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jueves, 9 de octubre de 2014

El ébola y la responsabilidad de las instituciones

De la campaña de criminalización de la auxiliar de enfermería enferma de ébola se puede decir una cosa: que no era inesperada. Era cuestión de tiempo saber qué iban a sacar para cargarle la responsabilidad de haberse infectado con la enfermedad. Al final la culpa viene de dos factores: que parece ser que se tocó la cara después de quitarse el traje aislante y que ocultó al médico de cabecera que había estado en contacto con un paciente de esta enfermedad. Al menos esta acusación es un poco más sólida que la que le hicieron al conductor del Talgo que descarriló el año pasado en Santiago de Compostela, basada en una captura de pantalla de su Facebook, pero la tónica general es la misma: la culpa la tiene siempre el trabajador. Toda la estructura organizativa que tiene por encima y que generó las condiciones propicias para que se produjera el desastre es inocente.

Por suerte, el Derecho no piensa igual. El artículo 316 del Código Penal castiga a “los que, con infracción de las normas de prevención de riesgos laborales y estando legalmente obligados, no faciliten los medios necesarios para que los trabajadores desempeñen su actividad con las medidas de seguridad e higiene adecuadas” siempre que se ponga en peligro grave su salud o su vida. El precepto siguiente castiga el mismo delito cuando es cometido por imprudencia. Y no olvidemos que si tú generas una situación de riesgo y como resultado muere alguien tú eres culpable de homicidio.

¿Alguien va a negar que en este caso no se cumplieron los estándares de seguridad e higiene en el trabajo? Todo en la gestión de la crisis del ébola nos habla de descoordinación, improvisación y chapuza. Se ha hablado de trajes inapropiados, de personal movilizado a toda leche, de formaciones de 20 minutos, de protocolos repartidos con meses de retraso y de otra serie de cosas que dan vergüenza ajena. Hemos visto fotos descorazonadoras, de puertas clausuradas con simple precinto y de gente cambiándose en la acera frente al hospital. La negligencia es obvia para cualquiera que tenga ojos en la cara.

Tampoco podemos olvidar que Teresa es una auxiliar de enfermería, es decir, una persona cuyo trabajo no es principalmente sanitario. No tiene por qué tener conocimientos avanzados en materia de medicina ni saber qué hacer con alguien infectado con una enfermedad de las características del ébola. No es alguien experto en el tema: es alguien que necesitaba una formación específica que no se le dio. En esas circunstancias, ponerla a cuidar enfermos de ébola era una receta para el desastre. Así que sí, las responsabilidades, incluso las jurídicas, pueden elevarse varios niveles por encima de ella. Que sí, que se tocó la cara (o eso dicen, en realidad no hay pruebas): ¿tan raro es que después de quitarse la máscara hiciera un movimiento mecánico para limpiarse el sudor o cualquier otra cosa?

En cuanto a lo otro, recordemos que lo de que le ocultó a su médico que había tratado al segundo sacerdote con ébola es sólo una insinuación que ha lanzado el consejero de Sanidad madrileño. Por supuesto de forma oblicua, siempre hablando de probabilidades e incluso diciendo que no se puede demostrar que mintiera… lo suficiente para enmierdar a la enferma mientras se cubre las espaldas, vamos. Pero venga, seamos generosos: admitamos que Teresa mintió. Mal por ella, pero ¿me quiere alguien explicar por qué a esa persona no se le hizo un seguimiento en condiciones? Es más, ¿por qué se le permitió irse de vacaciones? Igual si tenemos un protocolo que permite que un posible paciente de ébola ande por el territorio nacional sin supervisión deberíamos cambiar el protocolo en vez de fijarnos en el paciente, ¿no?

En fin. Esto ha sido un escándalo mayúsculo y creo que aún queda mierda por salir. El burdo intento de criminalizar a la víctima de una gestión nefasta es evidente, y aun así habrá quien se lo trague. En otro país la ministra ya habría anunciado su dimisión y probablemente el propio presidente del Gobierno vería moverse su silla. Han traído el ébola a España: ¿es o no es para largarse a su casa? Pero aquí ya sabemos que no dimite nadie salvo que no le quieran ni en su partido. Me temo que el escándalo del ébola tampoco va a hundir al Gobierno.

           

6 comentarios:

  1. Aún no he dado riesgos biológicos, pero desde luego te puedo asegurar, que desde los mismos principios de la acción preventiva, todo esto ha sido un desastre tras otro.
    Y no, esa mujer no tiene culpa de nada. Y una cosa más: cuando se investiga un accidente de trabajo grave, se buscan las causas del mismo, no culpables, porque lo que interesa es que no vuelva a ocurrir y mejorar la seguridad en el trabajo si hubo algún fallo. Los responsables de esto deberían pagar por su incompetencia con algo más que simples dimisiones que encima me temo que no veremos.

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    1. Desastre tras desastre, cagada tras cagada, improvisación tras improvisación... Y no, aquí no va a dimitir nadie y me sorprenderá ver a algún responsable ante un tribunal.

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  2. Que facil es cargar la culpa sobre el más débil, la persona que está enferma porque cumplió con su trabajo y no se negó a atender a un paciente, incluso cuando las condiciones tanto materiales como las instalaciones tras desmontar el Hospital Carlos III, que era el centro de referencia Nacional en Enfermedades Infecciosas, obviamente (y así fué denunciado por los profesionales de la sanidad) no cumplia ya con los requisitos de nivel 4 necesarios con este tipo de virus. ( ahora es un nivel 3 siendo generoso)
    se deben exigir responsabilidades politicas, a los que tomarón la decisión de importar un virus, y por tanto un problema de salud pública a un pais donde no lo había, máxime cuando los profesionales sabíamos que la posibilidad de supervivencia de los afectados era practicamente nula. fué una decisión politica y no sanitaria.
    Segundo, se improvisa sobre la marcha, "montando" el hospital, los protocolos, y con personal no preparado, la realidad es importaron pacientes con un virus que no estabamos preparados para atender, ni en lo material ni en personal suficientemente entrenado.
    y por último y para rematar la cagada, no se controla y se realiza un estricto seguimiento del personal que atendió a los infectados por el virus.
    Pero todo esto da igual, la culpa es de la pobre auxiliar, que en algún momento y sin darse probablemente cuenta, entro en contacto con alguna parte externa del equipo que tenia puesto (por mucho que el "lucido" consejero de sanidad diga que para ponerse y quitarse un no hace falta un master, que les cuente eso a los del CDC de Atlanta, para que se terminen de descojonar de la marca España).
    en fin, que tras analizar todas las actuaciones, su nivel moral y de inteligencia, les alcanza para concluir que la culpa es de ella, que en medio de la fiebre reconoce que pudo tocarse la cara con un guante, y ademas en su maldad no comunico a su médico que habia atendido a un paciente con ébola ( sus llamadas a salud laboral tampoco cuentan oiga).
    Espero que nuestra moral y nuestra inteligencia nos lleven a otras conclusiones.

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    1. No es tanto un tema de inteligencia como de moral. La misma moral que les ha llevado a cargarse el sistema les lleva ahora a echar balones fuera y a culpabilizar a la víctima. Y van a seguir así como no se lo impidamos.

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  3. La verdad es que traerla a Madrid es una subnormalidad, por muy del Opus que sea la ministra y mucho que le quiera hacer la bola al Vaticano, si quiere sacrificarse que se sacrifique ella.

    Se lo podían haber llevado a Perejil, si tantas ganas tenían de traerlo

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    1. Traer a Madrid a los dos sacerdotes fue una locura. Con lo fácil que hubiera sido mandar un hospital de campaña...

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