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viernes, 31 de octubre de 2014

Criminalizar la pobreza

Esta semana la ciudad de Sevilla y su alcalde han sido noticia. El Pleno del Ayuntamiento ha aprobado una ordenanza de basuras que, entre otras cosas, castiga fuertemente a quien busque comida en la basura. Tipifica mucho mejor esta conducta (donde antes se hablaba de “manipulación de basuras” ahora se refiere expresamente a la “rebusca”) y aumenta su sanción de 300 a 750 €. La medida ha sido objeto del rechazo de PSOE e IU, un tanto hipócrita (porque la norma de 2003 que hicieron ellos ya multaba estas conductas) pero perfectamente comprensible.

Al fin y al cabo, ¿qué finalidad puede haber detrás de una sanción como ésta? Sin duda no es la disuasión. ¿De qué vas a disuadir a alguien que se muere de hambre? Para alguien que rebusca en un contenedor, 750 € son tan inalcanzables como 30.000. Tanto valdría que la multa fuera de un gritón de dólares: si la persona que la recibe no tiene dinero y sí mucha hambre (como prueba el hecho de que esté en un contenedor buscando comida desechada) le es indiferente la cuantía. Simplemente necesita comer.

Vale, entonces la nueva norma no busca disuadir. Buscará, entonces, sancionar a los infractores para que no lo vuelvan a hacer. Eso parece deducirse de las bravuconadas del alcalde sobre no dejar que Sevilla “se convierta en una ciudad sin ley”. Volvemos a lo mismo (si la multa no se paga en realidad no hay castigo) pero con un matiz: ¿en realidad merece una sanción quien rebusca en un contenedor? Sí, es obvio que es una práctica insalubre, pero dadas las circunstancias de quien la ejerce, ¿en serio está justificado castigar?

En derecho penal existe una eximente llamada “estado de necesidad”. Se aplica a los delitos que han sido cometidos para evitar males mayores (como, por ejemplo, romper la puerta de una casa para evitar la muerte por congelación en la montaña). Una ordenanza municipal no contiene derecho penal y precisamente por eso no aplica esa eximente, pero ¿no podría haberse tenido en cuenta al redactarla que quien rebusca en un contenedor está en estado de necesidad? “Es que podría acudir a un comedor social”, se dice. Y sí, podría… en principio. Los comedores sociales tienen recursos limitados, y tampoco podemos olvidar que, para muchas personas, el hecho de recibir algo por caridad es más indigno que sacarlo ellos rebuscando entre los desperdicios.

Es cierto que, como ha dicho el alcalde, “cuando los vecinos bajan de sus pisos no quieren encontrarse las zonas comunes ni la calle llena de residuos”, pero probablemente al que rebusca tampoco le sea muy agradable su tarea, ¿no? Además, ¿de verdad la molestia vecinal o los problemas de salubridad derivados de la extracción de basura justifican una sanción? Yo creo que no. ¿No sería mejor, si tanta capacidad tienen los comedores sociales, usar a la Policía Municipal para redirigir a la persona que rebusca a uno de ellos? Y, si de verdad el municipio no puede hacer nada por estas personas, ¿no podría al menos dejarlas en paz?

La sanción, además, es una losa sobre las espaldas de quienes buscan en contenedores. Es de esperar que algunos de ellos se recuperen con el tiempo y salgan de esa situación de pobreza extrema. Y entonces, una vez hayan dejado los márgenes de la sociedad para poder ser considerados personas de nuevo, ¿con qué se van a encontrar? Con una o más multas, cada una de las cuales tiene una cuantía superior a la del salario mínimo interprofesional. Muy bien, alcalde, muy bien. Y no: “todo el mundo lo hace” dejó de ser una buena excusa a los 15 años.






Entonces, si imponer una sanción a la conducta de rebuscar en un contenedor no es algo que se pueda justificar atendiendo a razones de justicia ni es algo tampoco favorable a la recuperación de esas personas o políticamente conveniente, volvemos a nuestra pregunta inicial: ¿qué hay detrás de esta norma?  Pues una que en realidad es muy de derechas, porque parte de enfocar la pobreza como un problema esencialmente individual. Desde esa perspectiva no molesta que haya pobres sino que estén en la calle molestando a los honrados consumidores, invadiendo su olfato y su vista con estímulos molestos. La nueva ordenanza de residuos de Sevilla manda un mensaje: “muérete de hambre pero no molestes”. Ése y no otro es su objetivo: limpiar la ciudad de escenas feas. Si para ello tiene que castigar la pobreza, pues se hace.

Quiero terminar con un vídeo que me gusta mucho: “La bolsa de basura”, de Leo Masliah. Se trata de un monólogo de humor sobre un hombre que va a tirar la basura y se encuentra a otro hurgando en el cubo. Lo que me fascina es que el humor no procede en absoluto de la situación del rebuscador sino del propio monólogo interior del hombre de clase media, ante algo que le rompe tan totalmente los esquemas que le hace desbarrar, buscando soluciones cada vez más absurdas para poder tirar su basura tranquilamente y volver a su mundo. Ese hombre podría ser perfectamente Juan Ignacio Zoido.


miércoles, 29 de octubre de 2014

Machismo mediático: Francisco Nicolás e Isabel Mateos

¿Te suena el nombre de Isabel Mateos? No demasiado, ¿verdad? Un nombre corriente, que podría pertenecer a cualquier chica que te cruces por la calle. Solo que no pertenece a cualquiera, sino a una chica de 19 años que de repente se ha visto en el centro de un tornado de presión mediática por ser amiga del “conseguidor” Francisco Nicolás. “¡Ah, coño, que te refieres a ‘la Pechotes’, Vimes! ¡Haber empezado por ahí!”

La forma en que se ha tratado el tema de Francisco Nicolás me resulta repulsiva. He de decir que a mí la historia me hizo gracia al principio, cuando todo parecía ser cosa de un caradura precoz que había estafado a la elite dirigente de este país usando sus propios medios. Pero ahora que parece que las responsabilidades apuntan más alto me fastidia la liviandad con la que los medios están hablando del tema. El “pequeño Nicolás” es un mayor de edad con plena capacidad de obrar y que ha cometido delitos, por muy joven que sea. Los periódicos se han lanzado, qué sorpresa, al folletín fácil.

Pero claro, a la historia le faltaba algo: una chica. Y ni en los sueños más húmedos del más asqueroso periodista de El Mundo pensaban que se iba a presentar una tan perfecta: una joven neumática que tiene una especie de amistad platónica e imperecedera con Nicolás. ¡Cuánta carnaza para un periodista, una vez olvidado cualquier resabio que pudiera quedarle de ética profesional! Por supuesto Isabel no recibe el mismo trato que el “carismático” y “simpático” Nicolás. Atentos a la jugada: le ponen un nombre supuesto (ese mismo día trascendió el de verdad, a partir de fuentes que, estas sí, han permanecido en el anonimato) y sueltan que su mote entre sus colegas es ‘la Pechotes’. Y ya está. Pasa de ser una chica a un par de tetas cuyo nombre y cara todo el mundo conoce.

Claro, el par de tetas parece tener también una boca, por la cual dice cosas. Como por ejemplo, que ella nunca estuvo saliendo con Francisco Nicolás o que las fiestas que éste daba eran “normales” (1). Pero cada cosa que dice es “contrastada” con supuestos datos, procedentes muchas veces de unos indeterminados “amigos” de ambos, que de nuevo sí quedan en el anonimato. Es curioso eso, ¿no? Que de todas las personas del entorno de Francisco Nicolás que han sido entrevistadas la única cuya identidad ha trascendido sea Isabel Mateos. Debe ser casualidad.

Y así se va construyendo una historia ligera, sobre un pillo que engañó a todo el mundo sin el apoyo de nadie más que de su abnegada amiga de la infancia. Pero como resulta que esta amiga está buena y además usa su cuerpo para trabajar (es RR.PP. de una discoteca) ya está bien que sea reducida a sus tetas (2). El machismo es evidente. Imaginemos que en vez de una chica de pechos grandes es un tío mazado: ¿alguien cree que ‘el Brazacos’ hubiera sido trending topic en España durante dos días seguidos, que hubiéramos descubierto su nombre real a las pocas horas y que las fotos de sus redes sociales serían ahora del dominio público? No, en absoluto: a Isabel, por ser mujer, se le ha puesto una diana para que toda España se meta en su Facebook a amenazarla, insultarla, acosarla, babosearla o cualquier otra cosa desagradable. Muy bien, El Mundo (y demás medios), muy bien.

El artículo de ayer de El Mundo es la culminación (de momento) de esta escalada de bazofia. Como el nombre supuesto que le pusieron al principio ya no cuela pero el acuerdo de no llamarla por el real sigue vigente, se refieren constantemente a Isabel por el mote. También recopilan “las fotos más ardientes de ‘la Pechotes’”, un documento sin más interés periodístico que el de atraer a la web a ciertos de gañanes para que se hagan una paja en honor de sus tetas. Finalmente se hacen eco de que su novio corta con ella “para no verse afectado por la presión mediática” que ellos mismos han generado. Ah, y que ella misma ha borrado su Facebook y se ha escondido. Por qué será.

En definitiva, la cobertura informativa de todo el asunto de Isabel Mateos ha sido puro machismo y puro baboseo. Se ha cosificado hasta el extremo de obviar su nombre a una chica que no ha hecho nada más que tener los pechos grandes. Que no digo que si Mateos hubiera sido cómplice de su colega hubiera estado bien reducirla a sus tetas, pero es que encima, por lo que parece, es simplemente una tía que ha querido defender a su amigo de lo que ella estima que son mentiras. Y se ha encontrado con lo que se ha encontrado. Pero en fin, hay que vender periódicos, y unos pechos adolescentes tiran más que una investigación sobre los contactos de Francisco Nicolás. Qué le vamos a hacer: el mercado manda.




(1) Sobre esa “normalidad” tengo que decir lo siguiente: tú no llegas a donde ha llegado Francisco Nicolás sin tener mucho dinero de partida. Si Isabel era amiga del ‘conseguidor’ desde la infancia, es razonable pensar que son de la misma clase social. De hecho ha trascendido que vive ‘entre Las Rozas y Majadahonda’. Y lo que es “normal” para esa gente no debe tener mucho que ver con lo que es normal para el conjunto de los mortales.

(2) Evidentemente todos usamos nuestro cuerpo para trabajar: un abogado no redacta escritos por telepatía. Me refiero al sentido más común de “trabajar con su cuerpo”, que tiene connotaciones de trabajo sexual. Repartir flyers de discotecas no es trabajo sexual, pero sin duda importa tener buena presencia para atraer clientes.


sábado, 25 de octubre de 2014

Elogio de la masturbación

Vivimos en un mundo que alardea de liberación sexual. En realidad ese alarde es falso: si indagas un poco en el pensamiento de cualquier persona que diga con orgullo “yo para esto del sexo estoy liberado, todo me parece bien” verás como parece que ha desayunado censores, de tan rápido que acuden a su boca las desvalorizaciones hacia las prácticas sexuales ajenas. Pero bueno, mal que bien, formas alternativas de sexualidad (como la no monogamia o el BDSM) van teniendo su visibilidad y sus espacios para expresarse (1).

Sin embargo, hay una actividad sexual que sigue estando absurdamente estigmatizada, sobre todo si tenemos en cuenta que todo el mundo la practica. Me refiero, claro está, a la masturbación. Si te haces pajas eres un fracasado. Y hablo en masculino porque las mujeres, como todo el mundo sabe, ni se masturban ni ven porno ni nada de nada. Pero si lo hicieran seguro que también serían fracasadas. En cualquier caso, hablaré de la masturbación masculina, que es la que conozco.

Creo que no hay que insistir mucho en la vinculación entre hacerse pajas y ser un fracasado social. Basta con buscar esas dos palabras (“fracasado” + “pajas”) en Google o Twitter para que mi tesis quede confirmada: en el contexto social, un triunfador no se hace pajas. Masturbarse es el mal menor, el recurso del que no puede conseguir tener relaciones sexuales “de verdad”. Un pajillero es alguien sin habilidades sociales, probablemente gordo y feo, que pasa los días encerrado en su cuarto frente a la pantalla del ordenador. Yo he visto a amigos míos, gente supuestamente concienciada con el tema de la libertad y la diversidad sexual, mandar a gente a hacerse pajas… y me ha dado mucha tristeza, porque prueba que es algo que está en todas partes.

Al fin y al cabo, ¿qué problema hay con masturbarse? Es una forma maravillosa de liberar tensión, de conocer el propio cuerpo, de explorar fantasías y, qué hostias, de obtener placer sexual. No es muestra de una sexualidad “imperfecta” o “incompleta” ni signo de que quien lo practica sea incapaz de tener encuentros sexuales con otras personas. Si fuera así estaríamos ante un problema preocupante: ¿de verdad hay tanta gente que no se masturbe con una cierta regularidad? Lo dudo mucho. Tocarse no es algo de adolescentes salidos, de treintañeros fracasados o de maduros con problemas sociales: es algo que, en mayor o menor medida, hacemos todos.

Y entonces, ¿por qué el estigma? ¿Por qué “matarse a pajas” es algo digno de pena o de burla? Pues porque va contra la misma idea de masculinidad. Todos sabemos que los hombres tenemos que ser sexualmente muy activos y follar con muchas (2). Si no lo conseguimos toda esa potencia sexual queda contenida, así que hay que liberarla de alguna manera: mediante la masturbación. Hacerse muchas pajas (donde “muchas” es una cantidad totalmente arbitraria) es un signo de que no estamos consiguiendo nuestra meta como varones. En definitiva, un pajillero es “menos hombre” que alguien que folla mucho. Precioso, ¿eh?

Pero vayamos un paso más adelante. ¿Hay algo más triste que alguien que se mata a pajas? Sí: alguien que se mata a pajas teniendo pareja. El epítome del fracaso: con pareja y no folla. Porque todos sabemos que una pareja debe cubrir todas y cada una de nuestras necesidades sexuales. El razonamiento es el mismo (si no follas mucho has fracasado como hombre), pero agravado por el hecho de que se supone que ya tienes a alguien que folle contigo. ¿No es eso para lo que se tienen las novias? ¿Para calmar la sensación de fracaso que está siempre acechando detrás de la masculinidad hegemónica? Porque sí, la masculinidad está construida encima de un pozo ciego de inseguridades y amenaza constantemente con caerse dentro.

El estigma no tiene ninguna razón de ser. Los hombres no somos seres de potencia sexual desbocada que tengamos como objetivo follarnos a todo lo que se mueva. Quien folla mucho no es admirable y, lógicamente, quien folla menos (y se pajea mucho) no merece burla o escarnio. Aunque en realidad esta dualidad es falsa porque, oh, el que folla mucho también se masturba. Porque, metámonoslo en la cabeza de una vez, masturbarse es bueno y agradable.

Resulta sorprendente toda la mitología que se ha montado sobre algo tan sencillo y placentero como es el acto de acariciarse la entrepierna. No voy a terminar diciendo “haceos pajas” porque ya os las hacéis. Simplemente reconocedlo y, por favor, dejad de usar como insulto algo tan positivo.


Y ahora, si me disculpáis…



(Muchas gracias a @MyFreedom14, que me dio las claves para enfocar este artículo)



(1) Con el consiguiente riesgo de ser fagocitadas y normativizadas, pero de eso hablaremos otro día.

(2) Al contrario que las mujeres, a las que todos sabemos que en realidad no les gusta el sexo. Lo cual explica por qué no se hacen pajas, y por qué si lo hacen son unas viciosas.
  

jueves, 16 de octubre de 2014

El PSOE de 1931 ante el voto femenino

El día 1 de este mes se cumplió el 83º aniversario de un hecho histórico, que (menuda novedad) no suele quedar reseñado en los periódicos: la aprobación, por las Cortes Constituyentes de la República, del sufragio activo universal (1). Esta aprobación, bastante reñida (161 votos contra 121) vino precedida de un bello discurso de Clara Campoamor en el que exhortaba a los republicanos a vencer el miedo a que conceder el voto a la mujer implicara que las mujeres no les votaran a ellos. No lo consiguió: la mayoría de partidos republicanos de centro e izquierda se posicionaron en contra del voto femenino.

Y lo curioso es que sobre esas Cortes aún planea un bulo, que los políticos de derechas sacan a relucir cada vez que alguien del PSOE señala sus ataques a los derechos de las mujeres: afirmar que ese partido votó en contra del sufragio universal. El ex ministro de Justicia, el ínclito Ruíz-Gallardón lo soltó no hace ni un mes en sede parlamentaria (2), contestando a una diputada socialista: “el gran recorte de las libertades de las mujeres es el que ustedes hicieron cuando se pusieron en contra del derecho del voto de las mujeres porque pensaban que iban a votar a los conservadores".

No voy a recalcar el absurdo que supone echarle a alguien en cara cosas que hicieron otras personas 80 años atrás, ni la estupidez que es pretender usar eso como argumento político para defender tu retrógrada ley del aborto. Me voy a limitar a lo siguiente: esa grave acusación, que yo he oído incluso a un profesor de Historia de España con visos de seriedad, es infundada. Decir que el PSOE se opuso al sufragio femenino en 1931 es mentir: el PSOE defendió el voto de la mujer en el debate constitucional. De los 161 votos a favor, 80 eran de este partido.

Resulta un poco vergonzoso dedicar tiempo a desmentir un bulo que se cae en cuanto tiras de Wikipedia, pero vamos a ello. En 1931 se podían identificar dos posturas en la izquierda respecto del voto femenino: una favorable, basada en ideales y en las promesas electorales; y otra desfavorable, sustentada principalmente en razones oportunistas, concretamente en el miedo de que las mujeres votaran a la derecha (3). Muchos partidos del centro y de las izquierdas se dejaron ganar por el oportunismo: el Partido Radical, el Partido Radical-Socialista y la Acción Republicana de Azaña votaron mayoritariamente en contra. Suyos eran 96 de los 121 votos contrarios.

De "El debate sobre el voto femenino", ArteHistoria.


Este vídeo de ArteHistoria y esta biografía de Clara Campoamor lo explican de forma muy resumida. Si queréis un relato más detallado de esos debates podéis encontrarlos en este estudio de un profesor de Historia del Derecho de la Universidad de Extremadura. Pero vamos, no hay duda alguna: salvo unos pocos diputados que se agrupaban en torno a Indalecio Prieto (y que se abstuvieron), el PSOE apoyó el sufragio universal. Fue el único partido de izquierdas que lo hizo.

¿Y por qué ha surgido entonces el bulo? Pues, la verdad, no lo sé. Puede tratarse de una confusión entre el PSOE y el Partido Republicano Radical-Socialista de Marcelino Domingo, tercera fuerza política en aquellas Cortes y que votó en contra. Pero eso es sólo una especulación: me da que en realidad es más mala idea por parte del PP y de sus círculos afines que otra cosa. Como no pueden hablar del presente se inventan el pasado. Decir que la izquierda estuvo en contra del voto femenino en 1931 es, en líneas generales, cierto (y una vergüenza): sostener lo mismo del PSOE es mentir.

Quiero terminar con una exhortación general: por favor, no os creáis bulos. Si algo es demasiado estúpido, demasiado bueno o demasiado improbable para ser verdad es porque probablemente sea mentira. Los bulos se meten en tu cabeza, contaminan incluso tu pensamiento político (los 445.000 políticos en España, las medidas de Hollande en 56 días de mandato…) y acabas haciendo cosas que en realidad no quieres hacer. Como yo, que acabo de escribir un artículo defendiendo la conducta del PSOE.

Qué picor, voy a lavarme.




(1) Se suele hablar de “sufragio universal femenino”, pero ese término no me gusta, al menos en este contexto (podría admitirlo en contraposición con el sufragio parcial femenino que estuvo en vigor durante la dictadura de Primo de Rivera, por ejemplo). Lo que se aprobó el 1 de octubre de 1931 fue ni más ni menos que el sufragio universal sin apellidos. Creo que el único apellido que admite la expresión “sufragio universal” es “masculino”, para referirse al sistema vigente en España desde 1890.

(2) Aunque ya tuvo que retractarse una vez de haberlo dicho.

(3) Entre las derechas ambas posiciones estaban intercambiadas: los ideales les impedían conceder el voto a la mujer mientras que el oportunismo les llevaba a otorgárselo. Ganó el oportunismo.



jueves, 9 de octubre de 2014

El ébola y la responsabilidad de las instituciones

De la campaña de criminalización de la auxiliar de enfermería enferma de ébola se puede decir una cosa: que no era inesperada. Era cuestión de tiempo saber qué iban a sacar para cargarle la responsabilidad de haberse infectado con la enfermedad. Al final la culpa viene de dos factores: que parece ser que se tocó la cara después de quitarse el traje aislante y que ocultó al médico de cabecera que había estado en contacto con un paciente de esta enfermedad. Al menos esta acusación es un poco más sólida que la que le hicieron al conductor del Talgo que descarriló el año pasado en Santiago de Compostela, basada en una captura de pantalla de su Facebook, pero la tónica general es la misma: la culpa la tiene siempre el trabajador. Toda la estructura organizativa que tiene por encima y que generó las condiciones propicias para que se produjera el desastre es inocente.

Por suerte, el Derecho no piensa igual. El artículo 316 del Código Penal castiga a “los que, con infracción de las normas de prevención de riesgos laborales y estando legalmente obligados, no faciliten los medios necesarios para que los trabajadores desempeñen su actividad con las medidas de seguridad e higiene adecuadas” siempre que se ponga en peligro grave su salud o su vida. El precepto siguiente castiga el mismo delito cuando es cometido por imprudencia. Y no olvidemos que si tú generas una situación de riesgo y como resultado muere alguien tú eres culpable de homicidio.

¿Alguien va a negar que en este caso no se cumplieron los estándares de seguridad e higiene en el trabajo? Todo en la gestión de la crisis del ébola nos habla de descoordinación, improvisación y chapuza. Se ha hablado de trajes inapropiados, de personal movilizado a toda leche, de formaciones de 20 minutos, de protocolos repartidos con meses de retraso y de otra serie de cosas que dan vergüenza ajena. Hemos visto fotos descorazonadoras, de puertas clausuradas con simple precinto y de gente cambiándose en la acera frente al hospital. La negligencia es obvia para cualquiera que tenga ojos en la cara.

Tampoco podemos olvidar que Teresa es una auxiliar de enfermería, es decir, una persona cuyo trabajo no es principalmente sanitario. No tiene por qué tener conocimientos avanzados en materia de medicina ni saber qué hacer con alguien infectado con una enfermedad de las características del ébola. No es alguien experto en el tema: es alguien que necesitaba una formación específica que no se le dio. En esas circunstancias, ponerla a cuidar enfermos de ébola era una receta para el desastre. Así que sí, las responsabilidades, incluso las jurídicas, pueden elevarse varios niveles por encima de ella. Que sí, que se tocó la cara (o eso dicen, en realidad no hay pruebas): ¿tan raro es que después de quitarse la máscara hiciera un movimiento mecánico para limpiarse el sudor o cualquier otra cosa?

En cuanto a lo otro, recordemos que lo de que le ocultó a su médico que había tratado al segundo sacerdote con ébola es sólo una insinuación que ha lanzado el consejero de Sanidad madrileño. Por supuesto de forma oblicua, siempre hablando de probabilidades e incluso diciendo que no se puede demostrar que mintiera… lo suficiente para enmierdar a la enferma mientras se cubre las espaldas, vamos. Pero venga, seamos generosos: admitamos que Teresa mintió. Mal por ella, pero ¿me quiere alguien explicar por qué a esa persona no se le hizo un seguimiento en condiciones? Es más, ¿por qué se le permitió irse de vacaciones? Igual si tenemos un protocolo que permite que un posible paciente de ébola ande por el territorio nacional sin supervisión deberíamos cambiar el protocolo en vez de fijarnos en el paciente, ¿no?

En fin. Esto ha sido un escándalo mayúsculo y creo que aún queda mierda por salir. El burdo intento de criminalizar a la víctima de una gestión nefasta es evidente, y aun así habrá quien se lo trague. En otro país la ministra ya habría anunciado su dimisión y probablemente el propio presidente del Gobierno vería moverse su silla. Han traído el ébola a España: ¿es o no es para largarse a su casa? Pero aquí ya sabemos que no dimite nadie salvo que no le quieran ni en su partido. Me temo que el escándalo del ébola tampoco va a hundir al Gobierno.

           

sábado, 4 de octubre de 2014

Templos del mal

Hoy, al contrario de lo que suele ser mi costumbre, no voy a hablar de política. No voy a denunciar una situación injusta, ni voy a cagarme en el Gobierno, ni voy a maldecir el machismo, ni voy a criticar una medida gubernamental desde el plano jurídico, ni voy a alzar mi voz contra una institución alienante que tiene como finalidad modificar nuestros cuerpos y nuestras mentes y acabar con nuestra felicidad.

O bueno, quizá esto último sí.

Hablemos de gimnasios.

Los odio, qué se le va a hacer. Llevo dos años yendo a uno, desde que el médico me dio un manual de #BiologíaBásica y me explicó que lo de mi tripa no eran septillizos. Y nada, que no hay manera. No les cojo el gusto. Alguien debe estar chutándose mis endorfinas, porque yo cuando termino de hacer deporte sólo me siento igual de hastiado que antes de empezar pero más cansado. Debe ser que estoy muerto por dentro, pero ese subidón de objetivos cumplidos y límites superados me pasa una de cada diez veces.

Así que se puede entender que, ya de entrada, ir a hacer deporte sea algo que no me guste nada. Pero es que, además, los gimnasios son unos sitios feos y desagradables. Hay pocos lugares más hostiles para mí que un vestuario de tíos. Diría que es un campo de nabos, pero en realidad es un campo de culos, porque todos se visten de cara a la pared para que nadie les vea la minga, no sea que les entren los complejitos. En realidad da bastante risa. Por cierto, si queréis reconocerme en un vestuario de tíos, soy el que se seca el pelo totalmente desnudo.

Por suerte yo voy a un polideportivo municipal que no tiene sala de musculación, por lo que no hay cachitas en los vestuarios. Pero son un amplio muestrario del cuñadismo humano. He visto cosas que jamás creeríais. He visto a señores que habían estado hace 20 años en cierto barrio explicándole cómo era ese barrio a un residente del mismo. He visto peleas (no llegaron a las manos) por adelantamientos indebidos en la piscina. He visto adolescentes, y no tan adolescentes, chuleando a voces de lo que follan. Todos esos momentos me dan un asco supremo… y cada vez que voy allí temo encontrarme con uno.

El momento de hacer deporte no mejora las cosas. Creo que lo peor es, sin duda, la sala de máquinas, con todo el mundo mirándose de reojillo, con ese olor a sudor, con ese calor de cuerpos humanos en movimiento, con la música estridente de las clases de bici estática (perdón, de spinning) a toda hostia… mal, mal. La piscina no es tan horrible, pero tiene también su muestrario de horrores, como puede ser el grupillo de ancianos de tertulia ocupando el extremo de una calle o la señora que va por otra calle y aun así te mete una leche en la boca porque su modo de nadar es expansivo.

“¿Y por qué vas a ese antro de sudor si tan poco te gusta? ¿Es que te ha dado la moda de hacer deporte pero temes los escopetazos si te haces runner?” No tal. Simplemente hay razones médicas que aconsejan que baje de peso. Aunque en realidad he discutido con algún miembro del gremio sanitario por esa razón: concretamente una persona que se empeñaba en convencerme de que, aunque mi peso no afectara a mi salud, debería reducirlo para “cuidarme y estar bien conmigo mismo”. Creo que no llegó a entender que como yo estaba bien conmigo mismo era comiéndome un plato de oreja de cerdo y no haciendo deporte. Y aquí pronunciaría la palabra “gordofobia”, pero ya hemos quedado en que no voy a hablar de política.

En conclusión: queda demostrado teológica y geométricamente, por encima de toda duda razonable, que los gimnasios son El Mal. Espero que la futura Emperatriz Mundial los expropie todos y se decida a instalar en ellos clínicas de abortos, gatotecas, mazmorras de BDSM o cualquier otro servicio de utilidad social. Si alguien promete eso tendrá, sin duda, mi voto.



(Pasando esta entrada al Departamento de Revisión de Estilo me avisan por el pinganillo de que parece que estoy plagiando a @japartero. Prometo que no es así, que la frase me ha venido sola.)