Dice
la Constitución que ninguna religión tendrá carácter estatal. También dice
otras cosas sobre la interacción entre confesiones y Estado, pero quiero
centrarme en esa primera frase, fundamento de la neutralidad religiosa de los
poderes públicos. Es una bonita oración, que permitió establecer la laicidad
del Estado evitando la palabra “laico” (¡la bicha! ¡la bicha!) pero que
consagra el principio democrático básico de que las instituciones públicas no
se pronuncian en cuestiones religiosas.
Y
luego miro la realidad y me descorazono. Lo digo por el funeral de hoy en
memoria de las víctimas del accidente de tren de Santiago. No ha podido ser un
acto laico, no. Ha habido que llamar al arzobispo para que oficie una misa
católica en memoria de todos los muertos, sin importar su religión o creencias.
Y, por supuesto, al tratarse de un acto oficial ha desfilado por él todo el
politiquerío nacional y regional. Otra vez la laicidad del Estado pisoteada;
otra vez un acto oficial de recuerdo y despedida de las víctimas de un
accidente convertido en un funeral católico.
Aunque
la totalidad de las víctimas profesaran la religión católica, aunque hubiera
prueba fehaciente de ello (nadie está obligado a declarar sobre su religión) el
acto no tendría sentido, porque vivimos en un país aconfesional. Pero además se
han filtrado datos de alguna de las víctimas que hacen todo el tinglado aún más
irrespetuoso: hablo en especial de Mohamed Chiad, un vendedor de kebab de
procedencia argelina, cuya religión no consta pero que de todas maneras me
parece difícil creer que sea el catolicismo romano. La misa en memoria de los
muertos, ¿se ha hecho también en memoria de Mohamed Chiad?
En
realidad el problema de fondo es otro: es la presunción de catolicidad que hay
en este país cuando alguien enferma y muere. Me explico: fuera de hospitales y
tanatorios, la ilusión de pluralidad religiosa y laicidad del Estado se
mantiene aunque de forma titubeante. Sin embargo, es entrar por la puerta de
uno de estos establecimientos y derrumbarse: ¿por qué hay que presumir que el
enfermo o el muerto son católicos? Esa presunción existe y negarla es de
imbéciles. ¿Por qué en los hospitales hay curas? ¿Por qué en las habitaciones
de hospital hay crucifijos? ¿Por qué apenas hay ataúdes sin Cristos pegados y
hay que pelear para que te dejen poner una esquela sin simbología? ¿Por qué
casi todos los ateos que conozco tienen una historia sobre curas metiéndose
donde nadie les ha llamado o sobre peleas absurdas para eliminar símbolos
religiosos de velatorios y entierros?
Por
supuesto, si lo dices y lo pides amablemente los símbolos religiosos terminarán
por desaparecer. Pero ¿por qué hay que decirlo? ¿Por qué las habitaciones de
hospital no pueden ser lugares neutros, y las funerarias ofertar ataúdes con o
sin símbolos? En definitiva, ¿por qué la catolicidad se presume y queda en
manos de unos familiares cansados, dolidos y hartos probar en contrario?
La
razón no es sociológica. En España no hay ya católicos: la religión mayoritaria
es el pasotismo disfrazado de “catolicismo no practicante”. A la mayoría les da
igual que haya o que no haya símbolos religiosos. La fuerza que mantiene este statu quo es la inercia: el “no
molesta”, la costumbre, el hecho de que la mayoría de personas ni se planteen
que se podría no hacer un funeral católico, no enterrar siguiendo los ritos
religiosos y, en definitiva, prescindir de todo eso.
Cada
persona tiene una forma de enfrentarse al dolor, pero hay algo común a la
mayoría: cuando un ser querido está agonizando o acaba de fallecer no es
momento para empezar a derribar obstáculos. Simplemente no tienes ganas de
pelear. Es esta ausencia de discusión la que conserva a los buitres católicos
en el lugar donde están. Por ello es importante que, en actos como los de hoy,
los ateos nos plantemos y señalemos el sinsentido que tiene hacer un funeral de
Estado en un país aconfesional. Sí, aunque nos acusen de politizar la tragedia.