Me
encanta que empiecen a salir en la prensa corruptelas que afectan a los
actuales monarcas. Quiero decir, en un país donde los partidos están corruptos,
las empresas están corruptas (o son corruptoras), la Universidad está corrupta,
el Tribunal Constitucional está corrupto y los órganos de gobierno de los
jueces están corruptos, creo que nadie iba a esperar que el pijo cincuentón que
ocupa la jefatura del Estado por designio divino y que ha vivido toda su vida
rodeado de lujos sea un modelo de probidad y honradez.
Pero
claro, suponerlo no es lo mismo que saberlo.
Este
año han ido saliendo, en rápida sucesión, al menos tres anécdotas que han
enmierdado a Preparado I y a su señora. La primera fue hace tres meses, a
principios de la crisis del coronavirus, cuando se destapó que Juan Carlos se
había estado lucrando con comisiones ilegales en paraísos fiscales (menudo
sorpresón). La reacción de la Casa Real fue retirarle a Juan Carlos la
asignación que venía percibiendo desde su abdicación.
Además,
publicó un documento lleno de sinsentidos jurídicos, que de inmediato fueron
analizados y troceados en titulares a pesar de la voluntad salvadora de buena
parte de las fuerzas llamadas “constitucionalistas”. Si la Casa Real sabía del
pufo de Juan Carlos desde marzo de 2019 (como reconocía en el propio
documento), ¿por qué esperó a que el asunto se hiciera público para retirarle
la asignación? Y ¿qué es esa tontería de anunciar su decisión de renunciar a la
herencia y a cualquier activo cuyo origen no esté claro, si no se puede
repudiar una herencia antes de la muerte del causante y tampoco se puede
renunciar a ella de forma parcial? Fue eso, y no el hecho en sí, lo que embozó
al rey actual.
El
segundo caso lo hemos visto estos días, cuando la Fiscalía anunció que estaba
investigando la posible responsabilidad de Juan Carlos en el saqueo de las
obras del AVE a La Meca. Aquí ya entramos en aguas muy pantanosas, porque
parece que el rey emérito cometió (presuntamente) estos hechos después de
abdicar en 2014. Es decir, cuando ya no era rey ni estaba protegido por el
privilegio de inviolabilidad. Ups. Y sin duda esto salpica al titular de la
Corona, igual que el escándalo de Urdangarín salpicó a la infanta Cristina,
porque ¿de verdad alguien se va a creer que Felipe VI no sabía nada de lo que
hacía su padre?
Al
final a Juan Carlos no le pasará nada, igual que no le pasó nada a la infanta
Cristina. Se hará una ampliación ad hoc del concepto de inviolabilidad, o los magistrados
del Tribunal Supremo harán como los letrados del Congreso: entender que estos
hechos traen causa de otros iniciados cuando el rey aún era rey y que por tanto
sí son impunes. La suerte para el rey es que esta crisis concreta haya pillado
con Podemos en el Gobierno, ya que es el partido que más caña podría dar con el
asunto. Tampoco mucha, no creamos que Pablo Iglesias es Lenin, pero la pieza
central del caso es la inviolabilidad real y un rey que no es inviolable es ya
muy poco regio.
Además,
volvemos a lo mismo. Sobre este tema está habiendo una discusión pública y una
denostación del previamente popular Juan Carlos que no se había visto nunca en
este país. Hablamos de Campechano I, el que nos trajo la democracia, el que
detuvo a Tejero con la fuerza de sus enormes, eh, discursos (1). Y este mismo
señor está, cuarenta años después, convertido en un golfo irresponsable que se
va de caza con sus amantes, tiene que abdicar porque la quema llega hasta él y
todavía después de eso sigue liándola y complicándole la vida a su hijo. Todo
ello en titulares.
Pero
es que, cuando la Casa Real había conseguido pasar de perfil sobre este
escándalo paternal (y sus escandalitos derivados, como el anuncio de que Juan
Carlos va a fijar su residencia en República Dominicana), sale la siguiente
bomba, que golpea de lleno al monarca reinante y a su señora: en 2004, cuando
Felipe y Letizia acababan de casarse, Juan Carlos pagó 467.000 dólares para que
tuvieran una luna de miel a todo trapo en tres continentes. ¡Sorpresa!
El
escándalo aquí tiene varias capas. La primera, que en su momento se nos vendió
que la luna de miel de los príncipes de Asturias sería sencilla, por distintas
ciudades españolas, para poner en valor lo nuestro. Al final fue un viaje por
medio mundo. Este es el dato menos importante, pero es el que añade sal a la
herida. Si el pijo que vamos a tener como jefe de Estado quiere llevarse a su
flamante esposa de paseo por todas las escalas del postureo a cargo de los
presupuestos generales el Estado, pues bueno, sigue siendo más barato que una
república, pero entonces que no intenten vender una imagen de sencillez que no
es tal.
Pero
si vamos a la procedencia del dinero es cuando ya uno puede empezar a
enfadarse. Más de la mitad de ese dinero (269.000 dólares) fue donado por el
empresario Josep Cusí. Que a ver, uno puede ser muy monárquico y muy amigo del
rey, pero no suelta un cuarto de millón de dólares sin esperar nada a cambio,
de verdad. El resto, 198.000 dólares (unos 177.000 €, al cambio actual), los
pagó el rey. ¿De su bolsillo? ¿De las comisiones? Estén atentos a sus
pantallas.
Para
librarse de este último escándalo, la Casa Real ha tirado de propaganda vieja. Ha
publicado la ejecución de su presupuesto durante el primer trimestre de 2020, y
en esas cuentas queda claro que en efecto a Juan Carlos se le retiró la
asignación en marzo, justo después del primero de los tres escándalos. No sé
cuál de las dos versiones me gusta más: si esperaban vendernos dos veces la
misma retirada de paguita o si es que asumen que su crédito está tan por los
suelos que saben que no nos creemos nada de lo que digan salvo que lo prueben
con soporte documental. Pero da igual, porque si los dos primeros escándalos
solo tocaban de refilón a Felipe y a señora, este les golpea, como he dicho, de
lleno. ¡Que es su luna de miel la que se pagó con dinero de a saber qué
procedencia!
De
un tiempo a esta parte, la estrategia de la Casa Real parece ser salvar el
prestigio de Felipe como sea. Al margen de otros asuntos, esto significó en
2014 la abdicación de Juan Carlos en su hijo, una operación de maquillaje tan
burda que daba hasta risa. ¿Hasta dónde van a dejar que caiga el rey emérito? ¿Veremos
al salvador de nuestra democracia, abuelo de la Constitución, tío segundo de la
soberanía nacional, arrastrado por los tribunales? Y, sobre todo, si la hoguera
sigue subiendo y empieza a publicarse (como siempre, primero en medios
extranjeros y luego en nacionales) que Felipe VI ha tenido sus corruptelas
propias, ¿se montará una segunda abdicación? Al fin y al cabo, Leonor de Borbón
tiene 14 años. Todavía no puede estar MUY podrida, ¿no?
Que
se hable de los negocios turbios de los reyes (de este y del anterior) siempre
es bueno. Aunque las investigaciones nunca lleguen a nada, ni en sede judicial
ni en sede parlamentaria, el silencio mediático y el consenso popular que
parecía haber en torno a la figura de Juan Carlos no era sano ni decente. El poder
corrompe, y aunque el rey no es una figura muy poderosa sí que tiene una
inviolabilidad absolutamente hipertrofiada: si le sumamos el nulo escrutinio de
la prensa y de los poderes públicos, tenemos corrupción asegurada.
Yo
tengo la seguridad de que este rey ha metido mano en la caja igual que el
anterior, y que antes o después se acabará sabiendo. Entonces lo mismo montan
otra abdicación-maquillaje para salvar la cara de la monarquía, pero con suerte
para ese momento la operación se queda en un simple ejercicio de
tanatoestética.
(1)
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Una pregunta que me corroe desde hace unos días: ¿hay jerarquía en los títulos de la CE? Es que no sé cómo se reconcilia el derecho a la tutela judicial con la inviolabilidad del rey. Salvo que el 56 vaya antes que el 24 en derecho. Yo es que soy de ciencias.
ResponderEliminarJerarquía no, pero lógicamente tienen que interpretarse teniéndose en cuenta los unos a los otros. Y se suele aplicar el principio de que, en normas de igual jerarquía, lo particular (la inviolabilidad del rey o la inviolabilidad parcial de la que gozan los parlamentarios) va por encima de lo general (la tutela judicial efectiva).
EliminarNo comprendo a qué te refieres al decir "La suerte para el rey es que esta crisis concreta haya pillado con Podemos en el Gobierno, ya que es el partido que más caña podría dar con el asunto". En principio parecería que sería peor, ¿no?: un partido republicano en el gobierno.
ResponderEliminarEstando en un gobierno de coalición no pude dar toda la caña que probablemente querría ;)
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