Estos días estamos asistiendo a un
edificante ejemplo de lucha por la Universidad. Un grupo de universitarios con
firmes convicciones se ha encerrado en la Facultad de Geografía e Historia de
la UCM para protestar contra unas injustas autoridades académicas que, en un
claro ejemplo de prevaricación, han cometido un atropello contra ellos.
¿Subirles la matrícula? No, eso podría aguantarse. ¿Endurecer el sistema de
becas? No, mucho peor. Les han cerrado una capilla.
Efectivamente, el decano de Geografía e Historia,
alegando que necesita más aulas por Bolonia, ha decidido trasladar la capilla a
otra habitación más pequeña. Esta decisión no pilla de nuevas al Arzobispado:
según se ha publicado en prensa, se basa en una decisión adoptada por la Junta
de Facultad en 2010. Sin embargo, los católicos del campus han protestado:
acampadas, misas de protesta e incluso una abogada diciendo que el
cierre forzoso de la capilla para impedir encierros era como “secuestrar al
Santísimo” (1).
Pese a lo que pudiera parecer por el tono
matacuras que preside este blog, yo no estoy en desacuerdo con que, en determinadas
circunstancias, haya establecimientos religiosos en las Universidades. Me
explico. Actualmente en las facultades universitarias se ofrece una panoplia de
servicios muy alejada de los que son propios de la actividad estudiantil (es
decir, de la biblioteca, la copistería, la sala de informática y, si se me apura,
la cafetería): en la UAM, por ejemplo, hay cajeros automáticos, una librería, máquinas
de vending, un par de restaurantes, una
oficina del Santander, una tienda de informática y una farmacia.
Si la Universidad alquila espacios para
que entidades particulares se instalen y ofrezcan servicios, no veo mal que una
confesión tome uno de ellos para instalar un templo. Yo no iría nunca,
pero es un servicio que algunos alumnos pueden querer. Personalmente no
entiendo qué hace ahí, pero tampoco entendí nunca qué pintaban en la UAM la
tienda de informática o la oficina del Santander: eran simplemente servicios
que ofrecían los particulares previo pago por el alquiler del espacio.
Ahora bien, las capillas de la UCM no
están en ese régimen. La Iglesia católica no paga alquiler por unos
espacios que tiene asignados desde que se planearon los edificios. Y el
problema es que las cosas han cambiado desde entonces: estamos en un Estado
aconfesional y la Administración no puede ofrecer la religión como si se
tratara de un servicio público. Si las confesiones quieren estar en los campus,
tienen que atenerse a las reglas del juego comunes.
Este debate en realidad nada tiene que
ver con el problema de fondo, que es mucho más simple y no debería plantear
discusión alguna: si la Facultad necesita espacio para su usos primario (dar
clase), los usos secundarios deben ceder. A la Universidad se va a estudiar y a
investigar: si falta espacio para ello, las demás actividades deben perder el
que tienen asignado. Sin embargo, he leído a poca gente limitarse a este
razonamiento: sólo algunos de los que se quejan lo han hecho, rechazando que
las necesidades de espacio sean tan acuciantes. El propio decano de la Facultad
ha planteado el tema en términos de capillas sí / no.
En todo caso, no me extraña que se hable
de la conveniencia de las capillas universitarias. Al fin y al cabo, en la UCM
hay ocho capillas; a la de Geografía e Historia van unas 20 personas diarias
según las optimistas estimaciones del Arzobispado. En una sociedad cada vez más
secularizada, ¿qué sentido tiene semejante sobreocupación eclesiástica? En un
Estado que se declara aconfesional, ¿qué razón hay para mantener este
privilegio a favor de la Iglesia católica?
La respuesta es la misma en ambos casos:
ninguna. En cuanto alguna autoridad académica le eche algo de valor, desaparecen
las capillas universitarias tal como están concebidas ahora, sin que ello
suponga la vulneración de derechos de nadie. Y esto los católicos lo saben,
como saben también que igual si montan un pollo un poco grande consiguen que
nadie toque la situación.
De momento, parece que hoy empiezan las
obras para convertir en un aula la capilla de Geografía e Historia. Veremos si
le sigue un efecto dominó.
(1) No me voy a pronunciar sobre la querella por coacciones y delito contra la libertad religiosa que han interpuesto los Abogados Cristianos, dado que no la he leído. Pero prima facie no veo que tenga muchos visos de éxito, la verdad. Como todas las que suelen poner estas preces del Derecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario