Como soy una persona que llega siempre a
tiempo a todo, hace unas semanas leí Civil War. No la Civil War II, que se
publicó en 2016 y todavía se podría considerar “actualidad” entendiendo ésta de
forma muy amplia, no: la Civil War original, la de 2006, la que fue adaptada de
manera más bien libre en la película del Universo Cinematográfico Marvel.
Veréis como en algún momento alguien me pone en las manos un tomo gigante con
un smiley ensangrentado en la portada
y me descubre Watchmen.
Para quien no la conozca, la historia de
Civil War es la siguiente: unos superhéroes novatos, en un intento por
conseguir notoriedad, provocan un desastre. Llevan al límite a un supervillano
y éste provoca una explosión en la que mueren cientos de civiles, entre ellos
60 niños de una escuela que estaba al lado de la batalla. La opinión pública se
vuelve contra los superhéroes. Aparece la siguiente pregunta: ¿quiénes son unos
tipos enmascarados sin formación ni autoridad alguna, por muchos poderes que
tengan, para actuar contra delincuentes?
Este estado de cosas pronto lleva a la
aprobación de una ley que obliga al registro de todas las personas con
superpoderes del país. Ya no podrán actuar por libre, sino que serán
encuadradas en equipos asignados a los diversos Estados; estos equipos serán
coordinados por SHIELD, la agencia de inteligencia ficticia que existe dentro
de los comics de Marvel. El principal valedor del proyecto es Tony Stark, Iron
Man, y le siguen muchos otros superhéroes, que entienden que no es justo que
actúen como vigilantes sin estar sometidos al control de nadie. Pero otro
grupo, capitaneado por Steve Rogers, el Capitán América, decide que no aceptará
la norma y se rebela. A partir de ahí se inicia la ensalada de hostias habitual
que todos esperamos en un tebeo de superhéroes.
El cómic plantea diversos temas, uno de
los cuales, por cierto, parece ser la intrusión de voces nuevas en un mundo
pequeño y endogámico (y que, oh sorpresa, se ve de forma negativa: son los
héroes jóvenes y desconocidos los que causan el desastre que da inicio a la
trama). Sin embargo, el principal es el viejo conflicto entre libertad y
autoridad: las personas con poderes especiales, ¿deben estar sometidas a la
dirección del Estado o deben ser libres para buscar a los villanos y
combatirlos sin encomendarse ni a Dios ni al diablo?
La pregunta parece en buena medida
irrelevante en la vida real. Al fin y al cabo, en la realidad no hay personas
con capacidades especiales: como mucho algún Carl Lewis o algún Mohamed Alí.
Pero las personas como Lewis o Alí no se dedican a combatir el crimen, sino que
están a sus cosas. Los vigilantes (que de vez en cuando aparecen, e incluso,
por influencia de los cómics de superhéroes, se disfrazan de mamarrachos) son
tipos más bien mundanos. Y como no son más que particulares, se les aplica la
misma legislación que a cualquier otro particular: en el caso particular de
España, por ejemplo, eso implica dificultad para acceder a armas y una
capacidad muy limitada de detener a delincuentes.
Sin embargo, en el futuro la pregunta
puede empezar a tener algo más de enjundia. No digo que nos vayan a visitar
extraterrestres, que vayamos a tener una epidemia de arañas radiactivas o que
vaya a aparecer la mutación del homo
superior, pero hay un montón de avances tecnológicos que están a la vuelta
de la esquina. Ropa inteligente, modificaciones genéticas controladas,
nanobots, mierdas así. En cuanto aparezcan esas tecnologías, que se abaraten es
cuestión de tiempo, y si se hacen asequibles a 1 de enero hay que asumir que el
2 de enero tendremos pseudosuperhéroes por las calles.
En principio, todo este cambio
tecnológico no debería suponer un cambio jurídico. Por muchos poderes que
tenga, un superhéroe no pasa a ser una autoridad pública, y si no es una
autoridad pública no tiene apenas facultades para luchar contra el crimen. De
alguna manera, Civil War apoya esta idea (y aviso que a partir de aquí hay spoilers), puesto que la causa del
Capitán América se retrata con mucho más cariño que la de Iron Man, pero es
ésta la que gana. El mensaje es claro, o al menos lo fue para mí: los rebeldes
pueden caer bien, pero al final no hay mucho que hacer fuera del marco jurídico
de la autoridad.
Además, la forma en que se gana es significativa.
Durante Civil War, el bando gubernamental realiza toda clase de acciones de
moralidad y legalidad cuestionables, como por ejemplo reclutar a supervillanos,
crear un clon de Thor que acaba por descontrolarse (y por matar a uno de los
rebeldes) y construir una prisión en la Zona Negativa. Sin embargo, el bando
rebelde intenta mantener unos estándares éticos altos, hasta el punto de que
Punisher asesina a dos villanos que intentan unirse… e inmediatamente después
el Capi le expulsa a hostias por matar en nombre de su causa.
Y sin embargo, en la batalla final,
cuando el bando rebelde está ganando y Steve Rogers está a punto de asestarle
el golpe de gracia a un Tony Stark cuya armadura ya está destrozada, es placado
por diversos ciudadanos y miembros de los servicios de emergencia. Eso le hace
convencerse de que su lucha no tiene sentido, puesto que no está peleando por prestar
un servicio mejor sino por él mismo y por su ego. El mensaje sigue siendo
claro: la gente quiere, necesita, por
encima de todo, estabilidad, y solo la va a encontrar en el sistema, por muy
desagradable que éste sea y por muchas cosas horribles que haga. Aunque puedan
simpatizar con los revolucionarios, al final se irá con quienes le garanticen
pan y seguridad.
Tiendo a estar más de acuerdo con el
bando de Iron Man que con el del Capitán América. Volviendo a ese hipotético
futuro del que hablaba más arriba, si va a haber supertipos prefiero que estén
identificados y tengan un número de placa a que vayan por ahí sin rendir
cuentas a nadie. Ahora bien, esa idea de que la estabilidad es preferible a
cualquier otra cosa tampoco me gusta nada: es la antesala del autoritarismo. Y
ya están las cosas lo bastante jodidas en el mundo real como para añadirle una
policía política con superpoderes, muchas gracias.
Por todo ello, quería proponer una
especie de tercera vía, que no sería ni el control gubernativo ni la libertad
absoluta. Se trataría de un sistema de licencias, similar al que tienen otras
profesiones que están en el límite del ejercicio de la autoridad, como por
ejemplo el detective privado. El supertipo o supertipa pasaría un examen y se
inscribiría en un registro. Su nombre quedaría en secreto salvo orden judicial,
pero su alias, su traje y su zona de actuación serían públicas. Se le
otorgarían ciertas facultades de lucha contra el crimen, superiores a las de un
particular propiamente dicho pero inferiores a las de una autoridad pública.
Sin duda este sistema no triunfaría en
Europa, y yo la verdad es que lo prefiero: no me gustan los vigilantes armados,
por mucha licencia que tengan. Pero en EE.UU. las dinámicas son otras, por
desgracia. El mero hecho de que la cultura popular de superhéroes haya nacido y
haya cobrado fuerza allí antes que en cualquier otro lugar del mundo es una
buena prueba de esto que digo. El sistema de licencias sería una forma de
adaptar las capacidades especiales a la idiosincrasia estadounidense… y de
evitar lo que, a la larga, seguro que sería una guerra civil.
La verdad, creo que series en esa tónica interesantes hay varias, con distintas formas de encarar el problema. Por ejemplo en Los Increíbles 2, se supone que durante la mayor parte de la peli ser superhéroe es ilegal, pero (spoiler) las acciones de la familia Parr/Increíble convencen a la opinión pública de que los superhéroes pueden ser útiles y acaban cambiando la ley y estableciéndolos en un sistema parecido al de detectives privados (solo que con superpoderes). En la serie My Hero Academia, debido a una serie de eventos hay tanta gente con superpoderes que los supervillanos son la norma, y, por la incapacidad de la policía para hacerles frente, han tenido que formar una organización especial de superhéroes (con sus propias escuelas, serían un poco como los centros de alto rendimiento para deportistas solo que son para superhéroes). Se supone que están registrados profesionalmente, les paga el Estado japonés y les controla a través de la Comisión de Seguridad Pública de Superhéroes, que controla los superhéroes que hay en activo (y entrega Licencias de Superhéroe, así como acceso a una página privada de comunicación, la HeroNet). Deberías echarle un vistazo, está curiosa (acabo de empezar a verla)
ResponderEliminarEres el segundo que me recomienda My Hero Academia. Me da pereza porque ya se sabe que los anime se alargan hasta el infinito, pero a ver si la veo.
EliminarEs que la estoy empezando a ver y una de las cosas que tiene en el Worldbuilding es eso: cómo se integra la gente con superpoderes en la Sociedad y cómo cambia esta en base a la presencia de superhéroes y supervillanos.
EliminarPor mucho poder que de la tecnología nunca se llegará a ese escenario, por el simple hecho de que el ejército y la policía no se quedarían con las manos cruzadas, los militares son los primeros en aprovechar cualquier avance científico, y en Estados Unidos el riesgo que suponen las armas ha servido para tener cada vez una policía más militarizada, si se permitieran tecnologías con un potencial uso violento se usarían como excusa para aumentar el poder policial argumentando que lo necesitan para luchar contra los criminales, además con el aumento en sistemas de vigilancia y con tecnologías como el reconocimiento facial harían prácticamente imposible la existencia de un superhéroe con una identidad secreta.
ResponderEliminarMe parece muy interesante lo que planteas de la dificultad de que un candidato a héroe enmascarado (o a villano) se mantenga sin identificar, la verdad. Es totalmente cierto.
EliminarYo tengo la duda de si es legal formar a gente en técnicas de combate letal, manejo de armas, de equipos informáticos de última generación, de cuidados médicos intensivos, disciplinas varias... para luego licenciarlos por edad, por heridas que incapacitan para prestar servicio activo pero no para entrenar o asesorar, dejarlos sueltos por el mundo y que se las apañen como puedan, fomentando el mercenarismo y el asesinato a sueldo.
ResponderEliminarPues esto es lo más cercano a "superhéroes" que existe en la vida real. ¿Quién limita la formación militar exhaustiva del país vecino, si luego los ya ex-soldados deciden medrar en el propio país usando esa formación en su propio interés y provocando daños tremendos en la sociedad civil? ¿quién controla a los mercenarios, sicarios, guardaespaldas, etc., si deciden desmadrarse?
Pues es cierto...
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