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miércoles, 27 de marzo de 2019

El fin del Toro de la Vega


Parece que se acabó: el Tribunal Supremo inadmitió en diciembre el recurso de casación que había presentado el Ayuntamiento de Tordesillas en el asunto del Toro de la Vega. Los términos son importantes, como siempre. “Inadmitir” no significa que hayan analizado el asunto y le hayan quitado la razón al Ayuntamiento de Tordesillas, sino que ni siquiera han visto ni siquiera que el asunto merezca su atención. Estaba en realidad bastante claro, desde el momento en que la norma que prohíbe la muerte del toro es un decreto-ley.

Los decretos-ley son normas con rango de ley, pero emitidas por el Gobierno, que solo podrá dictarlas en caso de necesidad extraordinaria y urgente. Ese es el régimen previsto en la Constitución para el caso nacional, pero los distintos Estatutos de Autonomía (entre ellos el de Castilla y León) lo han adaptado sin demasiados cambios a sus normativas internas. El requisito de necesidad extraordinaria y urgente se suele interpretar con bastante flexibilidad, lo cual en la práctica otorga a los Gobiernos la capacidad de legislar sin pasar por el Parlamento.

Pues bien: en 2016 la Junta de Castilla y León dictó el decreto-ley 2/2016, que tenía un único artículo: “En la Comunidad de Castilla y León queda prohibido dar muerte a las reses de lidia en presencia del público en los espectáculos taurinos populares y tradicionales”. El resto del precepto definía qué se considera espectáculo “popular” (encierros, vaquillas, capeas) y “tradicional” (aquellos con celebración arraigada socialmente y que se celebren desde tiempo inmemorial o, al menos, desde hace 200 años).

Este decreto es interesante por dos cosas. En primer lugar, es un ejemplo típico de legislación aparentemente general pero que solo se va a aplicar a un supuesto: en 2016, el Toro de la Vega era el único espectáculo taurino popular y tradicional celebrado en Castilla y León donde se daba muerte al toro. Sin embargo, hacer una ley para prohibir este festejo no habría quedado bien. Se supone que las normas jurídicas tienen que expresarse en términos generales, y ese automatismo aparece incluso cuando es absurdo que aparezca.

En segundo lugar, el decreto-ley 2/2016 es una muestra del divorcio entre la tauromaquia “culta” (es decir, la que se hace en plazas de toros) y los festejos populares taurinos (el Toro de la Vega y espectáculos similares). Aquí también hay clasismo. ¿Que por qué digo eso? Bueno, entre otras cosas porque este decreto lo firma un Gobierno del PP. ¡Del PP! El mismo PP que defiende el toreo allá donde va, que lo convierte en BIC en las zonas donde gobierna y que critica y recurre su prohibición en las que no. Sin embargo, este mismo partido ahora considera que el Toro de la Vega ya es pasarse.

No es el único. Desde hace tiempo vengo detectando, cuando leo por Internet el debate sobre el Toro de la Vega, esa separación. Muchos taurófobos (yo lo siento, pero si te gusta ver cómo matan toros no eres taurófilo sino taurófobo) consideran que el festejo de Tordesillas traspasa ciertas líneas esenciales: que es excesivo, demasiado bárbaro, demasiado cruel, demasiado sangriento. No hará falta decir que el argumento me fascina, porque es la hipocresía pura. Se trata del mismo acto (la muerte de un toro a manos de una cuadrilla de humanos) pero mientras que en un caso nos hacemos pajas en torno a conceptos como Arte, Tradición y Peligro, en otro hablamos de gañanes incultos.

Como digo, el decreto recoge esta separación. Al definir de forma tan tajante lo que es un “espectáculo popular y tradicional” no deja una sola posibilidad de que se aplique a las corridas tradicionales: en las plazas de toros castellanoleonesas seguirán muriendo astados. En cuanto a las razones de la decisión, se habla de la “ética social” y de la “sensibilidad de una sociedad que se manifiesta de manera reiterada y creciente” a través de toda clase de medios incluyendo “movilizaciones públicas” (que son mencionadas dos veces en la Exposición de Motivos del decreto-ley). Razonamiento sorprendente por cuanto podría aplicarse, palabra por palabra, a la lidia “culta” en plaza de toros.

En fin, quizás también hay que tener en cuenta que no solo los defensores del tauricidio están permeados de clasismo, sino también sus atacantes. Torturar y matar un toro es un acto esencialmente idéntico, lo hagan unos palurdos borrachos o José Tomás en estado de gracia, pero igual que hay menos protaurinos dispuestos a defender la barbaridad tordesillana, hay más antitaurinos con ganas de implicarse en acciones contra ellas. También hay que tener en cuenta que un único festejo de un único pueblo es un objetivo más asequible que una industria que, aunque mucho menos potente de lo que fue en tiempos, sigue teniendo presencia en todo el territorio nacional y moviendo decenas de miles de euros.

Leo los párrafos anteriores y parece que me lamento de que hayan prohibido el Toro de la Vega. No es así. De hecho, me alegro bastante: era un espectáculo que no podía continuar. Simplemente quería señalar las interrelaciones entre esta prohibición y el clasismo de quien rechaza un festejo popular por “bárbaro” y acepta esencialmente la misma cosa cuando la hace un individuo vestido de payaso en una plaza de toros ante todos los notables de la provincia.

Sentado eso, vamos a analizar un poco lo que intentó hacer el Ayuntamiento de Tordesillas para evitar el decreto-ley. Recordemos que estamos ante una norma con rango de ley, así que los medios de defensa del perjudicado son escasos, y pasan por acudir al Tribunal Constitucional o a Europa. En primer lugar, intentó iniciar un proceso en defensa de la autonomía local: se trataba de alegar ante el TC que la norma castellanoleonesa invadía competencias locales al decirle cómo tiene que regular el torneo del Toro de la Vega.

No coló, claro. La Comunidad Autónoma tiene competencia exclusiva sobre fiestas y tradiciones populares y sobre espectáculos públicos y actividades recreativas (párrafos 31º.f y 32º del artículo 70.1 del Estatuto de Autonomía, así como competencia de desarrollo en materia de sanidad animal (artículo 71.1.9º ET). Al prohibir la muerte del Toro de la Vega está tutelando intereses supramunicipales y lo está haciendo en ejercicio de sus competencias. En esas condiciones, el Tribunal Constitucional directamente inadmitió el recurso por no estar bien fundamentado.

Tras esta resolución, al Ayuntamiento de Tordesillas solo le quedaba el recurso al pataleo, y a patalear se ha dedicado durante tres años. En 2016 presentó solicitud para celebrar el Toro de la Vega sin adaptar los estatutos del torneo al nuevo decreto-ley. La Administración autonómica se la denegó, claro: si hay una ley que prohíbe matar al toro en festejos populares y yo convoco un festejo popular donde se va a matar al toro, pues no me van a dar la licencia. El Ayuntamiento recurrió el asunto, sucesivamente, al Juzgado de lo Contencioso-administrativo (que desestimó su recurso), al TSJ autonómico (que desestimó su recurso) y al Tribunal Supremo (que es quien, ahora, ha inadmitido su recurso de forma definitiva).

En estos tres recursos judiciales, los letrados del Ayuntamiento debían saber que no tenían nada que hacer: la norma era clara (“se prohíbe dar muerte a las reses de lidia en los espectáculos taurinos populares y tradicionales”) y el acto administrativo recurrido se basaba en esa única razón. Así que intentaron recurrir la constitucionalidad de la norma. Y, como un tribunal ordinario no puede valorar si una ley es constitucional o no, trataron de convencer a los sucesivos órganos judiciales (primero el Juzgado, luego el TSJ y luego el Supremo) de que le preguntaran al Tribunal Constitucional si el decreto-ley 2/2016 era conforme a la Constitución.

No solo ninguno hizo caso, sino que los tirones de orejas son importantes. El TSJ, al analizar el recurso que presentan contra la sentencia del Juzgado, dice que “no contiene (…) ninguna crítica a la sentencia de instancia [es decir, a la sentencia que se recurre], limitándose la parte apelante a reproducir las alegaciones realizadas en la vía administrativa”. También afirma que no hay razones para cuestionar la constitucionalidad de la norma autonómica, señalando entre otras cosas que  el decreto fue convalidado sin votos en contra y que “la tradición sin más no es un argumento para justificar la persistencia de determinados ritos”. Vamos, que se han limitado a reproducir en todas partes unos argumentos que, además, no van a ningún sitio.

¿Y ahora? Ahora nada. A nivel político, no creo que la cosa cambie mucho después de las elecciones del 26 de abril. Aunque Vox obtenga representación parlamentaria y ésta sea necesaria para que el PP revalide su Gobierno (sinceramente no creo que pase algo así: el PP parte de una situación de casi mayoría absoluta: tiene justo la mitad de los escaños de las Cortes castellanoleonesas), la cuestión del Toro de la Vega es relativamente menor. No es de las que condicionan gobiernos, y más teniendo en cuenta que la prohibición sucedió hace tres años y que es algo que, por mucho revuelo que cause, afecta a un único pueblo.

A nivel jurídico, los de Tordesillas han dicho que van a encargar un informe jurídico para estudiar “qué posibilidades se abren”, insinuando que van a recurrir a la Unión Europea. Buena suerte con eso. El derecho de la Unión, al formular sus políticas, debe tener “plenamente en cuenta las exigencias en materia de bienestar de los animales como seres sensibles” (artículo 13 TFUE). De inmediato matiza y dice que esta norma respetará las costumbres y leyes de cada Estado, pero eso no se aplica a nuestro caso: puede que la UE no vaya a venir a prohibir la tauromaquia, pero sin duda no va a levantar una decisión de un Estado miembro que tiene como único contenido impedir que en una fiesta popular se dé muerte a un animal.

Así que si los de Tordesillas encargan un informe para ver qué posibilidades se abren, la única conclusión puede ser “plegarse a la norma, que para eso está”. Ya lo llevan haciendo unos cuantos años. El Toro de la Vega se ha hecho ya dos años en su versión adaptada y, aunque en realidad tampoco es óptimo que el núcleo de las fiestas del pueblo consista en perseguir a un animal por las calles del mismo, eso será una batalla que se luchará (y se ganará, no me cabe duda) en el futuro. Si no hay un cambio político a corto plazo, esos dos años de torneo no sangriento se convertirán pronto en diez, y luego en veinte, y antes de eso se habrán asentado en la normalidad y a los tordesillanos les empezará a parecer una absoluta marcianada salvaje la costumbre que tenían antes. Entre otras cosas porque lo era.

El Toro de la Vega está prohibido, y es una victoria. Una victoria de una sociedad que cada vez aguanta menos el maltrato animal, a quien los festejos de reses taurinas (desde corridas hasta encierros, pasando por capeas, lidias de vaquillas y toda la tipología) cada vez resultan más ajenos. Creo, de hecho, que la muerte definitiva de la costumbre taurina vendrá más por el completo desinterés del público general que por la actividad de los animalistas: éstos podrán darle la puntilla –toma símil taurino–, pero el hecho es que esta fiesta hace mucho que no le interesa a nadie.

Por eso está herida de muerte: porque a la sociedad española ya no le interesa presenciar en directo la muerte de un toro. Así, cuando los grupos animalistas y antitaurinos hacen un poco de presión para que se recorten sus subvenciones, para que se prohíba en alguna zona del territorio o para que se elimine alguna de sus manifestaciones que tiene fama de ser especialmente cruel, el tema tiene muchas posibilidades de salir adelante.

Y de eso nos alegramos todos.


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15 comentarios:

  1. Opino muy parecido a tu penúltimo párrafo. Como costumbre que es, dejará de existir cuando la gente no la siga. Y más allá de la gente que es fanática o no, lo que veo es un pasotismo. Por eso, si se prohíben los toros, pues a excepción de los 4 que queden, pues nadie va a decir nada. Como tú dices, una industria que irá perdiendo peso hasta desaparecer.
    Lo que se agradece del artículo es que aunque estés a favor de su prohibición, introduces la postura que nunca se oye, la mayoría que pasa del tema.

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    1. Se me olvidaban las capeas, que son una excusa más para emborracharse, y lo de la vaquilla importa cada vez menos.

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    2. Bueno, luego te encuentras con cosas como Baleares, que intentó regular una fiesta de toros sin muerte (en un contexto de pasividad total ante la fiesta: en todo Baleares hubo 2 corridas en 2014, 1 en 2015, 2 en 2016, 3 en 2017...) y el TC se lo ha tirado para atrás con no se sabe qué argumentos absurdos de respeto a la "esencia" de la corrida moderna. Que estos cabronazos aún pueden dar pelea.

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    3. Quiero aportar mi experiencia como insomne, que me llevó - es que no tenía internet ni nada - a oir programas radiofónicos de toros. No creo que haya muchos lectores del blog en ese caso así que os cuento: estaban desesperados ya hace años; veían que ya ni con subvenciones remontaba la fiesta, como la llamaban. Por otra parte, en estas elecciones hay toreros en las listas electorales lo que creo que no había pasado hasta ahora. En algunas mentes hay como una oscura relación entre las corridas y la unidad de España, parece, como si fuera el equivalente al nombre secreto de Roma.

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    4. Imagino que llevan años así, pero la cosa es que no acaba de morirse. Y si llega el Gobierno con la declaración de BIC y el TC con las protecciones absurdas, tardará más.

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  2. Lo de las corridas pero sin muerte, más de una vez lo he escuchado,y la mayoría, incluso muchos de los que defienden las corridas creo que las aceptaría.
    Pero es eso, cada vez resultan más aburridas y pasa lo que dices en Baleares, que hay 1 al año.

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    1. Creo que en Portugal se hacen así, y digo "creo" porque mi experiencia del mundo de las corridas (not pun intended) es muy limitado.

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    2. En Portugal se mata en los toriles fuera de la vista del público.

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  3. Como alguien que veranea todos los años en un pueblo con fiestas taurinas (Gor) tengo que decir que el dar muerte al toro es la parte menos vista y menos concurrida de los festejos: el punto álgido, la parte a la que más gente asiste es la "corrida", que es básicamente correr cuesta abajo desde el corral donde están los toros hasta la plaza, perseguidos por éstos (por supuesto tienen todas las medidas de seguridad para que no haya incidentes). Las jornadas de toreo por las tardes (la corrida es a las 8 de la mañana) son con toreros "amateur" y va más bien poca gente a ellas. De hecho, durante los últimos años introdujeron una corrida "para niños" con un toro de mentira: un armatoste con forma de parte delantera de toro que se empuja o se incorpora delante de una bicicleta.

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    1. Espera, ¿veraneas en Gor? https://es.wikipedia.org/wiki/Cr%C3%B3nicas_de_Gor

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    2. No, en ese Gor no. Es un pequeño pueblo de la provincia de Granada.

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  4. Su referencia a "un individuo vestido de payaso" me ha recordado la definición de El Perich sobre las corridas de toros: son una carnicería ejecutada de forma deficiente por un matarife vestido de trapecista. Buena entrada, comandante.

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    1. Es un verso de una canción de Ska-P :p

      Me alegro de que te haya gustado ^^

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