jueves, 28 de mayo de 2015

Hitler no llegó al poder de forma democrática

Es matemático. Cada vez que se quiere desautorizar a alguien (normalmente de izquierdas) que ha ganado las elecciones aparece la misma afirmación: “que haya ganado unas elecciones no significa nada; Hitler también llegó al poder por medios democráticos”. Lo cual es absurdo por dos razones. La primera, que se trata de una comparación que no busca llegar a la razón: no se está poniendo en el otro término a cualquier gobernante corrupto, malvado, venal o inútil. No, se está poniendo a Hitler, que en la tradición política occidental es el demonio. Decir “bah, Camps también ganó unas elecciones” es poner en cuestión ese modo de seleccionar líderes; decir “Hitler también llegó al poder de forma democrática” es insultar al oponente.

Y la segunda razón por la cual esta comparación es absurda es que se basa en una falsedad. Hitler ciertamente ganó unas cuantas elecciones a lo largo de su vida (en el sentido de que su partido fue el que más escaños obtuvo en el Parlamento), pero nunca obtuvo una mayoría absoluta ni alianzas suficientes para convertirse en otra cosa que líder de la oposición. Cuando por fin fue nombrado canciller, no lo fue con arreglo a las normas del juego, y lo que hizo para convertirse en Führer fue la antítesis de la democracia.

Los hechos que voy a mencionar, como todos los que se usan para desmontar un bulo, no son secretos ni desconocidos: los podéis encontrar más desarrollados en la misma Wikipedia, y desde luego cualquier manual universitario de historia universal contemporánea los recoge con detalle.

La república de Weimar tenía una organización constitucional peculiar. Era la heredera de una monarquía imperial y eso se notaba: el presidente era una figura central en el sistema, pues nombraba al canciller, podía vetar las leyes y tenía atribuidas la política exterior y la militar. Lógicamente, si este puesto estaba ocupado por un anciano achacoso, débil y sin proyecto político, como era el conservador Hindenburg, todo el sistema se resentía (1).

Y enfrente, casi como un contrapunto dramático, estaba el líder del partido nazi. Exacto, Hitler. Un tío megalómano que no tenía nada de poder pero sí contaba con un proyecto político muy claro. Su partido llevaba en el Parlamento desde 1924, formando una pequeña minoría de en torno a 15 escaños (2), que no tenía visos de crecer. Entonces la crisis de 1929 impactó en la frágil democracia alemana hasta el punto de que en las elecciones del año siguiente el NSDAP se convirtió en la segunda fuerza política, con 107 diputados con un objetivo claramente antidemocrático. Y de repente los círculos tradicionales de poder se preguntaban “¿qué hacemos con Hitler?”

La respuesta fue intentar atraerle hacia el ámbito conservador, pero no funcionó. Hitler quería ser canciller, pero la camarilla de Hindenburg, viendo el peligro, lo bloqueó. Los años siguientes fueron, a nivel político, una locura. Se suceden como cancilleres los conservadores Brunning, Papen y Schleicher. Hay unas elecciones presidenciales, en las que vence un desganado Hindenburg, quien sólo se había presentado para impedir que Hitler llegara al poder. Sólo en el año 1932 hay dos elecciones parlamentarias, ganadas por los nazis pero sin mayoría absoluta.

Finalmente, en enero de 1933, Hitler es nombrado canciller. No recibe ese puesto gracias a haber ganado las elecciones (las había ganado tanto en julio como en noviembre del año anterior y no le habían dado el cargo), sino por el hecho de que los miembros de la camarilla de Hindenburg estaban tan desgastados y divididos entre sí que se boicotearon mutuamente. Voy a repetirlo. No fue un proceso democrático el que llevó a Hitler al poder: fue el hecho de que, a finales de 1932, y merced a las intrigas antidemocráticas de Papen y Schleicher (y al propio rechazo de Hitler a cualquier cosa que no fuera un gobierno dirigido por él), no había otro candidato adecuado.

Por supuesto, una vez nombrado canciller, su actuación fue totalmente antidemocrática. Lo primero que hizo fue convocar nuevas elecciones para tratar de que se aprobara una “ley habilitante” que le diera la dictadura legal. Usó todos los recursos del Estado, declaró ilegales las reuniones de los comunista y socialdemócratas, mandó asesinar opositores y, como colofón, culpó a los comunistas de un oportuno incendio en el edificio del Reichstag (Parlamento), lo cual le permitió sacarle a Hindenburg un decreto que suspendía las libertades ciudadanas.

Aun así el partido nazi no ganó la mayoría absoluta: tuvo que recurrir a alianzas con otras fuerzas políticas y a la detención de diputados de la oposición (amparándose en el decreto) para lograr la mayoría del 66% que requería la ley habilitante. El 23 de marzo la ley fue aprobada, con la única oposición de los 84 diputados socialdemócratas que quedaban en la cámara. Le daba al canciller el derecho de aprobar leyes anticonstitucionales y de firmar tratados. Lo hizo rápidamente, aboliendo la autonomía de los Estados, creando un sindicato único y forzando a los partidos políticos a disolverse.

Los conservadores habían apoyado la ley porque mantenía el derecho del presidente a vetar las leyes del canciller. Sin embargo, éste no ejercerá nunca su derecho. Tampoco durará mucho en el cargo. Una vez Hitler tiene el control del Estado Hindenburg desaparece de escena de forma definitiva: se muere de puro anciano año y medio después de ley habilitante. Para entonces la Presidencia de la República era el único puesto de poder no controlado directamente por el canciller: Hitler la ocupará y pasará a nombrarse Führer.

¿Algo de todo lo anterior suena a una vía mínimamente democrática de alcanzar el poder? ¿A que alguien gana unas elecciones y es nombrado presidente, o no las gana y consigue el poder mediante pactos? No, ¿verdad? Como hemos dicho al principio, el partido nazi ganó varias veces las elecciones, pero los procesos que llevaron a Hitler al poder no fueron democráticos bajo ningún aspecto que se consideren.

Así que, por favor, antes de hablar pensad un poco. No repitáis los bulos de siempre. Es ridículo, poco inteligente y propio de personas desinformadas. Además, ¿sabéis quién también era muy de creerse y extender bulos?

Exacto: Hitler.




(1) Una buena muestra de lo dependiente que era Hindemburg de la opinión de su camarilla es que, cuando buscas en Google este último término, uno de los ejemplos que sale siempre es precisamente el de los hombres que aconsejaban a este presidente alemán.

(2) El número de diputados del Reischtag fue subiendo. El Parlamento salido de las urnas en 1919 tenía 423 escaños; el último que se eligió en 1933, 647.


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lunes, 25 de mayo de 2015

¿Y ahora qué? Sobre las elecciones municipales en Madrid

Las elecciones en el Ayuntamiento de Madrid han dejado un Ayuntamiento curioso, abierto a los pactos y a las coaliciones. A falta de los votos por correo, los resultados son como siguen:

- PP: 21 concejales.
- Ahora Madrid: 20 concejales.
- PSOE: 9 concejales.
- Ciudadanos: 7 concejales.

Es decir, que la derecha tiene 28 ediles y la “izquierda” (porque, a estas alturas, denominar izquierda al PSOE es un poco ilusorio) cuenta con 29. Aunque eso es un poco relativo, porque Ciudadanos lleva toda la campaña rechazando los pactos: apoyar ahora a Aguirre sería un suicidio porque implicaría cargarse su “imagen de marca”.

Así pues, ¿y ahora qué?

A nivel jurídico, el proceso de elección de los alcaldes es como sigue: una vez formados los Ayuntamientos hay una primera votación, tras la cual se nombra alcalde al candidato que tenga la mayoría absoluta. En Madrid esa mayoría absoluta está en 29 escaños. Si ningún candidato alcanza ese límite, es alcalde el que haya obtenido más votos populares… es decir, Aguirre.

Parece evidente que al PSOE le interesa pactar con Ahora Madrid a cambio de que Podemos vote a Gabilondo en la Comunidad, donde parece que también la cosa va a quedar a un escaño. Aunque no fuera así, es decir, aunque Cifuentes lograra ese parlamentario extra (1), al PSOE local le sigue interesando pactar con Ahora Madrid, por razones parecidas a las que tiene Ciudadanos para no querer nada con el PP: para separarse de ese podrido partido y demostrar que no son lo mismo. Hace unos meses que viene hablándose de una “gran coalición” PP-PSOE, pero no será en Madrid, donde el recuerdo del tamayazo y el odio a Aguirre unen mucho.

¿Es posible el pacto AM-PSOE? Yo creo que sí. Al margen de los incentivos a nivel autonómico, el PSOE está loco por tocar poder, aunque sea municipal, y no va a dejar pasar la oportunidad de que la izquierda recupere la capital del país, estando como estamos a seis meses de las generales. Ahora Madrid está en una posición de poder para el pacto, que esperemos que sepa aprovechar. Sí, lo veo viable.

El problema está, claro, en el transfuguismo. Un solo concejal de PSOE o de Ahora Madrid que no acuda a votar le daría automáticamente la alcaldía a Aguirre. Y a la señora condesa no creo que le importe sacar la chequera y empezar a buscar corruptibles. Total, ya lo hizo una vez… o al menos eso dicen los rumores, que no es cuestión de ponernos aquí a acusar a nadie de nada.

Releo lo escrito y soy consciente de que se volverá obsoleto en menos de 24 horas desde que lo publique. Hoy se despejará la gran incógnita sobre qué hará Ciudadanos a ambos niveles, que es probablemente la duda más grande sobre qué va a pasar ahora. Pero me apetece sentirme optimista por una vez. Esto va a culminar con Manuela Carmena siendo alcaldesa de Madrid.

Espera, ¿he dicho “esto va a culminar”? No, no es así. Si Carmena recibe el bastón de mando de la capital esto no va a haber hecho más que empezar. Tendremos que apoyarla para que pueda cumplir con su programa, y tendremos que controlarla para que lo haga. No podemos caer en personalismos: la elección de Carmena, si finalmente se concreta, es una ventana de oportunidad para hacer política. No podemos limitarnos a gritar “no nos falles”, como los electores del PSOE en 2004, porque ya sabemos cómo acaba eso. Tenemos que tomarnos en serio la política y hacer que nuestra voz se escuche. Es posible.








(1) Es lo que parece que va a pasar, y determinaría, según lo que haga Ciudadanos, un gobierno de Cifuentes o un gobierno de PSOE-Podemos en minoría.

viernes, 22 de mayo de 2015

La mala educación

Anteayer se difundió por Twitter una secuencia de fotos en la que se ve cómo Manuela Carmena niega el saludo a Esperanza Aguirre. La ex presidenta le tiende la mano y la otra se queda de brazos cruzados, provocándole a Aguirre esa situación tan incómoda en que no sabes si cruzarte de brazos, cruzarle la cara a la otra persona o, ya desatado, terminar de levantar la mano y cantar el Cara al Sol. Que siendo Aguirre era lo más probable.

Por supuesto, las redes sociales se han llenado de derechistas diciendo que vaya con Carmena, que aquí vemos su verdadera catadura moral, que en el deporte siempre se saluda al adversario, que menuda maleducada, que si Maduro y Venezuela, que si tal y que si cual. El hecho de que la foto en realidad fuera un trucaje (Aguirre y Carmena estaban en un grupo más amplio de gente, y la popular fue a saludar a otra persona mientras la otra miraba) les ha callado un poco, pero aun así se les sigue oyendo rezongar.

Es una pauta común. Sucedió también con aquellos desplantes de estudiantes a Wert y con los abucheos que recibió anteayer el pobre capullo al que mandaron a repetir el argumentario del PP a Callao. Siempre que alguien le dice algo fuera de tono a un pepero, saltan los fans a hablar de mala educación. Como si ser “bien educado” o “cortés” fuera un valor absoluto e inmune a la crítica.

Yo, la verdad, no alcanzo a comprender por qué Carmena tiene que ser educada con Aguirre o con el PP, que lleva toda la campaña difamándola. Que si prevaricadora, que si le regalaron la plaza de jueza como compensación por la matanza de los abogados de Atocha, que si proetarra... Tampoco entiendo por qué los estudiantes galardonados hace dos años deberían haberle dado la mano a Wert, un tío que ha tenido como labor demoler el sistema educativo para que los pobres vean vetado el ingreso a sus capas superiores. Denegarle el saludo a gentuza así es lo mínimo que se merecen.

La “buena educación”, que en un mundo perfecto debería ser una serie de normas de cortesía mínimas para evitar fricciones innecesarias, se convierte en un instrumento ideológico de control. Es un poco como el patriotismo: uno diría que es más patriota el que lucha porque en su país no se desahucie a nadie o haya servicios públicos de calidad que el que recorta las infraestructuras y se lleva el dinero a Suiza, aunque el primero no se identifique con ninguna patria y el segundo sí. De la misma manera, es una falta de respeto mayor difamar, mentir, insultar y llevar adelante políticas asesinas que negarle el saludo a quien hace todo eso. Pero han conseguido darle la vuelta.

La derecha, viendo que su fondo ideológico es ya insostenible, vive de las formas. Es profundamente hipócrita, pero la cuestión es que cala. ¿Cuántas veces a lo largo de vuestra vida os han dicho que “si insultas pierdes la razón”? Es una especie de axioma que nadie justifica y que consigue que quienes lo defienden entren en cortocircuito si les pides que lo expliquen. ¿Que por qué pierdes la razón si insultas? Pues porque es así. Si insultas pierdes la razón. Pim-pam. Causa-efecto.

El problema es que no es así. No lo es en absoluto, y no lo es porque los argumentos empleados son los mismos independientemente de que se expresen con una cortesía versallesca o entre gritos de furia porque es que, mire usted, nos están abocando a la miseria. La calma y la cortesía –tanto tenerlas como pretender imponerlas– son atributos del privilegiado que le permiten quedar como una persona razonable y abierta al debate civilizado que por desgracia se ve obligada a tratar con vociferantes que se dejan llevar por sus emociones y sentimientos. Y eso les sirve como una excusa genial para no dejarse convencer de nada, demostrando que esa supuesta apertura al diálogo no es más que una máscara, una pose que esconde que en realidad está muy bien como está y no va a cambiar de forma de pensar. Por supuesto, esta dinámica exige que haya insultos o descortesía: si no hay nada de eso, se lo inventarán o directamente no contestarán.

Y todo eso cala, claro que cala. El 15-M, cuyo aniversario celebramos estos días, era muy de ese pacifismo inútil, de gritos mudos y de “no violentar” y de mitos como Gandhi o Martin Luther King. Bienpensantismo que al final ni expresa descontento ni consigue cambios ni vale para nada. Porque, en definitiva, es un arma del poder.

Así que sí, os echaréis las manos a la cabeza, pero yo defiendo la mala educación como signo de cabreo y la superación de las “reglas de un debate civilizado” cuando de lo que se trata es de luchar contra políticas que nos matan. Y eso es una ventaja para vosotros, porque os permite ignorar tranquilamente todo lo que yo diga, amparándoos en mis horribles, horribles formas de malhablado.




martes, 19 de mayo de 2015

San Isidro en el siglo XXI

Es curioso, pero, pese a ser ateo, la figura de san Isidro me resulta simpática. No es algo fácil de explicar, la verdad. El mundo del campo me queda lejos, así que no viene de ahí. En mi casa nadie fue nunca religioso, salvo mis abuelas, y se guardaron mucho de adoctrinarme, así que de ahí tampoco procede. Recuerdo exactamente un trabajo escolar sobre el patrón de Madrid, en el que calqué de la vieja Enciclopedia Álvarez de mi madre un dibujo del santo rezando y el ángel arando, así que tampoco puede decirse que la educación contribuyera.

Y sin embargo, ahí está. San Isidro me cae bien.

Puede que sea por la naturaleza de su vida y milagros. Isidro, dice la historia sagrada, era un jornalero: un currito que trabajaba el campo de otros por un salario de mierda. Era de origen mozárabe, es decir, cristiano que vivía en territorio musulmán. A veces tenía que huir de Madrid por los avatares de la guerra. Intentaba escaquearse del trabajo, llegando tarde o incluso (y ahí entroncamos con el milagro) pidiéndole a Dios que lo hiciera por él, lo cual es una forma de huelga novedosa pero más bien poco efectiva. Y fue elevado a los altares –como al parecer sucedía con frecuencia en la época– por presión popular. Todo esto se une para formar en mi cabeza una imagen curiosa: la de un santo popular, migrante, trabajador e incluso con conciencia de clase (1). Muy madrileño.

¿Cuántas personas parecidas a san Isidro habitan hoy la ciudad? A san Isidro o a su mujer, santa María de la Cabeza, también labradora. Apenas hay ya actividad agrícola, pero pensemos en tantos trabajadores que malviven explotados y en el pluriempleo. Teleoperadoras, personal de limpieza, obreros de la construcción… Tampoco tienen por qué ser trabajadores no cualificados: me vienen a la cabeza los informáticos que trabajan en una cárnica o los abogados que curran en un gran despacho, con jornadas interminables y sueldos de becario. Y, por supuesto, la gran masa de desempleados y personas sin hogar. En realidad es tremendamente apropiado que san Isidro sea el patrón de la villa. Nos representa perfectamente.

Precisamente por eso me repatea mucho que la candidata Aguirre se vista de chulapa para sus actos de campaña. La verbena de san Isidro es una celebración de raigambre popular y vecinal. No es sitio para una grande de España en busca de votos. Esperanza Aguirre se parece más a Iván de Vargas, el noble explotador para el cual trabajaban Isidro y María, en cuya casa vivían y cuyo magro salario recibían.

Las encuestas dan como ganadora a Aguirre. Ante esto, podríamos dejarnos vencer por el pesimismo: parece que los Isidros y Marías del siglo XXI estamos condenados a que los descendientes morales de los Vargas nos gobiernen para los restos. A aguantar y a tener, mezclando santo con santo, la paciencia de Job. Pero hay otra opción. Hay muchas Marías y muchos Isidros, y pocos Ivanes. Y las Marías y los Isidros tenemos derechos. Podemos manifestarnos, podemos organizarnos, podemos hacer huelga y podemos protestar. Y podemos votar.

Tenemos la oportunidad de mandar a los Vargas a su casa de una buena vez y de que se oiga por fin la voz de la clase trabajadora, de la vecindad madrileña, del pueblo. Y ya lo dice el proverbio: vox populi, vox Dei.




(1) Qué pasa, a ver si mi versión inventada va a ser menos respetable que la versión inventada de la Iglesia.

martes, 12 de mayo de 2015

Tríada de mordazas (y V): la reforma antiterrorista

Hemos analizado ya dos de las tres leyes que conforman la llamada Ley Mordaza. Le toca hoy el turno a la tercera, la Ley Orgánica 2/2015, por la que se reforma el Código Penal en materia de terrorismo. Es una ley presentada y tramitada precipitadamente, y que no ha tenido ni mucho menos la misma discusión prelegislativa que el resto de la reforma. De hecho, su origen no está en el Gobierno sino en el Grupo Parlamentario Popular, que la presentó unos días después de los atentados contra Charlie Hebdo.

En principio el Derecho penal (en realidad todo Derecho sancionador) tiene que castigar hechos. “El pensamiento no delinque”, es una de las máximas clásicas del Derecho penal. Además, no pueden castigarse cualesquiera hechos, sino sólo aquéllos que sean ataques graves a bienes jurídicos centrales en el ordenamiento. Lo contrario (castigar a alguien por ser de una determinada manera o por pertenecer a determinados grupos en vez de por atacar bienes jurídicos) se denomina “derecho penal de autor” y está prohibido en un Estado de derecho.

Hasta que apareció el concepto de “Derecho penal del enemigo”.

Se trata de una idea acuñada en los ’80 por un jurista alemán llamado Günther Jakobs, que pasó de criticarla a ser uno de sus más fervientes defensores. Esta idea separa entre los delincuentes “comunes” y aquellos que pueden destruir el ordenamiento jurídico. Los segundos pierden el derecho a ser tratados como personas, es decir, como fines en sí mismos; en consecuencia, sus derechos frente al Estado se reducen drásticamente.

No hay que decir que, excluidos los delitos de rebelión, sedición, etc., el Derecho penal del enemigo encuentra su sede en la legislación antiterrorista. De hecho, el artículo 55.2 de nuestra Constitución permite suspender algunos derechos fundamentales de los investigados por terrorismo. Este precepto ha amparado que los investigados por estos delitos puedan ser detenidos durante más tiempo e incomunicados y que las Fuerzas de Seguridad puedan entrar en su casa a detenerles sin que haya orden judicial.

Pues bien, es en este proceso donde se enmarca la reforma del Código Penal en materia de terrorismo, una modificación que endurece la ley aplicable a estos delitos en un momento en que España ya no hay un fenómeno de este tipo, en prevención de un supuesto y volátil yihadismo que amenaza a nuestras instituciones.

Pensemos así en cómo se refuerza la legislación que castiga al terrorista individual, es decir, al que no está integrado en una organización (figura que, diga lo que diga la propaganda del PP, lleva dos décadas existiendo) sino que actúa por su cuenta. Pensemos en el delito de autoadoctrinamiento, que tipifica el recibir adoctrinamiento o formación para atentar. Esto ya no es castigar un hecho, ni castigar la preparación de un hecho, es castigar actos muy anteriores, que no tienen ninguna relación con el bien jurídico que se supone que protege la legislación antiterrorista. Más aún cuando el delito se entiende cometido con la consulta habitual de páginas web de grupos terroristas o de documentos producidos por éstos.

Pero este delito de autoadoctrinamiento, con ser grave, no nos afecta tanto. El problema es la ampliación de lo que se considera terrorismo, hasta abarcar conductas que ni de lejos lo son. Así, los delitos graves de atentado (agredir a un policía con un palo) pasan a ser considerados terrorismo cuando tengan como objetivo “obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo”. Por ejemplo, para tratar de impedir un desahucio legal o que se disuelva una manifestación. Esto implica una pena de 15 a 20 años si se llega a causar lesión y, además, que el sujeto pasa a estar considerado dentro de ese círculo de “enemigos” del que hablábamos antes, por lo que se le aplicaría toda la legislación procesal de excepción prevista para el terrorismo etarra.

No me preocupa tanto la redacción actual de estos preceptos del Código como las cosas a las que abre la puerta. De momento, sólo pueden ser considerados terrorismo los delitos graves (más de 5 años de prisión) que estén dentro del catálogo del artículo 573 CPE. Pero la represión avanza a pasitos. Cuando el PP gane las siguientes elecciones (algo que, me temo, va a pasar) veremos sin duda una pequeña revisión sin importancia de ese precepto para ampliar las conductas punibles. Y así, poco a poco, todo será terrorismo.


Durante cinco entradas he ido desgranando los aspectos más graves de la nueva ley mordaza, tanto en su vertiente administrativa como en la penal. Espero que os haya servido para informaros, formaros… y comprender la verdadera dimensión de lo que se nos viene encima. Ley Mordaza, en las mejores comisarías el 1 de julio de 2015.


[Addenda a 12/05/2015, 9:22] Cuelgo un podcast con una entrevista a Jacobo Dopico, catedrático de Derecho Penal, donde desmonta mucho mejor de lo que podría hacerlo yo los entresijos de esta ley.




miércoles, 6 de mayo de 2015

Dalas

Internet es un buen espacio para que la mierda fluya. Gente que en otras circunstancias estaría dándole la brasa a sus amigos, escribiendo cartas furiosas a los periódicos o gritando subida a un cajón en la Puerta del Sol puede ahora colgar sus opiniones en la web y, si consigue que una serie de factores se alineen a su favor, llegar a miles de personas. Este blog es un ejemplo. Dalas Azahar, otro.

Dalas, también conocido como Daniel José Santomé, es un youtuber que empezó haciendo críticas y análisis de videojuegos. Consiguió así un buen número de seguidores que le fueron muy útiles cuando abrió su segundo canal. ¿Y a qué se dedica en ese segundo canal? A esparcir mierda, que gracias a su canal principal llega a miles de adolescentes (y no tan adolescentes) que ya vienen de casa predispuestos a tragarse cualquier afirmación clasista, machista o conservadora. ¿Lo veis? Para esto sirve Internet.

Daniel tiene opiniones. Opiniones extremadamente formadas e informadas sobre las feminazis y el hembrismo (probablemente también sobre los unicornios) o sobre lo malo que era el comunismo porque “las cosas cuestan dinero”. Sabe de lo que habla, porque sufrió una denuncia falsa y puede contar su historia. Y cobra por ello, ya que genera tanto tráfico que YouTube le paga: subir vídeos es su trabajo. Recapitulando: se trata de un bocachancla que vive de que la gente hable de él y pinche en sus vídeos, y que ha descubierto que, para eso, hablar de política y poner a parir a las feminazis es mucho mejor estrategia que lo que hacía antes.

En definitiva: Dalas Azahar es el Jiménez Losantos de este lustro.

¿No? Bueno: ambos viven de generar espectáculo y tráfico en torno a su persona, ambos tienen opiniones políticas rancias y conservadoras, ambos controlan el medio por el que se expresan, ambos miden con doble rasero los insultos que emiten y los que reciben, ambos enfurecen a sus adversarios con su falta de vergüenza… La única diferencia parece ser, aparte de la edad, que Jiménez Losantos posee un bagaje cultural del que Daniel Santomé carece, y del que probablemente carecerá siempre.

Así que sí: Daniel Santomé es el Jiménez Losantos de este lustro. Durante un tiempo que se nos va a hacer eterno tendremos sus opiniones de mierda hasta en la sopa y veremos cómo le sale bien la jugada. Y luego, exactamente igual que Jiménez Losantos, pasará de moda y volverá a la oscuridad de la que nunca debió salir.

Pero eso no significa que entonces vayamos a poder descansar. Muy al contrario: para cuando Santomé tome la decisión de colgar la webcam habrá aparecido otra docena de opinadores análogos que tendremos que combatir. Porque el problema no es Daniel Santomé: el problema es que de repente un tipo con opiniones rancias y conservadoras maneja perfectamente un medio que hasta ahora hemos vivido como nuestro y nos va a tocar readaptarnos, porque no va a dejar de ser así.

Igual que el integrismo vociferante a la yanqui no desapareció de los medios de comunicación cuando Losantos pasó de moda, tenemos ya lista una hornada de adolescentes conservadores que tienen todo lo que la sociedad de Internet valora: inmediatez, capacidad de montar flames, empleo adecuado de los recursos de la red, lenguaje accesible y contenido sin ninguna clase de complejidad. El discurso dominante ha llegado a Internet, y lo ha hecho de manos de la generación de “nativos digitales” (1) que presuntamente estaba llamada a cambiar para siempre las interacciones personales y el modelo de sociedad.

Cuando aparece uno de estos personajes con la capacidad natural de cabrear siempre se escucha un consejo bienintencionado: “pero no le hagas caso, no le critiques, no comentes, no le des audiencia que es lo que quiere”. Como si ignorando el problema fuese a desaparecer. Llegado a un cierto nivel, el consejo no vale para nada: Daniel Santomé no va a dejar de tener audiencia por el hecho de que yo hable del problema que supone… porque precisamente el problema es que tiene audiencia, que tiene miles de palmeros que le siguen y asienten con la cabeza cuando escuchan sus paridas.

Lo que procede, más bien al contrario, es hablar de él, refutar cada cosa que diga y articular nuestro propio discurso, fuerte y vigoroso. Que su voz sea sólo una más y que, con suerte, sea una completamente desacreditada. Sólo así podremos conseguir algo.






(1) Estoy bastante de acuerdo con que los “nativos digitales” no existen, pero nos vale para entendernos.