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lunes, 31 de diciembre de 2018

El militar de la Manada, con depresión


Paren las rotativas: el militar de La Manada, el tal Cabezuelo, padece una profunda depresión. O eso han publicado medios serios y fiables (El programa de Ana Rosa) basándose en datos tan relevantes como la ropa del sujeto. Lo cierto es que Cabezuelo, junto a sus cuatro compinches, lo tiene bastante crudo: en breve se sabrá si le meten de nuevo o no en prisión provisional. Aunque sea que no (yo, de hecho, creo que será que no), ya dijimos que lo va a tener difícil para esquivar la condena definitiva, sea por abuso o sea por agresión, porque los hechos son ya intocables, y éstos recogen al 100% la versión de la víctima.

He leído por ahí que lo de la depresión (de existir) puede ser una estrategia procesal, como la enfermedad de Pinochet, que le duró hasta que llegó a Chile. Yo no lo creo. Coincido más bien con lo que dice esta tuitera: es de lo más creíble que este tipo, ante la posibilidad real de comerse como mínimo siete años de cárcel (1), se haya roto. No olvidemos que a éste fue también al que echaron de su trabajo. Está afrontando por primera vez las consecuencias de sus actos y no le gusta nada.

Por supuesto, asumir que puede ser cierto que Cabezuelo tenga depresión no quiere decir compadecerlo o sentir lástima de él. Sin embargo, proporciona un material de análisis bastante interesante. A nivel superficial, por ejemplo, se han hecho muchos chistes sobre el tema, regodeándose en el sufrimiento de un tipo que ha causado tanto daño; y yo me he unido a ellos con alegría. Sin embargo, y si todo va como tiene que ir, en breve este tipejo se integrará en la masa de población reclusa de este país, y ahí la cosa cambia.

Se calcula que en torno a un 25% de reclusos tiene problemas relacionados con la salud mental (incluyendo adicciones). Un 25%. Lo repetiré por tercera vez: un veinticinco por ciento. Si vas a una cárcel y seleccionas al azar a cuatro internos para que echen una partidita de mus, la probabilidad dice que uno de ellos tendrá algún trastorno psiquiátrico (2). Es una barbaridad. Las estadísticas actualizadas a octubre de 2018 hablan de 59.160 reclusos: el 25% de esa cifra son 14.790. De esas casi 15.000 personas, la parte del león (entre un 35% y un 40%) se la llevan los cuadros depresivos y las adicciones.

Si la cárcel ya es mal lugar para que se reinserte nadie, cuando ese alguien tiene problemas mentales es aún peor. En España solo existen dos centros psiquiátricos penitenciarios y están desbordados. En la práctica, los reclusos que no suponen un problema están con los sanos y los que sí lo suponen pasan temporadas en el psicólogo penitenciario (que tampoco tiene tiempo ni recursos para atender a todo el mundo), en la enfermería de la cárcel o en el hospital local. No son formas, claramente.

Por otra parte, todo esto no nos puede hacer olvidar la otra pata del problema y es la siguiente: ¿qué se supone que buscan los medios sacando ahora esta no-noticia? Y es no-noticia en muchos ámbitos. Para empezar, por algo que ya hemos señalado en el primer párrafo, y es que el supuesto estado mental de Cabezuelo no es más que una especulación basada en su ropa y su aspecto. Pero es que además, y si fuera cierto lo de la depresión, ¿qué? No creo que El programa de Ana Rosa sea el medio donde se pretenda abrir el melón de la salud mental en las cárceles españolas. ¿Entonces?

Entonces es puro morbo, claro. Explotar cualquier cosa que permita mantener vivo el tema, a cualquier precio. Incluso aunque ello suponga blanquear y hacer quedar como víctima a un grave delincuente: oh, pobrecito, le jodió la vida a una chica, va a entrar en la cárcel por ello y ahora tiene depresión. ¿Qué interés periodístico puede tener que este hombre tenga un trastorno mental? Más aún: ¿qué interés periodístico puede tener la especulación sobre el tema? Ninguno en absoluto.

Y sobre todo: qué puntería a la hora de elegir al delincuente al cual compadecer, ¿eh? Porque anda que no están nuestras cárceles llenas de gente que ha tenido cero oportunidades en la vida, que están ahí por robar para comer y/o por traficar con cantidades ínfimas de droga. Pero no, el que nos tiene que dar pena es el tipo que se juntaba con sus colegas para irse de fiesta, robar gafas de sol y ver si podía protagonizar alguna violación grupal entre coñitas sobre burundanga. Hay que joderse.

Lamento mucho que en este país no haya voluntad de destinar dinero para que esos miles de reclusos que padecen trastornos mentales, esas 14.790 personas, reciban tratamiento: desearía que a todos ellos se les pudiera tratar en condiciones. Sí, también a Cabezuelo. Pero sin convertirlo en un circo mediático y sin vendernos que este tipo nos tiene que dar pena por estar afrontando, por una vez, las consecuencias de sus actos.





(1) En números redondos, lo mínimo que le van a caer son nueve años por el abuso sexual, de los cuales hay que restar los dos que ya cumplió en provisional.

(2) Ya, ya sé que no funciona exactamente así, pero no me digáis que no es gráfico.



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3 comentarios:

  1. No sé como va legalmente, pero a mí para que me diagnosticaran un "trastorno depresivo" tuve que estar en sesiones especializadas primero con psicólogo y después con psiquiatra, sesiones bastante duraderas y profundas (y caras, como decían Les Luthiers, hay que hacer que el paciente se recueste y que el tratamiento le re-cueste), y eso para poder recibir medicación y tratamiento adecuado solamente. Supongo que para pedir determinadas atenciones jurídicas en función de esa condición va a tener que presentar una pila de informes firmados por un psiquiatra forense, y a ver si se las dan (que esa es otra)...

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    1. Está claro. Nah, si probablemente lo de la depresión sea una especulación de los desocupados de Ana Rosa.

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    2. Exacto, como estrategia procesal sería muy difícil de llevar...

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