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miércoles, 9 de septiembre de 2020

El sistema electoral de EE.UU.


El sistema electoral federal estadounidense es una de esas cosas que a los europeos nos resultan marcianas. Como casi todo en este país, ahora que lo pienso. Quién vota, cada cuánto se vota, a qué se vota, cómo se vota, cómo se computan los votos y cómo se traducen esos votos en poder político son problemas a los que EE.UU. ha conseguido dar una de las respuestas más originales y disfuncionales posibles. En este artículo vamos a contestar algunas preguntas básicas, para dar al menos un conocimiento superficial del sistema. Insisto, por cierto, en que hablaremos solo del sistema federal, no de los estatales o locales, que son un mundo aparte.

¿Para qué se vota?
A nivel federal hay tres instituciones que se eligen mediante los votos. Por un lado está la presidencia del país (su poder ejecutivo) y por otro lado están la Cámara de Representantes y el Senado, que unidos conforman el Congreso (su poder legislativo).

Es importante manejar bien este vocabulario y no confundirlo con los términos españoles, ya que aquí Congreso (de los Diputados) es el término que designa a la Cámara Baja de nuestro Parlamento bicameral (denominado Cortes Generales), mientras que allí, y como acabamos de ver, ese Parlamento bicameral se llama Congreso y su Cámara Baja se llama Cámara de Representantes.

El presidente es obviamente una sola persona, aunque se vota a fórmulas dobles de presidente + vicepresidente. La Cámara de Representantes tiene 435 miembros (1), que se distribuyen entre los cincuenta estados de forma proporcional a la población. El Senado tiene 100 miembros, lo que significa dos por cada Estado con independencia de su población.

¿Cada cuánto se vota?
El presidente, esto lo sabemos, es elegido cada cuatro años. Así, cada cuatro años hay elecciones presidenciales.

Los miembros de la Cámara de Representantes tienen un mandato de dos años. La Cámara se renueva por completo el mismo día que se elige al presidente, y otra vez a los dos años (las famosas elecciones de mitad de mandato). Por su parte, los miembros del Senado tienen un mandato de seis años. Sin embargo, sus elecciones son también cada dos años, de tal manera que en cada elección se renueva una tercera parte de esta cámara.

Así, los estadounidenses van a votar cada dos años: en una elección eligen presidente, Cámara y un tercio del Senado; en la siguiente solo Cámara y un tercio del Senado; en la siguiente de nuevo presidente, Cámara y un tercio del Senado, etc.

¿Quién convoca las elecciones?
En EE.UU. no hay una autoridad que convoque las elecciones cada vez, sino que la propia ley lo hace. El Código de los EE.UU., que es la compilación jurídica básica del derecho federal, dice que las elecciones serán el primer martes después del primer lunes de noviembre de cada año par (las legislativas) o del año en el que se cumplan cuatro desde que se celebraron las anteriores (las presidenciales). Esto ya obliga a las entidades federales y estatales a ponerse las pilas organizando, porque las elecciones deben celebrarse ese día, punto.

Sí, van a votar un día de diario todas las veces.

¿Quién tiene derecho al voto?
Je. Esta es buena.

La Constitución de EE.UU. no menciona en absoluto el término “derecho al voto” o “derecho de sufragio” en su redacción original. Se limita a decir que, en cada Estado, podrán votar a la Cámara de Representantes quienes tengan derecho a votar a la rama más numerosa de la legislatura de ese Estado. Se inaugura así una bonita tradición estadounidense, que es dejar las cuestiones electorales nacionales en manos de los Estados. De hecho, en 1787, el Senado era elegido por las legislaturas estatales, y los electores que a su vez designaban al presidente eran elegidos de la forma en que cada Estado quisiera. Así que poco sufragio había.

El sufragio femenino se introduce en la enmienda XIX (1920), la prohibición de condicionar el voto federal al pago de un impuesto o cuota no se incluye hasta la enmienda XXIV (1964) y la mayoría de edad electoral de 18 años entra en la enmienda XXVI (1971). ¿Y el tema de la raza, siempre controvertido en ese maravilloso país, y más en estas elecciones? Pues se había introducido en la XVª enmienda (1870), cuyo tenor literal dice: “Ni los Estados Unidos ni ningún Estado podrán desconocer ni menoscabar el derecho de sufragio de los ciudadanos de los Estados Unidos por motivo de raza, color o de su condición anterior de esclavos.”

A lo cual las legislaturas estatales del sur profundo (y de otras partes) se lanzaron con ganas a hacer lo que hoy llamaríamos discriminación indirecta, que venía en dos sabores. El primero, imponer condiciones para el voto (cuotas, exámenes) que no tenías que cumplir si tus abuelos habían tenido ese derecho (es decir, si no habían sido esclavos). El segundo, sancionar como delitos conductas que en teoría no tenían nada que ver con la raza pero que en la práctica (y por razones de todo tipo) eran cometidas sobre todo por afroamericanos. La sanción, o la consecuencia jurídica de haber sido sancionado, eran en muchos casos la pérdida del derecho de voto.

Estas malas prácticas, por llamarlas de alguna manera, siguen hoy en día. No todas, claro (ya hemos visto que ahora la Constitución prohíbe condicionar el voto al pago de un impuesto) pero sí muchas. Desde trabas en los lugares donde están puestos los colegios electorales hasta la privación del derecho al voto que tienen los condenados en casi todo el país, pasando por el hecho de que la inscripción en el censo electoral no es automática, hay todo un conjunto de normas (dependientes de cada Estado) que en la práctica privan de este derecho a población pobre y no blanca.

Estos dos artículos permiten ampliar bastante este tema, sobre todo el primero.

¿Cómo es el sistema electoral del Congreso?
En EE.UU. les gustan demasiado los sistemas mayoritarios. Para votar a la Cámara de Representantes, cada Estado se divide en distritos y cada distrito elige un único representante, normalmente por sistema mayoritario simple (el que tenga más votos gana el escaño), en unos pocos casos con segunda vuelta.

En el Senado se usa también un sistema mayoritario simple, pero el distrito es todo el Estado. Es cierto que cada Estado elige a dos senadores, pero como el Senado se renueva por tercios, el asunto está montado para que nunca haya que elegir a la vez a los dos senadores del mismo Estado. En cada elección, los ciudadanos de los Estados que eligen senador votan para llenar un solo cargo, por lo que el candidato con más votos es el ganador.

¿Cómo es el sistema electoral de la presidencia?
Esta es la parte gorda del asunto. Hasta ahora venimos hablando como si los ciudadanos eligieran directamente al presidente, pero eso no es así. En realidad, al presidente lo elige un colegio de electores formado por 538 personas, y los ciudadanos lo que votan es a ese colegio de electores. ¿Por qué precisamente 538 electores? Porque cada Estado selecciona tantos electores como sus congresistas y sus senadores juntos (o sea, 435 + 100 en total), y además Washington DC aporta otros tres.

Los electores no aparecen en parte alguna. Tú no votas listas de electores, sino que en las papeletas o en las famosas máquinas de votación salen los nombres de los candidatos a presidente y vicepresidente. Los miembros del colegio de electores son personas oscuras, que tienen como única función reunirse en diciembre de cada año múltiplo de cuatro, elegir a un presidente y a su vicepresidente y disolverse. En teoría no están atados por el partido que los nombra, así que pueden votar a quien quieran una vez en el colegio electoral (2).

Y ¿cuál es el sistema para elegir a estos 538 electores que, cada cuatro años, tienen en sus manos tarea tan importante? Como no, el mayoritario. Dos Estados, Maine y Nebraska, usan un sistema mayoritario simple dividido por distritos de la Cámara de Representantes, y los dos electores que quedan se eligen a nivel estatal. Los otros 48 Estados y el Distrito de Columbia usan un sistema mayoritario simple a nivel de Estado: el partido que gane en ese Estado, aunque sea por un voto, se lleva a todos los electores de ese Estado. A todos. En Estados pequeños, que reparten tres, cuatro o hasta diez electores, pues bueno. Pero en California, con sus 55 electores, en Texas, con sus 38, o en Florida o Nueva York, con sus 29 cada uno, se antoja un poco injusto.

Sin embargo, esta medida, que parece tan incomprensible desde fuera, tiene sus partidarios. Tantos que nunca se ha cambiado. La razón es que hace que todos los Estados sean importantes, pues un pequeño vuelco en unos pocos de ellos podría hacer que diez, doce o quince electores decantaran una elección reñida. Esto, en teoría, obliga a los políticos federales a preocuparse por los territorios menos poblados (3). En contrapartida, te arriesgas a resultados contraintuitivos, como que un candidato que tenga menos votos a nivel nacional gane las elecciones porque consiga ganar muchos Estados pequeños o unos pocos Estados grandes más que su oponente.

Esto fue justo lo que sucedió en 2016: Clinton tuvo tres millones de votos más que Trump pero ella logró 227 votos electorales y él 304, porque el millonario ganó en una miríada de Estados pequeños y medianos. Y lo mismo había pasado en el año 2000 entre Bush y Gore, aunque aquí fue más sangrante porque la diferencia entre ambos fue de medio millón de votos populares en el conjunto del país, y además hubo disputa con las papeletas del Estado de Florida, que con sus 25 electores habría podido darle la vuelta al resultado.

¿Por qué solo tienen dos partidos?
En realidad tienen unos cuantos más, de diferentes ramas del espectro político (existe incluso un Partido Comunista de EE.UU.), pero todo el poder federal se lo llevan los demócratas y los republicanos. Así, en el actual Congreso, todos los representantes y senadores forman parte de uno de estos dos partidos, salvo un representante que se dio de baja del partido republicano, pasó un tiempo como independiente y luego se afilió al partido libertario. Por supuesto, en las elecciones presidenciales no hay ni que pensar en que un candidato de un tercer partido esté mínimamente cerca de la victoria.

¿Cuáles son las causas? Bueno, son múltiples. Una de ellas es, por supuesto, el sistema electoral mayoritario en distritos uninominales (por no hablar del súper sistema mayoritario de la presidencia), que favorece la concentración partidista. También está el tema de que solo grandes organizaciones federales tienen el músculo organizativo suficiente para gestionar las peculiaridades de cincuenta sistemas electorales distintos, que en muchos casos están descentralizadas en los condados. Y, por supuesto, está la financiación privada que reciben los partidos grandes. Nadie le da dinero a un partido que no tiene opciones de ganar, y eso hace que en efecto ese partido no tenga opciones de ganar.

¿Y lo del voto por correo?
De nuevo, esto es una movida. Estamos en un país con cincuenta sistemas electorales distintos, así que cada uno funciona como quiere. Hay Estados que directamente no tienen urnas y que funcionan solo por correo, hay Estados que permiten este tipo de voto con mucha facilidad, otros que no, etc. En estas elecciones, lo que está sucediendo es que Donald Trump se ha encargado de debilitar el servicio postal, y las razones son obvias.

La posibilidad de no votar de manera presencial beneficia sobre todo a la clase trabajadora, que es quien no puede perder un día de diario en ir a depositar su voto. En pandemia de coronavirus, a este argumento se suma el miedo a las multitudes en gente con mala cobertura en materia de salud. No hace falta decir qué tipología demográfica suele tener esa clase trabajadora y a quién vota.



Quedan muchísimas cosas que decir, pero estas ideas básicas permiten entender al menos las líneas generales del sistema electoral de EE.UU., la autodenominada “mayor democracia del mundo”. Que lo siga siendo durante mucho tiempo es algo que veremos en breve.




(1) Además, hay seis delegados sin derecho a voto, de cinco territorios no incorporados -como Guam o Puerto Rico- y del Distrito de Columbia.

(2) Y de hecho lo hacen, porque cuando se llega al colegio electoral el resultado de la votación ya está claro y los electores pueden permitirse hacer votos simbólicos. En las elecciones de 2016, hubo siete electores que no votaron a Trump/Pence ni a Clinton/Kaine: cinco de ellos habían sido elegidos por los demócratas y dos por los republicanos.

(3) Un argumento parecido se usa en España a veces para no implantar el distrito electoral nacional o, como mucho, para argumentar a favor del distrito electoral autonómico: que las elecciones dejen de ser a nivel provincial provocará todavía más que los políticos se preocupen solo de las ciudades grandes.





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