Es matemático. Cada vez que se quiere
desautorizar a alguien (normalmente de izquierdas) que ha ganado las elecciones
aparece la misma afirmación: “que haya ganado unas elecciones no significa
nada; Hitler también llegó al poder por medios democráticos”. Lo cual es
absurdo por dos razones. La primera, que se trata de una comparación que no
busca llegar a la razón: no se está poniendo en el otro término a cualquier
gobernante corrupto, malvado, venal o inútil. No, se está poniendo a Hitler,
que en la tradición política occidental es el demonio. Decir “bah, Camps
también ganó unas elecciones” es poner en cuestión ese modo de seleccionar líderes;
decir “Hitler también llegó al poder de forma democrática” es insultar al
oponente.
Y la segunda razón por la cual esta
comparación es absurda es que se basa en una falsedad. Hitler ciertamente ganó
unas cuantas elecciones a lo largo de su vida (en el sentido de que su partido
fue el que más escaños obtuvo en el Parlamento), pero nunca obtuvo una mayoría
absoluta ni alianzas suficientes para convertirse en otra cosa que líder de la
oposición. Cuando por fin fue nombrado canciller, no lo fue con arreglo a las
normas del juego, y lo que hizo para convertirse en Führer fue la antítesis de
la democracia.
Los hechos que voy a mencionar, como
todos los que se usan para desmontar un bulo, no son secretos ni desconocidos:
los podéis encontrar más desarrollados en la misma Wikipedia, y desde luego
cualquier manual universitario de historia universal contemporánea los recoge
con detalle.
La república de Weimar tenía una organización
constitucional peculiar. Era la heredera de una monarquía imperial y eso se
notaba: el presidente era una figura central en el sistema, pues nombraba al
canciller, podía vetar las leyes y tenía atribuidas la política exterior y la
militar. Lógicamente, si este puesto estaba ocupado por un anciano achacoso,
débil y sin proyecto político, como era el conservador Hindenburg, todo el
sistema se resentía (1).
Y enfrente, casi como un contrapunto dramático, estaba el líder del partido nazi.
Exacto, Hitler. Un tío megalómano que no tenía nada de poder pero sí contaba con un proyecto político muy claro. Su partido llevaba en el Parlamento desde
1924, formando una pequeña minoría de en torno a 15 escaños (2), que no tenía
visos de crecer. Entonces la crisis de 1929 impactó en la frágil democracia
alemana hasta el punto de que en las elecciones del año siguiente el NSDAP se
convirtió en la segunda fuerza política, con 107 diputados con un objetivo
claramente antidemocrático. Y de repente los círculos tradicionales de poder se
preguntaban “¿qué hacemos con Hitler?”
La respuesta fue intentar atraerle hacia el ámbito conservador, pero no funcionó. Hitler
quería ser canciller, pero la camarilla de Hindenburg, viendo el peligro, lo
bloqueó. Los años siguientes fueron, a nivel político, una locura. Se suceden
como cancilleres los conservadores Brunning, Papen y Schleicher. Hay unas
elecciones presidenciales, en las que vence un desganado Hindenburg, quien sólo se
había presentado para impedir que Hitler llegara al poder. Sólo en el año 1932
hay dos elecciones parlamentarias, ganadas por los nazis pero sin mayoría
absoluta.
Finalmente, en enero de 1933, Hitler es
nombrado canciller. No recibe ese puesto gracias a haber ganado las elecciones
(las había ganado tanto en julio como en noviembre del año anterior y no le habían dado el cargo),
sino por el hecho de que los miembros de la camarilla de Hindenburg estaban tan
desgastados y divididos entre sí que se boicotearon mutuamente. Voy a
repetirlo. No fue un proceso democrático el que llevó a Hitler al poder: fue el
hecho de que, a finales de 1932, y merced a las intrigas antidemocráticas de
Papen y Schleicher (y al propio rechazo de Hitler a cualquier cosa que no fuera
un gobierno dirigido por él), no había otro candidato adecuado.
Por supuesto, una vez nombrado canciller,
su actuación fue totalmente antidemocrática. Lo primero que hizo fue convocar
nuevas elecciones para tratar de que se aprobara una “ley habilitante” que le
diera la dictadura legal. Usó todos los recursos del Estado, declaró ilegales las
reuniones de los comunista y socialdemócratas, mandó asesinar opositores y, como
colofón, culpó a los comunistas de un oportuno incendio en el edificio del Reichstag
(Parlamento), lo cual le permitió sacarle a Hindenburg un decreto que suspendía
las libertades ciudadanas.
Aun así el partido nazi no ganó la
mayoría absoluta: tuvo que recurrir a alianzas con otras fuerzas políticas y a
la detención de diputados de la oposición (amparándose en el decreto) para
lograr la mayoría del 66% que requería la ley habilitante. El 23 de marzo la
ley fue aprobada, con la única oposición de los 84 diputados socialdemócratas
que quedaban en la cámara. Le daba al canciller el derecho de aprobar leyes
anticonstitucionales y de firmar tratados. Lo hizo rápidamente, aboliendo la
autonomía de los Estados, creando un sindicato único y forzando a los partidos
políticos a disolverse.
Los conservadores habían apoyado la ley
porque mantenía el derecho del presidente a vetar las leyes del canciller. Sin embargo,
éste no ejercerá nunca su derecho. Tampoco durará mucho en el cargo. Una vez
Hitler tiene el control del Estado Hindenburg desaparece de escena de forma
definitiva: se muere de puro anciano año y medio después de ley habilitante.
Para entonces la Presidencia de la República era el único puesto de poder no
controlado directamente por el canciller: Hitler la ocupará y pasará a
nombrarse Führer.
¿Algo de todo lo anterior suena a una vía
mínimamente democrática de alcanzar el poder? ¿A que alguien gana unas
elecciones y es nombrado presidente, o no las gana y consigue el poder mediante
pactos? No, ¿verdad? Como hemos dicho al principio, el partido nazi ganó varias
veces las elecciones, pero los procesos que llevaron a Hitler al poder no
fueron democráticos bajo ningún aspecto que se consideren.
Así que, por favor, antes de hablar
pensad un poco. No repitáis los bulos de siempre. Es ridículo, poco inteligente
y propio de personas desinformadas. Además, ¿sabéis quién también era muy de
creerse y extender bulos?
Exacto: Hitler.
(1) Una buena muestra de lo dependiente
que era Hindemburg de la opinión de su camarilla es que, cuando buscas en
Google este último término, uno de los ejemplos que sale siempre es precisamente
el de los hombres que aconsejaban a este presidente alemán.
(2) El número de diputados del Reischtag
fue subiendo. El Parlamento salido de las urnas en 1919 tenía 423 escaños; el
último que se eligió en 1933, 647.
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