A veces pasa algo y puedes representarte
en tu cabeza cómo todos los columnistas, tertulianos y opinadores de este país
se relamen las manos. Esta semana ha ocurrido algo así: la Policía ha detenido
a un violador en serie (el “violador del ascensor”) que fue liberado en su
momento después de que el TEDH anulara la doctrina Parot. Al carro se apuntan,
por supuesto, fachas de todo pelaje, editoriales de medios de extrema derecha y
toda la gentuza de este país.
Expliqué ya en su momento qué es la doctrina Parot y por qué la anuló el TEDH, pero merece la pena
recordarlo. La situación tiene que ver con los condenados a cientos o miles de
años de prisión en virtud del Código Penal de 1973. Lógicamente, imponer todos
esos años de condena equivaldría a una cadena perpetua, pena que en el momento
no existía en España, así que lo que se hacía era considerar extinguidas todas
esas condenas y hacer aparecer una única pena, de 30 años de prisión. Sobre
dicha pena de 30 años se aplicaban los beneficios penitenciarios, como pueda
ser la redención de penas por trabajo, que permitían que los presos salieran
mucho antes.
Pues bien: la doctrina Parot aparece
cuando, en 2006, el Tribunal Supremo se ve en la tesitura de tener que liberar
a un etarra condenado por múltiples delitos. Así que lo que hace es cambiar la
interpretación del Código Penal de 1973 y proponer una nueva, que a nadie se le
había ocurrido hasta el momento: lo que dice el Tribunal Supremo es que los 30
años son un mero límite máximo al cumplimiento, pero que los cientos o miles de
años que le hayan caído a un condenado no se extinguen. Al contrario, las
redenciones de pena deben aplicarse sobre esos cientos o miles de años de
condena, que evidentemente nunca se van a reducir por debajo del límite máximo
de 30 años. En la práctica, la doctrina Parot significa alargar condenas
penales cinco o diez años y además por sorpresa.
Este sistema (que los beneficios
penitenciarios no se apliquen al límite, sino a la suma total de penas) ya está
previsto para algunos casos en el vigente Código Penal de 1995 (1). El problema
no es el sistema: el problema es que se aplica de manera retroactiva y
sorpresiva, pues nada hacía presagiar que el Tribunal Supremo iba a decir algo
así. Por ello, el TEDH consideró que esta doctrina era contraria al principio
de legalidad y al derecho fundamental a la libertad. Nada nuevo.
¿De verdad es tan raro que anularan
Parot? ¿De verdad es tan sorprendente? Insisto: no es el contenido lo
problemático, sino la forma en que se aprobó. Un sistema que se llame a sí
mismo Estado de Derecho no puede generar durante 20 años unas expectativas y luego cancelarlas de forma abrupta interpretando que la ley dice lo que no
dice. Si queríamos que los terroristas cumplieran cienes y cienes de años de
cárcel, eran las Cortes las que tendrían que haber aprobado esa medida, no el
Tribunal Supremo, y mucho menos de forma retroactiva. El TEDH hizo genial en
cargarse Parot, y lo sostendré aunque sigan apareciendo noticias tan alarmistas
como la que da lugar a esta entrada.
Porque una cosa hay que tener claro: la
corriente de opinión que alaba la doctrina Parot y maldice al malvado TEDH por
anularla no nace en el vacío. La prensa la genera con titulares como el del
violador del ascensor. Una vez aparecida, se alimenta sola (es muy agradecida y
crece con cualquier cosa) y acaba en las urnas electorales y en las encuestas
de opinión. Al fin y al cabo, es solo una manifestación más de lo que ha dado
en llamarse populismo punitivo.
El populismo punitivo es una doctrina que
enfoca el delito desde una perspectiva extraordinariamente simplista y
emocional. Se expulsa del análisis del fenómeno delictivo cualquier dato
mínimamente explicativo (clase social, problemas económicos o de integración,
dependencia de drogas) para construir una visión dicotómica: por un lado el
pueblo inocente y por el otro una masa de delincuentes, definidos muchas veces por
exclusión (“los moros vienen aquí a delinquir”, “los gitanos ya se sabe cómo
son”) y que se perciben como una amenaza extremadamente grave. Por supuesto, se
rechaza la idea de que cualquier persona puede delinquir si se le pone en la
situación adecuada: están las buenas personas y están los delincuentes y la
separación es radical.
El relato que construye el populismo
punitivo no apela a la razón sino a las tripas. Parte del rechazo visceral que
nos provocan los delitos más graves y mediáticos para crear una sensación de
inseguridad: los delincuentes como el violador del ascensor no son la norma,
sino la excepción, y sin embargo nos machacan con ello día tras día. Cuando no
es el violador del ascensor es José Bretón o los terroristas del ISIS.
Delincuentes que cometen todos ellos delitos graves, sin duda alguna, pero que
no dejan de ser minoritarios.
¿En qué me baso para hacer estas
afirmaciones? En datos. La tasa de criminalidad no ha dejado de bajar desde los
’70. Hoy en día es más baja que en muchos países considerados más civilizados
que España. Así, en 2016 la tasa de delincuencia se situó en 43,2
delitos por cada mil habitantes (concretamente 2.011.586 delitos), hubo menos de
300 homicidios dolosos y fuimos el segundo país de la UE con menor tasa de
muertes violentas. No son malos datos, y se enmarcan en una progresión que en
general es positiva.
Y sin embargo, el populismo punitivo
ignora los datos. Como he dicho, no es un discurso racional, sino emocional,
por lo que los datos le dan igual. Alguien que enarbola el populismo punitivo
sabe con certeza que estamos al borde de la debacle, digan lo que digan los
datos. ¿Y qué pide? Pues lo de siempre: penas más altas (incluso contrarias a
los derechos humanos) y que se cumplan íntegras. Ésa es la solución: lo saben en
todas las tabernas y peluquerías de España. Más mano dura es lo que hace falta.
Claro, luego tú miras la población
carcelaria y el contraste es de reírse por no llorar. Hasta donde alcanza la vista
tienes rateros y camellos que delinquen para vivir. Sus actos te podrán gustar
más o menos, pero podemos estar de acuerdo en que no son monstruos: son
desgraciados, que con una alta probabilidad serán adictos a alguna mierda y/o
tendrán alguna enfermedad mental provocada o agravada por la prisión. Son éstos
los que reinciden, no los violentos, y es evidente que la solución al problema
va mucho más allá de la mano dura. Digan lo que digan en peluquerías y
tabernas.
El discurso populista no sería tan
peligroso si no calara en el poder político. Y cala. Los sucesivos
endurecimientos que ha ido sufriendo el Código Penal de 1995, especialmente con
las macrorreformas de 2003, 2010 y 2015, dan buena cuenta de ello. Existe en la
clase política la idea de que endurecer las penas da votos fáciles, mientras
que pretender reducir el punitivismo los quita. Además, siempre queda muy guay
que el ministro de Justicia diga con orgullo que están luchando contra el
crimen porque han elevado otros cinco años el límite máximo de cumplimiento de
la condena. Lo de luchar contra la desigualdad ya otro día.
Mientras esto siga así, mientras no
saquemos de nuestras cabezas al pequeño punitivista que todos llevamos dentro,
la cosa no cambiará. Porque el populismo punitivo es un discurso económicamente
útil, no solo para las empresas de seguridad privada (beneficiarias obvias de
que le tengamos miedo a todo) sino para quienes están detrás de las dinámicas
gentrificadoras que buscan expulsarnos de la calle salvo que vayamos a comprar.
También da réditos políticos y sirve para vender periódicos. Es decir, que hay
una serie de actores interesados en que esto siga adelante. Tenemos que
concienciarnos del asunto y empezar a rebatir el punitivismo allí donde lo
encontremos.
Porque el populismo punitivo es un ataque
directo a los derechos humanos. Y los derechos humanos son como una vacuna
contra la arbitrariedad del poder: funcionan mediante inmunidad de grupo, de
manera que si se debilitan para un grupo de la población, se abre una brecha
que afecta a todo el mundo. Sí, incluidos a todos los gilipollas que hoy gritan
indignadísimos por el hecho de que el TEDH liberara al violador del ascensor. Porque
cualquiera puede verse arrastrado a delinquir si las cosas se tuercen lo
suficiente para él. Y en ese caso se alegrará de que siga existiendo un proceso
penal garantista y justo.
(1) Concretamente, cuando el límite
máximo de cumplimiento sea inferior a la mitad de la suma de las penas.
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Oiga, no siempre coincidimos, y eso es bueno, creo. Pero lo que ha escrito hoy además de muy cierto está muy bien construido. Un abrazo y le felicito.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado :)
EliminarBueno, a cuento de la conclusión, delinquir se puede entender de maneras diversas, pero violaciones no creo que sean vitales para el violador. No digo que la cárcel deba ser el castigo, pero castigo ha de haber, entiendo. Las alternativas que no impliquen encierro no se dan a conocer, y no sé qué puede hacer el gobierno para ganar en igualdad (de género, económica), dejar esa tarea al gobierno (hoy) es pedir peras al olmo.
ResponderEliminarGran artículo, como todos hasta hoy
Yo en el tema de cárcel o no cárcel no me meto, que es muy complejo. Está claro que tiene que haber un castigo, pero la cárcel es criminógena y lo único que puede hacer para reinsertar a alguien es evitar que se aliene más. Jodido.
EliminarUna de las pruebas más palpables de que el punitivismo no funciona lo tenemos en el contraste que podemos ver con un modelo penitenciario punitivista como es el estadounidense.
ResponderEliminarNo, la pena de muerte no disuade a nadie. No. Más años de condena no solucionan ningún problema. No, en USA tienen a un porcentaje de población reclusa QUE DA PUTO MIEDO y en unas condiciones que claman a ese cielo por el que dicen que están elegidos (el Alcaide de la cárcel de Maricopa, un exmilico socarrón y con un bigotito de mierda según creo recordar, se jacta y se enorgullece de dirigir uno de los penales más duros y hostiles de todo el mundo). No funciona. No funciona si lo que quieres es hacer algo bien.
Y fíjate que el modelo español está muy lejos de conseguir los objetivos que tiene asignados desde la propia Constitución (los reclusos tienen derecho a todos los derechos del título I, incluidos los relativos al desarrollo de su persona, salvo los derivados del cumplimiento de su condena, tienen derecho a ser reinsertados en la sociedad tras cumplir sus penas, etc), pero aún así, el mero cambio de perspectiva supone un mundo de diferencia a nivel práctico no sólo para la población reclusa, sino para toda la sociedad.
Aún con todo y como bien dices, no se trata de razón, sino de tripas. Cada vez que en un docu sacan a los familiares de una víctima de un crimen en USA, todos piden justicia, pero por alguna razón lo que yo escucho es CASTIGO.
Al final, puede que sea un círculo vicioso y que nos dirijamos poco a poco a un sistema así. Yo espero que no, pero con el PP sólo puedes esperar que haga algo bien por mera probabilística y en contra de su voluntad.
Como siempre, tus sustanciosos comentarios me suscitan numerosas ideas. La primera, que creo que en EE.UU. se da mucho más la retórica de la venganza, que en Europa somos más de pedir justicia. El problema, claro, es que la definición de justicia a veces puede acercarse a la de venganza.
EliminarY por otra parte, está el asunto de las cárceles privadas. En España no las tenemos, pero en EE.UU. han sido un factor en el incremento de la población reclusa, porque claro, necesitan un cierto nivel de ocupación para que les sigan llegando las subvenciones, y presionan. Ahí claro que no les interesa reinsertar a nadie: reinsertar es caro y, lo que es peor, imagínate que sale bien y sacas a la persona del círculo delito-cárcel. ¡A la mierda el negocio!
Estuve leyendo un artículo interesantísimo, llamado "El populismo punitivo... y cómo resistirlo" (que ustedes pueden encontrar en el puesto instalado en el hall del teatro o siguiendo este enlace: https://www.academia.edu/9812655/Populismo_Punitivo), donde se habla precisamente de la necesidad de romper con esa idea de que el populismo punitivo da votos. Es decir, conseguir que los políticos no cedan a esos cantos de sirena.
A eso añádele que les tienen trabajando a cambio de un sueldo de esclavo.
EliminarLo del trabajo carcelario es otra cosa loquísima en la que habrá que meter mano algún día.
EliminarNo se que esperas de un país católico, se busca la limosna, reconfortar al pobre un ratito, pero de las causas de la pobreza no hablamos ni hacemos nada por cambiarlas.
ResponderEliminarResultado tras siglos de caridad: Sigue habiendo pobres pero hay preciosas catedrales e iglesias.
Pues en este tema igual
Bueno, esta tendencia viene, como todo, de EE.UU., que es un país protestante :p
EliminarTienes razón, chaval. No hay que legislar en caliente.
ResponderEliminarPor ejemplo, esta noche pasada un chico ha sido asesinado de un tiro en Vigo por un individuo que estaba en libertad a pesar de sus numerosos antecedentes por atracos, tráfico de drogas y tenencia ilícita de armas.
Por supuesto, no vamos a cambiar las normas para impedir que semejantes especímenes sigan sueltos por las calles, hasta que maten a alguien. Nada de legislar en caliente, aunque cosas como estas lleven ocurriendo desde la última glaciación sin que ningún progre haga nada.
Lo mejor es crear una subcomisión delegada para que estudie el asunto, y dentro de diez años, más sus prórrogas, ya veremos si el tema deja de estar caliente para empezar a legislarlo.
¿Verdad, chaval?
Claro que sí, chaval, todo el mundo sabe que cualquiera que tenga "numerosos antecedentes" (¿te refieres a detenciones o a que ya ha cumplido condenas? Con los cuñaos jurídicos nunca se sabe porque, como no sabéis de lo que habláis, mezcláis los conceptos que da gusto) debe ser arrojado a la mazmorra más profunda del castillo. O mejor aun, ejecutado, que así no le cuesta dinero al Estado.
EliminarLo mejor es ponerle penas altísimas a todos los delitos, porque así la gente dejará de delinqJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
¿Verdad, chaval?
No es por nada, pero en el caso de los violadores seriales (violadores de verdad, no de esos que mantienen relaciones sexuales con mujeres bebidas que luego se arrepienten), no se rehabilitan nunca...
EliminarSoltarlos es prácticamente garantía de que van a volver a violar e incluso asesinar. Pero a tí te parece muy bien que así sea ya que es lo legal y así se cumplen los principios jurídicos penales etc, etc, etc...
La vida o integridad de la futura víctima te da igual, no? Si es un peligro público a pesar de haber cumplido la pena, se le debe dejar suelto y libre a pesar de que sea un enfermo mental muy peligroso? No sería lógico dejarlo internado al menos en un sanatorio mental??
Toma ya, barbaridad desinformada y llena de lugares comunes ("no se rehabilitan", "son enfermos mentales", "la vida de la víctima") con coletilla sobre "violadores de verdad" incluida. Creo que has hecho pleno.
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