La Navidad es época de tradiciones. El
discurso del rey, la cena con la familia, las cenas de empresa, los árboles y
regalos, los pesados que nos quejamos… todo es tradicional en estas fechas. Y la
Lotería no iba a ser menos. Desde cerca de un mes antes empieza a haber colas
en las administraciones más famosas. Yo vivo en Madrid y es de ver la cantidad
de gente que acude a comprar décimos a doña Manolita, como si eso fuera a
aumentar sus probabilidades o, en magufo, a “mejorar su suerte”.
Pero hoy no quiero hablar de la tontería
que es preferir un número por encima de otro en un juego donde todas las opciones
son equiprobables. Eso ha sido desmontado ya por activa y por pasiva, y dará
igual la cantidad de veces que se haga porque no es una elección racional. Como
mucho puedes convencer a personas concretas y aun así siempre les quedará el “bueno,
bueno, pues yo de todas formas voy a comprar el número con la fecha de mi
cumpleaños, que seguro que da suerte”.
No, hoy quiero reflexionar sobre otra
cosa: sobre la locura colectiva que hay en este país con la lotería de Navidad.
Aunque bueno, digo “en este país” pero no lo sé. ¿Es sólo en España? ¿En otros
países llegan a semejantes niveles de estupidez? Que si el décimo del trabajo,
el del bar, el de la familia… en 2013 el gasto medio por habitante rondó los 61 €, y en algunas provincias llegó hasta las tres cifras. Sí, hay zonas
donde lo normal es dejarse 100 € en lotería de Navidad.
Hay quien llama a ese gasto “inversión”.
Desde cierta perspectiva tienen razón: se trata de un producto donde tú metes
tu dinero esperando sacar una cierta rentabilidad. Como el riesgo de perderlo
es altísimo, la rentabilidad también es muy elevada. Pero aun así no compensa. Es
mejor gastar el dinero que cuesta un décimo en, no sé, cualquier otra cosa. Yo
hoy mismo he pagado 25 € por un arreglillo doméstico que me traía loco, y tan
feliz, pero no tiene por qué ser algo tan prosaico. Algo que te apetece, un
extra para la cena de Nochebuena, un regalo para alguien a quien quieres…
cualquiera de esas cosas se pueden comprar con el dinero de uno o dos décimos y
te van a reportar mucha más felicidad que las especulaciones sobre qué hacer
con todos esos millones.
“¿Pero qué más te da, Vimes?”, podría
pensar alguien. “Deja a la gente co su ilusión. ¿Qué te importa en qué se gaste
nadie su dinero?” Pero el hecho es que me da, porque en un país con seis
millones de parados me preocupan sinceramente esos niveles de gasto. La lotería
no sólo es una esperanza vana sino también una esperanza individual. Es “a ver
si me toca y puedo salir de aquí”. Es todo lo contrario a una lucha colectiva.
Y aunque la gente tiene pleno derecho a estar alienada, no voy a negar que me
duele ver a mis vecinos gastar dinero en algo así.
Y luego está el Gobierno. El anuncio
navideño de la lotería de este año es simplemente vomitivo. Todo el mundo lo ha
visto: un tío que no compró un décimo (se insinúa que por su pésima situación económica)
en el bar donde ha tocado baja a felicitar al dueño y descubre que éste le ha
guardado la participación que solía comprar. No sé ni por dónde empezar a
criticarlo. Debe ser que, como los últimos años han vendido menos porque la
gente prefiere dedicar su dinero a no ser desahuciada y a no morirse de hambre,
hacía falta sacar un spot donde se le recuerde a la plebe que el gasto en la
cancamusa navideña no es negociable ni prescindible. Y además lo visten de
solidaridad. “Si decides recortar en lotería de Navidad y luego toca, igual no
tienes un Antonio que te guarde el décimo”, eso es lo que viene a decir el
supuestamente emotivo anuncio.
Así que no, no he comprado lotería de
Navidad este año, ni lo haré en los siguientes. No he seguido con emoción el
sorteo, no me importa que haya estado muy repartido y no pretendo “reinvertir”
el reintegro en El Niño. ¿Y sabéis qué? Que sonará presuntuoso, pero ojalá todo
el mundo hiciera lo mismo.
Pues sí, la verdad es que da un poco de ascogrima... y es lo que dices. Si vas apretado y justo de pasta, ¿para qué te vas a gastar 20 eurazos en un boleto de lotería? Me resulta estúpido. A estos niveles, gastarse 100 euros en eso me resulta tan estúpido como los mil dólares al mes en el pozo de los deseos de Homer Simpson. Si me sobraran pelas, igual (pero sólo igual) compraba lotería muy de vez en cuando, pero sin llegar jamás a los niveles de histeria colectiva que se alcanzan.
ResponderEliminarNo obstante, que estos hechos no nos impidan ver las causas detrás: Supersticiones, incultura general, falta de educación y unos niveles de desesperación cada vez mayores que hacen que esto acabe en lo que acaba.
Felices Fiestas, Vimes (yo también soy un ateazo, pero bueno, los buenos deseos tampoco están de más)
Poco que contestar, porque es lo que dices. A mí también me da bastante grima ver a toda esa gente ante Doña Manolita, esperando horas y horas para comprar un décimo....
EliminarPues yo hoy estoy algo en descuerdo contigo, Vimes (y mira que leo el blog y siempre voy marcando "Muy bueno". Pero hoy, no sé qué marcar. Será porque yo sí compro, y me gasto casi los 100€. Es el único sorteo en el que participo al año, me hace ilusión, no sé, será por lo que dices, de la tradición, de que es "un día especial".
ResponderEliminarMira, es cierto que trabajando cobramos seguro, y que gastando 20€ en una cosa necesaria pues el dinero seguro que no se ha ido a un saco roto. Pero por otra parte, ¿tan malo es tener una ilusión una vez al año? ¿Soñar por un día? ¿Hasta eso nos vamos a negar? Yo creo que el ser humano necesita creer que puede salir de su pozo para esforzarse en salir de él, sino todo es trabajo trabajo trabajo, y esto parece Charlot en "Tiempos modernos".
Otra cosa es lo que dices de Doña Manolita, o el pueblo de Sort. Yo, "por cabezonería":), no compro ni en uno ni en otro. Pero vamos, que te traten de tonto por comprar un décimo (o 2 o 3) en todo el año, a mí esto tb me da un poco de grima. Para mí el problema no es este sorteo. El problema es que hay gente que se pasa el año abonada a todos los sorteos: quinielas, bonolotos, euromillones, etc. Claro, ahí sí que al final del año juntas pasta. Pero 60€ repartidos entre los 365 días que tiene el año, pues chico, tampoco me parece que sea para tanto. Y lo dicho, al menos por un día se puede soñar con hacer todo eso que siempre has querido y nunca has podido. Luego, ves que no te toca, y agradeces tener salud, buena compañía, etc... y ya está, quedan 364 días para dedicarlos a la rutina. Un saludo.
No creo que esté mal tener ilusión. Pero me resulta deprimente que la única ilusión que se permita mucha gente sea la de acceder a un mundo de riqueza y privilegios mientras todo sigue igual a su alrededor. Y también que el consuelo del perdedor sea precisamente tener cosas verdaderamente valiosas, como la salud o la amistad. Simplemente me parece triste,
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