He mencionado más de una vez que la ciencia ficción nos ayuda a entender la realidad. Los conceptos ideados por
los autores de narrativa de especulación pueden servirnos para entender la
realidad en la que vivimos. Hoy quiero hablar del concepto de “singularidad”.
La singularidad es aquel momento en el que una revolución de cualquier clase
(normalmente la aparición de una superinteligencia artificial) hace imposibles
las predicciones de futuro. En otras palabras: la singularidad lo cambia todo
hasta el punto de que cualquier intento de saber lo que pasará al otro lado es
cháchara inútil.
La noche electoral del 20 de diciembre de
2015 se produjo una singularidad política. Concretamente, pasamos de un sistema
que era de facto bipartidista (con
algunos partidos bisagra que nunca superaban los 10 escaños) a un sistema de
cuatro partidos. Era previsible según las encuestas. Lo que nadie imaginaba era
lo que íbamos a vivir después: incapacidad de formar gobierno y segundas
elecciones en seis meses.
Ayer fueron esas segundas elecciones. Los
resultados sorprenden y todo el mundo tiene su opinión de qué ha pasado. Hoy
podremos leer muchos análisis de periodistas, politólogos y opinadores varios,
donde se desgranará el futuro de nuestro país. Y ¿sabéis qué? Que yo voy a
pasar de leerlos. No me interesa lo que opine ningún analista sobre el posible
gobierno de Rajoy, el comportamiento futuro de Sánchez o la posibilidad de ir a
terceras elecciones. Oh, estoy seguro de que habrá muy buenas ideas, pero me
dan igual.
¿Y eso por qué? Muy simple: para analizar
algo tienes que partir de algún sitio. Necesitas un marco de referencia en
relación al cual hacer el análisis. Antes del 20-D ese marco de referencia
estaba muy claro: un sistema donde el líder del partido que había logrado más
escaños era investido presidente del Gobierno, tras un eventual pacto con IU o
con los nacionalistas. Si gobernaba bien, volvería a ganar las elecciones; si
no, lo haría el otro partido mayoritario. No había más. Era una base firme
sobre la que realizar cualquier análisis porque era lo que había pasado
siempre.
Pero ahora el marco se ha roto. Ya no
existe. Hay cuatro partidos grandes, pero no hay ninguna suma de dos que dé
mayoría absoluta salvo PP + PSOE. Todo análisis está equivocado porque parte de
una realidad que ya no existe. Ojo, no culpo a los analistas de este fallo. No
pueden hacer otra cosa: el marco de referencia antiguo ya no existe y el nuevo
aún no ha nacido. Se necesitarán aún unas cuantas elecciones para que las
predicciones empiecen a basarse en algo sólido.
Los primeros que no lo entienden, por
cierto, son Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. El comportamiento del líder del PSOE
durante estos meses previos, con ese pacto que evidentemente iba a fallar, sólo
puede comprenderse desde una lógica bipartidista. Sánchez parecía de verdad
creerse que Podemos iba a abstenerse a cambio de nada, sólo por conseguir un Gobierno
con el que negociar concesiones. Esa asunción no habría sido descabellada antes
de la singularidad. Después de la misma, resultó ser una completa estupidez.
¿Qué va a pasar ahora? Nadie lo sabe o,
en otras palabras, podría suceder cualquier cosa. A corto plazo, puede haber un
segundo mandato de Rajoy facilitado por la abstención del PSOE y C’s, o podemos
irnos a terceras elecciones. A medio, y suponiendo que Rajoy sea investido,
podría suceder que cayera antes de que termine el mandato. A largo, Podemos
podría desplomarse o acceder al Gobierno, y lo mismo con Ciudadanos. El PSOE
puede reducirse hasta la irrelevancia o recuperarse después de un lavado de
cara. La actual fortaleza del PP podría verse resquebrajada por transfuguismos
y escisiones. Podría incluso descubrirse que todo ha sido un espejismo y volver
al bipartidismo PP-PSOE.
Quizás hayáis pensado, al leer el listado
anterior, que muchas de esas opciones jamás pueden darse. ¿Lo juraríais?
¿Apostaríais algo? Hace dos años, ¿os habríais creído los resultados del 20-D?
Y el 20-D, ¿habríais podido llegar a imaginar los meses tan marcianos que hemos
vivido, con investiduras fallidas y falsas dimisiones? Y hace tres días, ¿habríais
considerado plausibles los resultados de ayer?
Una vez pasada la singularidad todo es
posible. Predecir el futuro se vuelve un ejercicio incluso más fútil de lo
normal. Así que mi consejo es que no lo intentes y que tampoco le hagas
demasiado caso a quien te diga que puede hacerlo. Está tan perdido como tú,
pero sabe expresarse mejor. A mi parecer ahora mismo sólo hay dos opciones:
sentarse a mirar desde el cinismo cómo pasa el futuro o salir a la calle a
hacer que suceda. Tú decides.
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