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viernes, 24 de junio de 2016

El último moderado

Se nota que se acerca el final de la campaña electoral. Los partidos están echando el resto para arañar algún voto de última hora. En el PP le están viendo los colmillos al lobo: parece bastante claro que van a bajar en escaños, y es muy plausible que Unidos Podemos y las confluencias superen al PSOE. Si este histórico partido se hunde a la vez que Ciudadanos sigue ascendiendo nos enfrentaríamos a un escenario aterrador para el PP: una izquierda unida y una derecha dividida.

El PP, evidentemente, no puede hacer nada para frenar el ascenso de Unidos Podemos. El electorado de este partido no sale de los mismos caladeros donde pesca el PP. Así que en Génova se han marcado una estrategia mucho más plausible: quitarle votos a Ciudadanos. Para ello han desempolvado la vieja táctica del doberman, que tan bien le ha venido al PSOE en varios momentos de su historia: “no seremos tu opción preferida, pero si no optas por el voto útil vendrán los otros, que son justo lo opuesto a ti”.

En política las palabras son importantes. ¿Qué término han escogido en el PP para denominar a esos “otros” que no pueden gobernar bajo ningún concepto? “Extremistas radicales”. Y ¿bajo qué nombre agrupan a Ciudadanos y a su propio partido? “Moderados”. El eslogan llama precisamente a “no dividir el voto moderado” y lo pide con una amenaza muy real: que Pablo Iglesias llegue a la Moncloa. Están acojonados y eso es muy divertido.

Pero detengámonos un poco en los términos que han elegido en el PP para denominarse a sí mismos y a sus oponentes: “moderados” y “extremistas”, respectivamente. No son términos desconocidos en la política española. No es la primera vez que fuerzas políticas designadas con tal nombre (o con uno similar) combaten por el Gobierno. En el siglo XIX, durante todo el reinado de Isabel II (1833-1868), los moderados y los exaltados pelearon en elecciones, pasillos y campos de batalla por mandar en el país. El término “exaltados” es menos identificativo, porque rápidamente se sustituyó por “progresistas”, pero no sucede lo mismo con la otra palabra. Si en el siglo XXI te identificas como “moderado” estás reclamando, de alguna manera, la herencia de los moderados decimonónicos.

¿Y quiénes eran esos “moderados”, entonces? ¿De qué clase de personas está declarándose heredero el PP? ¿Qué características tenía ese partido? Vamos a verlo:

-     Conservador: los moderados eran conservadores. Políticamente creían en la soberanía compartida entre el rey y la nación, lo que quería decir que el Congreso de los Diputados se elegía por sufragio y el Senado por voluntad del rey. Por supuesto, ese sufragio no era universal, pero incluso en una época donde nadie defendía ni siquiera que votaran todos los hombres, los moderados planteaban unos criterios muy altos para acceder a este derecho.

-     Autoritario. En el siglo XIX español la política estaba dominada por los generales, y los moderados no iban a ser una excepción. Narváez, la cabeza visible de este partido durante casi toda su existencia, era general, y eso se notaba en la forma en que dirigía el país. Nadie tosía al gran hombre, que ordenaba fusilamientos y represión sin que le temblara la mano. Bajo su mando se redactó la Constitución de 1845 (cuya declaración de derechos remitía, para fijar el contenido concreto de los mismos, a lo que dijera una ley posterior) y se fundó la Guardia Civil.

-       Religioso. Los progresistas también lo eran, cierto, pero lo de los moderados era excesivo. De hecho, entre sus filas había tradicionalistas como el conde de Clonard, conocido por ser el presidente del Gobierno con el mandato más corto de la historia de España: le nombraron un día y dimitió al siguiente. Con los moderados se firmó también un concordato por el cual España, en disculpa por la desamortización, se obligaba a mantener a la Iglesia.

-       Capitalista. Los moderados eran librecambistas puros: nada de leyes que interfirieran en el sagrado mercado. Sus impuestos favoritos eran los indirectos, que gravan por igual a todo el mundo, es decir, que duelen más a los que menos tienen.

-       Anticonstitucional. Iba a poner “antidemocrático”, pero en aquella época la forma de gobierno no era democrática. A lo que me refiero es a que era incapaz de soltar el poder. Los moderados gobernaron en España desde diciembre de 1843 hasta julio de 1854, aunque entre ellos se ponían zancadillas. En 1854 una revolución armada les obligó a pasar a la oposición durante dos años. En 1856 volvieron a tomar el poder con la fuerza. Desde entonces se alternaron con la Unión Liberal, un partido de centro creado en la época: el objetivo era siempre excluir a los progresistas del poder.

¿Cómo hacían los moderados para mantenerse en el poder de forma permanente? Usaban cualquier truco que estuviera a su alcance, pero sobre todo empleaban la corrupción electoral. El moderado Posada Herrera tiene el honor de haber convertido en un arte el fraude en las elecciones: puso a los caciques locales a trabajar para su partido, de tal manera que en su despacho de Madrid se decidía quién salía diputado. Con decir que le llamaban “el gran elector”…



Es con estos prohombres con los que se identifica el PP cuando reclama el nombre de moderado. Por supuesto, no todos los miembros de este partido responden a estas cinco líneas ideológicas que he esbozado. Pero si hay uno que lo hace ése es Jorge Fernández Díaz, un hombre que podría decirle al general Narváez “aparta, que tú no sabes”.

Estamos en el siglo XXI. Ya no se puede defender el sufragio censitario ni manipular las elecciones de forma masiva. Pero se puede seguir siendo conservador, autoritario, religioso y capitalista. Y desde luego se pueden buscar otras formas de no soltar el poder. Últimamente hemos podido escuchar una conversación (por supuesto descontextualizadísima) donde el señor ministro de Interior manda buscar trapos sucios de miembros de la oposición. Él se compromete a darles forma legal y a iniciar investigaciones y procedimientos.

No es la primera vez que pasa algo así. Durante esta legislatura ha sido tónica común que aparecieran informes policiales contra Podemos, sin firma ni sello, que se filtraban a la prensa. Hay quien está hablando incluso de una “gestapillo”, un grupo de policías adictos al PP que fabricaban lo que hubiera que fabricar contra rivales políticos. Esto es lo más parecido a manipular una mayoría parlamentaria que se puede hacer en la España de 2016. Es ilegal, antidemocrático y ajeno a toda lealtad institucional. Pero sirve para desinflar a la oposición, es decir, para mantener al PP en el Gobierno.

Todavía no estamos en un momento adecuado para que el Gobierno derrotado en unas elecciones use al Ejército para mantenerse en el poder, así que podemos hacernos la pregunta: ¿le va a pasar factura al PP el empleo de las cloacas del Estado con objetivos electorales? Yo creo que a nivel de votos no. El que va a votar al PP después de demostrarse que está corrupto hasta la médula no va a dejar de hacerlo porque se destape más podredumbre. Si a 20 de junio tu voto iba a ir al PP es que ya te da igual ocho que ochenta. Pero puede servir, aún más, para aislar este partido de cara a los pactos posteriores. Sobre todo si lo sumas a la propia campaña de “no dividir el voto moderado”, que ataca directamente a Ciudadanos.

Sí, el PP está cada vez más solo. No creo que a Rajoy eso le importe mucho. El presidente del Gobierno, igual que lo hizo en su momento Narváez, se ha identificado con el Estado. Aunque todo se vaya a la mierda, nada se hará sin que él lo mande. Puede que surja la oposición, que haya manifestaciones en las calles, que reciba varapalos judiciales o que la economía se siga hundiendo. Da igual. Siempre quedará la maquinaria de mierda dirigida por su leal amigo Jorge Fernández Díaz, el Posada Herrera del siglo XXI, el hombre que encarna como nadie los valores que gobernaron España durante los años de Narváez. El último moderado.







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