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sábado, 16 de mayo de 2020

La revuelta de los fachalecos


La rebelión de los fachalecos sigue imparable. En un movimiento estratégico que llena de asombro a toda España (y de vergüenza ajena al resto de vecinos de Madrid) los habitantes del barrio de Salamanca, Aravaca y otras zonas de clase más bien acomodada perseveran en su lucha contra este Gobierno liberticida empeñado en proteger la salud pública. De momento, y ya que tuitear muy fuerte y sacar las cacerolas no hace caer al Gobierno, han decidido manifestarse un ratito todas las tardes. Durante al menos tres o cuatro tardes.

Sarcasmos aparte, el análisis de este estallido de rabia me resulta complicado. Soy población de riesgo, así que nadie más que yo está interesado en que este virus se controle pronto. No vamos a tener vacuna a corto plazo, así que en este caso “controlarse pronto” significa mantener las medidas de distanciamiento social para que no haya repuntes traumáticos que me impidan, llegado el caso, acceder a una UCI.

El virus nos ha jodido. Pero nos ha jodido el virus, no las medidas de contención tomadas para evitar que el virus destruya nuestra red hospitalaria. Esas medidas son necesarias, y lo van a ser durante bastante tiempo. Así que ver a unos snobs de las narices a los que nunca nadie ha puesto un límite quejarse porque se sienten encerrados en sus casas (sorpresa, ¡todos nos sentimos encerrados en nuestras casas! ¡A nadie le gusta esta situación de mierda!) me molesta más que un poco. Y, como digo, me dificulta hacer un análisis racional y mesurado del asunto a nivel jurídico.

El caso es que el análisis no es tan complejo. Es como cualquier otra manifestación no comunicada. Como sabemos a estas alturas, el ejercicio del derecho de manifestación exige comunicación a la autoridad competente (Delegación del Gobierno), que puede responder prohibiendo la protesta o alterando alguno de sus elementos si hay razones que motiven tal decisión. Evidentemente esto no se aplica a las caceroladas, ya que no se ejerce el derecho de reunión si cada uno está en su casa, pero sí a las manifestaciones. En teoría, las manifestaciones improvisadas no son legales.

Ahora bien, que no sean legales no quiere decir que se puedan disolver así porque sí. Los derechos fundamentales tienen fuerza expansiva. Una manifestación solo puede disolverse mediante la violencia policial en los casos previstos en la ley:
  • Las manifestaciones delictivas (que a su vez son solo dos: las que se convoquen para delinquir y aquellas a las que concurra gente armada).
  • Cuando haya alteraciones del orden público, con peligro para personas o bienes.
  • Cuando los asistentes usen uniformes paramilitares.
  • Cuando sean organizadas por miembros de las Fuerzas Armadas o de la Guardia Civil infringiendo las limitaciones de su legislación específica.


Vaya, que a priori una manifestación no comunicada, incluso si se repite durante varias tardes, no podrá disolverse por el simple hecho de no estar comunicada. Como mucho, la no comunicación permitirá sancionar a sus promotores.

¿Cambia en algo esto el estado de alarma? Es difícil de decir. El estado de alarma no permite suspender derechos fundamentales. Al menos esa es la teoría, porque en la práctica llevamos dos meses con la libertad de circulación del artículo 19 CE suspendida que da gusto. Pero eso tiene al menos un cierto amarre legal más o menos directo: la ley que regula los estados de alarma, excepción y sitio permite, en el estado de alarma, “Limitar la circulación o permanencia de personas o vehículos en horas y lugares determinados” (artículo 11.a), que ha sido el argumento usado para establecer una cuarentena tan estricta.

Es más que dudoso que este argumento, que ya está pillado por los pelos en lo relativo a la libertad de circulación, sea aplicable a la libertad de reunión y manifestación del artículo 21 CE. Si el Gobierno me impide salir a la calle para ejercer un derecho fundamental como es el de manifestación –encima uno con tanto contenido político–, queda claro que me está dejando sin él. No es que me prohíban manifestarme a ciertas horas o en ciertos lugares, es que no puedo manifestarme en absoluto. En este supuesto el derecho estaría quedando efectivamente suspendido, algo que sin duda no puede hacerse en estado de alarma.

Ahora bien, una cosa que sí puede hacerse es regularse el ejercicio del derecho. ¿Manifestaciones a distancia social y con mascarilla? ¿Convocatorias en coche, como las que propuso el partido de siempre desde la tribuna del Congreso? Igual son las únicas que se autorizan durante un tiempo. Y por esa vía sí podría entrarse a disolverse la marcha de los cayetanos de turno: si entendemos que el orden público incluye la salud pública, se puede argumentar que la vulneración de las medidas de protección tiene un riesgo claro para las personas.

Claro, esto es política ficción. No se puede esperar que la Policía actúe con la misma contundencia contra los pijos de Núñez de Balboa que contra una hipotética manifestación sindical o catalanista que se produjera durante el estado de alarma y en las mismas circunstancias. Estos ya habrían sido disueltos, detenidos, identificados o como mínimo encauzados; a aquellos se les permite pasear su insolidaridad a sus anchas por todo Madrid.

Porque de eso va todo esto, claro. De insolidaridad. A mí me importa un bledo que Borja María o que Cayetana Covadonga se harten de sus pisos de doscientos metros cuadrados y acaben pillando el virus en la subsiguiente protesta contra el Gobierno. Es su vida y es su riesgo. Pero que se la acaben pegando a terceros, o que acaben yendo a un hospital y contribuyendo aún más al colapso del sistema, pues ya me parece peor.

El presidente del Gobierno estuvo muy acertado en uno de sus primeros discursos de esta crisis, cuando dijo que esto iba, sobre todo, de proteger a los miembros más débiles de nuestra sociedad. A aquellos con los que se ceba el virus especialmente. Cuidarnos y usar las medidas de protección no es solo por nosotros, sino también, y muy especialmente, por los terceros, tanto si los conocemos como si no.

De esta crisis solo vamos a salir si somos menos egoístas y pensamos un poco en los demás. Yo quiero creer que, a pesar de que los portadores de fachalecos parecen querer que no lo consigamos, vamos a poder hacerlo.








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5 comentarios:

  1. Como has dicho, la manifestación se puede prohibir/disolver en caso de que haya riesgo para personas. Como no hay test que nos digan que todas esas personas no tienen el virus, se podría alegar la disolución por esa vía, porque mantener una distancia social y que todos lleven una mascarilla, lo veo más que improbable.
    La manifestación en vehículo, no veo problema en el tema de contagios. Parece una buena solución.
    ¿Crees que después de la prórroga del mes se volverá a prorrogar? Y respecto a lo de Ciudadanos y su apoyo, creo que los han usado para ganar tiempo, y ahora que no los necesitan les han dado la patada...

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    1. La verdad es que no sé si se volverá a prorrogar. Es todo tan contingente, estamos tan a los datos...

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  2. Excelente artículo. La comparto

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  3. Cayetanos castellanos castellanos con cazuelas en las manos...

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