No
sorprende a nadie saber que José Ignacio Wert es el ministro más odiado de todo
el Gobierno de Rajoy. Se trata de la persona con peor nota en toda la historia del Barómetro del CIS (1,76 en la última medición, muy por debajo de los 2,54
que cosechó Solchaga en diciembre de 1992), alguien contestado por ciudadanía,
estudiantes, profesores y rectores. Y no es para menos: en el plan de
desmantelamiento del Estado del Bienestar que está llevando a cabo el Gobierno
a él le ha tocado la ingrata tarea de demoler el sistema de educación pública.
Declaraciones
incendiarias, leyes con ideas de bombero, Religión computable, apoyo a la
educación segregada… Wert ha estado muy ocupado para ponerse hasta ahora con el
sistema de becas. El Real Decreto de 2012 sólo implicó un cierto endurecimiento
de requisitos en lo sustantivo, aunque en lo procesal significó el retraso de
las resoluciones hasta anteayer. La reforma gorda viene ahora.
Quiero
destacar tres elementos de la reforma del sistema de becas que, si Dios no lo
remedia (y no creo que lo haga, dada su inexistencia), sufrirán los alumnos
universitarios el próximo curso:
1.-
Requisito de nota: una media de 6,5. En 2012 se subió la media mínima para
obtener una beca a 5,5; ahora se aumenta un punto. Si 5,5 era criticable, 6,5
es inasumible: es casi un Notable. ¿Por qué un estudiante que está demostrando
que se puede sacar la carrera aprobando las asignaturas con notas de 5 y 6 no
puede optar a beca? De hecho, para Máster la nota media es de 7: en Bolonia,
donde los másteres son necesarios para complementar la formación, esta
regulación implica vetar la entrada a los mismos a todo el que no haya sacado
la carrera con Notable, salvo que pueda pagárselo tras la subida brutal de
precios públicos del año pasado.
2.-
Requisito de aprobado: el 100% de créditos aprobados salvo en carreras técnicas,
que debe aprobarse el 85% (suponiendo cursos de 60 créditos y asignaturas de 6,
puede suspenderse una asignatura). Otra locura, ésta aún más grave. Pienso específicamente
en carreras sanitarias y científicas: ¿qué estudiante de Medicina, Veterinaria,
Ciencias Ambientales o Física, por bueno que sea, no se ha llevado nunca una
materia a segunda matrícula? Pero no sólo ellos: a cualquier persona en
cualquier carrera se le puede atragantar una asignatura. ¿Sólo por eso ya debe
quedarse sin beca?
3.-
Recortes en la cuantía: hasta ahora las becas se construían en torno a
diferentes componentes (salario, material, desplazamiento, rendimiento…) que se
concedían según las circunstancias personales del estudiante y sus umbrales de
renta. Además, si era necesario residir en otra Comunidad Autónoma había una
beca de movilidad con una cuantía bastante holgada. La cantidad final podía
llegar a los 6.000 € y rara vez bajaba de los 3.500 €. Ahora ya no será así. Hay
dos componentes básicos, uno ligado a la renta del estudiante y otro a su
residencia, ambos de 1.500 €. Además, hay una cuantía variable que no sólo
depende de la nota del estudiante sino también de la nota de los demás: el
mínimo es de 60 € y el máximo está determinado por el total de la partida
presupuestaria.
Este
sistema es, simple y llanamente, una locura. Sólo se entiende si se retuerce el
concepto de beca, que pasa de designar una ayuda para garantizar el derecho a
la educación a denotar una recompensa a los mejores. Un sistema de becas que
realmente responda a su función tiene que tener requisitos académicos mínimos,
destinados únicamente a dejar fuera a aquellos que no lo están aprovechando: cualquiera
con una nota media de Aprobado y que hubiera aprobado una mayoría cualificada
de créditos (por ejemplo el 75%) debería poder acceder a una beca.
¿Que
luego se quiere, además, abrir una segunda línea de ayudas que permita recompensar
a los que han sacado buenas notas? Me parece perfecto; de hecho, yo fui
beneficiario de las Becas de Excelencia de la Comunidad de Madrid y de las
Becas de Colaboración, que dependen ambas del expediente académico. Pero la
existencia de estos programas de ayudas no debe hacernos perder de vista que
son complementarios y paralelos del sistema general, que tiene que ir orientado
hacia un fin totalmente distinto: garantizar el derecho de todos a la educación.
De todos, no sólo de los que saquen la carrera con Notable y no se les
atragante nunca ninguna asignatura.
En
definitiva, la reforma de Wert va en la línea de la “excelencia”, palabra que
he llegado a aborrecer por lo que supone: concesiones de ayudas a los mejores
no como complemento del derecho de todos a la educación sino como sustituto de
éste. Por ello, no me extraña que algunos de los galardonados con el Premio de
Fin de Carrera de este año se hayan negado a darle la mano al ministro: de
haber ido yo igual le habría escupido a la cara.
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