Una vez conocí a una persona a la que le
parecía mal que se pitara el himno de España en los partidos de fútbol. Lo pongo
así, como una anécdota, porque es lo que es. Creo que aparte de este tío nunca
he conocido a nadie que de verdad viera mal esas pitadas.
Lo traigo ahora a colación porque esta
persona es mi única fuente de primera mano de argumentos antipitadas. Me dijo
una memorable vez, cuando le pregunté qué fundamento tenía castigar a quienes
realizan esa conducta, que los pitos atacan “la capa basal del Estado”. Cuando
me quedé más o menos como os habéis quedado vosotros y le pregunté que qué era
esa capa basal me contestó que “el territorio” (1). Cuando le pregunté si los
pitos provocaban terremotos me acusó de estar banalizando algo muy grave y se
deshizo en un torrente de imprecaciones de entre las cuales la única destacable
como argumento era que su tierra, Extremadura, dependía de la solidaridad
territorial.
Esta anécdota me sirve para ilustrar algo
que creo que es verdad. Quienes critican que se pite al himno en los estadios
no tienen, en realidad, ningún argumento. Lo de “no mezclar el fútbol con la
política”, por ejemplo, es una soberana estupidez, ya que el fútbol está
mezclado con la política de forma casi indisoluble. ¿Qué es la selección
española sino una gigantesca maquinaria de integración nacional? Lo que no
puede ser es que te parezca bien cuando va a tu favor y mal cuando opera en tu
contra. El fútbol es política y lo es para todo el mundo.
Y lo de que es “una falta de respeto
porque el himno es de todos”… bueno, aquí hay que decir dos cosas. La primera
es que en estas cosas de identidad no es tan fácil sentar cátedra: yo seré español, pero nadie me puede
obligar a que me sienta español, a
que sienta como míos los símbolos
nacionales. Pues estaría bueno. Y lo segundo: si el himno es mío lo aplaudo, lo
insulto o lo pito si me sale de las narices. Porque es parte de mi libertad de
expresión.
Ah, sí, la libertad de expresión. Que no
es lo mismo que libertinaje, ojo. Libertad de expresión es jalear a un
maltratador desde las gradas de un estadio. Libertinaje de expresión es silbar
cuando alguien toca una canción, siempre que esa canción sea la que se supone
que representa al país. No hay que confundir una cosa con la otra: sólo lo
segundo provoca airadas reacciones políticas a nivel nacional y se
pretende que la Fiscalía inicie actuaciones para castigar tan grave
delito.
Porque sí, el ultraje “a España, a sus Comunidades
Autónomas (que se note que vivimos en una democracia) o a sus símbolos o
emblemas” es delito, castigado con pena de multa. Con este delito uno se
queda como con el de escarnio a la religión: bueno, ¿y cómo sabemos que España
se siente ofendida? ¿Es que se lo ha dicho a Rajoy cuando duerme? Y, lo que es
mucho más importante: ¿qué pasa con la libertad de decir que no me gusta el
himno?
Una de las escasas lecciones útiles que
dejó en mí la asignatura en la que estudié los derechos fundamentales es que
éstos no están para ser ejercidos de manera razonable. La libertad de expresión
no ampara sólo la crítica correcta y moderada de personas e instituciones y el
debate racional de ideas, sino también la mofa, la cuchufleta, la protesta
molesta e irrespetuosa y, en general, la tocada de narices. Siempre que no te
salgas de los límites que marcan el artículo 20 CE y otros preceptos de
la Constitución, lo que hagas es lícito, aunque haya a quien pueda molestarle. Como
pitar al himno.
Tengo derecho a decir que no me gusta
España, que es un país de mierda y que está podrido hasta la médula. Tengo
derecho a decir que quiero separarme de ella, que su himno me da asco y que no
me sale de las narices sentir fervor patriótico cuando lo oigo sonar. Y tengo
derecho a decirlo por escrito en mi blog, oralmente en una conversación o con
pitos y abucheos en un estadio.
Y a quien no le guste que se fastidie.
(1) Encima
parece que mi conocido ni siquiera se había enterado bien. El término “capa basal” procede
de una teoría política denominada materialismo filosófico, que concibe a
la sociedad como un cuerpo. Su capa basal es la relativa a la economía.
A ver, que más que Cicerón pareces Juan Ramón en los cerros de Úbeda dando hachazos intentando tocar firme.
ResponderEliminarSi eres anti-taurino lo defiendes desde la calle, no te compras una entrada, pitas, ves el espectáculo y después recoges orgulloso las orejas y el rabo.
Defender una idea es algo serio y sacrificado, pero en este país preferimos obrar como tontos y hacer cosas como pitar. Si quieren defender sus ideales que lo hagan bien y no los cambien por dinero o un premio, y si no que sea educados y se callen.
Que hagan lo que quieran pero que no sean hipócritas.
"Si eres anti-taurino lo defiendes desde la calle, no te compras una entrada, pitas, ves el espectáculo" - ¿por qué? ¿Exactamente por qué tienen que ejercer su libertad de expresión cuando y donde a ti te parece bien?
Eliminar"Defender una idea es algo serio y sacrificado" - oh, la religión de la lucha, que no falte. Si no sufres indeciblemente cuando peleas por tus ideas es que lo estás haciendo mal. Y por supuesto todo el mundo sabe que lo de gritar consignas políticas en un estadio sólo lo hacemos en España.
"Que hagan lo que quieran pero que no sean hipócritas" - me quedo con la primera parte, sobre todo porque no sé dónde está la hipocresía en decir que vas a pitar el himno y posteriormente pitar el himno.
Bueno Juan Ramón, entiendelo como quieras.
EliminarClaro, Santi. No lo voy a entender como quieras tú sólo porque vengas a dejarme un comentario escasamente argumentado. Tus cojones morenos te valdrán como argumento en el bar con los colegas, pero no aquí. Chaíto.
EliminarCicerón la verdad es que no suelo ir mucho al bar ni mentar los cojones de nadie.
ResponderEliminarPero bien esta es tu casa, me parece correcto tu punto de vista.
Entonces quedamos como amigos, Simba. Gracias por pasarte.
EliminarEstoy de acuerdo contigo en muchas de las cosas que dices, poco o ningún respeto puedo sentir yo por los "emblemas nacionales" (máxime teniendo en cuenta que, como dice Sáncgez Ferlosio, al final "los himnos nacionales son himnos de guerra") y menos ofenderme cuando otros expresan libremente su opinión hacia ellos.
ResponderEliminarNo obstante, si me permites un pequeño apunte, los que silban el himno no lo hacen en nombre de la libertad de expresión sino en el de ideas políticas que, lejos de colocar los símbolos nacionales en el lugar que les corresponde, es decir, en el de ideas que generan valor en los sacrificios que por ella se hacen (como si la sangre dotase por sí misma de valor a las ideas), los exaltan, se repudia éste no por ser un himno, si no por ser este himno y no aquel. Me gustaría ver cual sería la reacción de aquellos que tan efusivamente silbaron un himno que no me representa si silbase yo el un himno que ellos sienten que sí les representa. Es curioso esto de los sentimientos nacionales, pues parece ser que aquellos que más expresan libremente su repudio hacia ellos son los que más interiorizados los tienen como motor de sus acciones.
Tienes razón, pero es que nadie hace nada "en nombre de" la libertad de expresión: ésta es un medio, no un fin en sí mismo. Es igual que el matrimonio: nadie se casa porque se lo permite el Código Civil, sino porque quiere casarse. Cuando yo hago una pitada, una manifestación, una sentada o cualquier otro acto de protesta la hago porque quiero defender unos ideales mediante el ejercicio de mis derechos.
EliminarDicho esto: sí, totalmente de acuerdo de que el mismo tipo que queda con los colegas a pitar el himno de España en un estadio se pondría como una mona si alguien le hiciera lo mismo al himno de su nación favorita. Y, por supuesto, apoyo completo a tu última frase.
Paso a paso...
ResponderEliminar1.- la gente que pitó el himno no era antifútbol (todo lo contrario, claro) así que la comparación con antitaurinos no me parece apropiada. Los pitidos no eran al evento, ni siquiera al árbitro.
2.- Defender una idea es algo serio, claro, pero eso no significa que la forma de defenderla deba de ser seria también (no digo que pitar el himno sea o no sea serio). El activismo es sacrificado, pero también puede ser divertido. Un concierto puede ser reivindicativo, una manifestación puede tener música...
3.- "Si quieren defender sus ideales que lo hagan bien" A mi no me gustan sus ideales pero tampoco me gusta como los defienden. Espera, borra ese "pero". A menudo se usa contra las reivindicaciones "las formas" con las que se llevan a cabo. Si quieren cambiar la política que se presenten a unas elecciones. Los pactos de perdedores no valen. Protesta pero no fastidies el tráfico, hazlo allí que nadie se va a enterar. Me parece muy bien que sean feministas pero que no enseñen sus pechotes en una iglesia. Está bien que seas republicano pero en silencio y desde tu casa, no le pites al rey.
Y en concreto sobre las pitadas. La pitada tenía, estratégicamente, una cosa buena en cuanto a repercusión: no hacía falta que pitara todo el mundo, con una parte importante de ellos parecía que fuera todo el estadio.
También tiene una cosa mala: su repercusión depende del caso que le quieran hacer los del nacionalismo opuesto. Claro que en este caso con el Madrid en blanco y el PP dándose un ostión en unas elecciones parecía evidente que se le iba a hacer caso, y mucho.
Sin embargo mira qué poco caso se le hizo a las banderas independentistas en Berlín porque no interesaba la repercusión internacional.
Para evitar esto, y teniendo en cuenta que pitar el himno puede estar prohibido, y además considerando el gusto de la prensa por lo escatológico, yo propongo para la próxima final de la Copa del Rey un calvo colectivo cuando suene el himno. ¿Qué te parece?
De acuerdo con todo. De tus tres primeros puntos, a mí me pasa un poco al contrario de lo que es común: el nacionalismo catalán y vasco más bien me repelen (como el español), pero sus modos sí me parecen geniales. Debe ser que mi cabeza funciona al revés xD
EliminarEstoy muy a favor de los calvos colectivos.