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miércoles, 31 de octubre de 2018

Matrimonio y pareja de hecho


Hoy me han preguntado por la diferencia entre matrimonio y pareja de hecho. No es la primera vez. Parece que una de las muchas cosas que se han cargado los millennials es el matrimonio, porque a mi alrededor hay bastante gente a la que le cuesta entender la diferencia. Y lo cierto es que esas diferencias existen, aunque son cada vez más pequeñas. Por eso, para no liarse, vamos a analizar ambas figuras.

Podemos definir el matrimonio como el negocio jurídico que le daba efectos legales a la convivencia conyugal. Se trata de un conjunto de formalidades que cambian el estado civil de los participantes. Hasta entonces estaban solteros, ahora están casados. Eso determina toda una serie de derechos y deberes: acceso a pensión de viudedad, posibilidad de presentar declaración conjunta de IRPF, permisos para cuidar al otro cónyuge, derechos hereditarios, etc. También a nivel económico hay diferencias sustanciales.

Durante buena parte de la historia, casarse ha sido un acto importante. Trascendente, incluso. No solo por el cambio que significaba a nivel social (era un rito de paso), sino porque se trataba de algo irrevocable. En la cultura católica el matrimonio era indisoluble salvo casos de no consumación. Incluso cuando en España se aprobó el divorcio, era complicado acceder a él: primero había que separarse, luego dejar pasar una cantidad de años y por último alegar una causa de divorcio de las tasadas en la ley. Sí, se trata de algo que hoy en día cuesta comprender, pero tenías que pedirle a un juez que te divorciara y éste podía negarse.

En esta situación, no es extraño que la gente pasara de casarse. En cuanto acabó el franquismo y la sociedad se abrió un poco, empezó a haber parejas que convivían pero no estaban casadas. Tiene sentido: casarse era un compromiso muy grande en tiempos cada vez más cambiantes, y cuando las cosas van bien nadie echa de menos los derechos que te da el estar casado. Así, comenzaron a proliferar parejas que se llamaron “de hecho” en contraposición a los matrimonios, que serían las parejas “de derecho”. Los miembros de las parejas de hecho no cambiaban de estado civil ni adquirían derechos especiales.

Ahora bien, pronto estas parejas de hecho empezaron a reclamar derechos. Es un cierto sinsentido jurídico (la “pareja con derechos” ya existe: es el matrimonio), pero la cosa es que coló. Empezaron a aparecer registros autonómicos de parejas de hecho, que tienen exactamente la misma función que el Registro Civil en el caso de los matrimonios: probar a terceros que la pareja existe. Y poco a poco las leyes fueron equiparando ambas figuras en distintos temas.

Algunos ejemplos son muy lógicos. Por ejemplo, cuando en 2004 se aprobó toda la legislación de violencia de género, se equiparó al matrimonio con las “relaciones de análoga afectividad” incluso sin convivencia: no vamos a dejar desprotegidas a mujeres solo por el hecho de no estar casadas. Un poco la misma lógica rige toda la legislación sobre derechos del menor frente a sus progenitores, donde no importa si hay matrimonio o no. Sin embargo, en otras áreas no era tan imperativo igualar derechos y aun así se ha hecho: muchas Comunidades Autónomas han equiparado el matrimonio y la pareja de hecho en materia hereditaria (1), también se ha hecho en algunos convenios colectivos a efectos de derechos laborales, y a nivel estatal son iguales en cuanto a derechos en el alquiler de vivienda.

Mientras todo esto pasaba, el matrimonio perdía esa nota de irrevocabilidad que le había caracterizado siempre. La reforma del divorcio de 2005 facilitó muchísimo la disolución del matrimonio: ahora uno se puede divorciar después de solo tres meses de casado, sin separación previa y sin necesidad de alegar causa. En 2015 se dio a los notarios la posibilidad de tramitar los divorcios de mutuo acuerdo, lo que aceleró aún más los procesos. Hoy en día, divorciarse es cuestión de semanas.

Además, vivimos en una sociedad mucho más abierta y menos pacata que hace cuarenta años: el matrimonio se ve de forma mucho más pragmática, como una forma de adquirir derechos, no como un medio de perfeccionar el amor de pareja. Se ha reducido la carga simbólica de las bodas, porque todo el mundo es consciente de que el matrimonio es un estado temporal. Sí, la gente sigue invirtiendo dinero en hacer bodorrio, pero se centran en el convite: en cuanto a la ceremonia, cada vez más parejas optan por prescindir de ella. Los matrimonios religiosos se han desplomado e incluso se ha hecho común celebrar el banquete un día e “ir a firmar” (es decir, casarse propiamente) otro.

El resultado de todo esto es que el matrimonio y la condición de pareja de hecho se han ido acercando. Han desaparecido tanto la principal traba para casarse (la dificultad para divorciarse) como la consideración social del matrimonio como acto solemne y único; al mismo tiempo, muchas de las desventajas de la pareja de hecho se han ido limando. Hoy en día las principales diferencias entre matrimonio y pareja de hecho son en materia de herencia en las Comunidades Autónomas de derecho común y en materia de pensión de viudedad (2). Aparte de eso, ambas figuras se parecen mucho.

Así pues, la confusión es normal. Esto no lo podríamos haber afirmado hace treinta años, pero ahora sí: el matrimonio y las parejas de hecho se parecen mucho. Y la equiparación no puede más que avanzar, según vayan ampliándose los tipos de familia y la gente siga reclamando derechos sin tener que pasar por el aro de casarse. Que así sea.





(1) En España hay dos clases de Comunidades Autónomas: las forales (que tienen su propio derecho civil) y las comunes (que aplican el Código Civil estatal). Lógicamente solo las Comunidades Autónomas forales han podido intentar esa equiparación.

(2) A nivel fiscal, también es cierto que solo los matrimonios pueden hacer la declaración conjunta del IRPF. Pero no lo cuento como una ventaja porque esa modalidad solo beneficia a las parejas en las que entra un único salario, situación rara entre quienes optan por pareja de hecho.


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2 comentarios:

  1. A mi modo de ver las "parejas de hecho" fueron un parche que se sacaron cuando dentro de la sociedad caló la idea de que las parejas homosexuales debían tener ciertos derechos (herencia, viudedad, tutoría de los hijos...) pero ¡ay! todavía había mucha oposición a que estas uniones recibieran el nombre de "matrimonio".

    Hoy en día, gracias a que todo el mundo puede casarse y divorciarse, honestamente no le veo el sentido a las parejas de hecho. Pero los derechos conquistados ahí quedan (afortunadamente).

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