Durante los últimos años le ha sido dado
al mundo muggle conocer los terribles
acontecimientos de un suceso que conmovió la Inglaterra mágica en la década de
los ’90: el estallido, desarrollo y final de la conocida como Segunda Guerra
Mágica (1). Los hechos son de sobra conocidos, pues la obra en la que se narran
(la biografía novelada de uno de los héroes de la contienda, el señor Harry
Potter) ha gozado de amplia difusión.
En la citada obra se imputa al señor
Potter la heroicidad de haber acabado por dos veces con la banda terrorista de
los mortífagos: la primera de recién nacido, cuando el sacrificio de su madre
permitió que la maldición asesina lanzada sobre él afectara exclusivamente a su
atacante (Tom S. Ryddle, “lord Voldemort”, líder de la mencionada banda) y la
segunda ya mayor de edad, tras un enfrentamiento en el Gran Comedor del Colegio
Hogwarts. Por supuesto tal perspectiva es la propia de una biografía. Sin embargo,
no podemos por menos que discutir la validez historiográfica de un relato que
reduce las amplias causas del devenir histórico a los actos de una sola
persona, por esforzada que fuera.
Efectivamente, incluso si tomamos la
hinchada perspectiva individualista de la única obra que tenemos de referencia,
se detectan huellas que apuntan a las verdaderas causas de la caída de los
mortífagos. Tomemos como ejemplo el final de la Primera Guerra Mágica. El conflicto
en sí terminó, parece, con la repentina desaparición de Ryddle. Pero ¿qué es lo
que hizo posible que ese hecho provocara la inmediata desintegración de la
banda terrorista? Queremos apuntar dos causas:
1.- Los propios defectos organizativos
del grupo. Ryddle era, qué duda cabe, un gran mago, pero su capacidad
organizativa era limitada. Según todos los indicios, los mortífagos operaban
más bien como bandas dispersas que como parte de una jerarquía. Las diversas
facciones de aliados no-humanos (como los gigantes) no estaban integradas en la banda, debido también a la ideología de ésta. La propia
presencia del llamado lord Voldemort como líder providencial y mesiánico
impedía siquiera pensar en estructurar su bando o establecer órganos que
pudieran, en un momento dado, designar a un sucesor. La ausencia de Ryddle
determinó, en consecuencia, el derrumbamiento del grupo.
2.- La subestimación del enemigo. No
podemos olvidarnos de que, pese a que la banda mortífaga lograra sumir a
Inglaterra en el caos durante más de una década y matar a decenas de inocentes,
en los últimos años de la década de los ’70 no parecía estar cerca de ganar la
guerra. De hecho, los excesos de crueldad hicieron que diversos miembros
notables del grupo (como R. Black) desertaran y que magos y brujas normales y
corrientes aprendieran a defenderse… y a atacar.
Pese a victorias puntuales la posición
del Ministerio de Magia, apoyado por el grupo paramilitar conocido como la
Orden del Fénix, parecía inconmovible. Los gigantes se habían retirado de la
guerra y las fuerzas pro-gubernamentales estaban empleando maldiciones
imperdonables de manera legal. Y no hay que olvidar que habían pasado diez años
de guerra, y no se veía el final: la desmoralización del bando gubernamental
nos es conocida, pero la de los golpistas no debía ser menor.
No sabemos lo que habría pasado de haber
continuado la guerra. Lo que sí podemos afirmar es que la correlación de
fuerzas permitió al Gobierno pasar inmediatamente a la ofensiva en cuanto su
enemigo perdió fuerza: sabemos que las detenciones, juicios y condenas tras la
guerra fueron masivas, lo que nos habla de un aparato policial, administrativo
y judicial todavía fuerte.
Tras su milagrosa resurrección,
Ryddle demostró no haber aprendido nada de su derrota. Repitió los dos mismos
errores que ya le habían llevado una vez a la debacle. Pese a que en la
biografía novelada del señor Potter se nos presenta como una gesta épica, la
derrota de los mortífagos era históricamente inevitable.
En lo relativo a la organización del
grupo, los párrafos que las novelas dedican a ese asunto nos muestran que ésta
simplemente no existía. Había una especie de Consejo con el cual despachaba el
líder, pero todo nos lleva a pensar que no tenía sustantividad propia: era
Ryddle quien tomaba las decisiones y los miembros de dicho órgano simplemente
le informaban y le pedían instrucciones.
No tenemos noticia de lugartenientes,
cuadros medios ni órganos colegiados, lo cual es un fallo extremadamente grave
para una organización que logró, en un momento dado, controlar el Ministerio de
Magia. La personalidad de Ryddle parece ser la de un paranoico, empeñado en
hacerse cargo él mismo de todos los asuntos importantes e incapaz de confiar en
nadie. No sólo parece haberse negado a designar un sucesor: es que su conducta
muestra un trabajo constante para que nadie le hiciera sombra. Los favoritos
subían y bajaban en función de hechos puntuales, las bandas y grupos operativos
se formaban para cada misión concreta y se disolvían cuando se terminara ésta,
el líder personalmente asignaba las tareas y controlaba su ejecución… Todo nos
habla de que Ryddle trató deliberadamente de mantener poco organizada a su
banda, lo cual imposibilitó que pudiera plantar cara una vez caído el líder.
Hemos aludido ya al carácter mesiánico de
Tom Ryddle. Volvemos a insistir sobre ello porque después de la resurrección
parece haberse acrecentado. La escena del cementerio de Pequeño Hangleton,
donde un Voldemort recién resucitado premia a los fieles, castiga a los dudosos
y promete bienes sin cuento a quienes le sigan tiene indudables resonancias
bíblicas. No es de extrañar que el éxito del proyecto político ryddleriano
estuviera inextricablemente unido a la supervivencia de su líder y fundador, de
tal manera que la muerte pública de éste conduciría a una completa
desmoralización de sus filas.
En cuanto a la subestimación del
enemigo, la mejor prueba de que Ryddle siguió cometiendo ese error es que pese
a que en un momento dado controlaba el Ministerio de Magia, los órganos de
prensa no gubernamentales (como El Quisquilloso), el Colegio Hogwarts y diversas
bandas de criaturas mágicas (dementores, gigantes, acromántulas), fue
finalmente derrotado. De hecho, la historia de la batalla de Hogwarts es la
historia de un error estratégico tras otro. Primero, sus agentes (S. Snape (2)
y los hermanos Carrow), que dirigían el colegio, fueron obligados por un golpe
de mano a abandonarlo, lo que le forzó a asaltar una plaza que horas
antes controlaba sin oposición. Segundo, no pudo conquistarla pese a contar con
fuerzas muy superiores en número y entrenamiento. Tercero, fue incapaz de
aislarla, permitiendo que los defensores recibieran refuerzos en el momento más
crítico de la batalla. Cuarto, su crueldad y sadismo impidieron que los defensores
creyeran sus promesas de perdón: en consecuencia, lucharon hasta el final. Y así
sucesivamente.
El hecho de que un grupo de profesores de
escuela, estudiantes de último año, ciudadanos comunes, centauros y elfos
domésticos, carentes de estructura y de un mando unificado y cogidos por
sorpresa fueran capaces de impedir por dos veces que tomara el colegio dan
buena cuenta de un hecho incontrovertible: Ryddle subestimaba siempre a sus
enemigos. La confianza en sus propios poderes y en su organización le condujo a
diez años de guerra en los años ’70 y a una derrota vergonzosa en 1998. Las
pruebas demuestran que la única fuerza de la banda de los mortífagos estaba en
que nadie supiera quiénes la formaban: planteada una situación de batalla
abierta, el odio que lograban suscitar conducía inevitablemente a la rápida
formación de un frente unido para oponérseles.
En conclusión, la banda de los mortífagos
era un grupo no organizado que se estructuraba en torno a un líder mesiánico
con escasas habilidades para la organización y la estrategia y con tendencia a
subestimar la fuerza de sus enemigos. Su única fuerza era el secreto y los
extraordinarios poderes de Ryddle. No contaba con órganos que pudieran tomar
decisiones en ausencia de éste. Fueron estas dos causas (la nula estructura de
la banda y su incapacidad para tomar en serio a sus enemigos) las que
determinaron su caída. La muerte física de Ryddle a manos de Potter no hizo más
que acelerar lo inevitable.
Debemos huir de concepciones
personalistas de la Historia. La Historia la hacen los pueblos, como dijo un
conocido político muggle, y convertirla en una sucesión de heroicidades y
gestas personales es reduccionista… y terriblemente injusto para todos los
humanos, elfos domésticos, duendes y gigantes que murieron para permitir que se
diera el momento en que Harry Potter mató a Tom Sorvolo Ryddle.
(Este post tiene una segunda parte)
(Este post tiene una segunda parte)
(1) Diversos estudios resaltan la
impropiedad de llamar “guerra” a este conflicto, que no fue, en realidad, más
que la lucha por reprimir a una banda terrorista que durante un tiempo se hizo
con el control del Estado.
(2) La propia elevación de Severus Snape,
alguien con una lealtad a toda prueba a la causa gubernamental (bien que por
razones personales), a un puesto de tal responsabilidad es un error que Ryddle
pagó muy caro.
Completamente de acuerdo. Aunque me acusen de simpatizar con la banda terrorista conocida como mortífagos, tengo que darles completamente la razón en un punto: Potter siempre fue un crío que consiguió sus logros gracias a una mezcla de suerte sobrehumana, excesiva dependencia de las habilidades de los que se encontraban a su alrededor y, por supuesto, la inutilidad de sus enemigos. Carecía de grandes habilidades mágicas, dotes de estratega o aptitudes de líder; si de él solo hubiera dependido, habría sido asesinado con un año o ya con once y otro habría ocupado su lugar.
ResponderEliminarPor desgracia, la humanidad necesita nombres y gestas heroicas para inspirarse y la suerte le gana al talento por goleada. Siempre habrá miles de personas capacitadas e inteligentes que quedarán en el anonimato y cuyo esfuerzo sólo servirá para allanar el camino y alzar a algunas, a veces mucho más mediocres, que tuvieron la suerte de estar en el lugar preciso en el momento indicado. Una dura lección de vida, pero por ello menos útil y realista.
Ésa es otra, desde luego. La biografía del señor llamado Harry Potter es la historia de la lucha de dos inútiles.
EliminarEso es porque la protagonista tenía que haber sido Hermione, que es el mejor personaje y la que lo hace siempre todo y se lo curra. Harry solo va de un sitio a otro lanzándose al peligro y esperando que aparezca algo para salvarlo. Me molestan los protas que tienen poderes guardados en el software, yo quiero que suden la camiseta. Encima JK vuelve a la pobre una cascarrabias que se queda con el gilipollas celoso que la ha tratado como a un felpudo en lugar de con Harry, poniendo a este otra chica random. Acabó puteando a la pobre Hermy para que luciera Harry.
EliminarMe acabas de recordar a esto: http://www.buzzfeed.com/danieldalton/boss-witch#.cxxDVVVP8
EliminarA falta de un comentario más sesudo por el momento, te dejo un relato escrito tiempo ha que toca este tema del reduccionismo de la historia, aunque en esta ocasión, con un propósito determinado.
ResponderEliminarhttp://subcultura.es/blogs/Erebus/la-cansina-historia-del-caballero-y-el-dragon-20467
Nota: Es posible que el dibujo del dragón te suene xD
xDDDDDDD Me hizo mucha gracia ver el dibujo en el cuento, sí. Me gusta el cuento, aunque quizás le veo que no termina de despegar como narrativa, no sé si me entiendes. Que no termina de hacer que el lector se "meta en el cuento", o al menos a mí me ha pasado.
EliminarLo he estado releyendo y creo que entiendo lo que quieres decir. La historia está muy desdibujada. Ningún personaje tiene nombre propio, son todo "títulos" (el rey, el caballero, el dragón, el pueblo) y carecen por completo de personalidad o de características personales más allá de su rol en la historia. Están los hechos, y poco más. Creo que podría ser eso lo que hace que no termine de despegar como narrativa, pero bueno, me alegro de que te haya gustado. :p
EliminarClaro, a eso me refiero :)
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar"No quieres comentarios pero mi opinión es importante y te la vas a comer igual".
EliminarHala, comentario borrado. Por cierto, tus intentos de hacerte pasar por una feminista son muy patéticos.
JÓDETE IMBÉCIL!!!!!
EliminarNo, no, si al que están borrando los comentarios es a ti.
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