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sábado, 23 de diciembre de 2017

Para ti que eres (nuevo) rico: siete consejos por si ganas la Lotería

¡Enhorabuena! ¡Acabas de ganar el Gordo de la Lotería de Navidad! Has luchado contra una probabilidad absurdamente baja, contra las colas eternas de Doña Manolita y contra ese malvado vendedor que pretendía colocarte un décimo con tu número de la mala suerte. Ahora eres el afortunado poseedor de 400.000 €, o más si compraste más décimos de la serie ganadora. Estoy seguro de que después de sacar el champán a la calle, de decirle a la prensa que vas a tapar agujeros y de que te saquen por la tele al grito de “este año ha caído donde más se necesitaba, en un barrio de gente humilde” querrás hacer unas cuantas locuras.

Este artículo tiene como objetivo que te contengas un poco. Antes de buscar el teléfono de George Lucas para convencerle de que ruede una versión del Episodio VIII sin todas esas molestas mujeres y negros, lee lo que viene a continuación.

1. El premio tributa
Así es. Desde 2013, y para indignación de miles de cuñados, la Lotería de Navidad tributa. Es lógico, puesto que se trata de un ingreso patrimonial. Los primeros 2.500 € están exentos y el resto tributa al 20%, por lo que cada décimo se queda en 320.500 €. Que sí, sigue siendo un pastizal, pero es un 20% menos de pastizal.

Este tributo está establecido en la Ley del IRPF y se supone que es un gravamen especial dentro de este impuesto. Sin embargo, en la práctica se trata de un tributo independiente: la cuantía del premio no se integra en la base imponible a la hora de hacer la declaración del IRPF, el tipo de gravamen es especial y fijo (el ya mencionado 20%), la retención no minora la cuota líquida del IRPF, etc. Además, no se declara a la vez que el IRPF, sino en una autoliquidación especial.

Sin embargo, la parte buena es que no hay que hacer nada de papeleo. Loterías y Apuestas del Estado aplica una retención del 20% y ya no tienes que presentar autoliquidación ni pagar nada. El premio te llega con los impuestos ya pagados.

2. Cuándo, cómo y dónde cobrar el premio
El premio se puede cobrar desde el propio día del sorteo hasta los tres meses posteriores. Sin embargo, lo más recomendable es hacerlo en cuanto se pueda; si has ganado hoy algo, el 24 por la mañana lo deberías tener cobrado. ¿Por qué? Porque el décimo es un documento al portador. Eso significa que si lo pierdes o se te destruye (el típico caso de “eché los pantalones a lavar con el billete dentro”) ya no podrás cobrarlo, y que si otra persona te lo roba podrá cobrarlo él. Una vez cobrado, sin embargo, el dinero queda en una cuenta bancaria y ya no es tan fácil perderlo.

Los premios menores de 3.000 € (en la práctica la pedrea, el reintegro y los premios tipo “centenas” y “dos últimos números”) se pueden cobrar en cualquier administración de Lotería. Los más grandes deben cobrarse en una sucursal bancaria. Como hemos dicho más arriba, los décimos son documentos al portador, por lo que para cobrarlos basta con presentarte en el sitio donde quieras hacer el cobro con tu billete premiado y con el DNI.

En general, se recomienda no darle mucho bombo al hecho de ser titular de un décimo premiado. En materia de cobro eso quiere decir que no vayas a tu oficina habitual a gritar que has ganado la Lotería; vete a otra un poco más alejada y cóbralo con tranquilidad. Lo mejor es que te lo ingresen en la cuenta; si no tienen en esa entidad, abre una solo para esa finalidad. No corras el riesgo de ir por ahí con una mochila llena de billetes de 200 € y 500 €.

3. Cuidado con las participaciones
En España la lotería es una tradición grupal. Ése es el secreto de su éxito: que nadie quiere ser el tonto que se queda pobre mientras los demás reciben una lluvia de millones. Por ello existe la costumbre de comprarla en grupos. Se trata del conocido sistema de las “participaciones”: un particular organiza una recolecta entre varias personas con el fin de comprar un décimo entre todos. Cuando toca, se divide el premio. El mecanismo suele ser que la persona que tiene físicamente el décimo vaya a cobrarlo y luego reparta el dinero en proporción a las participaciones

Pero hay que tener cuidado. En primer lugar, con los posibles aprovechados: existe la posibilidad de que la persona que gestiona las participaciones coja el dinero y se pire. No es muy común, y menos en entornos de confianza como la familia, pero puede suceder. En ese caso, tienes que saber que si quieres recuperar tu dinero tienes que demandar al incumplidor aprovechado. No le puedes reclamar nada a Loterías y Apuestas del Estado. Para Loterías, lo único que hay es un décimo premiado que ha sido cobrado por la persona que lo tenía. Si esa persona realizó dividió ese décimo en participaciones y luego no ha cumplido con su parte, es problema de la persona, no del Estado: Loterías queda fuera de la ecuación.

Otro problema, más común, es el tributario. Si una sola persona cobra todo el premio y luego se encarga de repartir el dinero entre los participantes, corremos el riesgo de que Hacienda considere que hay dos transmisiones: una del Estado al receptor del premio y otra del receptor del premio a terceras personas. Y el problema es que esta segunda transmisión se consideraría una donación, por lo que habría que tributar por ella según el Impuesto de Sucesiones y Donaciones. En otras palabras; Hacienda no ve la segunda transmisión como el reparto de un premio que ya ha tributado, sino como un regalo.

La mejor solución desde el punto de vista jurídico sería que todas las personas que fueran a participar en la compra de un décimo firmaran un contrato en el cual expresaran exactamente cuánto aporta cada uno y cuánto se pagará en caso de premio. En ese documento se designaría a uno de los contratantes como depositario del décimo, con la obligación de cobrar el premio y repartirlo. Si Hacienda mete las narices, el contrato demuestra que no estamos ante dos transmisiones patrimoniales, sino ante una sola que, por razones de comodidad, ha sido gestionada por una única persona.

Sin embargo, en la práctica eso no se suele hacer. Así que hay otras formas de evitar una doble tributación. Una costumbre común es fotocopiar el décimo y entregarle a cada participante una copia fechada y firmada por el depositario del original, donde se indique con cuánto juega. Otra opción, que sin duda arregla el problema de un plumazo, es que todos los participantes vayan juntos a cobrar el premio. Así todos constarán como receptores y quedará claro que solo hay una transmisión.

4. Evita los anuncios públicos
Si te pones a celebrar por la calle, puedes atraer atención indeseada: ladrones, estafadores, sablistas, blanqueadores de dinero, etc. Lo mismo (o incluso peor) si dejas que te entrevisten en la tele. Lo mejor es que seas discreto: una celebración privada con tus seres queridos, y punto. Si aun así se filtra que has ganado un premio, mantén el perfil bajo: no digas cuánto ha sido y no te muestres impaciente por colocar el dinero.

5. No vendas el décimo
Puede que antes de que cobres te llegue una oferta: alguien te compra el décimo premiado por más dinero del que vale. Ahí ya debería activarse tu sentido arácnido: nadie da 400.000 € por algo que vale 320.500 €. Nadie. Hay dos opciones, y ninguna te conviene: o es una estafa o es una forma de blanqueo de dinero. ¿Recordáis las coñas sobre la suerte que tenía Carlos Fabra, que ganó la lotería siete veces? Pues era una forma de legalizar dinero negro: el delincuente compra un décimo premiado (con lo cual adquiere dinero líquido con un origen legal) y el vendedor recibe más dinero del que le correspondería por el premio. Todos contentos.

Salvo por un hecho que no sé si te has planteado: acceder a este intercambio implica convertirte en un delincuente. Blanquear dinero es delito. Y cuando te pillen no va a valer que digas que no sabías nada: lo de comprar billetes de lotería es un truco viejo y el vendedor debería saber que nadie da duros a cuatro pesetas. Ah, otra cosa: ahórrate los “a mí no me van a pillar” porque sí te van a pillar. Es dinero cuya procedencia no puedes justificar y no tienes ni idea de cómo esconderlo. Salvo que quieras tener los 400.000 en un armario y sacarlos de 50 en 50 para ir a hacer la compra, que te cojan es cuestión de tiempo.

6. No es tanto dinero
Sí, los 320.500 euros del premio parecen un pastón. Y lo es, siempre que no intentes usarlos para aumentar tu tren de vida. Recuerda siempre que cuando ese dinero se vaya tú vas a seguir como antes de ganar el premio: tus ingresos no habrán aumentado de forma significativa. Y las cosas tienen gastos. Piensa: con tu trabajo actual, ¿puedes pagar los gastos mensuales de ese casoplón, de ese cochazo o de ese pedazo de yate que quieres comprarte? ¿No? Entonces igual es mejor que no te lo compres. El peor resultado posible sería acabar igual de pobre que antes pero con más deudas.

A mi entender, solo hay dos modos apropiados de gastar un premio de Lotería: fundírselo en caprichos no duraderos (viajes, fiestas, regalos, etc.) o invertirlo en cosas que den rentabilidad, de tal manera que puedas transformar ese pastón puntual en una fuente estable de ingresos. El punto intermedio, que es hacerte el nuevo rico con un capital limitado, es la mejor forma de acabar en la mierda más pronto que tarde.

7. No tomes decisiones precipitadas
El primer impulso es, sin duda, ir a la oficina a despedirte de forma épica. No es buena idea. El mundo da muchas vueltas y nunca sabes si vas a necesitar de nuevo ese trabajo. Ten en cuenta lo que hemos visto en el punto anterior: salvo que seas un inversor sagaz y capacitado (spoiler: no lo eres) el premio no te va a sacar de pobre. A largo plazo el dinero se agotará y en ese momento tú estarás sin trabajo y con tu exjefe cabreado contigo porque te sacaste la chorra y te measte en su mesa.

El dinero no quema. Guárdalo en el banco hasta que sepas qué hacer con él, y mantén la normalidad en todo momento. Si lo quieres usar para abrir un negocio, despídete de tu trabajo de manera adecuada y cortés; no quemes puentes a lo tonto. Si pretendes pulírtelo en farras, hazlo en tu tiempo libre. Tapar agujeros (es decir, pagar deudas grandes, como la hipoteca) es también una buena idea. Cuanto más pagues mejor, porque quedará menos por devolver y se generarán menos intereses. Pero ojo, que muchos bancos cobran penalización por amortización anticipada.

Quizás la mejor decisión sea invertirlo. Si lo inviertes, obtendrás un rendimiento igual que si montas una empresa pero sin la necesidad de una gestión diaria y constante para la que a lo mejor no estás preparado. En este caso, se aplica el principio de no poner todos los huevos en la misma cesta: dos o tres inversiones menores son mejores que una sola grande. También es conveniente que te asesores bien. Eso quiere decir que no te fíes de tu banco (recuerda las preferentes) y que contrates a un asesor profesional independiente que esté registrado en la CNMV. Cuando éste te proponga una inversión, asegúrate de que la entiendes por completo. Si no te fías de inversiones financieras, cómprate un piso en el centro de tu ciudad y ponlo en alquiler.




Y ya está. Estos siete consejos se resumen, en realidad, en una actitud de prudencia, discreción y realismo. Si no los olvidas, podrás disfrutar de tu premio durante mucho tiempo y no te verás en la situación de maldecir el momento en el que se te ocurrió comprar lotería.



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