Pues
ya hemos terminado octubre y, como es tradición, aquí vienen las reseñas de mis
lecturas del mes. Esta vez vienen sin conclusiones: si alguien quiere saber mi
opinión sobre el #LeoAutorasOct puede acudir a mi entrada de 2016.
1. Tarantella (Enerio Dima, 2018)
El hermano pequeño de Mattia y Domenica se
muere. Solo una medicina preparada a base de veneno de un tipo concreto de
araña gigante podrá salvarlo. Lo bueno es que hay una araña gigante de esa
clase en el bosque cercano al pueblo donde viven ambos. Lo malo, que el bosque
está cerrado por un hechizo. Mattia, un simple tejedor, consigue acceso al
bosque y luego este se cierra de nuevo; Domenica, una soldado curtida, empieza
a buscar la forma de rescatarlo…
Leí
ya este libro en beteo, así que la lectura de su versión editada es en realidad
una relectura. Y además, entró en octubre por los pelos, porque el grueso de la
novela lo leí a finales de septiembre. Pero bueno, cuando se trata de reseñar
señoras, cualquier excusa es buena.
Estamos
ante una historia de fantasía ambientada en una Europa paralela (más en
concreto, y si no interpreto mal, en una pseudo-Sicilia) que muy pronto
desemboca en un conmovedor relato de amor entre un humano y una araña gigante. Como
contrapunto está la carrera de Domenica para rescatar a su hermano. A mi
entender el final es quizás un poco demasiado caótico, pero aun así el libro
absorbe y los personajes se hacen querer.
Quizás
mi favorita, por cierto, sea Domenica. La autora juega con el tropo de la mujer
fuerte, porque se trata de una soldado en tiempos de paz, que se encuentra con
que no sabe hacer gran cosa útil, frente al reputado tejedor que es su hermano
pequeño. Interesante también el tema de la familia, cómo se basa en núcleos
familiares libres, no heterosexuales y no monógamos (el vínculo se llama
“familiamiento”) que ven el matrimonio como una barbarie.
2. Maldita la gracia (VV.AA., 2019)
Veinte relatos de ciencia ficción, fantasía
y terror con dos elementos en común: son de humor y están escritos por mujeres.
Porque las mujeres no escriben humor ni tampoco escriben ci-fi, fantasía ni
terror, todos lo sabemos.
En
la charla sobre límites del humor que montó la editorial Cerbero en Madrid el
19 de octubre, alguien dijo (no recuerdo si fue Israel Alonso, el editor, o
Almijara Barbero o Raquel Froilán, las seleccionadoras) que Maldita la gracia estaba pensado para no
gustarle por completo a nadie. Tiene veinte relatos tan variados y el humor es
algo tan personal que es seguro que no te van a gustar todos.
Esto
es muy cierto. Con algunos me he reído a carcajada limpia. Otros me han dejado
muy frío, como si la autora no dejara de amontonar referencia sobre referencia
y chiste sobre chiste con el fin de que me ría pero sin preocuparse de hilar
una historia entre medias. Hay otros que apenas se han fijado en mi memoria. Y
hay un cuarto grupo (por ejemplo, el notabilísimo “Elecciones”, de Marta
Camperol) que no me parecieron divertidos pero sí muy buenos.
Reseño
brevemente mis cinco favoritos:
- “Formulario H-E803 para ampliación del plazo
para salvar el mundo”, de Lourdes Ureña Pérez. Carmen acaba de cumplir 18 años,
y según la literatura juvenil ya no puede salvar el mundo. Eso es injusto. Así
que se pone a lidiar con el sistema para que amplíen el plazo. El humor sobre
burocracia es el mejor humor.
- “Curso 66”, de Ana Morán Infiesta: cuatro
muertos tienen que aprender a ser fantasmas burlones. Es una clase de adultos
normal, con sus idiotas y su gente maja, pero con fantasmas.
- “La máquina de café”, de Celia Corra-Vázquez:
una máquina de café cobra consciencia, empieza a despertar a otros
electrodomésticos y desarrollan una religión basada en Netflix. Todo el relato
está escrito en una especie de pseudocódigo.
- “Carne”, de Lola Flawless: descacharrante y
sangrienta historia sobre la relación de pareja de una wendigo comedora de
carne humana. La escena final, la de la comida con el grupo de amigos de la
novia de la protagonista, me hizo llorar de risa.
- “Un cactus a la sombra”, de Eva Duncan: en medio
de una protesta ciudadana, unas brujas muy superadas por los acontecimientos se
ven en la necesidad de pedir ayuda. Si queréis saber más sobre el carácter
mágico de Murcia y si queréis leer un relato calentito, este es el vuestro.
3. El juego de los Vor (Lois McMaster Bujold, 1990)
Miles Vorkosigan acaba de graduarse en la
Academia Militar de Barrayar. A pesar de que se espera un buen destino –no en
vano es hijo del primer ministro y antiguo regente del país– acaba en una base
meteorológica situada en medio de la nada con el objeto de que aprenda
disciplina. Tarda cero coma en liarla, por supuesto, y acaba arrestado por
insubordinación. Allí le ofrecen un trato: sale limpio si consigue echar del
sistema a la compañía mercenaria que creó, y que está en una posición incómoda
para Barrayar.
Cuando
uno lee una novela de Vorkosigan, la reacción apropiada es siempre “Miles, por
favor, deja de liarla”. Aquí Miles no defrauda. Se salta todas las normas y
protocolos habidos y por haber, por supuesto siempre con un buen motivo. Negocia,
miente, se disfraza, le pillan, juega a tres bandas… Todo por el bien de
Barrayar y del imbécil de su emperador.
¿Qué
voy a decir? Cuarto libro de la saga –en narración cronológica–, segundo
protagonizado por el propio Miles, y estoy dentrísimo.
4. La revolución feminista geek (Kameron Hurley, 2016)
Libro de ensayos de Kameron Hurley sobre el
trabajo de escritora (“Subir de nivel”), el mundillo friki y la cultura popular
(“Geek”), cuestiones personales (“En lo personal”) y la necesidad de cambiar
las cosas (“Revolución”).
Kameron
Hurley es una persona extremadamente peculiar. Escribe una ciencia ficción soberbia, pero muy oscura y problemática, donde suceden toda clase de barbaridades
y amoralidades. Feminista, friki y muy formada, tiene además una enfermedad
crónica, por lo que no puede permitirse la creencia de que EE.UU., el país
donde vive, es un lugar civilizado: lo ve tal y como es. Así que un libro de
ensayos suyos es, por fuerza, muy interesante. Hay análisis de la cultura pop,
reflexiones sobre las dinámicas online,
opinión sobre machismo y gordofobia, comentario de actualidad al hilo del
asunto de los Sad Puppies… vamos, que merece la pena leerlo.
Aun
así, al tomo le falta un pulido y se le nota. ¿Por qué digo esto? Porque son
artículos publicados en diversos medios a lo largo de los años, que han sido
recopilados para formar un libro con la adición de unos pocos textos más (son
nuevos siete de 36). Muchas veces son reiterativos o contradictorios (1) o les
falta cierta intertexualidad que habría sido de agradecer (2). Esto no es
problema de Hurley, por cierto, sino del editor.
Por
otra parte, si leéis en inglés os aconsejo comprar el libro en ese idioma y
ahorraros la desastrosa traducción de Alexander Páez, el cual, a tenor de sus
resultados, debe ser una especie de Google Translate de tamaño humano que no
acaba de entender cuál es el trabajo por el cual le están pagando. La versión
española del libro es una auténtica tortura cuajada de adjetivos antepuestos, false friends mal traducidos, frases que
directamente no tienen sentido y oraciones que siguen la lógica interna del
inglés pese a estar en castellano (3).
5. Destellos en la noche (Gillian Cross, 1996)
Charlie es un estudiante de instituto que
también pertenece al Club de Fotografía. Una noche, al fotografiar el río de su
pueblo, toma una instantánea extraña: un animal desconocido (¿una nutria? ¡Pero
hace décadas que no hay nutrias en la zona!) que se sumerge en el agua. Esa
foto le hará entrar en contacto con una nueva pareja de hermanos, Jennifer y
Peter, en un momento en el que sobre Peter empiezan a esparcirse rumores de lo
más inquietante… y sobrenatural.
Librillo
juvenil noventero (tiene el precio en pesetas) que saqué de mi estantería con
el objetivo de decidir si lo expurgo mediante una donación o me lo quedo. La
decisión ha sido sencilla. He tardado la vida en leerlo, sobre todo si tenemos
en cuenta que tiene menos de 250 páginas y letra gorda, y la razón es que es
muy lento y aburrido, sobre todo al principio.
En
el libro hay dos tramas interconectadas: la del animal acuático y la de Peter,
el “extraño chico nuevo” al que varios alumnos del colegio (entre ellos Zoë, la
prima del protagonista) hacen la vida imposible con acusaciones cada vez
mayores de ser una bruja, y que además tiene una situación doméstica horrible.
La segunda trama es de lejos la más interesante, con todo el colegio
convirtiéndose poco a poco en una trampa mortal para Peter, su hermana y su
único aliado –nuestro protagonista, Charlie– mientras la mayoría de profesores
no parecen interesados en tomar cartas en el asunto.
6. La mujer del viajero en el tiempo (Audrey Niffenegger, 2003)
Henry conoce a Clare cuando él tiene 28 años
y ella 20. Pero ella le conoce desde que tenía 6 años y él 38. Porque resulta
que Henry viaja en el tiempo. En momentos aleatorios, en general cuando sufre
de picos de estrés, desaparece del presente y aparece, desnudo, en cualquier
momento del pasado o del futuro que le resulte significativo. Así que, por
supuesto, después de conocer a Clare en la corriente temporal principal, de
enamorarse de ella y de casarse con ella, se ha pasado años saltando a su
infancia y adolescencia.
Comedia
romántica intertemporal, hacia el final dramática pero en todo momento
entretenida y emocionante. Fue candidata a un chorro de premios de ciencia
ficción, y tengo la sensación de que si no los ganó es por su temática, porque
está escrita de maravilla, los personajes son entrañables y la parte de los
viajes en el tiempo se imbrica perfectamente con lo demás sin dejar una sola
paradoja sin resolver.
En
La nave invisible hicieron un artículo sobre la relación entre Henry y
Clare, resaltando lo sincera y poco tóxica que es. Estoy en general de acuerdo.
Por ejemplo, todos los momentos en que la Clare adolescente, que ya sabe que se
casará con Henry de mayor, se le insinúa de forma descarada, y él la aparta
porque, bueno, es una niña. O que tengan una relación sincera donde se afrontan
los problemas y no se mientan. O que no dependan el uno del otro sino que cada
cual tenga su trabajo. O que…
Aun
así, hay cosillas por ahí de amor romántico que me han rechinado. El hecho de
que Henry fuera un capullo con las mujeres antes de Clare (él mismo lo admite)
y fuera conocerla a ella lo que le hace cambiar y volverse un hombre íntegro me
molestó, por ejemplo. Hay alguna otra cosilla más que también me chirrió, pero
no la cuento porque ya es spoiler del
final. En fin, supongo que no se puede tener todo. Y sigue siendo una de las
mejores relaciones de amor que he leído en ficción.
Hay
película, parece ser que hubo un homenaje en un episodio de Doctor Who y van a
hacer serie.
7. Catwings (Ursula K. Le Guin, 2019)
James, Telma, Roger y Harriet son gatos y
tienen alas. Nadie sabe por qué es así, pero es así. Como en la ciudad no están
seguros, deciden salir de allí y buscar un lugar mejor.
Estamos
ante la recopilación española, en un solo tomo, de cuatro cuentos infantiles
que Ursula K. Le Guin escribió entre 1988 y 1999 y que al parecer en EE.UU. se
venden por separado (de ahí la fecha que he puesto en el título, que no quiere
decir que sea una obra –ay– póstuma). Me lo compré porque fui a acompañar a una
amiga a la presentación y no me he arrepentido. Como dijo una de las ponentes:
no te va a volar la cabeza porque son cuentos infantiles, pero es Le Guin.
El
libro da lo que ofrece. Las aventuras de cuatro gatos alados (a los que luego
se une una quinta gata alada y un gato normal) entre el campo y la ciudad. Son
cuentos cortos, perfectos para leer a niños de unos 6, 7 u 8 años. Contiene los
valores típicos de Le Guin: hay pinceladas de feminismo, ecologismo,
antirracismo… en las dosis que admiten unos relatos sobre atigrados voladores,
claro.
La
edición es estupenda. En tapa blanda pero en papel grueso, acompañada de unas
ilustraciones fastuosas casi en cada página y con dibujos de gatitos alados
encima de los números de página. Otra de las cosas que se destacó en la
presentación, y que es verdad, es que los gatos en el texto no están
“disneyzados” (hablan, sí, pero también ronronean, cazan, se amontonan, se
lamen… son gatos reales) y los dibujos le hacen honor a esa naturaleza.
Representan a gatos de verdad que tienen alas.
Si
tenéis criaturas de la edad que digo a vuestro alrededor (prole, sobrinos,
nietos…), yo lo valoraría muy en serio como regalo de Navidad o Reyes.
8. Dioses del sexo (Eva M. India, 2019)
Alejandra y su prima Raquel se van de
vacaciones a un pueblecito de la costa gaditana que resulta estar más muerto
que otra cosa. Enseguida recalan en un local exclusivo y misterioso, los
Jardines Turcos. Se suele acceder con máscara y sobrenombre y hay zonas que uno
no esperaría en un sitio de ocio nocturno, como una biblioteca donde se discute
sobre literatura. Al principio parece solo un lugar peculiar, pero pronto se
verán atraídas hacia los dueños, los hermanos Corel, que habitan en una
misteriosa cúpula en la parte superior del lugar y acerca de los cuales hay datos y tradiciones
de lo más extraño.
Saltando
por perfiles de Twitter llegué al de esta autora, me llamó la atención el
nombre y la sinopsis de la novela (la tenía gratis en Lektu y enlazada en el
tuit fijado) y me la bajé. Volarme la cabeza es poco.
Es
una novela corta, así que me la bebí en un par de viajes en tren. En Lektu
está catalogada como +18, pero no hay en ella nada explícitamente pornográfico.
Es más bien que toda ella está llena de sensualidad y de un erotismo que por un
lado desborda y que por otro desasosiega, porque va de la mano de un misterio
que el lector no alcanza a entender (aunque sí a imaginarse: el título da una
buena pista) hasta los últimos compases del libro. La forma en que Alejandra y
Raquel van separándose de sus relaciones mundanas para quedar hechizadas por
los habitantes de la Cúpula es perturbadora pero fascinante.
9. La dama desaparece (Ethel Lina White, 1936)
Iris es una joven heredera inútil y
bulliciosa que ha estado con sus amigos de vacaciones en Centroeuropa. Allí se
separa de ellos y vuelve a casa sola. Como no conoce el idioma local, se pega a
una institutriz, la señora Froy, que también va de camino a Londres. En un
momento dado, Iris se duerme y cuando despierta la señora Froy ya no está. Más
aún: nadie del tren la ha visto. Iris tendrá que iniciar una investigación
contrarreloj luchando contra todo un pasaje que la trata de loca.
Estamos
ante una desasosegante novela de misterio y suspense, que de hecho fue adaptada
a cine en su momento por Alfred Hitchcock. Una mujer desaparecida y una joven a
la que todo el mundo le dice que ella no existe. ¿Le están haciendo luz de gas
o es cierto que, como le dio una insolación antes de subir al tren, luego tuvo
alucinaciones para escapar de un entorno hostil en el que no controlaba nada de
su propio viaje? ¿Se ha inventado Iris a una señora competente para suplir su
propia inutilidad?
Por
suerte, el narrador pronto se pone de nuestra parte y nos muestra a los padres
de la señora Froy esperándola ansiosos en Londres. Entonces la novela se vuelve
aún más angustiosa y opresiva, ya que si no habías empatizado con la joven
cabezahueca seguro que sí lo haces con los padres ancianos que preparan la
comida favorita de su niña y con el perro que ladra cada vez que oye pasar un
tren por si de él baja su ama. Además, entonces, cuando ya sabes que a la
protagonista le están haciendo luz de gas, surge la siguiente pregunta: ¿por
qué se la hacen? ¿Por qué hay todo un tren conchabado para esto?
La
motivación de los personajes centroeuropeos no la desvelaré; solo diré que es
la que mueve la novela y tiene cierto rollito xenófobo muy de ingleses de 1936.
Pero lo flipante son los británicos que también viajan en el tren, que conocen
a Iris del hotel, y cuyos motivos son, en esencia, “esta joven me cae mal y
además no me quiero meter en problemas ajenos que ya bastante tengo con lo
mío”. Es eso, esa profundidad psicológica en todos los personajes, lo que te
tiene pegado a la novela, ya que el misterio en sí (dónde está la señora Froy y
por qué ha desaparecido) es obvio enseguida.
Sin
duda una lectura recomendable si quieres una novela de misterio clásica que se
salga un poco del esquema de asesinato-detective-solución.
10. Señoras que se empotraron hace mucho (Cristina Domenech, 2019)
Cortas biografías de mujeres sáficas, desde
el siglo XVII hasta el XX, muy documentadas y escritas con mucha gracia.
Hasta
donde yo sé, este libro es algo que le ha venido sobrevenido a la autora. Ella hace
su tesis sobre mujeres que amaron a otras mujeres en la historia, y un día
decidió publicar la biografía de una de ellas en Twitter, en forma de hilo, con
el hashtag #SeñorasQueSeEmpotraronHaceMucho. Gustó, hizo de otra, de otra, de
otra y ahora ha sacado libro. Muchos de los capítulos son, si no recuerdo mal,
los hilos originales, aunque con más información, notas al pie (4) y diversas reformulaciones. Otros imagino que son nuevos.
El
libro ha tenido éxito. Éxito nivel “salió hace menos de un mes y vamos por
segunda edición”. Nivel “yo lo compré el sábado 19 de octubre, el librero
me dijo que teóricamente salía a la venta ese jueves pero que el martes ya
había vendido varios". Y nivel "yo me llevé el undécimo y último ejemplar que tenía en la librería y estaba ya
inencontrable”. Es comprensible. Es ameno, es divertidísimo –me he reído a
carcajadas en el transporte público–, está muy documentado y habla de un tema
del cual andamos faltos de información a nivel divulgativo.
Lo
único, yo le habría bajado el nivel de coloquialismo en algunos casos, pero eso
ya es preferencia personal mía. Si os interesan las señoras sáficas, echadle un
ojo a este libro que vais a aprender y os vais a divertir. ¿Qué más queréis?
11. Caminar sobre las aguas (Alicia Carrillo Rivas, 2019)
Poemario ganador del XXIII Certamen de
Letras Hispánicas Rafael de Cózar en su modalidad de poesía.
No
suelo leer poesía. Tengo la misma sensibilidad poética que una piedra
especialmente abstrusa. Pero mi gran amiga Alicia ganó este certamen y me envió
una copia de su libro. Ella no esperaba que lo leyera (los sacrificios que uno
hace por los amigos tienen un límite) y yo iba a leerlo pero no esperaba que mi
reacción fuera más allá de “mu gonitos los versos, Al”.
Acabé
llorando.
Muchos
de los poemas me resonaron. Resonaron a la forma en que afronto mi vida o mis
problemas. Resonaron a la forma en que enfoco mi vida sentimental. Igual es
porque la autora y yo nos conocemos desde hace más de diez años y claro, hemos
madurado juntos en muchos aspectos. O igual es porque escribe de la hostia.
Pero releo y releo algunos de ellos para seguir exprimiéndolos.
12. Moriré besando a
Simon Snow (Rainbow Rowell, 2015)
Simon Snow es adolescente, es británico y es mago. Ah, y es el Elegido.
El problema es que a pesar de llevar ocho años en la escuela de magia, es
incapaz de controlar sus poderes, que le vienen en plan estallido cuando menos
los necesita. Por si eso fuera poco, es el primer mago que entra a la escuela
procedente de una familia de Normales, y lleva ocho cursos compartiendo habitación con Baz, un vampiro de las Familias Antiguas que quiere matarlo.
Todos
los elementos de este libro nos suenan. El mago adolescente que ha sido elegido
por una profecía. Su grupillo de amigos. Su enemigo mortal en la escuela. La
susodicha escuela, con su horario y su calendario y sus tradiciones y sus
dinámicas. Los profesores. El director, que a la vez es un líder fuera del
colegio, cabeza de su propio grupo paramilitar y peor persona de lo que parece
al principio. La subdirectora, dura pero justa y a veces compasiva. Las
familias antiguas, que odian la deriva del mundo mágico. La ocultación hacia
los mortales.
“Pero
Vimes, ¿es que te has leído un fanfic de Harry Potter?”, me diréis. Sí. Y ahí
está la gracia. Al parecer, la autora tiene otra novela, Fangirl. Y la protagonista de Fangirl
escribe un fanfic llamado Moriré besando
a Simon Snow (en inglés Carry On).
Así que a la autora le dio por escribir de verdad ese libro. Ahí empieza el
juego literario, pero no acaba. Porque Moriré
besando a Simon Snow es el octavo libro de una saga que no tiene siete
libros previos. El protagonista está en su último curso y se hace referencia a
toda una serie de aventuras que han sucedido en libros anteriores (“el año en
el que Baz intentó quitarme la voz”, “cuando nos enfrentamos a la quimera”) y
que se supone que el lector ya conoce… salvo por el hecho de que esos libros no
existen. A mí estas cosas me flipan.
Además,
Rowell es una autora mucho menos rancia que Rowling y escribe en una época en
la cual los fallos de Harry Potter se nos han hecho evidentes a todos. Los
magos tienen coches y móviles porque facilitan la vida. Hay personajes LGTB. Se
subraya hasta qué punto es tonto el protagonista y está allí por carambola (5).
Aún
no me lo he terminado (llevo, de hecho, como un 30%), pero está siendo sido un gran
cierre para el mes.
(1)
En uno de ellos dice que recibió una carta de rechazo de “no recuerdo qué
revista” que le hizo echarse a llorar en el suelo de la cocina. Tres ensayos
más adelante sí recuerda el nombre de la revista. Esa clase de cosas.
(2)
Cuando habla de otros artículos que ha publicado y que también están en la recopilación,
en vez de un paréntesis que diga “Ver XXX, en la página Y de este volumen” hay
una nota al final que contiene una dirección URL con el artículo original.
Algo, por cierto, muy útil si lees en papel.
(3)
No me resisto a contar un caso: en la página 96 traduce una referencia a los
niños perdidos (“lost boys”) de Peter Pan como “jóvenes ocultos”, en cursiva y
con mayúscula, como si se tratara de un título. Resulta que la película “Lost
boys” en español fue distribuida como “Jóvenes ocultos”. Dejo a cada cual la
interpretación de cómo se llegó a semejante metida de gamba.
(4)
De hecho, las notas van al lado, en plan llamada de atención, en una decisión
de diseño que me parece muy cuqui.
(5)
Impagable el momento en el que su novia corta con él. “No, no me he enamorado
de Baz, es que estoy harto de ser la novia del Elegido, la que espera al
Elegido, el telón de fondo de la historia del Elegido”. Reacción de Simon:
“Seguro que está con Baz. ¡O que Baz la ha hechizado!”
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