Patreon

¿Te interesa lo que escribo? ¿Te gusta el contenido de este blog? Pues quizá no sepas que tengo un Patreon. Patreon es una página de micromecenazgos en la que las personas que apoyan a un creador se comprometen a darle una cantidad de dinero mensual (¡yo tengo recompensas desde 1$ al mes!) a cambio de recompensas.

Échale un ojo, que a lo mejor te gusta lo que hay ahí.

lunes, 7 de febrero de 2022

Anatomía de un error

El intento de pucherazo del PP en la votación de la reforma electoral es una prueba de aquello que se decía en los libros de Dragonlance: el mal nunca triunfa porque lleva dentro las semillas de su propia destrucción. En realidad, y a pesar de esa frase tan rimbombante, el mal tiende a triunfar más de lo que nos gustaría, pero a veces pasan cosas como estas y nos alegran la mañana. Las caras de los líderes de la bancada popular y el progresivo despeñe de excusas han sido muy divertidos. 

Se votaba el decreto-ley de reforma laboral. Como establece la Constitución, los decretos-ley son normas de urgencia (aunque en la práctica los Gobiernos los usan como un mecanismo ordinario de legislación) que tienen que ser convalidados por el Congreso. Si no se convalidan, dejan de ser válidos. Una cosa que suele hacerse es votar, a la vez que la convalidación del decreto, su tramitación como ley, de tal forma que los grupos parlamentarios puedan proponer enmiendas. Por esa razón hay muchas reformas legales que tienen dos fechas: la primera, la del decreto-ley; la segunda, la de la ley que se empezó a tramitar al convalidar el decreto y que contiene leves cambios con respecto a este.

En este caso, la votación se preveía ajustada. Para empezar, dada la importancia del asunto, iban a votar todos los diputados y ningún grupo se iba a abstener. Eso significaba que la mayoría simple (más votos a favor que en contra) se convertía, de facto, casi en una mayoría absoluta. Este «casi» tiene que ver con la ausencia de Alberto Rodríguez, que le resta un diputado tanto al total del órgano como a la coalición de Gobierno. En principio, cuando un diputado deja su puesto, corre lista y lo ocupa el siguiente, pero Podemos está maniobrando para intentar que Rodríguez sea restituido en su escaño y, por eso, el puesto está vacío.

Eso quiere decir que el Congreso de los Diputados consta de 349 miembros, de los cuales era necesario atraer a un total de 175. Y eso podía ser complicado, en primer lugar porque Bildu, ERC y PNV, aliados del Gobierno, iban a votar en contra de la convalidación, por ser una reforma laboral muy tímida. Por ello, el Gobierno se volvió a la derecha parlamentaria y, por fin, apalabró los 175 votos que necesitaba gracias a la adición de UPN, partido local navarro que opera como «marca» del PP en esta Comunidad. UPN contaba con dos diputados, que supuestamente iban a votar a favor, consiguiendo así la mayoría absoluta (176 diputados). Sin embargo, al final votaron en contra, con lo que el resultado debería haber sido 174 a favor y 175 en contra: rechazo ajustado. Sobre la forma en que el PP se allegó a esos dos diputados no vamos a discutir demasiado, que luego nos acusan de andar llamando corruptos a los demás.

Entonces llegó el improvisado, inesperado e involuntario héroe de la izquierda: Alberto Casero, diputado del PP por Cáceres, que se equivocó en las dos votaciones: votó «Sí» a convalidar la reforma laboral y «No» a tramitarla como proyecto de ley. Parece ser que en esa misma tarde se equivocó incluso en una tercera votación, pero no era tan relevante. La cosa es que Casero, que tenía gastroenteritis, estaba votando desde su casa, de forma telemática. Votó, confirmó y fue al leer la certificación del voto cuando se dio cuenta del error.

Desde esta plataforma queremos solidarizarnos un poco con el diputado, porque ¿a quién no le ha pasado hacer algo erróneo, confirmarlo y solo darte cuenta después? Te sientes tontísimo cuando te sucede. Aunque forzoso es reconocer que normalmente eso solo significa que has comprado un billete de bus para Torrelavega en vez de para Tarragona, y no que le has servido el triunfo en bandeja a tu adversario político y has convertido en inútiles todas las maniobras y corruptelas de tu jefe. Pero bueno, detalles.

La cosa es que las votaciones telemáticas son antes que las presenciales, así que Alberto Casero se persona en el Congreso, informa del error y, de hecho, asiste a la votación en el Pleno. Claro, no le dejan rectificar. Desde ese momento las versiones del PP se suceden atropelladamente. Mientras Casero confiesa que está destrozado por su error, la directiva del PP plantea de forma sucesiva las hipótesis del error informático, de la vulneración del reglamento y del pucherazo. El caldo se engrosa cuando un letrado aleatorio de Madrid denuncia al Congreso por delito informático y en el encabezado del auto, por error, se cita como denunciante al propio Casero.

De toda esta amalgama me quiero quedar con un hecho: la denuncia que hace el PP de vulneración del Reglamento. La cosa es la siguiente: en 2011 se reformó el Reglamento del Congreso para permitir el voto telemático en casos de «embarazo, maternidad, paternidad o enfermedad grave» (artículo 82.2 RC). El procedimiento para ejercer dicho voto telemático se incluía en un acuerdo de la Mesa de 2012, que, en efecto, preveía la confirmación del voto por vía telefónica. Como en este caso no hubo confirmación telefónica, habría habido tongo.

El problema es que las cosas nunca son tan sencillas como parece. Para empezar, según la diputada Zaida Cantera, lo que se confirmaba en esa comprobación telefónica era si se había emitido el voto y si su sentido era el mismo que le constaba al Congreso. No era una forma de rectificar errores humanos: si te habías equivocado, el voto era válido. Pero es que, además, este procedimiento de verificación telefónica ni siquiera se aplica ya. Porque claro, el sistema tiene sentido cuando hay un diputado enfermo que necesita votar telemáticamente, no cuando hay confinamientos, cuarentenas, aislamientos y demás medidas sanitarias que pueden determinar que toda la Cámara tenga que votar desde su casa.

Ya en marzo de 2020 se dictó un acuerdo de la Mesa en el que se preveía el voto a través de la intranet, verificando la identidad del votante por el sistema de usuario y contraseña. Este acuerdo se mantuvo vigente hasta octubre de 2021, en el que fue sustituido por uno esencialmente idéntico, que dice que, hasta la finalización de la crisis sanitaria declarada por el COVID-19, todos los votos telemáticos que deban emitirse (sean o no a causa de esta enfermedad), se registran por medio de usuario y contraseña en la intranet del Congreso. La crisis sanitaria del COVID-19 es un concepto jurídico concreto, definido en la ley, que solo terminará cuando el Gobierno lo declare de manera motivada y de acuerdo con la evidencia científica. Eso no ha sucedido, por lo que seguimos en crisis sanitaria y, por tanto, sigue vigente el acuerdo de octubre de 2021. Nada de llamadas telefónicas.

Así que no, no se ha vulnerado el procedimiento de votación. Alberto Casero se equivocó, como se equivocan tantos y tantos diputados de todos los partidos (incluso en la misma sesión), solo que esta vez el error tuvo consecuencias relevantes y, por qué no decirlo, tronchantes. Menos quejarse y más apechugar con las equivocaciones propias.

Se puede debatir, claro, si es justo que al diputado no le permitieran cambiar su voto y que la reforma fuera aprobada por error. Mi respuesta es sencilla: sí. Sí, es justo. Y lo es porque cualquier mecanismo que permita modificar el voto después de emitirlo causa más mal que bien: la de corruptelas, transfuguismos y tamayazos que podrían esconderse ahí, madre mía. Una vez emitido, el voto es inamovible, porque si no podrían ganarse o perderse votaciones enteras si de repente uno o dos diputados clave descubren que «se han equivocado». Además, votar lo que deben es una de las tareas de los diputados: podemos tener empatía hacia el que se equivoca, pero no permitirle cambiar.

Por supuesto, todo este sainete tiene un argumento oculto, una especie de leit-motiv que lo permea todo: la disciplina de partido. Disciplina que rompieron los dos diputados de UPN y también, aunque sin querer, Alberto Casero. Sin disciplina de partido no existirían esos cálculos de «el grupo tal vota cual así que necesitamos tantos votos» ni serían tan notorios los casos de transfuguismo.

¿Es buena la disciplina de partido? ¿Es mala? En general, si preguntas la gente suele contestar que es mala porque falsea la actividad parlamentaria. Yo no sé si estoy de acuerdo, pero, en todo caso, es materia para otro artículo. El de hoy ha sido para explicar, compadecer y también hacer un poco de burla del error que ha permitido sacar adelante la reforma laboral. Porque yo no creía que la suerte existiera hasta que no conocí a Pedro Sánchez.

 

 ¿Te ha gustado esta entrada? ¿Quieres ayudar a que este blog siga adelante? Puedes convertirte en mi mecenas en la página de Patreon de Así Habló Cicerón. A cambio podrás leer las entradas antes de que se publiquen, recibirás PDFs con recopilaciones de las mismas y otras recompensas. Si no puedes o no quieres hacer un pago mensual pero aun así sigues queriendo apoyar este proyecto, en esta misma página a la derecha tienes un botón de PayPal para que dones lo que te apetezca. ¡Muchas gracias!


 

 

2 comentarios:

  1. Si tenemos un sistema donde se vota a los partidos, a mi no me gusta que luego los diputados puedan no seguir la disciplina de voto, que eso provoca personalismos y chanchullos.
    Yo preferiría que sólo hubiera un representante por cada partido y esa persona cuando votara contara como todas las personas que votaron al partido, y además así se consigue una representación más proporcional.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hombre, los diputados hacen mucho más trabajo aparte de votar xD

      Eliminar