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lunes, 1 de diciembre de 2014

Estructuras y personas

Hoy he estado en una charla sobre anarquía relacional. Se trata de un modelo de no-monogamia que propugna la no adscripción de las relaciones afectivas que una persona tenga a categorías tales como pareja, primo, amiga o amante, pues todas esas clases actúan como limitadores. Si yo tengo una pareja se espera de nosotros que hagamos ciertas cosas (dependiendo de la edad y del momento puede ser vivir juntos, casarnos, criar prole…) que definen a esa categoría de relación. Yo no puedo hacer con un amigo lo que hago con una pareja (el ejemplo más señalado es el de la crianza)… salvo que esa persona y yo “subamos” de categoría (1).

La charla me ha parecido muy interesante, pero de lo que quiero hablar es de algo que he pensado al margen. En el turno de preguntas ha habido un debate entre la ponente y algunas personas que han levantado la mano. Aunque todo ha transcurrido dentro de los cauces de la buena educación, no ha habido forma de que se pusieran de acuerdo porque parecía que estaban hablando de cosas distintas. Al final me he dado cuenta: la que daba la charla estaba hablando de paradigmas estructurales (la sociedad monógama, el poliamor, la anarquía relacional) y las personas que preguntaban se referían a personas (si tal persona hace cual, si mi abuela hizo lo otro).

Nos cuesta pensar en términos de paradigmas, sistemas o estructuras. Tendemos incluso a personalizar, a decir que “el capitalismo” busca tal cosa o que “el patriarcado” hace tal otra (2), olvidando que las estructuras no son más que el nombre que le ponemos a un conjunto complejísimo de relaciones humanas que siguen unas ciertas pautas o reglas. Por sí mismas no “hacen” nada: son consecuencia de que las personas hagan cosas parecidas ante estímulos semejantes. Por la misma razón solemos creer que una declaración sobre la forma en que funciona un sistema queda refutada por una anécdota en la que se cuenta un caso en que no funcionaron así.

Como las estructuras son tan grandes permiten comportamientos aparentemente contradictorios. Por ejemplo: no se puede negar que vivamos en una estructura social monógama aportando pruebas de parejas donde ha habido cuernos, incluso aunque haya muchas parejas que de fieles sólo tienen el nombre. Porque la estructura no sólo se define por lo que hace la gente, sino por lo que la gente cree que hace, lo que la gente dice en público que hace, lo que las leyes y las normas sociales dicen que tiene que hacer la gente y, en definitiva, por lo que se espera que la gente haga. Por mucha gente que haya que ponga cuernos la estructura social sigue siendo monógama, porque los cuernos siguen siendo una traición de las expectativas que se supone que tiene que generar una pareja.

Las estructuras también saben evolucionar y adaptarse a nuevas condiciones, fagocitando la resistencia. Vuelvo a hablar de la monogamia: ¿el matrimonio hasta la muerte ya no es viable por toda una serie de razones? Pues que sea disoluble, pero que nada cambie. No hemos dejado de vivir en una estructura centrada en la pareja monógama por mucho que el divorcio sea legal y que haya quien prefiere no casarse: yo encuentro a una persona que me gusta, me corresponde, nos mudamos juntos, nos casamos, nos divorciamos, “rehago mi vida” encontrando a otra pareja… y en todo momento he estado centrando mi vida en buscar a alguien que aguante mi asqueroso optimismo recién despertado y mis manías a la hora de organizar la compra. No me he planteado otros modelos.

Otro error suele ser confundir la estructura con las leyes que la protegen y asumir, en consecuencia, que porque no hay leyes que prohíban una determinada conducta ésta puede realizarse sin consecuencias. Ninguna ley impide a un niño de 5 años ir a clase vestido de princesa, pero no lo va a hacer porque le han educado en que los niños llevan otra ropa y porque sabe que si lo hace le van a llamar “princesa” hasta que tenga edad de afeitarse. Nada obliga a las mujeres a afeitarse bigote, sobacos y piernas, pero basta con ver las reacciones al #sobaquember de hace un año para entender que es una conducta socialmente sancionada. Y así sucesivamente: que una conducta sea legal no quiere decir que no se eduque contra ella o que no se critique fuertemente a quien la ponga en práctica, aunque no haga daño a nadie.

Las estructuras o sistemas sociales (me he centrado aquí en la monogamia, pero hay otros de sobra conocidos) configuran la forma en que pensamos. Nos ayudan a tomar decisiones porque generan expectativas que se cumplen, pero a la vez condicionan nuestra libertad. Creo que nunca nos libraremos de ellas, porque son, lo repito, el nombre que le damos a la forma en que actuamos colectivamente. Pero creo que podemos transformarlas para que limiten nuestra libertad lo menos posible. Eso sí, hay que tener en cuenta una cosa: más libertad significa menos expectativas… y más necesidad de trabajar en los vínculos.




(1) Podéis encontrar más información aquí.

(2) Creo que en esta forma de hablar está el origen de ciertas afirmaciones, hechas normalmente por varones con todo el pack de privilegios, en el sentido de que “el patriarcado nos oprime a todos” o, específicamente, “también me oprime a mí”.





2 comentarios:

  1. Muy interesante la entrada, Vimes.

    Se me ocurre una cosa, hablando de estructuras. ¿Qué hay de la "cultura de la violación"? Porque oigo bastante hablar de ella, de cómo siempre se responsabiliza a la víctima, de cómo se suele quitar el peso de la acción total o parcialmente al hombre, etc... Pero por otro lado, al menos en mi entorno cercano y no tan cercano, la violación está bastante mal vista, en el sentido de que si un chaval es acusado de haber violado a una chica, suele tener problemas con su familia, con vecinos, amigos, etc., o, por supuesto, para encontrar pareja.

    Es decir, siempre que en mi pueblo se ha hablado de violaciones, se ha repudiado y en cierta medida "aislado" al violador de forma prácticamente unánime y antes de que se esclarezca qué ha pasado realmente. ¿Usted qué opina de esto de la cultura de la violación? ¿Cree que existe realmente? Porque yo no sé qué pensar. Diría que haberla hayla, pero que todo el mundo la rechaza, al menos de boquilla, y digo lo de boquilla porque mi impresión es que "de puertas para fuera", todo el mundo la rechaza y se asquea, nadie quiere hablar de ello y sólo oyes "yo nunca haría algo así", pero luego entras en 4chan por ejemplo y ves hilos de gente que comparte sus experiencias violando (algunas con fotos que las avalan) con orgullo, como si fueran medallas, o ves que es un "género" bastante explotado en la industria pornográfica.

    Quizá el tema éste da más para una entrada por sí misma, ¿no cree? :)

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    1. Disculpa la tardanza en contestar.

      Cultura de la violación no es que se jalee a los agresores sexuales por la calle, que se les anime a seguir violando o que se les aplauda abiertamente. La cultura de la violación puede convivir con el rechazo, incluso el rechazo visceral, a algunos violadores. Es un poco como la violencia de género: todo el mundo rechaza al que pega o al que mata a su pareja, sin tener en cuenta que el amor romántico es un caldo de cultivo para precisamente eso y para abusos menores que no se ven tan fácilmente.

      Entonces, ¿qué es la cultura de la violación? Esencialmente la normalización del tema. Por ejemplo, mediante chistes (cualquier sitcom donde se hable de drogar chicas), mediante banalización ("¡me han violado!", dice el alumno al salir del examen duro), mediante la forma en que se presentan estos casos en la prensa ("Tal famoso drogó a mujeres para tener sexo con ellas", en vez de "para abusar de ellas"), etc. Sumo también aquí todos "seductores científicos", que no son más que la adaptación al siglo XXI de todos esos mensajes rancios y machistas acerca de cómo el consentimiento de las mujeres se puede obtener con persistencia, alcohol y engaño.

      Los dos procesos más importantes que veo en la cultura de la violación son los tópicos ("el violador es un tipo raro y enfermo que te asalta en un callejón") y el victim blaming, porque sirven para que ni el agresor ni la víctima se reconozcan como tales. Eso es lo que permite que haya tíos que hagan lo que dices: darse golpes en el pecho, asquearse y decir"yo nunca haría algo así". Estas personas no se identifican como potenciales agresores sexuales. El violador es "el otro", el tipo raro del callejón. Pero el problema es que la mayor parte de agresores sexuales son conocidos, incluso íntimos, de la víctima.

      Claro, cuando aparece un violador que cumple los tópicos o que claramente ha cometido el delito, todo el mundo lo rechaza. Pero debajo de eso hay toda una corriente de mierda, de "casos grises", de "joder, yo quería follar y ella estaba dormida", de "antes lo hacíamos más, ¿es que ya no me quieres?", de "sí, claro que iba pedo, pero me la tiré igual", de...

      En fin, que el tema da para entrada y para tesis doctoral.


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