Cuando
yo era joven e inocente el movimiento escéptico me impresionó. Un grupo de
personas que divulgaban ciencia y luchaban contra la religión y las estafas
desde el atril de la objetividad y la imparcialidad. Wow. No podía por menos de
encantarme. El problema es que luego crecí y aprendí algunas cosas sobre
objetividad, privilegio y control del discurso. También me bajé del pedestal
adolescente al que mi supuestamente perfecta y no sesgada razón me había
subido. Y descubrí con sorpresa que muchos escépticos, algunos de los cuales me
doblan en edad y experiencia, siguen encaramados ahí.
Entiéndaseme
bien. No voy a dejar de ser escéptico. No voy a volverme religioso ni a empezar
a tratarme con homeopatía: antes al contrario, voy a seguir rechazando la superchería
como mentirosa y dañina. Pero miro a mi alrededor, a mis compañeros del
movimiento escéptico (y aquí el masculino no se está empleando como genérico
inclusivo) y me invade una triste desazón. El escepticismo como movimiento
tiene problemas muy graves de empatía, de desconexión con los problemas
sociales y de conciencia. Voy a advertir de algunos de ellos.
1.-
El movimiento escéptico parece haber convertido la razón en un fin en sí mismo,
cuando no es más que un medio. En general es un medio que se usa poco, cierto,
y cuya utilización hay que promover. Pero igual que uno no usa un
destornillador para apretar una tuerca, hay problemas donde la empatía y la
escucha atenta son respuestas mucho mejores que la aplicación a bocajarro de
silogismos. Más que nada porque si no entiendes un problema no puedes proponer soluciones
adecuadas al mismo, por muy correcta que sea tu forma de pensar.
Imagina
que una víctima te cuenta que ha sufrido un delito. No tiene que ser algo
particularmente traumático, como una violación, un maltrato o un intento de
asesinato: puede ser que a tu interlocutor le han sacado una navaja para
robarle la cartera. Si tu respuesta es “si no hubieras hecho tal o cual cosa no
te habría pasado” esa persona te va a mandar a la mierda, con toda la razón. Porque,
aunque sea totalmente cierto (los actos de la víctima están en la cadena causal
que desemboca en el delito) lo que tu interlocutor necesita en ese momento no
es eso. Una respuesta empática habría sido mucho mejor. Y exigir un
rebatimiento racional de tu argumento no va a ayudar, por cierto.
Mucho
escéptico hace exactamente eso cuando se le habla de un problema social,
especialmente (pero no solo) si tratamos de feminismo. Si una mujer se siente
preterida y rechazada en los eventos escépticos la respuesta no es explicarle
por qué no se tiene que sentir así. La respuesta es dejar que hable y se
explaye sobre por qué está incómoda en esos eventos. Y si varias mujeres dicen
lo mismo igual es entonces el momento de asumir que hay un problema y
desarrollar racionalmente medidas para solucionarlo.
2.-
La aplicación sesgada e interesada de la racionalidad es en realidad un
subproducto de la composición demográfica del movimiento escéptico,
mayoritariamente formado por varones con todo el resto de privilegios, incluido
el económico. Si en un grupo sólo hay varones heterosexuales y con dinero, los
problemas que se traten serán los propios de varones heterosexuales y con
dinero. Nadie va a hablar de amor romántico o de preferentes, sino de que la Constitución
de Carolina del Norte no permite a los ateos ocupar cargos públicos o de que un
homeópata estafó a su abuela.
He
escogido los términos de la comparación de forma consciente. Las preferentes,
igual que la homeopatía, son productos que se colocan aprovechando los sesgos
cognitivos y la necesidad de los clientes para engañarles: ni las preferentes
salían rentables ni la homeopatía cura. En cuanto al amor romántico, es algo
que, igual que la religión, permea toda nuestra cultura, se promociona como
algo bueno y en la práctica mata. El movimiento escéptico podría ocuparse perfectamente
de las cuatro cosas, pero sólo trata de dos de ellas. ¿Por qué?
Lógicamente, porque no hay nadie autorizado pidiendo aumentar el abanico de
temas.
La
respuesta del movimiento cuando se señala esto suele ser la misma: “nosotros
estamos abiertos, que se incorpore quien quiera y promueva temas”. En general
es lo que responde cualquier grupo cuando se le acusa de endogámico, y la
respuesta obvia la forma en que está constituido el movimiento. Si no hay más
mujeres científicas y racionales entrando en asociaciones escépticas es porque
las ven hostiles, porque cada vez que se habla de discriminación, patriarcado o
micromachismos salta la marea de bloggers y tuiteros diciendo que si feminazis
y que si psicología evolucionista. ¿A cuántas mujeres ha alejado del movimiento
Richard Dawkins con sus hipócritas denuncias de la situación de la mujer si y
solo si la culpable es la religión musulmana?
3.-
Ya alejado de su deficiente tratamiento de problemas sociales que caen en su
ámbito de trabajo, el movimiento escéptico tiene un indudable problema de
fragmentación. Es incapaz de plantear una acción colectiva más poderosa que una
firma en Change.org o alguna manifestación muy puntual. Creo que el problema es
el enorme ego de mucho escéptico. Los turnos de preguntas de los Escépticos en
el Pub a los que he asistido lo muestran bastante bien: la mayoría de los que
intervienen aprovechan para soltar una miniconferencia, mencionar falacias
sacadas de Wikipedia y/o tratar de pillar al ponente en un renuncio.
Esto
no significa negar que en el movimiento haya líderes de facto, claro. Los hay y no hace falta que diga quiénes son, pues
todos los conocemos. Son normalmente los escépticos más agresivos, y es esta
agresividad la que se celebra. No digo que eso sea malo; creo que un movimiento
necesita virulencia y gente capaz de soltar diatribas. Pero se trata casi más
de dirigentes morales, incapaces de hacer nada efectivo para plantear acciones
colectivas, porque en eso chocan con el ego de los miembros de base. Como si
crear comunidad o realizar acciones multitudinarias fuera algo propio de
magufos y religiosos.
Por
la misma razón el movimiento es incapaz de expandirse. Está aquí para quien lo
busque, pero ¿cuántas acciones efectivas de promoción y captación se dan? Los
eventos, charlas y conferencias en bares están muy bien, pero son para la gente
de dentro. Alguna acción puntual se ha tomado: la serie de programas Escépticos
(emitida por EiTB), los libros de la colección “¡Vaya timo!”, el activismo
científico dentro de IU, el hashtag #NoSinEvidencia o el Proyecto Antenas
Albacete, pero se trata de excepciones con nombre y apellido, no de la regla. Además,
son mayoritariamente actividades de promoción, no de captación, y con un
alcance limitado: hay pocos intentos de atraer nuevos socios y construir grupos
de activismo de base. Y cuando aun así la gente se acerca, ¿a cuántos se espanta con insultos y condescendencia?
Esto
hace que el movimiento escéptico me parezca cada vez más algo banal. Sí, está
muy bien meterse con magufos en Twitter y escribir el enésimo post contra la
homeopatía, pero si no somos capaces de crear masa y de promover de verdad el
pensamiento crítico (a ser posible también entre la señora de cincuenta años
que es ama de casa y el inmigrante que no tiene trabajo fijo) estamos haciendo
el canelo. Somos cuatro gatos, estamos encantados de serlo y no estamos
haciendo nada para ampliar nuestro número.
El
escepticismo es necesario. En España, con una derecha que impone el catecismo a
golpe de boletín oficial y una izquierda que contesta con reiki y biodanza,
necesitamos pensamiento crítico como agua de mayo. El escepticismo debe permear
todos los movimientos sociales, y debe ir también (e incluso yo diría que
principalmente) hacia dentro. Pero tenemos un movimiento escéptico que no
responde a esta necesidad. Encantado de haberse conocido, encabalgado en una
presunta objetividad que no es tal y sin intención de cambiar, el movimiento no
sirve hoy por hoy más que para calmar egos.
Ahora mismo los
escépticos no somos capaces de dar respuesta a ninguna de las
mentiras que nos intentan colar desde todas partes. Tenemos problemas muy
graves de funcionamiento, y sólo podremos resolverlos si nos miramos en un
espejo con ojos críticos. La primera labor de un escéptico debe ser examinarse
a sí mismo y a los grupos a los que pertenece y preguntarse qué va mal.
Pero
bueno, supongo que cuestionarse uno mismo es más difícil que criticar a Boiron
o reírse del papa.
(Tengo que agradecer esta entrada a malos escépticos como @El__Yayo o @LatveriasDoom, así como a una persona que ha preferido no ser citada)