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jueves, 10 de mayo de 2018

Nobleza sigue obligando: las órdenes militares


El mes pasado publiqué una entrada sobre la nobleza española. Me centré en la llamada “nobleza titulada”, es decir, en los títulos concedidos por la Corona: baronías, condados, grandezas de España y demás. Pero existen otras dos categorías de nobleza. Por un lado está la hidalguía, o nobleza sin título (1); por otro, las órdenes militares, que otorgan la dignidad de “caballero” de forma independiente del rey. De estas últimas vamos a hablar hoy.

Las órdenes militares existen desde la Edad Media, en la que fueron un fenómeno muy común. Por toda Europa proliferaron instituciones que mezclaban la caballería (es decir, el ejercicio de la guerra como profesión) con la conformación de una comunidad monacal regida por cualquiera de las reglas católicas. Los miembros de estas órdenes eran monjes y caballeros al mismo tiempo: hacían voto de pobreza, obediencia y castidad y a la vez luchaban contra los enemigos de la fe. Algunas de las más conocidas son la del Temple, la de San Juan (hospitalarios) y la Teutónica.

Los reinos peninsulares no fueron ajenos a este proceso, y en la época de la Reconquista se multiplicaron las órdenes militares. Ganaron importancia en las fases finales de este proceso, que fueron más bien rápidas. Al principio la Reconquista avanzaba poco a poco, pero en los últimos siglos los reyes cristianos eran más poderosos que sus homólogos musulmanes: de repente los monarcas castellanos y aragoneses ganaban mucho territorio en poco tiempo y ya no podían acudir a los métodos tradicionales de repoblamiento y protección, que eran lentos. Por esta razón se concedieron grandes áreas a las órdenes militares; fueron éstas las que, actuando como verdaderos señores feudales, gobernaron amplias áreas de La Mancha, Extremadura o Andalucía.

Más tarde algunas de estas órdenes desaparecieron. Solo han pervivido cuatro órdenes en España: las castellanas Santiago, Calatrava y Alcántara y la aragonesa Montesa. Según crecían en poder e influencia, el nombramiento de sus cargos se convirtió en una cuestión política de primer orden. En estas circunstancias, los reyes católicos consiguieron que el puesto de gran maestre recayera en la Corona española, y fuera por tanto ejercido por el monarca reinante en cada momento. Además, en la monarquía polisinodial de los Austrias se formó un Consejo de Órdenes para regir los asuntos de estas instituciones. Esto quiere decir que las cuatro órdenes pueden ser objeto de un análisis conjunto: están, en buena medida, unificadas.

El Consejo de Órdenes sigue existiendo y los monarcas españoles siguen siendo grandes maestres del mismo. Esta circunstancia dio lugar a que las órdenes quedaran casi extintas durante los cuarenta y cuatro años del siglo XX en los que España no tuvo rey: desde 1931 hasta 1975 no había un gran maestre que pudiera nombrar nuevos miembros. De hecho, en 1975 las cuatro órdenes contaban, en total, con 14 caballeros, todos ellos nombrados antes de 1931: la de Santiago y la de Alcántara solo tenían uno cada uno. Sin embargo, desde entonces su actividad se ha reanudado, gracias en buena medida a la labor de Juan Carlos de Borbón, y tienen 257 miembros en total.

Una historia curiosa es la del priorato de las órdenes. Al ser instituciones católicas, tenían que estar supervisadas por un sacerdote, más en concreto por alguien de rango episcopal. Pero en el siglo XIX la labor de este supervisor, llamado prior, era ingente, porque las cuatro órdenes militares tenían pueblos por toda la geografía española: así las cosas, un pueblo de la diócesis de Astorga que perteneciera a la orden de Santiago no estaba sujeto al obispo de Astorga, sino al prior de las órdenes militares. Esto creaba un carajal difícil de gestionar.

Por ello, en el Concordato de 1851 se decidió permutar todos estos pueblos dispersos por una única serie de municipios que formaran “coto redondo” (artículo 9), es decir, que estuvieran juntos. Se decidió que ese priorato fuera la provincia de Ciudad Real. Pero recordemos que el prior tenía que tener rango de obispo. La solución fácil habría sido convertir Ciudad Real en una diócesis y unificar los cargos de obispo de Ciudad Real y de prior de las órdenes, pero no se hizo así. En cambio, a este prior se le otorgó el título de “obispo de Dora”, dependiente directamente del papa. Con la peculiaridad de que Dora no existe: es una vieja diócesis que existió en algún momento del pasado lejano en lo que hoy es Marruecos. Como se ve, una decisión un poco absurda, pero que duró más de un siglo (2).

Así pues, tenemos órdenes militares, que siguen nombrando caballeros. Pero la necesidad que dio lugar a su fundación ya no existe: no es necesario luchar contra los infieles en el campo de batalla y, aunque lo fuera, las órdenes carecen de fuerza militar desde la desamortización. Entonces, ¿qué funciones tienen hoy en día? Tradicionalmente han tenido tres: la santificación personal de sus miembros (al fin y al cabo éstos son monjes), la defensa de la fe y la realización de culto divino. En definitiva, se trataría de objetivos más bien internos. Por ello, después de la reactivación que tuvo lugar en 1975 el prior de las Órdenes añadió otras dos finalidades, enfocadas hacia el exterior: una benéfica y otra histórico-cultural. Para cumplir con ellas dotan becas de doctorado, mantienen una residencia de ancianos, apoyan a otras instituciones, etc.

En cuanto a la membresía, solo pueden acceder varones a ellas (3). He encontrado por ahí un texto que exige que el candidato pruebe que es hidalgo por los cuatro costados (es decir, que sus cuatro abuelos son nobles); que no desciende de judío, moro, hereje, converso o villano; que no ha sido mercader, prestamista, escribano o ejerciente de oficio manual o industrial (ni sus ascendientes tampoco); que no ha sido infamado; que tiene bienes para atender a su subsistencia, etc. Dado que este texto aparece en diferentes webs siempre sin fuente y que la página del Consejo de Órdenes no lo menciona, me reservo la opinión sobre su fiabilidad. En todo caso, dudaría mucho de que, aunque el texto fuera verídico, se siguiera aplicando con todo rigor. En la práctica, imagino que admitirán a cualquier católico que tenga donde caerse muerto y que no haya protagonizado ningún escándalo.

Los caballeros siguen siendo monjes, y por ello hacen los tres votos, pero muy matizados. Así, el de castidad se redefine como “castidad conygal” (pueden casarse y mantener relaciones sexuales dentro del matrimonio) y el de pobreza se cumple con presentar la declaración de IRPF y con no hacer gastos suntuarios excesivos. Al margen de eso, una vez dentro de la orden hay diversos grados: primero se es novicio y luego se adquiere el rango de profeso, que son los miembros de pleno derecho. Entre los profesos se nombra a los administradores de la orden, que reciben nombres tan pintorescos como “comendador”, “clavero”, “alférez” y “trece”, dependiendo de la orden.

He delimitado hasta aquí los caracteres definitorios de esta especie de “segunda división de la nobleza” que son las órdenes militares. Entraré ahora a hacer una valoración. En la entrada que hice sobre nobleza titulada no introduje valoraciones personales por una razón muy simple: no tenía nada que decir. La nobleza titulada no es más que una especie de juego de cartas un poco sobrevalorado, donde gana el naipe de mayor valor (“¡mi baronía vence a tu marquesado porque tengo grandeza de España!”). Es una versión de las cartas Magic a la que solo pueden jugar familias de ociosos endogámicos. Algo esencialmente inofensivo.

Las órdenes de caballería, por el contrario, no me parecen inofensivas. Antes bien, las considero un ataque a la aconfesionalidad del Estado. El Consejo de Órdenes es una organización privada de carácter confesional católico (4), a lo cual no habría nada que objetar si no fuera porque pretende que su gran maestre sea el rey de España. No una persona concreta que es católica, que está comprometida con las órdenes militares y que además es rey de España, no: la persona que ocupe en cada momento el trono español (5). La monarquía, por su parte, ha entrado en el juego con gran entusiasmo. Recordemos que fue el empeño personal de Juan Carlos de Borbón el que revitalizó unas órdenes que ya estaban muertas.

Entiéndaseme, no tengo nada en contra de que Juan Carlos o Felipe de Borbón pasen su tiempo libre de la forma que más les guste. Si quieren presidir juntas de viejos monjes-caballero están en su derecho. Mi problema es que esa presidencia se les concede no como ciudadanos particulares sino como ocupantes de un cargo público español. Felipe de Borbón no es gran maestre de las órdenes militares por su cara bonita ni por estar muy preparado, sino por ser rey de España. Y las personas que ocupan cargos públicos no deben prestarse a esto. Me da igual si es una alcaldesa de pueblo yendo a una procesión o el rey de España presidiendo el Consejo de Órdenes: las instituciones públicas deben adoptar una neutralidad religiosa exquisita porque representan a una ciudadanía variada.

La conclusión es que, al contrario que la nobleza titulada, las órdenes de caballería sí me producen fastidio. No abogo por su desaparición, claro que no: que la Iglesia mantenga las chorradas que quiera. Pero sí quiero su desconexión completa de las instituciones públicas de mi país. Hay quien diría que la Corona española ha sido históricamente católica y que para conseguir esa desconexión habría que abolir la monarquía. No creo que sorprenda a nadie saber que eso no me plantea un problema.








(1) Aunque teniendo en cuenta que desde el siglo XIX ya no vivimos en una sociedad estamental, resulta difícil considerar que es noble quien no tiene ningún título de nobleza. Ya no hay un “estamento nobiliario” al que pertenecer. Una persona podrá tener los orígenes que sea, pero eso no le convierte en noble.

(2) En 1980, Ciudad Real se transformó en una diócesis en condiciones, dependiente del obispo metropolitano de Toledo. Su obispo sigue siendo prior de las órdenes militares.

(3) Las órdenes de Santiago y Calatrava tienen una suerte de orden femenina hermanada, las comendadoras de Santiago y de Calatrava, respectivamente. Estas ramas femeninas son independientes y no están gestionadas por el Consejo de Órdenes.

(4) Más en concreto es una federación de asociaciones.

(5) Lo cual me hace plantearme una pregunta: ¿qué pasará en el momento en que tengamos un monarca que no sea católico?



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22 comentarios:

  1. Cuando tengamos un monarca que no sea católico, igual vemos que desde la Cope piden la república.

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    1. No sería la primera vez. Que yo sepa Jiménez Losantos es republicano y nunca se ha mordido la lengua a la hora de cargar contra el rey.

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    2. Se ha metido bastante con Juan Carlos, pero hace poco dijo "los españoles estamos con Leonor". Y por lo que me contó una persona que seguía más su pista que yo (que sólo lo oí en la radio una vez y lo leí en El Mundo pocas más), cuando empezó a no meterse sólo con la izquierda fue cuando lo quitaron de la Cope.

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    3. Losantos siempre ha ido de verso suelto. Imagino que su posición dependería en la práctica de qué modelo de república se planteara.

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  2. Antes de eso, lamentablemente, llegará el momento en que el monarca sea la monarca. ¿Podrá la reina ser maestre de esas órdenes masculinas?

    Cielos, no voy a poder dormir hasta saber la respuesta.

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    1. Iba a poner una mención a ese supuesto en la nota al pie 5, pero luego recordé que ya hemos tenido reinas. Nadie puso impedimento a que Isabel II fuera gran maestre de las órdenes militares. Puedes dormir en paz.

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    2. Bueno, las reinas son administradoras perpetuas por autoridad apostólica y los reyes grandes maestres. Por si toda esta farfolla no fuera ya suficientemente ridícula. Espero que Leonor insista en serlo y eso precipite el fin de la monarquía, que ya es hora.

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    3. En la web del propio Consejo aparecen Isabel I, Juana I e Isabel II como grandes maestres: http://www.ordenesmilitares.es/real-consejo/galeriadeimagenes/grandes-maestres-de-las-ordenes-militares/ Pero bueno, que tanto da que da lo mismo. La guillotina en la Puerta del Sol.

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    4. Además que el cargo de Gran Maestre recayera en la Corona se hizo cuando había una reina en el trono de Castilla (Isabel I "La Católica"). Aunque en ese caso supongo que fue en plan "o me nombras como gran maestre o hago que te corten la cabeza"...

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    5. Nah, lo consiguieron del papa :p

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    6. "Como hizo mi padre", podría haber dicho Isabel I. Bueno, solo la del gran maestre de la Órden de Santiago.
      Pero no: lo presentó como solución temporal para cuando se produjera una vacante en las órdenes militares castellanas y leonesas. Y curiosamente ya no hubo manera de escoger gran maestre ni en la orden de Alcantara, ni en la de Calatrava ni en la de Santiago. Con Carlos I se acabaron las elecciones: consiguió que el mando lo asumiera definitivamente la corona fuese el titular hombre o mujer. Montesa, la de Aragón, siguió independiente hasta Felipe II: derrocaron y encarcelaron al gran maestre acusándolo de sodomía, y hasta que no cedió el mando allí se quedó.
      Qué poco se parece la historia a las películas aquellas de Cifesa de «Muera conmigo el honor de Palenciaaaaaaaa» que parodiaban en Esa pareja feliz...

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    7. Hombre, claro, estas cosas se presentan siempre como temporales, provisionales y solo mientras dure la situación de crisis xDDD

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  3. La pantalla del portátil se ha puesto violeta, gris y rosa mientras escribía que sí, que Roberto Muñiz y yo no teníamos razón --el dato era de su Medula histórica cisterciense (1791)-- y el Consejo y tú sí.
    ¿Tiene que ser en la Puerta del Sol? ¿Y eléctrica o no eléctrica? Lo de salir por Cartagena o Irun no, ¿no? Volvieron.

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  4. La decisión de hacer que la Corona ostentase el cargo de Gran Maestre de las Órdenes de Caballería fue para impedir que estas tuviesen demasiado poder. No hay más que ver que, tras las cruzadas, la Orden Templaria fue motivo de que hubiese una guerra civil en Francia, que terminó con las fuerzas realistas masacrando a básicamente toda la Orden e incautando sus bienes. Dicho esto, dado que actualmente no tienen tanto poder y que no son algo necesario, podrían volver a la tradición de elegir al Gran Maestre de entre sus miembros, y pasar a ser básicamente asociaciones culturales. Y si a eso le añaden un par de justas (con lanzas romas) pues como que molaría bastante.

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    1. Sí, hombre, la Corona soltando poder aunque sea simbólico.

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    2. Bueno, poder lo que se dice poder no tienen hoy en día. A no ser que a Felipe VI le gustase vestirse con ropa medieval y hacer de Gran Maestre, poco sentido tendría que la siguiese ostentando.

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