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lunes, 9 de diciembre de 2013

Imagínate: una coda

El otro día publiqué un post sobre privilegio económico, que era simplemente la adaptación de la canción de Leo Masliah “Imaginate m’hijo”. Es un texto que me fue difícil redactar y publicar: nadie que no haya estado en esa situación que eufemísticamente se llama “bajo el umbral de la pobreza” puede entenderlo con facilidad. Es un estadio mental de miedo, angustia, preocupación y vergüenza muy difícil de comunicar.

Pero ¿qué es el privilegio económico? Pensé en hacer una definición sucinta para el anterior post, pero empecé a pensar y el asunto tiene más miga de la que parece. Uno al principio piensa que la distinción entre privilegiados y no privilegiados se corresponde con la brecha básica de la sociedad de clases: la diferencia entre los que tienen y los que no tienen medios de producción. Privilegiados serían los empresarios; no privilegiados, los trabajadores. Fácil, sencillo y para toda la familia.

El problema es que esta distinción me parece excesivamente formalista. Uno puede empezar a hacerse preguntas. ¿Emilio Botín es un privilegiado? Sí, claramente. ¿Y el tío que monta una pequeña empresa y no sabe si va a poder sacarla adelante o se va a hundir y éste era su último cartucho porque tiene 50 años y no va a encontrar trabajo? Igual ya no tanto. Sin embargo, ambos son propietarios de medios de producción. En el otro sentido, un camarero o un teleoperador, ¿son privilegiados? Claramente no. Pero un catedrático universitario o el abogado senior de una gran empresa igual sí lo son, y también son trabajadores con su nómina y sus derechos laborales.

¿Entonces? ¿Qué es el privilegio económico? Creo que se puede definir, de forma tentativa, como la posesión de un medio de vida estable que permita cubrir las necesidades vitales y deje aún cierto remanente. El pequeño empresario que va a tener que cerrar a los dos días y no sabe qué hacer después no tiene privilegio alguno; el abogado senior de una gran empresa que sabe que no va a ser despedido y gana millonadas, sí lo tiene.

Puede que te estés preguntando si eres un privilegiado económico. Si te estás haciendo esta pregunta te respondo: sí, lo eres. Si no te has ido a dormir nunca con angustia por no saber de dónde sacar dinero, si no has andado kilómetros para ahorrarte unos euros de transporte público, si no apuras la ropa hasta que se te cae a pedazos, si no comparas precios de supermercados, si no has sentido nunca vergüenza ante invitaciones y regalos desinteresados, si no sabes lo que es la apatía ante el desastre inminente, si sabes que a principios del mes que viene tendrás disponible una cantidad fija de dinero que puedes prever… tienes un privilegio.

No eres ni mejor ni peor que las personas que no lo tienen: simplemente, te han tocado mejores cartas. Puede que pienses que no es un privilegio, que te lo has ganado duro estudiando, haciendo tu trabajo, trepando, montando tu empresa, arriesgándote. No lo niego, pero te pregunto: ¿de dónde partiste? ¿Partiste de una casa donde entraba un sueldo mensual, donde nunca se puso en duda que podrías estudiar, donde se te dio un capital cultural, donde siempre tenías un colchón para rebotar si caías? Si es así, siempre has sido privilegiado: tu esfuerzo, tu constancia y tu trabajo duro te han permitido mejorar tu posición dentro del privilegio, no te han sacado de una posición subordinada. Si no, felicidades: eres uno de los escasos casos de ascenso social.

Yo, sobra decirlo, no soy un privilegiado económico. Lo fui durante un tiempo: en mi casa entró durante años un sueldo de forma más o menos regular. Eso fue lo que me permitió estudiar en la Universidad y no ponerme a trabajar a los 16. Pero ya no es así, y hace años que tengo, con mayor o menor intensidad, la sensación opresiva que vengo describiendo, la de no tener red de seguridad.


El económico es, quizá, el único privilegio que me falta: soy hombre, heterosexual, cis, blanco, nacional, sin discapacidades, con educación superior… Soy el tipo de persona a quien se dirigen los anuncios. Salvo por el hecho de que no tengo dinero para comprar lo que ofrecen. Creo que la ausencia de este privilegio es en cierto sentido útil, porque me permite comprender la ausencia de otros privilegios. Utilizar la falta de un privilegio para empatizar con alguien a quien le falta otro es muy peligroso, porque corres el riesgo de proyectar tus propios problemas. Sin embargo, creo que puede ser útil y ayudar a crear vínculos de solidaridad: las opresiones son distintas, sí, pero la sensación en el estómago es la misma. 

12 comentarios:

  1. De toda esa amalgama de estados que mencionas, creo que la vergüenza es el más difícil de comunicar: está siempre presente, y golpea con fuerza desde las cosas más insignificantes (tu abrigo viejo, alguien te pregunta por las vacaciones, te proponen ir a cenar...). Enhorabuena por esta coda (y, especialmente, por el párrafo final)

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    1. Yo suelo encontrar más difícil comunicar la apatía. Cuando lo intentas estás avergonzado (o te están avergonzando) porque "claro que estás así, tienes que moverte, buscar trabajo, hacer algo". Es difícil comunicar lo cuesta arriba que se te hace todo, y las ganas que tienes de tumbarte...

      Por supuesto (y por suerte, creo) está mucho menos presente que la vergüenza que, como dices, aparece cada vez que te miras al espejo.

      Gracias a ti por tu comentario.

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  2. Efectivamente, me estaba preguntando si soy una privilegiada. Me he identificado con todos los puntos del párrafo-test, excepto el último. Creo que eso es lo más angustiante: cuando me emancipé ganaba dinero de mil cosas, pero una cantidad variable entre 300 y 800€ al mes, y la angustia de la falta de previsión es lo que más recuerdo.

    De todos modos, y sin ser en absoluto para decirte cómo deberías sentirte tú, yo me siento una privilegiada de por vida. Por haber nacido en ese entorno privilegiado que me permitió estudiar, desarrollarme y, en definitiva, elegir, creo que mi punto de partida ya está por encima de los que nacen sin el privilegio.

    Felicidades también por el último párrafo. Ojalá todos los privilegiados se dieran cuenta de su condición, y ojalá más fraternidad entre los que les falta un privilegio.

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    1. Entiendo bastante bien lo que dices. Lo cierto es que el privilegio económico (al contrario que otros como el de género) puede perderse, pero si ese privilegio deja un poso de educación, ésta puede usarse para salir del hoyo. De hecho, yo cifro todas mis expectativas de volver a tener unos ingresos estables en la educación que adquirí gracias a mi privilegio. Gracias a esa educación tengo más posibilidades de colocación que la gente de mi entorno. Así que, sí, entiendo perfectamente lo que dices... aunque en el momento actual me resulta difícil ver mi propio privilegio.

      Creo que la angustia de la falta de previsión es de lo más nuclear de la falta de privilegio, junto con la incapacidad para afrontar imprevistos. Ese ir siempre con la lengua fuera, pensando en dinero y compensando gastos con ingresos... que si ahorro, que si me saco unas perras extra, que espero que no se rompa la lavadora... :/

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  3. Una pregunta: ¿has pensado en montar tu propio bufete? Lo digo porque conozco casos de abogados que montan sus propios bufetes (con compañeros suyos de "socios") y no les va mal. Tal vez te pueda ser de ayuda.

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    1. Claro que lo he pensado, pero me disuaden varias cosas. La primera, que yo no quiero ser abogado: lo seré si es necesario, pero mis intereses profesionales van por otro camino. La segunda, que ya estoy montando otra cosa mientras desarrollo mi balbuceante carrera en el mundo jurídico, algo más relacionado con mis intereses frikis que con mis estudios: una cooperativa de videojuegos. La tercera es que la litigiosidad se ha reducido: no es sólo por las tasas (yo me dedicaría a Penal, donde no hay), sino que la gente se lo piensa muy mucho antes de meterse en juicios.

      Pero gracias de todas formas ;)

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  4. Gracias por hacerme ver que soy un privilegiado y que según parece no me va a durar mucho

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  5. Pues mire, caballero, en algunas cosas estoy de acuerdo, en otras no. Veamos:
    - En lo que no estoy de acuerdo es en la definición de privilegio. Quizás es cargar demasiado las tintas y meternos en terrenos pantanosos, pero me parece que una buena acepción de ese privilegio debería incluir que resulta de la injusticia. Que alguien tenga un trabajo con el que pueda vivir sin tener que sobrevivir, sin tener que pasar por todo eso que comenta, lo que tiene es lo que debería tener todo el mundo, o al menos lo que todo el mundo tendría que poder tener. La injusticia surge cuando tenemos gente no sólo que tiene que hacer grandes esfuerzos para salir adelante, sino que además hay quien no sólo no tiene ningún problema, sino que puede comprarse otro yate. Es decir, el privilegio y la injusticia que generan surgen por comparación, y me niego a pensar que alguien que se gana honradamente su sueldo y vive sin problemas económicos gracias a ello sea un privilegiado. Debería ser algo normal, no algo excepcional que nos haga pensar que tiene un privilegio. Me huele a cuerno quemado y requemado. Me huele a que a toda la chusma liberal que nos gobierna les ha costado mucho hacernos creer que un sueldo de 2000 euros al mes y estabilidad es un privilegio. Y repito, me niego a creer que debamos llamar privilegio a eso. Al resto, no es que se les haya quitado un privilegio, es que se les ha privado de algo a lo que tenían derecho y les han dado el cambiazo con un sucedaneo para que vayan tirando como puedan. Es decir, según mi visión, tenemos gente privada, gente sin privaciones, y gente con privilegios. Es en esta última clase donde metería a todos esos que tienen mucho más que una situación desahogada.
    Por otro lado, he vivido y vivo todavía situaciones derivadas de tener muy poco. Mientras estudiaba, pude hacerlo en otra ciudad gracias a una beca de movilidad, pero era todo lo que tenía, y 3000 euros para todo un curso no daba para vivir como un Rajá precisamente. He caminado kilómetros por no poder pagar el autobús. He contado céntimos durante semanas para comprar en el Mercadona un par de packs de salchichas de marca blanca. He racionado la comida para que me durase y así gastar menos.... y eso durante los años que estuve estudiando. Ahora, sin trabajo y sin ninguna expectativa realista de conseguirlo, me veo obligado a vivir de nuevo en casa de mis padres, pero sigo sin ver donde están mis privilegios económicos (aparte, aunque a mi casa llegue un sueldo todos los meses, estamos hasta arriba de facturas y llegar al mes siguiente cuesta lo que no está escrito). Llevo casi un año sin tener un solo duro para mi y sí, siento mucha vergüenza cuando me invitan o me ofrecen algo, porque cuando digo que no tengo ni un maldito duro, pienso que piensan que es una excusa o que soy un tacaño o un agarrado. Y sí, tal vez es incluso peor la apatía, ese "no quiero hacer esto porque ¿de qué me va a servir?" ese desánimo y esa desgana brutal que te inundan cuando ves que te tienen el paso cortado por todos los lados.
    En fin, buen post, como siempre.

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    1. Interesante lo que dices. Desde la perspectiva interseccional la idea de privilegio se define, de forma muy sucinta, como toda ventaja que no te has ganado, que te viene con el nacimiento. Por tanto, desde el momento en que indica una ventaja inmerecida, incluye la idea de injusticia.

      El privilegio no está en tener un trabajo que dé una vida digna, por supuesto. Nunca me permitiría considerar eso un privilegio. El privilegio es nacer en una clase social (de la llamada "clase media", sea lo que sea, para arriba) donde puedes acceder con facilidad a trabajos de ese tipo. Sí, todo el mundo debería tener esos trabajos, pero de hecho no es así, y por tanto los que están en la clase social desde la que se puede acceder a ellos están privilegiados respecto de los demás, pues no se lo han ganado. En tiempos de bonanza más o menos todo el mundo tenía un trabajo de este tipo: el que había estudiado trabajaba de lo suyo; el que no, de obrero en un país que se movía por la construcción. Por supuesto eso no es más que una burda generalización, pero en general todo el mundo llegaba a fin de mes con cierta holgura, sin grandes dispendios pero con dignidad. Ahora ya no es así, y mucha gente se está viendo en la mierda.

      Yo veo un claro corte entre los que pueden acceder a trabajos dignos y los que no. Por supuesto, las comparaciones entre la humilde clase media-baja y los residentes en barrios tan selectos que consideran La Moraleja patio de proletarios son odiosas, pero entre ambos grupos hay un continuum de riqueza creciente. No hay un corte. Si el privilegio no está entre los que pueden acceder a trabajos dignos y los que no, ¿dónde lo situamos? ¿En una cantidad arbitraria de euros mensuales ingresados? No me convence, la verdad.

      Por otra parte, me alegro (supongo, ay) de haber sabido captar tu estado de ánimo. El post no se ha movido mucho, pero bastante gente me lo ha agradecido por Twitter. Uno se siente muy fracasado cuando carece de privilegio, pero creo que puede ayudar el saber que no estamos solos: al contrario, somos muchos.

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  6. Respuestas
    1. A ti por tus comentarios :) Y tu nick definitivamente me gusta.

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