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jueves, 25 de noviembre de 2021

NFT, original y copia

No he querido comentar hasta ahora nada relativo a los NFT y las criptomonedas porque, sinceramente, el tema me causa hartazgo. Pero lo de los youtubers estafando a chavales con timos piramidales digitales empieza a sobrepasarme, así que allá vamos: analizaremos un poco qué son los NFT, cómo funcionan y qué estás comprando cuando compras uno. 

Empecemos por la base. ¿Qué es blockchain? Blockchain es una tecnología que, gracias a procesos criptográficos complejos, permite generar certificados seguros. Se lo suele comparar con una especie de «libro de cuentas» o de «registro», solo que está descentralizado: todos los ordenadores que participan en la red tienen toda la información. Eso impide que nadie pueda romperlo. Si alguien intenta colocar una falsificación, el resto de ordenadores de la red la detectan y la rechazan. Por supuesto, esta explicación es en teoría.

¿Y qué se puede registrar en este «libro de cuentas»? Lo que se quiera. Uno de sus primeros usos ha sido la creación de monedas virtuales, como Bitcoin o Ethereum. Si tenemos una serie de «objetos virtuales» que solo se pueden obtener por intercambio o por resolución de acertijos criptográficos (el famoso «minado»), nada impide tratar esos objetos como una moneda e intercambiarlos por bienes y servicios si es que alguien nos la acepta.

El dinero es fungible. Un bien fungible es el que tiene estas dos características:

  • Se consume cuando lo usas de acuerdo a su naturaleza. Puede tratarse de un consumo literal, como en el caso de la comida (cuando te la comes ya no existe), o figurado, como en el caso del dinero (cuando lo usas se lo das a otra persona, de forma que no puedes volver a usarlo).
  • Lo que importa del bien es su número o medida, y, por ello, cualquier ejemplar del bien puede ser sustituido por otro del mismo género. Eso quiere decir que un billete de 50 € puede ser sustituido por cualquier otro billete de 50 € o por 50 monedas de 1 €, porque lo que nos importa es su valor.

 

Sin embargo, y aquí llegamos a la cuestión, con blockchain también se pueden hacer bienes no fungibles, como los NFT, acrónimo que, literalmente, significa «Non Fungible Token». Un bien no fungible es aquel que nos importa no por su género, sino por su individualidad, de tal manera que uno no puede ser sustituido por otro. Además, no se agota al usarse. Una obra de arte es el ejemplo típico de bien no fungible. Los NFT lo que hacen es usar la tecnología blockchain para lo contrario que las criptomonedas: individualizar un archivo (una foto, un vídeo, un audio), de tal manera que pueda distinguirse del resto de versiones idénticas de ese archivo que pululan por Internet.

Los NFT tienen, según sus defensores, un montón de aplicaciones interesantes. Sin embargo, la que parece estar triunfando es la de asociarlos a imágenes (que a veces no son ni siquiera producto de un artista humano, sino de una IA) para crear «originales» que vender en un mercado que ahora está en alza. Y aquí tenemos que dar un paso atrás y preguntarnos qué es ser «original» en el arte y por qué eso tiene valor.

En nuestra cultura, le damos valor al arte original. El arte original es algo creado directamente por un artista. Definir a su vez lo que es un artista puede ser complicado, pero podríamos decir que es alguien que, debido a la suma de sensibilidad y técnica, alcanza un grado de desempeño superior al de la persona media en una disciplina artística concreta. Se trata de una definición amplia, que abarca desde Van Gogh hasta el ilustrador al que le encargas una lámina por Internet.

El arte original tiene valor, precisamente porque lo ha creado esa persona cuyas capacidades apreciamos. Las imitaciones o copias no tienen valor. La ronda de noche de Rembrandt tiene valor porque la pintó Rembrandt. Una copia de la misma hecha por un estudiante no tiene más valor que el de imitar el original, y una fotocopia solo puede venderse como recuerdo en un museo (1). Una grabación inédita de Los Beatles tocando Lucy In The Sky With Diamonds puede valer millones; una grabación inédita de la orquesta de mi pueblo tocando esa misma canción es algo que tiramos al contenedor sin despeinarnos. Y todo así.

Esta originalidad del arte tiene consecuencias en más aspectos aparte del precio. Por ejemplo, si solo hay un ejemplar original, solo una persona puede poseer dicho original. Si el autor lo vende, ya no lo tiene. Si ese segundo poseedor expone o vende el original sin permiso del artista, este puede proceder contra él. Si alguien destruye el original, tendrá que pagar una indemnización a quien proceda, pero el hecho será que la obra de arte ya no existirá y solo quedarán sus reproducciones. Y así sucesivamente.

El arte digital sigue unas reglas un poquito diferentes. La razón es que es infinitamente copiable. Cuando yo le encargo una ilustración digital a un artista (por ejemplo, un avatar para mi canal de YouTube), lo que produce dicho artista es una matriz de unos y ceros codificada por medio de un algoritmo. Dicho artista me la envía a mí, pero, a su vez, la mantiene guardada en su propio ordenador. Tanto él como yo podemos copiarla infinitamente y distribuir dichas copias por donde queramos. Esas copias son todas iguales, literalmente iguales: son la misma matriz de unos y ceros que produjo la mano del artista a través de su tableta de dibujo.

Entonces, ¿cuál es el original? ¿El archivo que conserva el artista en su ordenador? ¿El que me envía a mí? ¿Todos? ¿Ninguno? La pregunta importa. Por ejemplo, si se me funde el ordenador y pierdo todo lo que tenía guardado, me interesa que todas las copias sean «el original», porque le puedo pedir al artista que me lo reenvíe o incluso volver a descargármelo desde mi correo electrónico o aplicación de mensajería. Pero si lo que quiero es exponer la obra sin pedirle autorización al artista, me interesa que solo sea «el original» aquel archivo que produjo él en un primer momento: no, señor artista, yo no estoy vulnerando sus derechos de autor, estoy exponiendo solo una copia.

Los NFT se supone que solucionan ese problema, puesto que asocian a cada archivo un código único (no fungible) que permite la trazabilidad del archivo. El «original» sería el archivo que tiene el NFT y las «copias» todos los demás. Todo lo que hemos dicho más arriba sobre las obras físicas originales (precio, transmisión, destrucción) sería aplicable a la obra distinguida con un NFT, mientras que las demás serían simples copias sin valor, puesto que copiar un archivo digital es gratuito y sencillo.

Lo malo es que esto no funciona en la realidad. Y no funciona porque, para empezar, yo no tengo que ser el autor de la obra para crear un NFT sobre la misma. Yo ahora mismo puedo bajarme una imagen de Internet y pagar para que le asocien un NFT. ¿Ha pasado a ser el original? No parece. Más aún: cualquiera puede asociar los NFT que quiera a infinitas copias idénticas de la misma obra. ¿Cuál de todas ellas es la original? Estamos exactamente ante el mismo problema.

La distinción entre arte original y copia no es arbitraria. Como hemos dicho antes, en nuestra cultura nos importa distinguirlos porque asociamos al original un valor que no tiene la copia: un trabajo, una técnica, un conocimiento, una sensibilidad, etc. Si resulta que ahora tenemos medios tecnológicos que permiten hacer infinitas copias idénticas de la misma obra, la solución no puede inventarse originales allí donde no los hay. La distinción entre original y copia no puede quedar al albur de que un señor aleatorio de Internet haya decidido certificar que «su» copia de una imagen digital es la buena.

Vamos a ir concluyendo. Yo estoy seguro de que los NFT tendrán aplicaciones interesantes, pero impresiona que todo lo que se les ocurra a sus defensores sean cosas que ya están resueltas. Que aquí lees a ciertas personas hablando de NFT como si yo no llevara años firmando documentos digitalmente con un certificado electrónico emitido por el Estado español. «Es que así te tienes que fiar del Estado». Bueno, es que prefiero fiarme del Estado que de una web dudosa que en realidad lo que me vende es el enlace a un servidor externo donde está alojado el archivo que he certificado con NFT. Que la certificación será muy fiable, pero si se cae el servidor he perdido mi archivo.

Sucede lo mismo con toda esa cháchara sobre cercanía entre artista y comprador que ha puesto de moda cierto youtuber sin escrúpulos: el artista y su público ya están cercanos. Vivo en un mundo donde puedo elegir entre cientos de artistas digitales, contactar con ellos de forma directa, pedirles un encargo tan personalizado como me dé la gana y pagarles por una enorme variedad de medios. ¡Incluso con Bitcoin si me las aceptan! ¿Qué añaden a esto los NFT? Nada en absoluto.

La aplicación de los NFT al mundo del arte se nos vende como novedosa, pero, en realidad, obedece a una mentalidad viejuna: trata de aplicar la lógica del arte físico, en el que hay una separación nítida entre original y copia, a un contexto, el arte digital, donde esa distinción no tiene sentido. El arte digital tiene que funcionar de manera distinta porque la tecnología obliga a ello. Así sucede que, cuando uno explica los NFT, obtiene miradas de incomprensión: no puede ser una tontería tan gorda.

El problema, claro está, es que no es una tontería. El sinsentido en el que se basa todo este movimiento no puede obedecer a la simple estupidez. Es una burbuja, una dinámica tan común en el mundo del arte que no nos causaría sorpresa si no estuviera dirigida a estafar a niños. Como tal burbuja, se seguirá hinchando mientras entre gente que pague con su dinero los beneficios de quienes ya están dentro. Cuando se acaben los interesados, reventará y dejará damnificados.

Y yo solo espero que, en ese momento, todos los youtubers, influencers y demás calaña que se están hinchando a ganar dinero a costa de sus fans menores de edad, pierdan hasta la camisa y se vean obligados a hacer, por primera vez, un trabajo digno.

 

 

(1) Por rizar el rizo: varias versiones del mismo cuadro realizadas por el mismo artista (como El grito de Munch) tienen valor por ser producciones de ese mismo artista.

 

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4 comentarios:

  1. Muy buen artículo. Pensaba que entrarías más en la validez legal o no que puedan tener estos tokens, pero esta otra aproximación también me ha gustado.

    Aun así, tengo algunas matizaciones que me gustaría realizar:

    - El segundo párrafo (que trata sobre el funcionamiento y seguridad de la tecnología blockchain) lo terminas diciendo "Por supuesto, esta explicación es en teoría". No sé qué quieres indicar con esto. ¿Quieres decir que esa es la teoría pero que no todas las blockchain funcionan así?¿O que la teoría dice que es seguro e infalsificable pero en realidad no lo es?

    En ambos casos, me temo que discrepo. La tecnología blockchain tiene muchos inconvenientes y problemas, pero la seguridad no es uno de ellos. Mientras el método de cifrado que usamos en todas nuestras comunicaciones siga siendo seguro, esta tecnología también lo será. Y así lo asegura la teoría. Además, todos los blockchain actuales siguen esta teoría a pesar de ser entre ellas diferentes.

    - Más adelante dices: "Los NFT lo que hacen es usar la tecnología blockchain para lo contrario que las criptomonedas: individualizar un archivo (una foto, un vídeo, un audio), de tal manera que pueda distinguirse del resto de versiones idénticas de ese archivo que pululan por Internet".

    Aunque coincido con esa descripción, creo que hay una manera mejor de describirlo: los NFT son títulos de propiedad que relacionan un conjunto de datos con una firma digital. Esto permite que el propietario de dicha firma pueda demostrar que el conjunto de datos señalado es de su propiedad. Este conjunto de datos puede ser una imagen, un archivo multimedia o, qué se yo, los papeles de una vivienda.

    - Por último, me gustaría señalar lo que considero más importante. Dices "Bueno, es que prefiero fiarme del Estado que de una web dudosa que en realidad lo que me vende es el enlace a un servidor externo donde está alojado el archivo que he certificado con NFT. Que la certificación será muy fiable, pero si se cae el servidor he perdido mi archivo.".

    Precisamente, las redes basadas en blockchain están diseñadas para no estar almacenadas en un servidor. Todos los nodos que forman la red son ese "servidor" y tendría que caerse la red completa para que esta dejara de estar de servicio.

    Me creo que haya acuñadores de NFT que, en realidad lo que acuñen sea una url y que la imagen la almacenen en su servidor. Del mismo modo que hay enormes estafas piramidales montadas usando esta tecnología. Pero no es cierto que los propietarios de NFTs se puedan quedar sin su título de propiedad si se cae la "web dudosa".

    No niego que pueda ser un debate muy interesante el discutir si es mejor que una tecnología como esta esté centralizada o no. Siempre ha existido el debate de si es mejor confiar tu seguridad a una única entidad o al conjunto de personas a las que les afecta. Pero no se puede negar que las redes descentralizadas evitan el inconveniente de no poder acceder a un recurso porque el sevidor esté caído.

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    1. ¡Hola!

      Vamos a ello. Veamos:

      - El "en teoría" es porque no me fío de que nada informático sea inhackeable. No soy ningún experto, pero tengo entendido que si una misma entidad controla la mayoría de nodos puede manipular la red un poco a su voluntad.

      - No se puede definir un NFT como un título de propiedad. La propiedad sobre las cosas se adquiere por alguno de los medios admitidos en derecho, y el NFT, al menos bajo el derecho español, no es uno de esos medios. Un título de propiedad no es más que un documento que justifica la propiedad de una persona sobre un objeto determinado, y un NFT no hace eso, ya que yo se lo puedo asociar a cualquier archivo, aunque lo haya obtenido ilegalmente (por poner un ejemplo extremo, robándolo de un servidor que he hackeado).

      - Lo que yo quería decir, igual estoy equivocado, es que el NFT no es algo que se "adose" al archivo a certificar, sino que ese archivo queda almacenado en un servidor y lo que circula es el token, que tiene una URL que lleva a dicho servidor. El NFT es seguro, en el sentido de que aunque caigan varios de los ordenadores de la red, los demás mantienen la integridad del "libro de cuentas", pero si ese libro de cuentas lo que recoge son URLs que redirigen a servidores externos, toda la información se pierde si se cae dicho servidor. Es decir, el token sigue figurando en el "libro", pero ya no lleva a nada.

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  2. Mi resumen sobre todas las presuntas cosas positivas de NFTs y criptomonedas creo que es "mi confianza en el Estado tiende a cero y mi confianza en cosas privadas rebasa ampliamente el menos infinito".

    Gran entrada, me encanta haber entendido el delirio que hay últimamente con los NFT. Efectivamente es más ridículo de lo que ya sospechaba. ¡Los techbros liberales nunca dejan de sorprenderme!

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