Si un extranjero que no sabe nada de
política española llegara aquí y viera las intervenciones de hoy en el
Congreso, sacaría conclusiones muy equivocadas. Me explico: si tú llegas a otro
país y ves que en el Parlamento no cesan de debatir sobre la conveniencia de la
monarquía, que un diputado acusa a otro de haber intentado asesinar al rey,
que en Twitter se insulta a un partido supuestamente republicano por haber
votado “sí” y que los diputados de izquierda republicana están votando “no”…
¿en qué crees que consiste la moción? Porque yo creería que, como mínimo, se
está votando si mantener la monarquía ante una propuesta de modificar la Constitución
para suprimirla.
Efectivamente, de forma subrepticia el
debate sobre la Ley Orgánica de Abdicación (una norma corta, con un solo artículo,
que realmente no requiere ninguna discusión) se ha transformado en un debate
sobre la continuidad de la monarquía. Hoy no se ha hablado de los posibles
efectos de que la ley no sea aprobada, del estatuto jurídico del futuro exrey,
de la conveniencia de tramitar la sucesión tan rápido o de la necesidad de abolir
la primacía del varón sobre la mujer, temas todos ellos apropiados para lo que
se discutía. No: se ha hablado de responsabilidad institucional para apoyar la
monarquía, de la legitimidad de la misma (“ni el padre, ni el hijo ni el espíritu de Franco que anida en los dos”), de la necesidad de convocar un referéndum y de otras cosas igualmente ajenas al objeto del debate.
Esto me parece muy relevante. El Congreso
de los Diputados ha sido hoy testigo de cómo todos los actores políticos
admitían de forma tácita la siguiente realidad: en la calle, en las encuestas y
en los propios partidos la monarquía está siendo sometida a un cuestionamiento
inédito hasta la fecha. Los partidos que la rechazan la han atacado, como era
de esperar, pero lo importante es que quienes la defienden, en vez de intentar centrar
el debate en la Ley de Abdicación, han salido al paso de las críticas. Nadie ha
fingido que todo va bien y que el rechazo a la monarquía es minoritario. ¿Esto
habría pasado hace cinco años? Porque yo tengo la sensación de que las palabras
de los diputados de IU y Amaiur habrían pasado sin pena ni gloria, sin que
nadie las contestara ni les hiciera caso entre tantos discursos complacientes
sobre el papel del rey el 23-F o lo preparado que está Felipe.
La abdicación de Juan Carlos ha acelerado
las cosas porque, sin la excusa del juancarlismo, muchos (como PSOE o CiU)
tienen que destapar sus cartas. Hoy hemos asistido en España a lo que quizás
haya sido la primera discusión parlamentaria sobre la conveniencia de la
monarquía. Considero que esto es mucho más importante de lo que se está
haciendo ver, y pienso así por dos razones. En primer lugar, porque demuestra
que el debate público siempre se abre paso hacia las instituciones. No puedo
evitar que esto me recuerde a las elecciones municipales de 1931, que se
convirtieron, por acuerdo tácito de todos los actores políticos, en un plebiscito
sobre la continuidad del régimen.
La segunda razón tiene que ver con el
control del debate. Una de las facultades del poder, y no de las menos importantes,
es la de poder controlar de qué se habla: la capacidad de poner y quitar temas
del mantel es, qué duda cabe, vital. Y de repente esa capacidad parece haberse
visto superada. Pese a los intentos de lavado de cara y de construir
hagiografías del rey saliente y del entrante (resulta especialmente ridículo éste
de ABC), ya no se puede ocultar que la monarquía, como todas las instituciones,
está en el punto de mira de mucha gente. Los safaris del rey, las declaraciones
homófobas de la reina, las corruptelas del yerno, el baile judicial para lograr
imputar a la infanta… todo eso pasa factura, y la gente ya no se traga lo de la
sucesión ordenada.
La espontánea concentración del pasado
lunes 2 en las plazas de cincuenta ciudades españolas y la transformación de un
trámite parlamentario inocuo en un debate sobre monarquía o república son
ejemplos de esto que digo. El sistema se descompone y, antes de que logre
recomponerse, tenemos abierta una ventana de oportunidad para terminar de
echarlo abajo.
A ver si sabemos aprovecharla.
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