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domingo, 26 de mayo de 2019

No al voto electrónico


Hoy hay elecciones. Elecciones locales, autonómicas y europeas. Y los resultados provisionales –es decir, aquellos que da la Administración la propia noche electoral– van a tardar en salir: primero hay que contar las urnas de las europeas (aunque no se podrá decir nada hasta que cierre Italia sus colegios electorales, a las 23:00), luego las municipales y luego las autonómicas, que según el Gobierno no acabarán de escrutarse hasta las 2 de la madrugada con suerte. De hecho, en Canarias, donde votan en la friolera de cinco urnas (tienen elecciones al Cabildo Insular, y las elecciones autonómicas van en dos listas separadas) a saber cuándo terminan.

Seguro que, ante ese retraso intolerable, mañana se alzan voces exigiendo que se implanten sistemas de voto electrónico, que tengan los resultados al momento, que permitan votar desde casa y todo lo demás. El runrún del voto electrónico viene siendo una constante en todas nuestras elecciones desde hace algunos lustros. Y sin embargo, yo no estoy nada de acuerdo. Creo que el sistema que tenemos ahora es bastante correcto, y que uno electrónico solo lo empeoraría.

¿Qué características le exigimos a un sistema de voto que vayamos a usar para algo tan importante como elegir representantes políticos? A mí se me ocurren cinco:

1.- Operado por personal neutral. Es importante que el personal que dirige el sistema sea neutral, es decir, que no tenga ningún interés en manipular el resultado. Claro, puede tener sus propias preferencias políticas, pero si ha sido seleccionado de una forma en que éstas no sean relevantes y si no tiene un jefe que le pueda ordenar que cometa ilegalidades, la neutralidad se fomenta.

El sistema actual está dirigido por dos órganos. El primero, la Mesa Electoral, está formado por ciudadanos seleccionados al azar y que durante un día son autoridad pública, es decir, no tienen a nadie por encima. Al contrario, tienen a su servicio a la Policía con el objeto de mantener el buen orden en el local electoral. El segundo, la Junta Electoral, está formado por jueces y magistrados (quizá los funcionarios más acostumbrados a ser independientes que hay: cada juez es rey de su Juzgado), también elegidos al azar, y por representantes de los partidos. Sin embargo, los jueces y magistrados siempre superan en número a los representantes de los partidos y tienen además la presidencia del órgano.

La Mesa y la Junta son, así, órganos razonablemente neutrales.

2.- Seguro. En realidad las otras características están también orientadas hacia la seguridad. Pero cuando hablo de “seguro” me refiero específicamente a las salvaguardas mecánicas que se toman para evitar que se falsee el voto. En el caso del sistema actual son muy curiosas. El momento más importante es el siguiente: aquel en que las actas que contienen los resultados de cada Mesa (que son provisionales) se envían a la Junta Electoral, que será la que, días después y sumando todas las Mesas, proclame los definitivos. Ahí las actas están varios días sin custodia especial y podrían ser alteradas. ¿Cómo se protegen?

En cada Mesa, el acta se extiende por triplicado, se mete en tres sobres distintos y los miembros de la Mesa firman en el cierre de los sobres, para que cualquier manipulación se detecte de manera inmediata. Luego esos tres sobres se envían por tres conductos distintos: el primer y el segundo sobre van al Juzgado local, de manera que el juez se queda con el segundo y entrega el primero en la Junta electoral; el tercer sobre se lo queda Correos. Así, con un sobre en poder de la Junta, otro en poder del Juzgado y otro en poder de Correos, disminuye la posibilidad de una alteración del acta.

3.- Auditable. Todo sistema electoral tiene que ser auditable, lo que significa que cualquier persona, y en especial las interesadas (partidos, candidatos, etc.) debe poder supervisarlo. El español lo es. En cuanto a las candidaturas, sabemos que existen las figuras de los apoderados y los interventores: el apoderado es un representante general, que tiene derecho a formular reclamaciones y a recibir certificaciones de la Administración; el interventor es un representante más concreto, que forma parte de una única Mesa con voz pero sin voto.

Además, todo ciudadano puede auditar el sistema. Desde que se abren los colegios hasta que se firma el acta y se envían los tres sobres, las puertas están abiertas: puedes ir a tu Mesa electoral, plantarte con un cuadernito y controlar tú mismo que todo va bien. Y cuando tres días después sea la sesión de la Junta Electoral para sumar todas las actas, también puede asistir cualquiera.

4. Comprensible. Un sistema electoral debe ser comprensible por cualquier persona que vaya a votar. Este principio básico ha provocado discusiones sobre cómo implementar algo así en países mayormente analfabetos. En España no hay ese problema, pero está claro que la gente debe entender el sistema, en primer lugar para poder auditarlo y, en segundo lugar (y de manera más genérica) para poder confiar en él y en sus resultados.

El mecanismo del sistema español no puede ser más simple: cuentas manualmente los votos de cada candidatura, los reflejas en un acta que se envía a una autoridad centralizada y los sumas provincia a provincia días después. La regla por la cual esos votos se transforman en escaños (la famosa fórmula D’Hondt) es un pelín más liosa, pero como esa fórmula no tendría por qué cambiar en un sistema de voto electrónico, no me centro en ella.

5.- Rápido. El tema de la rapidez es quizás el menos importante de los cinco. Sin embargo tiene también su relevancia, porque cuanto más tarde el sistema en dar un resultado definitivo más expuesto está a manipulaciones, reclamaciones interesadas y amaños de todo tipo. El sistema electoral español es bastante rápido: exceptuando casos como el de las elecciones que motivan este artículo, lo normal es que tengamos los resultados provisionales unas tres horas después de que se cierren los colegios, y que los resultados definitivos (que salen, ya digo, unos tres días después) nunca difieran demasiado de éstos.


En otras palabras, el sistema español actual es bueno. Cualquier modificación que pretenda hacerse debería garantizar, o bien que mejora cualquiera de las cinco características sin empeorar las demás, o bien que mejora sustancialmente una de ellas a cambio de un empeoramiento mínimo de alguna otra. No es el caso del voto electrónico. De hecho, el voto electrónico empeora sustancialmente cuatro características a cambio de mejorar de forma marginal solo una de ellas:E
  1. Elimina a los agentes neutrales. Voto electrónico significa software complejo, y software complejo significa jerarquías (de la Administración y empresariales), significa subcontratas, significa empleados mal pagados que cumplirán las órdenes que sea, significa múltiples palancas donde meter incentivos perversos, sean éstos el dinero o los intereses políticos.
  2. Reduce drásticamente la seguridad. El principio es bien sencillo: si es informático es hackeable. Punto.
  3. En cuanto a la auditabilidad y la comprensibilidad, características que van de la mano, aquí prácticamente desaparecen. En el sistema actual, basta con tener ojos y saber sumar para poder supervisar el sistema. Con el voto electrónico hay que tener acceso al código del programa y saber interpretar ese código, algo que no pueden hacer ni todos los interventores de los partidos ni mucho menos todos los ciudadanos. Para muchos votantes las elecciones se convertirían en la misma clase de magia tecnológica que anima sus móviles o sus ordenadores: meto aquí mi voto y tengo que confiar en que este aparato lo cuente correctamente. No queremos eso, gracias.
  4. Sí, este sistema mejora la rapidez. En vez de tener los resultados en días, los tendríamos en minutos. Pero, dado que con el sistema actual ya tenemos en pocas horas los resultados provisionales y que luego los definitivos apenas se diferencian de éstos, no se ve qué ganamos con este adelantamiento.



Habría alguna otra “mejora” menor, como que no obligaríamos a la gente a prestar servicio en mesas electorales (bastaría con un operario de la empresa) o que incluso se podría habilitar la posibilidad de voto telemático (nueva brecha en la seguridad, claro), pero no creo que la comodidad sea un parámetro a medir a la hora de valorar sistemas electorales. En cuanto a lo que se suele decir de que al votar desde casa aumentaría la participación, yo tengo mis dudas. La decisión de votar o abstenerse no está condicionada más que en una pequeña parte por la pereza de ir al colegio electoral, pereza que se vería sustituida por la que da conectar el lector de tarjeta, meter el DNI, autenticarse y todo el rollo.

Hay un palabro que se ha puesto ahora muy de moda: solucionismo. La idea de que todas las dificultades tienen soluciones, normalmente tecnológicas y que a su vez no van a generar nuevos problemas. La propuesta machacona de voto electrónico es puro solucionismo: se pretende resolver una incomodidad (la de formar parte de una mesa electoral, desplazarse hasta el colegio o esperar hasta la madrugada para tener los resultados) con una innovación tecnológica. Y cuando se señala que esa innovación no es necesaria y que de hecho generará graves problemas de seguridad, los solucionistas dicen que eso no será así porque Blockchain. Ajá. Cuéntame más.

Por supuesto, yo no soy un inmovilista. Me parece estupendo todo lo que sea aplicar la tecnología al objetivo de tener un sistema electoral mejor (1). Pero aplicarla por aplicarla, sin objetivo, es una muy mala idea. Aparte de que es alucinante que la misma gente que se queja de que Indra “recuenta los votos” (cuando en realidad solo se encarga de ofrecer los resultados provisionales) exija luego un voto electrónico que generaría, multiplicados por mil, esos problemas de los que se queja y que ahora en realidad no existen.

Así que no, el voto electrónico no es una buena idea: no mejora la calidad de nuestra democracia sino que la empeora mucho. Y no andamos sobrados de eso.









(1) Por ejemplo: ¿por qué no fotografiar los cierres de los sobres firmados por los miembros de las Mesas, para evitar que se produzca una sustitución completa de todo el sobre? Si sabemos exactamente por dónde van las firmas, podremos contrastarlas al abrir el sobre para probar que no han sido falsificadas.




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6 comentarios:

  1. Precisamente hoy al mediodía oí a un presidente de Mesa decir que había que votar por Internet (te leí antes).

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  2. Pero es que además como votantes no nos interesa. Unos de los principios básicos de nuestra democracia (y de cualquiera que se precie) es que el voto es secreto. Un sistema informático que registre quién vota y a qué hora por un lado, y qué partido recibe un voto, dónde y a qué hora por otro. Estos registros permitirían a cualquier individuo o empresa con acceso a estos dos grupos de datos (cualquiera, dado que tendrían que ser públicos) unir los puntos a la perfección o al menos con un buen grado de confianza. No se me ocurre ningún escenario en el que esto pudiese acabar bien.

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    Respuestas
    1. -¿Qué necesitas para contar estos votos, GLaDOS?
      -Mucha neurotoxina?
      -Seems legit.

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