Javier y Manuel nacieron el mismo año.
Este curso les he dado clases particulares a los dos. Hacían 1º de Bachillerato
de Ciencias Sociales y ambos han pasado a 2º. Diría que “sin mayores
problemas”, pero no es así. En realidad Javier ha tenido más problemas que
Manuel, sus notas han sido peores y, en el momento de escribirse estas líneas,
es bastante probable que le hayan quedado una o dos asignaturas. Manuel nunca
ha tenido posibilidades reales de suspender, aunque necesitaba un empujón en un
par de materias.
Javier vive en un adosado en uno de los
pueblos-dormitorio que rodean Madrid. Es una zona horrible: una urbanización
encajonada entre vías de tren y carreteras, sin vida en la calle y sin apenas
comercio, por lo que hay que coger el coche o el Cercanías para hacer la compra
o para acceder a cualquier actividad que no sea pasear por el parque. Nadie se
iría a vivir allí si pudiera evitarlo y, de hecho, la madre de Javier anhela
volver a residir en una zona menos hostil. Manuel, por el contrario, habita en
un chalet de tres plantas en uno de los mejores barrios de Madrid: tiene un
Metro y media docena de autobuses a la puerta de su casa y toda clase de comercios
y entretenimientos relativamente cerca.
Javier ha convivido con su abuela todo
este curso. Ha tenido que lidiar con una anciana que se estaba muriendo a dos
habitaciones de la suya, con frecuentes crisis y viajes al hospital y con la
presencia de una cuidadora que ayudaba a su madre en el cuidado de la enferma. Manuel
no convive con sus abuelos: no sé si éstos gozan o no de buena salud, pero de
lo que estoy seguro es de que si ésta empieza a deteriorarse y desemboca en una
larga agonía lo hará lejos del entorno vital de mi alumno, que sólo tendrá que
ver el panorama cuando vaya de visita.
Manuel tiene unos progenitores que están
encima de él en el tema académico y que toman medidas (como hacer un plan de
estudios o llamarme a mí) en cuanto las notas dan un bajón. Javier tiene una
madre que está agotada por llevar un año acompañando a su madre en su agonía y
un padre del cual nunca habla, aunque convive con ellos. Javier no sabe qué
hacer con las emociones que todo esto le produce, pero tiene una tensión y un
agobio encima que no aprecio en Manuel.
La habitación de Javier es de tamaño
medio, pero está bastante desordenada. Entre otras cosas, tiene pilas de
papeles y revistas de su madre que no caben en ningún otro sitio de la casa. La
habitación de Manuel es enorme, tiene baño propio y en ella no hay nada que no
sea suyo. Tiene también bastante mejor luz para estudiar. En general la casa de
Manuel es un sitio más bonito, limpio y ordenado, lo cual probablemente tenga
que ver con que tienen personal doméstico interno que se encarga de todas esas
tareas sin que la familia tenga que fregar un solo plato.
Ninguna de las dos casas tiene demasiados
libros, pero la de Manuel tiene más y mejores. En las estanterías del despacho
de sus padres hay libros de filosofía, de política y de historia, que mi alumno
podría coger si estuviera interesado. En la de Javier no hay nada parecido.
Manuel ha podido escoger la educación que
más le acomode, sin límites económicos. El año pasado estaba en el colegio
Brains y ahora en un centro que no tiene mucho nivel pero que les está dando ya
materia de 2º de Bachillerato con vistas a preparar Selectividad. Javier, por
su parte, está en el instituto público de su zona, que tiene un nivel normal y
donde da las materias propias de su curso.
Manuel se va de vacaciones a Indonesia.
Javier, al pueblo de sus abuelos.
Javier tiene más curiosidad intelectual,
pero vive en un medio que se la aplasta. Manuel acepta mis palabras como hechos
ciertos, sin cuestionárselas, incluso en materias como Filosofía. Al margen de
este aspecto, ambos son más o menos igual de inteligentes. Incluso se atascan
en las mismas cosas.
Manuel nunca se ha tenido que preocupar
por el dinero. Javier sí.
El año que viene, Javier y Manuel harán
Selectividad. Javier llegará a trancas y a barrancas; Manuel, con comodidad y con
un año extra de preparación. Muy probablemente Manuel saque mejores notas:
podrá elegir la carrera que quiera en la universidad que mejor le venga, y
nunca le faltará dinero para manuales, fotocopias, transporte o ropa. Hará
amigos de su clase social y, gracias a la posición de sus padres, no tendrá
problemas para encontrar un trabajo o para montar su propia empresa. Javier no
lo tendrá tan fácil. Puede que incluso ni siquiera termine el grado, y desde
luego va a tener muy complicado el acceder a un máster. Si puede con todo eso,
tiene mucho menos capital cultural y muchos menos contactos para conseguir un
buen sueldo.
Los hijos de Javier vivirán una vida como
la de Javier. Según la opinión dominante la culpa será de él, por no haberse
esforzado lo suficiente.
Los hijos de Manuel vivirán una vida como
la de Manuel. Porque, por suerte, vivimos en una meritocracia.
(Las historias son reales. Los nombres,
obviamente, son falsos.)