Los autodenominados liberales (y sí, hablo de todos esos postadolescentes con canal de YouTube molestos por pagar impuestos) siguen en su ataque contra el estado del bienestar. Para ello no les importa desenterrar bulos viejos o inventarlos nuevos. Su ataque va siempre por las mismas líneas: en realidad sanidad y educación no cuestan “tanto” y podrían bajarse los impuestos si se recorta en cosas “inútiles” como, señaladamente, el Ministerio de Igualdad y las “subvenciones” (así, en abstracto).
Hoy no quiero hablar de las “subvenciones”, ni de cómo estos finos analistas se olvidan de que aparte de sanidad y educación hay que pagar carreteras, justicia, alcantarillado, defensa, cuerpos policiales, recogida y tratamiento de residuos, transporte público, viviendas de protección oficial y otras mil cosas que difícilmente entran en la categoría de gastos superfluos. Quiero hablar del Ministerio de Igualdad, ese supuesto gasto inútil que habría que suprimir.
¿Cuánto cuesta un Ministerio? El de Igualdad, en los Presupuestos de 2021, unos 450 millones de euros. Parece un pastizal, y más si tenemos en cuenta que es el que más ha subido en cuanto a gasto: si antes era una secretaría de Estado y recibía unos 180 millones del presupuesto de su Ministerio, y ahora es un Ministerio y recibe 450 millones, el resultado está claro: ¡crear un Ministerio aumenta el gasto público! ¡Hay que dejar de pagar impuestos para evitar ese gasto inútil!
Sin embargo, veámoslo un poco en perspectiva. El presupuesto de gasto de los PGE’2021 maneja unos 550.000 millones de euros. Los 460 millones de Igualdad son menos de un 0,1% de ese total. Incluso si nos vamos solo a los gastos en Ministerios, se puede ver que el de Igualdad es el tercero que menos recibe, y que está uno o hasta dos órdenes de magnitud por debajo del gasto que se invierte en la mayoría de departamentos. Una justificación más bien endeble para dejar de pagar impuestos.
Pero es que, además, ¿la desaparición del Ministerio de Igualdad implicaría la liberación de ese gasto? Si despedimos a Irene Montero y eliminamos su Ministerio, ¿de repente tendríamos 450 millones más disponibles para otras cosas? Me temo que no. Hay muchísimo desconocimiento sobre lo que cuesta un Ministerio y para qué vale tenerlo.
Para empezar, un Ministerio es un departamento del Gobierno
encargado de ejecutar cierto tipo de políticas. Esas políticas hay que
ejecutarlas de todas formas. El Ministerio de Igualdad está estructurado en tres ejes fundamentales: políticas de supervivencia (luchar contra la violencia
machista), políticas de redistribución (fomento del empleo femenino, cambios en
la dinámica de cuidados) y políticas de diversidad (extranjeros, personas
LGTBI,etc.). Dentro de su calendario de 2021 tiene:
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Un importante plan de conciliación que incluye
financiación de los permisos de paternidad, la creación de una bolsa de
cuidadores profesionales y la financiación de plazas públicas de guardería.
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La Estrategia Nacional para la erradicación de
la violencia de género 2021-24, que incluye el refuerzo del 016 y la creación
de centros 24 horas.
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Un estudio sobre la trata de mujeres.
Es cierto que no todo ese dinero sale del presupuesto de Igualdad y que buena parte lo ejecutarán las Comunidades Autónomas, pero ¿de verdad alguien se cree que si Igualdad no fuera un Ministerio estas políticas quedarían sin hacer? Esas u otras parecidas, vaya, dentro de las competencias que ahora tiene este departamento. El fomento de la igualdad es competencia de los poderes públicos, y lo es sea Igualdad o no un Ministerio.
Por otra parte están los gastos de personal. Pero esos gastos no son tan elevados como podría parecer. Cuando se crea un Ministerio no hay una oferta pública para llenarlo de funcionarios, sino que se usan mecanismos de movilidad interna para reasignar a los trabajadores que ya había. Los funcionarios que ahora trabajan en el Ministerio de Igualdad son ahora esencialmente los mismos que los que trabajaban en la antigua Secretaría de Estado de Igualdad, que a su vez heredó el personal del primitivo Ministerio de Igualdad que creó Zapatero en 2008. Y así sucesivamente.
Llegados a este punto, conviene explicar la estructura de un Ministerio. Para empezar, todos los Ministerios tienen una Subsecretaría que se encarga de los servicios comunes: ejerce la jefatura del personal, administra el presupuesto, concede subvenciones, inicia procedimientos selectivos, sanciona a los trabajadores, etc. Debajo de este órgano está la Secretaría General Técnica, que se encarga de redactar los borradores de las normas, ejercer los servicios jurídicos y llevar las publicaciones.
Aparte de estos dos órganos, hay Direcciones Generales, que se encargan de áreas concretas, y que tienen el mismo rango que la Secretaría General Técnica. Por ejemplo, en el Ministerio de Igualdad hay una DG de Igualdad de Trato y otra DG de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI. Si el trabajo lo aconseja, se pueden crear Subdirecciones Generales para áreas todavía más específicas o para apoyar el trabajo de órganos superiores.
¿Todos esos departamentos dependen directamente del ministro? La Subsecretaría sí, pero ¿y el resto? ¿Es el ministro quien les da órdenes directas a las Direcciones y Subdirecciones Generales? Pensemos que en un Ministerio grande puede haber cerca de una decena de Direcciones Generales y en torno a treinta Subdirecciones Generales. Pues justo para organizar ese trabajo existen las Secretarías Generales (órgano con el mismo rango que la Subsecretaría) y las Secretarías de Estado (órgano superior, igual que el ministro). Estos dos órganos son potestativos y podrían no existir, pero normalmente habrá varios.
Entonces, el coste de personal de crear un Ministerio donde antes había una Secretaría de Estado (que es lo que fue Igualdad de 2010 a 2020) será el salario del subsecretario, el del secretario general técnico, el de los secretarios de Estado y secretarios generales que puedan crearse y el de los asesores nuevos que se contraten. Aparte del sueldo del propio ministro, claro. No parece una cantidad muy desproporcionada, sobre todo porque parte de estos cargos tienen que ser funcionarios, es decir, gente que ya está cobrando un salario público. Y si nos ceñimos a Igualdad, tiene una única Secretaría de Estado y ninguna Secretaría General.
¿Qué más gastos hay? Una vez descartados personal y políticas, quedan los gastos de material. Lo más caro es sin duda las sedes, pero aquí tengo otra mala noticia para los objetores del Ministerio de Igualdad: la sede de este departamento está en un edificio que ya usaba la Administración, más en concreto en el que alojaba a la antigua Secretaría de Estado de Igualdad. Y sí, podemos descender a otros gastos de este tipo (¡los coches oficiales!), pero creo que a estas alturas ya es un poco ridículo.
Al final, que el Estado tenga más o menos ministerios depende de muchas cosas, desde la táctica política (a ver si no por qué existen Consumo y Universidades) hasta organización interna del Gobierno, pasando por la relevancia externa que se le quiere dar a unas políticas concretas. Zapatero en 2008 creó el Ministerio de Igualdad para demostrar lo comprometido que estaba con el feminismo. Los Ministerios de Hacienda y de Economía se refunden o se separan dependiendo de quién gobierne. La existencia de un Ministerio de Ciencia permite mostrar a la galería que este asunto se toma en serio. Y así sucesivamente.
Pero tener más o menos departamentos no provoca un incremento sustancial del gasto público. Las políticas hay que hacerlas igual, los funcionarios tienen derecho a recibir su salario igual y los gastos de funcionamiento no tienen por qué cambiar tanto. Solo cambia en qué entidad se encuadran las Direcciones y Subdirecciones Generales que hacen el trabajo. Muy poco cambio para tanto drama.
Por supuesto, se puede criticar que tal o cual área sea un Ministerio. Pero la razón nunca debería ser económica, sino competencial, de gestión o de visibilidad. Claro, el problema de esas críticas es que, o requieren un conocimiento profundo del Derecho administrativo y de la práctica administrativa, o son claramente ideológicas y difíciles por tanto de vender como una opinión neutral. Decir que “gasta mucho” es un lugar común que apela a ese imaginario de “los políticos que derrochan en tonterías” que más o menos tenemos todos en la cabeza.
El problema es que no es cierto. De 13 a 22 ministerios hay poco aumento del gasto para todo el drama que se monta, y el Ministerio de Igualdad ni gasta mucho, ni gasta en tonterías ni gasta mal. Ya lo siento, pseudoliberales: vais a tener que justificar vuestra sociopatía con otros argumentos.