos de mis privilegios)

domingo, 26 de enero de 2014

Aborto y Tribunal Constitucional

En todo el debate sobre el aborto hay algo que se viene repitiendo con insistencia: que la reforma que quieren imponernos no es más que un intento de restaurar la legalidad constitucional, que habría quedado rota con la ley de 2010. Así, el sistema de indicaciones de 1985 sería conforme a la Constitución pero el de plazos de 2010 no, por lo que el Gobierno simplemente estaría volviendo al redil constitucional. Este discurso, que va acompañado de la invocación (o más bien construcción) de un supuesto consenso sobre la bondad de la norma de 1985, es simplemente falso.

Y lo es por una sencilla razón: el encargado de decidir si una ley es contraria o no a la Constitución es el Tribunal Constitucional, no el ministro de Justicia. Y el TC no se ha pronunciado sobre la Ley de 2010. Ahora mismo no tenemos una sola opinión vinculante que declare, negro sobre blanco, que el legislador de 2010 vulneró la Constitución. No parece que la vayamos a tener pronto. Por tanto lo que Gallardón está haciendo es simplemente mentir.

Sin embargo, el Tribunal Constitucional sí se pronunció sobre el tema del aborto. Lo hizo en la STC 53/1985, que declaró inconstitucional la ley del aborto de 1983, aunque por razones de detalle que fueron subsanadas fácilmente (1). Y uno puede preguntarse: a la luz de la doctrina sentada en esa sentencia, ¿es la ley de 2010 contraria a la Constitución? Yo entiendo que no.

En el Estado constitucional tienen mucha importancia los principios. Los principios son un tipo de normas que no están situadas en relación jerárquica, por lo que si dos de ellos chocan, la solución no es mecánica. No se puede decir de forma abstracta que uno de ellos va a pasar sistemáticamente sobre el otro. Al contrario, ambos siguen siendo válidos y el juez, tras ponderar todos los intereses, debe dar la solución apropiada al caso concreto. Un ejemplo es el típico choque entre el derecho al honor de los personajes públicos y la libertad de expresión de los periodistas: decir que uno de estos dos bienes cede siempre es restarle valor, así que hay que estar al caso concreto.

En la legislación sobre aborto, el legislador busca armonizar dos principios muy importantes: la vida del feto (aunque no entendida como derecho fundamental, porque el feto no es una persona a la que se le puedan otorgar derechos) y la dignidad de la gestante. Es un conflicto agudo: la vida es el presupuesto ontológico de los derechos fundamentales (sin vida no hay sujeto de derechos) mientras que la dignidad es el presupuesto lógico (hay derechos humanos porque entendemos que los seres humanos tienen dignidad). Sólo chocan aquí, en el aborto.

Este razonamiento no es mío ni es particularmente original: lo he tomado de la STC 53/1985. Allí se dice que la protección del nasciturus impone al Estado dos obligaciones: no interrumpir los procesos de gestación (es decir, no obligar a nadie a abortar) y establecer un sistema legal para la protección del feto frente ataques de terceros. Ahora bien, el Tribunal Constitucional remata: “ello no significa que dicha protección haya de revestir carácter absoluto (…), en determinados supuestos puede y aun debe estar sujeta a limitaciones” (FJ 7, negritas mías). Es decir, que no se puede predicar un derecho a la vida absoluto ni sacrificar completamente la dignidad de la gestante para proteger al feto.

Los que atacan la ley de 2010 suelen citar uno de los argumentos que acabo de reseñar, el que dice que es obligación del Estado establecer un sistema legal para proteger al feto. Parecen afirmar que el aborto libre no es constitucional porque deja uno de los bienes jurídicos en juego (la vida del feto) totalmente en manos de la titular del otro (la dignidad de la gestante), por lo que aquél quedaría desprotegido. Esto es cierto. Sin embargo, es curioso que estas mismas personas den por sentada la situación inversa: parece que hay consenso en que, llegado un momento, un embarazo no puede ser interrumpido, es decir, que la vida del feto prima sobre la dignidad de la gestante (2). ¿Por qué en un caso sí y en el otro no?

Creo que quienes enarbolan este argumento no entienden bien el fondo del problema: cualquier despenalización del aborto implica que la dignidad de la gestante pasa por encima de la vida del feto. En todos los casos de aborto legal la dignidad de la gestante ya ha triunfado sobre la vida del feto, desde el propio plano legislativo. La única diferencia entre el sistema de supuestos y el de plazos es quién decide: un médico o la propia gestante.

Así pues, ¿es la gestante un sujeto adecuado para decidir sobre su propio aborto sin necesidad de que terceros le den permiso? La respuesta es positiva. Es ella la que mejor conoce sus circunstancias vitales y la que mejor puede hacer una ponderación. Gestar y parir un hijo puede ser un fuerte golpe en el plano emocional, y no se le puede exigir a alguien que lo afronte por el hecho de que las precauciones hayan fallado o incluso por no haberlas tomado. Un hijo no es un castigo que haya que imponer a las “irresponsables”. Da igual que el feto venga bien o mal, no importa si la relación sexual en que se engendró ha sido consentida o no: gestar no es una conducta exigible y sin duda es constitucional que la mujer tenga un espacio de tiempo para decidir sobre ese tema sin ninguna tutela.

Pretender que la ley del aborto de 2010 sacrifica excesivamente la vida del feto es pensar que la gestante querrá abortar sin justificación alguna y que es necesario que un médico supla su voluntad. Y ello no es así en absoluto: las mujeres que usan el aborto como anticonceptivo sólo existen en la imaginación de algunas personas. El aborto es, como mínimo, una molesta operación que obliga a mentir en ciertos entornos (el laboral por ejemplo) y, como máximo, una decisión difícil: pretender que es una decisión tomada a la ligera es insultante.

Me he dejado algunos palos sin tocar, como cuál es la razón jurídica por la cual ese plazo de libre decisión debe terminar, pero creo que la idea central está clara: no hay razones para que el Tribunal Constitucional declare inconstitucional la ley del aborto de 2010. La lucha contra ella por parte de la derecha católica debe moverse en el plano de la política ordinaria, no de la justicia constitucional: están en su derecho de que no les guste que las mujeres tengan autonomía. Igual que nosotros estamos en nuestro derecho de pararles los pies en todos los frentes.


OTROSÍ DIGO: Se ha criticado también el hecho de que la ley de 2010 pasara de despenalizar el aborto en ciertos supuestos (igual que están despenalizados, por ejemplo, los hurtos entre parientes) a establecer un verdadero derecho al aborto, pagado por la Sanidad pública. Estas críticas no tienen razón de ser. Desde el punto de vista jurídico hay algo cierto: si permitir el aborto en ciertos casos es una exigencia de la dignidad humana, no se puede restringir el acceso a la IVE dependiendo del nivel económico. Si una mujer que ha sido violada no puede acceder al aborto tanto da que la razón sea que éste sea ilegal como que sea caro: en ambos casos se vulnera su dignidad. Desde el punto de vista político, por su parte, el PP no parece tener gran problema con el aborto como derecho: a la chita callando su ley sigue incluyendo la interrupción del embarazo como parte de la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud.


       (1) La ley de 1983 establecía tres supuestos para interrumpir el embarazo: grave riesgo para la vida o la salud de la gestante (sin plazo), violación (12 semanas) y graves taras físicas o psíquicas (22 semanas). La discusión judicial no versó sobre la constitucionalidad del sistema de indicaciones, sobre las indicaciones elegidas o sobre los plazos: los doce magistrados del Tribunal Constitucional estaban de acuerdo en que todo aquello era constitucional. La razón por la que la ley de 1983 fue declarada inconstitucional fue que no establecía ninguna forma de comprobar que concurría el grave riesgo para la gestante del primer supuesto: ese pequeño escollo fue subsanado en una segunda tramitación de la norma y ésta fue aprobada en el propio año 1985.


       (2) En la ley de 2010 este límite está en la semana 22 salvo el caso de que el feto tenga anomalías incompatibles con la vida. Sin embargo, aquí el aborto está permitido no tanto porque se haya hecho un contraste entre la dignidad de la gestante y la vida del feto, sino porque este segundo bien jurídico ha desaparecido. 

sábado, 18 de enero de 2014

Vox populista

Esta semana se ha presentado Vox, un nuevo partido político patrocinado por José Antonio Ortega Lara y Santiago Abascal. El proyecto ofrece el habitual pastiche de la derecha populista al que ya nos tiene acostumbrados UPyD: centralismo, invocación desmedida de la Constitución, defensa del empresario y fin de las subvenciones, todo esto acompañado de referencias a “defender la vida”, al “patriotismo” y a la “fortaleza moral” de la nación. En fin, algo que da bastante asquete y que no dice nada nuevo.

Sin embargo, algo sí me ha llamado la atención, y es la referencia a la jurisdicción constitucional. Como acertadamente me señaló @jacobodopico ayer, en general a esta derecha cercana a la AVT le gusta más el Tribunal Supremo que el Constitucional porque tiende más a avalar sus tesis. Recordemos que el Tribunal Constitucional llegó a dar la razón a algunos presos que habían sido perjudicados por la doctrina Parot. Así que cuando Vox habla de jurisdicción constitucional propone una sola medida, muy simple: suprimir el Tribunal Constitucional. Concretamente el punto 6 de la Agenda para el cambio de su manifiesto dice así:

       Atribución de la jurisdicción constitucional al Tribunal Supremo, que resolverá los recursos de amparo según las materias correspondientes a las diferentes Salas. Los recursos de inconstitucionalidad corresponderán a una Sala especializada constituida de manera permanente a tal efecto. Se repondrá el recurso previo de inconstitucionalidad.

Esto, dicho grosso modo, es una barbaridad. Para explicar por qué hay que contar un poco a qué se dedica el Tribunal Constitucional. En el Estado liberal del siglo XIX las Constituciones eran bastante débiles porque, tuvieran normas especiales o no para su reforma, el hecho es que no había ningún órgano que pudiera juzgar al legislador y controlar que con sus leyes no se estaba modificando soterradamente la Carta Magna. Por ello en el periodo de Entreguerras surge la idea de crear tribunales, con jurisdicción en todo el territorio nacional, que puedan ejercer esa misma función: los Tribunales Constitucionales.

En España el Tribunal Constitucional ejerce esa función a través del recurso de inconstitucionalidad. Vox propone que esos recursos los resuelva una nueva Sala del Tribunal Supremo, y no tengo particular problema con eso: en algunos países latinoamericanos funcionan así, no es algo novedoso. El problema es que el Tribunal Constitucional hace otra cosa: proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos mediante el recurso de amparo.

La idea del recurso de amparo es que exista un órgano que pueda proteger los derechos fundamentales frente a su vulneración no sólo por parte de la Administración, misión de la que se encarga el poder judicial, sino también por parte de éste. Para interponerlo hay que agotar todas las vías de recurso, es decir, que antes de molestar al Tribunal Constitucional hay que intentar que todos los órganos del poder judicial (Tribunal Supremo incluido) restauren el derecho vulnerado. Sólo si no lo hacen se puede acudir al Tribunal Constitucional.

Lo que propone Vox es que sean las Salas comunes del Tribunal Supremo (no la Sala Constitucional que quieren crear) la que resuelva los amparos suscitados en su jurisdicción: es decir, que la Sala de lo Civil resuelva los amparos suscitados en la jurisdicción civil, la Sala de lo Penal los suscitados en la penal, etc. Pero claro, si para solicitar el recurso de amparo hay que llegar a una situación en la que el Tribunal Supremo se haya negado a proteger el derecho vulnerado, ¿qué sentido tiene que resuelva los amparos la misma sala del Tribunal Supremo que acaba de negarse?

Los recursos ante el mismo juez que ha desestimado la petición inicial no son desconocidos. Se llaman recursos no devolutivos y existen. Pero usarlos para defender derechos fundamentales resulta un tanto forzado y frustra completamente la finalidad de la jurisdicción constitucional. Siendo realistas, ningún tribunal va a reconsiderar un asunto si esa reconsideración va a dejar de manifiesto que no protegió un derecho fundamental pudiendo hacerlo.

He analizado esta propuesta de Vox porque es muy significativa del nuevo partido y, en general, de toda la derecha populista: se trata coger problemas reales y darles soluciones ridículas, que no resisten un mínimo análisis. Lo podríamos llamar “política de los coches oficiales”: proponer cosas que quedan muy bien y que calman los ánimos de una población harta de "los políticos" y la política pero que en realidad esconden una ideología muy rancia. En este caso, un odio apenas disimulado a un órgano que no se ha mostrado tan proclive como otros a reconocer sus vengativas ideas sobre los presos de ETA

Lo cierto es que el Tribunal Constitucional tiene problemas: está atascado y la elección de sus miembros lo ha llevado a esa lógica de jueces progresistas y conservadores que tan nefasta es para un órgano judicial. Pero la solución, desde luego, no pasa por cerrar el órgano y reorganizarlo sobre bases absurdas, sino por cambiar su método de elección por uno menos manipulable. Aunque eso sólo es una solución parcial: ni el método de elección más perfecto puede resistir los embates de una cultura política que no acepta la independencia de las instituciones, que es precisamente la que tenemos en España. Digámoslo claro: mientras nuestro país no tenga, a nivel tanto de política como de calle, una cultura que promueva la honradez pública, ninguna institución quedará libre de mancha. Y sobre eso Vox, que prefiere cifrar el problema en “los políticos” y no en quienes les votan a pesar de ser víctimas del saqueo, no propone nada.

domingo, 12 de enero de 2014

Aborto y lenguaje

El otro día me detectaron un tumor. Nada grave, es pequeño y puede tratarse con quimioterapia. Lo curioso es que cuando le dije a un amigo que lo tenía y que iba a operarme me felicitó: “Muy bien”, me dijo, “es una decisión valiente. Yo soy antitumores y te apoyo por completo.” El asunto me dejó descolocado, especialmente lo de que era antitumores. Pero fue peor cuando, al día siguiente, fui a la clínica a iniciar el tratamiento. Cerca de la puerta había una veintena de personas con pancartas gritando desaforadas que estaban a favor de la vida de los tumores, que destruir un tumor era asesinato y que yo era la peor persona del mundo. Les dije que era un tumor maligno y que si dejaba que creciera me iba a joder la vida, pero no hubo manera, siguieron insultándome. Luego me di cuenta de que había perdido el punto central del debate: no importa qué sea el tumor. Importa dónde está, dentro de mi cuerpo. Me habían hecho hablar con sus palabras y claro, todo estaba en mi contra.

Evidentemente la historia del tumor es mentira. La uso para ilustrar algo que me preocupa mucho, y de lo que ya he hablado (1): hemos dejado que los fuerzapartos definan el campo de juegos y estamos hablando con su lenguaje. Estamos hablando de la condición del feto, de sus derechos, de si su esencia es humana, de que si un feto no es una persona igual que una semilla no es un melón, de que si los artículos 29 y 30 del Código Civil dicen tal… y no, no es eso. El debate va de otra cosa. La pregunta es otra: ¿se puede tratar a una persona como un instrumento a la hora de proteger un bien jurídico? La respuesta es no. Punto.

La corrupción del lenguaje llega a tales extremos que estamos definiéndonos como “proabortistas” y aceptando que ellos se llamen a sí mismos “provida”. ¿Perdón? ¿Habrá definiciones más interesadas, que digan más con menos? Lo dudo mucho. En el debate del aborto sólo hay una persona que puede decidir si es proabortista: la gestante. Los mirones somos de piedra: nuestro único trabajo aquí es garantizar que la embarazada tenga acceso libre a un aborto seguro. Y a eso no se le puede llamar “proabortista”. Yo no me considero eso, porque no tengo particular interés en que las mujeres aborten. Tampoco soy antiabortista, porque no quiero que no aborten. Quiero que decidan libremente, a ser posible sin religiosos golpeándoles la conciencia.

El lenguaje de los fuerzapartos ha llegado a todas partes, hasta al discurso pro-elección. El otro día se difundió por Twitter la opinión de Italo Calvino sobre el aborto, y me sorprendió ver a personas pro-elección apoyándola. Calvino apoya que la gestante elija, sí, pero con qué argumentos: el aborto es una “triste necesidad”, un “hecho espeluznante” en el que “la persona que es vulnerada física y moralmente es la mujer”. Y no, oiga. Ese discurso paternalista está muy cercano al de nuestro ministro Gallardón, que ha llegado a decir que, en esta materia, la gestante es la víctima.

Y lo cierto es que no. Una mujer que aborta es una mujer que ejerce su libertad. No es más víctima de lo que las circunstancias le hagan. Sí, tiene que tomar una decisión que a veces será difícil (otras no), y tendrá que hacerlo a veces luchando contra su entorno (otras no), pero ello no da derecho al Estado a suplir su voluntad. No es una víctima, no es alguien débil ni a proteger: es una persona a la que hay que apoyar y dejar decidir. Llamarla víctima e infantilizarla es la versión suave de convertirla en una delincuente. Ambos procesos buscan lo mismo: que la mujer no elija. En definitiva, privarla de su dignidad.



[Este post trata sobre la importancia del lenguaje. Si te ha gustado pero te pones como una fiera cada vez que ves algo escrito en lenguaje inclusivo, pregúntate por qué.]





(1) Otras personas lo han hecho también, con una concisión y acierto que ya las quisiera yo para mí.

martes, 7 de enero de 2014

Igualdad

No, no es que @ComandanteVimes se haya cambiado el sexo. Soy @KatieSony, y he vuelto a cogerle prestado el blog. Hace unos días @laguiri tuvo una conversación plagada de mansplaining con otro tuitero. Escucho y leo con cierta frecuencia acerca del “hembrismo” y de la supuesta superioridad que algunas mujeres buscan sobre los hombres. Y, sobre todo, se me hinchan los ovarios una barbaridad cada vez que me dicen “ya tenéis igualdad”. Entiendo igualdad como ser tratada como una persona antes que como una de las circunstancias que me componen. En este post voy a poneros ejemplos de la “igualdad” que tenemos. Son ejemplos reales, del entorno cercano de una mujer y me han pasado a mí. Si alguien tiene intención de comentar con “Ya, pero tu experiencia no es extensible a otras”, que se lo ahorre, procuraré poner cosas que sé que ocurren en la vida cotidiana de muchas mujeres y niñas. Sólo las voy a contextualizar en mi vida, y ya de paso aseguro que son ciertas. Es la vida de una mujer occidental, blanca, cis, de clase obrera corriente y moliente, con casi 22 años.
  • Cuando era pequeña, celebraba mis cumpleaños con mis amigos. Hasta que dejé de hacerlo, no faltó un solo año en el que no me regalaran una muñeca, una colonia de la muñeca o un estuche de dibujos animados “para chicas”. Me encantaba leer, la alternativa estaba clara. Pero la mayoría de la gente prefería no complicarse la vida.
  • Iba a un colegio de monjas con uniforme obligatorio. No se me permitía elegir entre falda o pantalón. De septiembre a mayo, con la misma falda (en junio podíamos ir en “ropa de calle”). Falda que cuando hacía frío se te helaban las ideas (incluso con leotardos) y cuando hacía calor te tenías que poner un pantalón debajo de lo que sudabas. Además era mucho más cara que los pantalones de los chicos. Con 16 años, por petición de unas madres, tampoco pudimos ir en ropa “de calle” en junio “porque hay niñas que van muy provocativas”. Madres cuyas hijas se subían la falda en invierno en modo mini criticando que otras enseñaran las rodillas en junio.
  • Debate sobre las causas de la violencia de género, 2º ESO (14 años). Argumento de uno de mis compañeros: 
         -Pues porque si no aprenden, de alguna manera habrá que enseñarlas.
  • Conversación con unas compañeras de clase, le calculo 15 años:
        -Tienes que vestirte un poco más mona, así, con un poquito de escote, arreglarte un poco. Si no, no vas a ligar nada.
  • Conversación con mi madre sobre esas mismas chicas, más o menos con la misma edad:
        -He visto a tus compañeras Violeta*, Luna y éstas por la calle, ¡menuda pinta de putas que tienen!
  • Jugaba al fútbol de adolescente. Periódicamente hacía falta gente para el equipo, y se lo comentaba a compañeras de clase. Algunas respuestas que obtuve fueron “Es que mi madre me ha dicho que el fútbol es para machorros”, “Uy, fútbol no, eso es de chicos”.
  • Conversación con un amigo muy cercano, con 18 años:
         -¿Sabes una cosa que me da mucha grima de ti? El vello este de los brazos.
         -Ya, pero es que duele quitárselo.

        Fue una respuesta suave comparada con la que le di a la señora que hacía rehabilitación conmigo:
      
         -Son pelos, aún no han aprendido a morder.
  • Las innumerables veces que me confundieron con un chico por llevar el pelo corto, camisetas anchas e ir sin pendientes**
  • Los kilos. Me he pasado la adolescencia pensando que no era sexy e ignorando a mi pareja de aquel entonces cuando me llevaba la contraria***. Y todo porque lo que sale en los medios de comunicación son mujeres delgadas, sin celulitis, etc, y es lo que se nos inculca como canon de belleza****.
  • Comentario constante de mi abuela (y de toda la familia materna):

        -Hija, si es que te tienes que pintar un poquito, que tienes que ir femenina.
  • Conversación con un amigo y mi ex cuando me estaban sacando de mis casillas y los mandé a los dos a freír espárragos. 20 años:
          -Joder, qué puntería tenemos, que te pillamos siempre a punto de bajarte la regla*****.
  • Con 20 años, de fiesta con mis amigas, tuvimos que irnos de un pub con la copa a medias porque no dejaban de venir hombres mayores (30-40 años) a intentar ligar con ellas.

Si no os parecen suficientes ejemplos, puedo hacer un anexo para otro día. Lo que me importa es que valoréis a todo lo que tiene que enfrentarse necesariamente una mujer por el simple hecho de ser mujer. La cantidad de cosas que tiene que hacer por ser aceptada socialmente sin que realmente tengan una utilidad práctica (depilación, maquillaje, ropa, bisutería…). Que tu mal humor sea siempre consecuencia de la menstruación. Que el maltrato de género sea culturalmente aceptado por un amplio sector de la población. Los jodidos silbidos desde los coches. Tener que arreglarte para agradar a los hombres. En Medicina estas cosas se llaman síntomas. Y cuando normalmente varios síntomas aparecen juntos, se llama síndrome.

Por mí, como si en vez de en la Constitución lo pone en la fachada de la Moncloa. La igualdad real no existe. Si existiera, yo no habría tenido que escribir un post diciendo que me siento oprimida y que mis amigos no padecen este síndrome en sus carnes.

Soy mujer, muy orgullosa de serlo y de sobrevivir a ello. Pero intenta tratarme antes como una persona, por favor, y piensa si me dirías lo mismo si fuera un hombre.


*Por cuestiones de privacidad, los nombres están cambiados. Sobra decir que me desmarco de la opinión de mi madre.
**La cosa fue más graciosa cuando me lo hacían con 12-13 años, que ya se me notaba el pecho tirando a bastante. La gente tiene ojos para lo que le da la gana.
*** Antes de escribir el post, he estado repasando fotos antiguas y no tenía motivos para tal complejo.
****No estoy haciendo apología de la obesidad, estoy hablando de unos kilos por encima del canon de belleza, no de algo con problemas de salud asociados.
***** Por lo visto, no tiene absolutamente nada que ver la barrila que estuvieran dando antes. Con el poco autocontrol que tengo, debo de menstruar unos 25 días de cada ciclo de 28.

Agradecimientos especiales a @ComandanteVimes, por dejarme publicar aquí, a @laguiri por su súperblog y a todas las que alguna vez me habéis recordado que soy guay siendo como soy.