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sábado, 17 de enero de 2015

Examen de españolidad

¿Qué es ser español? O, más adecuadamente, ¿qué es estar integrado en la sociedad española? ¿Hay que ir a los toros, hablar mal de los franceses, decir que aquí se hace el mejor doblaje del mundo y posicionarse en el debate sobre la tortilla? ¿O es más intelectual? ¿Va de conocer la geografía, la historia, la cultura y la política españolas? ¿Puedo pedir que expulsen del país a una persona si no me sabe decir el número de Constituciones que ha tenido España, los afluentes del Ebro por la izquierda o el nombre del presidente del Congreso?

Esto, que para mí (español de origen) no es más que un divertimento, para un inmigrante que trata de obtener la nacionalidad puede ser un muro difícil de franquear. La cosa es que el artículo 22.4 CC se exige que el interesado en nacionalizarse demuestre “buena conducta cívica y suficiente grado de integración en la sociedad española”. Ahí lo llevas. ¿Y eso cómo se prueba? Pues no se sabe. Cada juez aplica un sistema y, si te encuentras a guardianes de las esencias como su señoría José María Celemín, puede que te encuentres con preguntas sobre la literatura española del Siglo de Oro, la Constitución de 1812 o la historia del siglo XIX.

Esto me plantea una duda más amplia. ¿Es importante que un extranjero esté “integrado” en la sociedad para que se le conceda la nacionalidad? En abstracto puede parecer que sí, pero ¿qué es estar integrado? ¿Está integrado alguien que habla bien el idioma pero que no tiene interés en la política? ¿Alguien que no se pierde un programa de cotilleos pero que jamás ha leído un solo libro en español? ¿Alguien que puede dar opinión fundada sobre la situación sociopolítica pero se salta la ley cada vez que puede? ¿Alguien que tiene familia y amigos españoles pero no sabe construir una frase decente en castellano? Y, si la respuesta a esas preguntas es negativa, ¿por qué me da que entonces habría que expulsar del país a una buena fracción de los españoles de origen?

Porque ése es el meollo: ¿de verdad hay alguna forma de medir la integración que no deje fuera a españoles de origen? Lo dudo mucho. Estamos hablando de un concepto volátil, que difícilmente puede operacionalizarse. Y, si es así, ¿a santo de qué estamos pidiendo a los que vienen de fuera algo que los que nacimos aquí no tenemos por qué cumplir? Si nosotros podemos optar legítimamente entre integrarnos en la sociedad o convertirnos en unos anacoretas, ¿por qué los inmigrantes no pueden? ¿Se supone que tienen que ser “mejores españoles” que nosotros, que su “españolidad” tiene que tener mayor nivel que la de los nativos? Dada la cantidad de países que tienen exámenes de este tipo la respuesta parece ser que sí.

Entiéndaseme bien: yo estaría encantado de vivir en un país con una ciudadanía culta, políticamente activa y con un alto dominio de su idioma materno. Pero si incluso en ese caso sería criticable emplear esos criterios para conceder o denegar la nacionalidad a alguien de fuera, hacerlo cuando nadie se preocupa de que los españoles de origen cumplamos esos mismos requisitos es directamente esperpéntico.

Pero bueno, aceptemos que hay que “probar” de alguna forma que un extranjero que desea ser español está integrado. Yo creo que debería invertirse la carga de la prueba: debe presumirse la integración salvo que se demuestre lo contrario (1). Y el examen debe medir habilidades y actitudes más que conocimientos. Una entrevista personal es vital, porque se puede comprobar el dominio del idioma y las actitudes de la persona. Según la noticia que está enlazada más arriba, en Países Bajos estudian la reacción del solicitante ante cosas como dos hombres besándose en la calle. De nuevo me resulta triste que se pretenda controlar la homofobia del que viene de fuera y no la del que ya está dentro, pero si hay que poner un corte en algún sitio prefiero que sea ahí y no en las obras de Garcilaso de la Vega o la estructura de la Constitución de 1812.

Lo que no es de recibo de ninguna de las maneras, eso sí, es mantener el sistema actual, donde cada juez hace lo que quiere para medir el arraigo y es el inmigrante suspendido el que debe, en su caso, peleárselo en los tribunales. Que sí, que al final gana, pero años después. Aunque bueno, se me ocurre.... ¿y si en realidad todo es parte de la prueba? ¿Y si la verdadera demostración de que alguien está arraigado en España es que es capaz de tratar con la ultracolapsada Administración de Justicia y obtener una resolución favorable aunque tenga que esperar un lustro para ello? Sí, tiene que ser eso. Si es que está todo pensado.






(1) Al fin y al cabo para optar a la nacionalidad hay que llevar viviendo diez años en España, que se reducen a dos para originales de países con los que España comparte cultura, como los iberoamericanos, Filipinas o Portugal. ¿Qué es ese periodo mínimo de residencia sino una forma de garantizar que el inmigrante va cogiendo arraigo?





5 comentarios:

  1. A final se trata de medir algo volatil como la nacionalidad, habría que sefinir que es un país, y que lo diferencia de una patria y que es una nación, todo cosas absurdas inventadas por el ser humano, a mi, que tenía que elegir en el colegio entre religión o religión, me tocó un profesor que nos aprobaba según la fe que teníamos, me pasé el curso temblando, porque sabía que iba a suspender, pero me faltó fe, saqué hasta nota jajajajajajaja

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  2. Como siempre es un placer leerte. Poco que decir sobre esto que no hayas dicho tú, solo mi felicitación por espresarlo así de bien.
    Supongo que no te parecerá mal que incluya tu blog en la lista de blogs recomendados desde el mio.
    Un saludo y un abrazo.

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