He dicho ya alguna vez que yo considero
que la ciencia ficción, además de ser un entretenimiento maravilloso, es una buena forma de explorar posibilidades de futuro. Esa idea me volvió a la
mente leyendo el cuarto volumen de los cuentos completos de Philip K. Dick. Para
empezar, descubrí con asombro que él mismo había jugado con esa idea: en “Araña
de agua” se especula con un futuro guiado por las especulaciones de los
escritores de ciencia ficción (como Asimov, Bradbury, Anderson o el propio
Dick), a los que se toma por verdaderos precognitivos dado que todo lo que
escribieron se ha acabado cumpliendo.
Pero no quiero hablar de ese relato, sino
de otro, incluido en ese mismo volumen: “El patrón de Yancy”. Advertencia:
contiene spoilers.
En “El patrón de Yancy” la Tierra está
preocupada. Todos los indicadores económicos afirman que Calisto, la luna de
Júpiter, se está convirtiendo rápidamente en un Estado totalitario y
expansionista. Así que mandan a varios policías a investigar. Al principio los
agentes no detectan nada: Calisto parece ser una democracia ejemplar, al estilo
estadounidense: hay dos partidos, tienen libertad de expresión y de prensa, no
existen los delitos políticos, los ciudadanos pueden emigrar, no hay policía
política… incluso los agentes terráqueos son rápidamente identificados como
tales y se les permite pasar con apenas un comentario. Un régimen que no tiene
nada que ocultar, ¿no?
Eso parece, pero rápidamente
los agentes terráqueos se dan cuenta de la omnipresencia de un tal Yancy en
todas las esferas de la vida. Se trata de un comunicador de aspecto paternal que tiene opiniones sobre todo, desde la guerra hasta la forma correcta de
comer pomelo. Las marcas que anuncia Yancy revientan el mercado, las aficiones
de Yancy (que son siempre sencillas y fácilmente comprensibles) se extienden
por todo el satélite, las opiniones de Yancy se convierten en credo de miles de
calistianos. Además, hay una señora Yancy y un nieto Yancy, que dirigen esos
mensajes a mujeres y a niños.
Pero las opiniones de Yancy tienen una
peculiaridad: mientras que las que tratan sobre temas banales son tajantes, las
que van sobre cuestiones importantes no lo son. Parece que sí, pero en realidad
se niegan a sí mismas: por ejemplo, Yancy considera que la guerra es injusta y
debe evitarse siempre salvo que sea una guerra justa, en cuyo caso debe librarse
siempre. Esto permite que los ciudadanos de Calisto crean que tienen una
opinión fundada y formada sobre la guerra cuando en realidad no es así. Lo
único que tienen es una amalgama de lemas contradictorios que en un momento
dado pueden llevarse hacia cualquier sitio. El Estado de Calisto es la forma
más perfecta de totalitarismo: no necesita policía política ni desfiles
militares porque ha logrado infiltrarse en la cabeza de las personas.
Según confiesa Dick, la figura de Yancy
está inspirada por la del presidente Eisenhower. Sin embargo, a mí me recordó a
nuestros tertulianos cuñados que hablan de todo con la rotunda seguridad de quien no tiene ni idea. No tenemos un gran Yancy que determina todo lo que
pensamos, sino algo que casi es peor: un cierto número de personas con ideas muy parecidas entre sí pero superficialmente distintas, generando así la ficción
de que tenemos una opinión pública variada. Es de ahí de donde salen principalmente nuestras opiniones políticas y, en consecuencia, nuestro voto.
El truco es la simplicidad. Si el tertuliano
está diciendo cosas con las que no desentonaría un golpe en la barra de un bar, lo está
haciendo bien. Todo vale para conseguir esa simplicidad. El empleo de lugares
comunes (“¡las cárceles son como hoteles!”) es, por supuesto, básico, pero
conviene ser imaginativo. Hay que inventarse datos (los cien millones de
muertos del comunismo, los 445.000 políticos, los miles de empleos que iba a
traer Eurovegas), gritar muy fuerte, hablar sin tener ni idea y que, encima,
parezca que te lo creas. Es duro, sí, pero el resultado merece la pena.
El resultado es una sociedad sin ninguna
formación política. Una sociedad que tan pronto te vota a un Podemos como a un
Ciudadanos, o que apoya a partidos más tradicionales partiéndose la cara si es
necesario para defender sus errores y corruptelas. Una sociedad donde alguien que
se dice de izquierdas te defiende sin rubor el trabajar gratis y responsabiliza
de todo a “los políticos”, exactamente igual que la derecha a la que dice
rechazar. Una sociedad, en definitiva, fácilmente manipulable, donde nada importa y todo vale.
No hemos llegado al totalitarismo que
preveía Dick para Calisto, pero creo, viendo las encuestas electorales (que
vuelven a dar ganador al PP y segundo al PSOE) que le falta muy, muy poquito. Y
todo gracias a Yancy.
[ADDENDA 31/07/2015, 14:18 - Me entero de que han subido esta entrada a Menéame. Como se trata de un medio que me da asco sincero, puesto que considero que está lleno de trolls y de pesados, cierro los comentarios hasta nuevo aviso.]
[ADDENDA 03/08/2015, 00:17 - Comentarios abiertos.]
Si te ha gustado lo de Yancy deberías leer (igual ya lo has hecho) The Once and Future King de T. H. White. Por lo menos el primer volumen en español llamado La espada en la piedra.
ResponderEliminarDejo un extracto en pastebin http://pastebin.com/WYEcnV2e
No lo he leído, ahora le echo un ojo al extracto. ¡Gracias!
EliminarSi no te comenta apenas nadie, que mas dará amigo.
ResponderEliminarComo intento de molestar es bastante patético. Venga, prueba otra vez.
EliminarTú quieres ser Yancy. Te imagino engolando la voz y tocandote viéndote en las noticias.
EliminarNo tengo que engolar la voz, ya la tengo bastante bonita. Si te apuntas a mi Patreon, puedes comprobarlo (con la recompensa de 3$ al mes): https://www.patreon.com/user?u=2557042 Venga, pequeño troll, dame dinero.
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