La querulancia es una cosa muy fea. La RAE considera que es un término del ámbito de la psicología que significa «Reacción hostil y reivindicativa de sujetos que se creen lesionados y consideran que el perjuicio ha sido subestimado». La gente del mundo del derecho conocemos muy bien a los querulantes. Gente que siempre clama que les han robado, agredido, estafado o dañado, sea cual sea la interacción real que han tenido con la otra persona. Gente que no deja de contratar abogados para ponerle pleitos a los demás. Y gente que, cuando sus abogados pierden esos pleitos, les echa la culpa y los introduce en esa interminable ronda de personas que le han robado, agredido, estafado o dañado.
Alguien querulante puede amargarles la vida a sus seres cercanos. Cualquiera está expuesto a caer en sus interminables procesos judiciales. Por suerte uno aprende a reconocerlos, y así puede levantar una oreja en signo de sospecha cuando lee o ve según qué cosas, según qué expresiones y según qué ideas.
El otro día se difundió por Twitter la cuenta de Tik Tok de la «Plataforma de Víctimas Afectadas por la Esfera Judicial» (@plataformavaej). Esta plataforma, que en realidad es una señora hablando a cámara (estoy bastante seguro de que no hay una asociación constituida), cita ya en su bio de Tik Tok el artículo 121 de la Constitución, lo cual es toda una declaración de intenciones. Este precepto establece que las personas que sufran daño por error judicial o por el funcionamiento anormal de la Administración de Justicia tienen derecho a una indemnización. Como digo, toda una declaración de intenciones el encabezar tu cuenta con ese artículo y no con otro.
Por desgracia, la cuenta de esta señora da más mal rollo que risa. Ataca a jueces, a abogados, a notarios y a todo el que se le ponga por delante, en lo que sin duda es el siguiente paso en una larga historia de demandas desestimadas y de procedimientos perdidos. Sus vídeos muestran un completo desfase de la realidad. Sin embargo, creo que podemos sacar algunas lecciones útiles de las mentiras de la querulante.
Su vídeo más difundido estos días es este. En él recomienda
las siguientes prácticas para que los abogados fraudulentos no te estafen:
1.- Visitar al menos a cuatro o cinco abogados, para no quedarte con la versión de uno solo. Por un lado, siempre está bien comparar distintos profesionales, pero por otro lado hay que tener en cuenta que los abogados cobran las consultas (veremos esto más abajo, porque es uno de los caballos de batalla de esta señora) y que cada visita a un abogado es tiempo y recursos que no inviertes en otra cosa.
Yo lo que recomendaría sería analizar al primer abogado y,
si te parece poco competente, chapucero, desconocedor del tema del que tratáis,
etc., buscar una segunda opinión. Por ejemplo, un indicador interesante es la
falta de cautela, el afirmar que el asunto «está ganado». Pero plantarte por
norma en cinco despachos a contarles la misma historia a cinco profesionales a
ver qué respuesta te agrada más no es nunca buena idea.
2.- No dar provisión de fondos. La provisión de fondos es un dinero que se le entrega al abogado a cuenta de lo que te va a cobrar cuando el asunto termine. Esta señora entiende que «¿Provisión de fondos de qué? Tú a mí no me has arreglado la avería, yo de qué te voy a dar provisión de fondos».
Por supuesto, eso no tiene el más mínimo sentido. El abogado no cobra por resultados sino por hacer un trabajo, salga mejor o peor. Entre otras cosas porque, por mucha diligencia que ponga, el resultado no depende solo de él: hay juicios más difíciles de ganar que otros, el abogado contrario también está poniendo todo su esfuerzo en garantizar el resultado que le interesa, etc. Si el abogado solo tiene la obligación de poner todo su esfuerzo y diligencia en la defensa de los intereses de su cliente, no es descabellado que vaya cobrando parte de su trabajo por adelantado. Además, dado el tiempo que duran los procedimientos judiciales, si tiene que esperarse a su finalización para cobrar, igual no cobra nunca.
Comparar un proceso judicial con una avería es absurdo, porque
el obrero que viene a tu casa a repararte una persiana, un retrete o un enchufe
sí tiene la obligación de garantizar el resultado. Y aun así, muchas veces cobra
desplazamiento con independencia de que solucione o no el problema, lo cual es
lógico porque es un trabajo que debe ser remunerado. Pues el abogado lo mismo.
3.- No pagar por la primera consulta. Este tema tiene bastante tela que cortar. La mujer esta sostiene, en vídeos como este, que es fraudulento que un abogado pretenda cobrar por la primera consulta. Llega a decir que es ilegal. Parece creer que los abogados son un cuerpo público obligado a prestar asistencia a todo el que se la pida (habla incluso de «juramento hipocrático»), pero el hecho es que no lo son. Los despachos de abogados son negocios privados. Para evitar la indefensión existe la asistencia jurídica gratuita, los abogados sindicales (a veces pagados por el sindicato en vez de por el cliente) o las acciones pro bono de abogados con conciencia solidaria. Pero eso no significa que tengas derecho a plantarte gratis en cualquier despacho y ocupar el tiempo de sus trabajadores.
La primera consulta, que esta mujer desestima tan alegremente, es trabajo. Antes de decir si te lleva o no te lleva un asunto, el abogado tiene que escucharte, leer tu documentación y valorarlo todo a la luz de sus conocimientos. Además, no cobrar la primera consulta (que puede ser y de hecho es una estrategia de marketing) en general es mala idea. El abogado que no cobra su primera consulta se convierte en el resuelvedudas gratuito de todos los desocupados de la zona. Raras veces esas consultas se traducen en encargos pagados.
Lo que sí se puede hacer es descontar el precio de la
primera consulta si al final hay un encargo en firme. Así nadie pierde: si el
abogado recibe el encargo, el cliente tiene un descuento; si al final no le dan
dicho encargo, al menos ha cobrado por el trabajo hecho. Pero claro, si tu
objetivo es visitar gratis a cinco abogados cada vez que tu vecino ronque
demasiado fuerte, es normal que no te apetezca pagar.
4.- No firmar ningún contrato sin leerlo con tranquilidad.
Hasta un reloj parado da la hora correcta dos veces al día. Si necesitáis tiempo
para valorar la hoja de encargo (el contrato por el cual le encargáis
actuaciones concretas al abogado) o el presupuesto, lleváoslo a casa y
valoradlo. Si el abogado pone mala cara, no es que sea fraudulento pero sí es
una lucecita de aviso. Si intenta impedirlo, yo no contrataría con ese abogado.
Fuera de estos consejos tan difundidos, me resulta muy revelador este vídeo. Dice que tiene denunciados a varios abogados porque «me han llevado mal el procedimiento» y «me han perdido el caso». Este es un mecanismo mental propio del querulante. El querulante nunca pierde porque no lleve razón: pierde porque los abogados son unos inútiles (¡o están comprados por la otra parte!), porque los jueces están compinchados o por cualquier otra razón fantasiosa.
Además, si os fijáis, esta mujer nunca concreta. Siempre habla de grandes delitos, de injusticias, de indefensiones, de estafas… Se trata de otro mecanismo típico. No soy psicólogo, no sé si los querulantes saben que lo que les pasa suelen ser chorradas, pero tienden a usar palabras muy grandes y a sintetizar muy poco. Siempre hay un largo memorial de agravios y nunca hay hechos concretos que valorar. Con estos precedentes, no me extraña que haya cuatro abogados (según otro de los vídeos) que hayan rechazado, después de la primera consulta, llevarle los casos.
Puede parecer que a los abogados nos gustan los querulantes. Al fin y al cabo, dan trabajo. Pero los abogados, por mucho que sorprenda, también somos personas. Al margen de que muchos querulantes tienden a dar más lástima que otra cosa, nadie quiere tener por cliente a alguien que no va a dejar de llamarte con relatos idénticos de los mismos agravios una y otra vez. Alguien así consume mucho tiempo, y quizás los abogados no sean los mejores profesionales a los que podría ir.
Creo que con esto queda bastante claro cómo reconocer a un
querulante y, de camino, hemos aprendido algunas cosas sobre la profesión de
abogado. Termino con dos recomendaciones: no les hagáis nunca caso a los querulantes
y, por favor, pagad los trabajos que encargáis.