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jueves, 12 de enero de 2017

Casillas para todos

El tema de la financiación de las confesiones es peliagudo. Siempre he querido hacer una entrada explicándolo, pero por unas cosas o por otras no lo he hecho nunca. Ahora parece que es el momento apropiado, porque parece que el Gobierno quiere modificarlo, en el sentido ampliatorio del término. Se busca que otras siete confesiones tengan su casilla en el IRPF, para que puedas personalizarte tus impuestos. Vamos a hablar un poco de ello.

En España hay, digamos, cuatro grandes niveles de confesiones religiosas:

  • En primer lugar están las confesiones religiosas de base, digamos. Todas aquellas inscritas en el Registro de Entidades Religiosas, que están ahí haciendo sus cosas de sectas sin meterse con nadie y no están afiliadas a ninguna de las grandes marcas que dominan ese mercado.
  • Al siguiente nivel están aquellas confesiones que están implantadas en España y que tienen cierta relevancia. Son las que tienen reconocido notorio arraigo: protestantes, judíos (reconocido en 1984), musulmanes (en 1989), mormones (2003), testigos de Jehová (2006), budistas (2007) y ortodoxos (2010). Son precisamente estas siete confesiones (y las demás que pudieran obtener este estatus, como la hinduista) las que se verían beneficiadas de las nuevas casillas en la declaración del IRPF.
  • Un poco por encima están las tres confesiones que, además de tener notorio arraigo, tienen acuerdos con el Estado. Son los protestantes, judíos y musulmanes: los acuerdos se firmaron en 1992 y se plasmaron en leyes. Son muy similares entre sí: regulan los lugares de culto, los dirigentes religiosos, la asistencia religiosa, etc. Con estos acuerdos se concedió eficacia civil al matrimonio religioso celebrado por estas tres confesiones y se abrió la posibilidad de enseñar estas religiones en los centros públicos. 
  • Finalmente está la Iglesia católica, que ni está inscrita en el RER ni ha tramitado el notorio arraigo. Los acuerdos con ella se hacen mediante tratado internacional, el famoso concordato.


¿Por qué cuento todo esto? Porque creo que esta estratificación explica muy bien la política religiosa que se sigue en este país, nos gobierne quien nos gobierne. En pocas palabras: tenemos a una confesión muy poderosa, la Iglesia católica, con unos privilegios jurídicos y sociales muy complicados de justificar en una sociedad cada vez más pasota en materia religiosa. Estos privilegios no se pueden tocar, así que hay que hacer algo para legitimarlos. ¿Qué? Efectivamente: extenderlos a las demás confesiones que tengan notorio arraigo. Que dejen de ser los privilegios de la Iglesia para ser los privilegios de las distintas confesiones que pueblan este país diverso y multicultural.

La técnica seguida para cumplir este objetivo ha ido cambiando. En los ’90 sólo había tres colectivos con esta condición (recordemos: protestantes, judíos y musulmanes) y lo que se hizo fue llegar a acuerdos bilaterales Iglesia-confesión. Ahora esa vía ya no es factible, porque habría que tratar con siete entidades (1), así que lo que se tiende es a hacer normas generales que beneficien a todas las confesiones que tengan notorio arraigo. Por ejemplo, en 2015 se reformó el Código Civil para dar efectos jurídicos a los matrimonios celebrados por sacerdotes de confesiones con notorio arraigo (2). Parece que el tema de la casilla en el IRPF va a ser igual: legislación y multiplicación de casillas.

La casillita ha recorrido un largo camino. Aparece en el Acuerdo con la Santa Sede sobre Asuntos Económicos de 1979 como un sustituto a la dotación presupuestaria. Efectivamente, durante los siglos XIX y XX el Estado español incluía en sus presupuestos una asignación a la Iglesia como compensación por la desamortización. En 1979 se supone que esta dotación desapareció, pero en la práctica se mantuvo hasta 2006, ya en la época de Zapatero (3). Es ahí cuando la casilla empieza a implementarse de verdad y, si os fijáis, cuando la Iglesia comienza con su campaña publicitaria anual para que se marque.

Pero hay una cuestión, y es que la casilla se supone que era provisional, hasta que la Iglesia cumpliera el objetivo de autofinanciación. Por supuesto, casi cuarenta años después, podemos asumir que ese objetivo era mentira, y así lo han ido entendiendo los diversos actores. En los documentos generados en 2006 para implementar este medio de financiación ya se dice, negro sobre blanco, lo que era evidente: que del nuevo sistema se espera que sea estable y tenga carácter indefinido.

Sí, la casilla ha llegado para quedarse, y eso es lo que explica que se esté planeando extenderla. Lo que intentan, como digo, es legitimar la casilla de la Iglesia católica: la pregunta ya no será “¿es justo que la Iglesia tenga su casilla?”, sino “¿es justo este sistema de financiación a las confesiones?” En otras palabras, se trata de igualar por arriba: si todos reciben una parte del pastel, nadie se queja. Salvo los laicistas, claro, y ya se sabe cuánto se nos escucha en este país.

No voy a dejar de repetirlo: el dinero que destinas a la Iglesia católica (o a fines sociales, o a las confesiones de notorio arraigo si esta propuesta sale adelante) es dinero público. Concretamente, es parte de la cuota que le debes al Estado –o, incluso, que ya le has pagado– en concepto de IRPF. No es tu dinero en ningún sentido: simplemente, el Estado te deja decidir a qué se destina una pequeña parte de los impuestos que le pagas. Ese es el reverso de la alegre afirmación “no pagas más impuestos por ello”.

Voy a terminar llamando la atención sobre un tema. Sólo dos días después de conocer la noticia que inspira esta entrada, hemos sabido que el porcentaje de bodas por la iglesia se ha desplomado, lo cual es muy lógico. Y sin embargo, el Estado pretende acercarse a las confesiones religiosas con casillitas en el IRFP. Incluso se habla de introducir festividades musulmanas en el calendario laboral. Y esto lo hace, no lo olvidemos, el PP: el partido de derecha rancia y de inspiración católica. Creo que no es paranoia ver en estas maniobras un intento de defender a sus queridos obispos.

Por suerte, el proceso de secularización social avanza imparable. Al final, da igual lo que hagan desde los poderes públicos: las iglesias están vacías y no van a volver a llenarse.









(1) Con el agravante de que muchas de estas confesiones no tienen una única estructura jerárquica, y el Gobierno tiene que negociar con federaciones compuestas de muchas pequeñas congregaciones.

(2) Si no has oído hablar de esto es porque aún no está en vigor. Entrará el 30 de junio de este año.

(3) Podéis leer un resumen completo de todos los trucos que usaron para mantener una dotación presupuestaria de facto en este artículo del buen @Indvbio.




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2 comentarios:

  1. Yo leyendo: «Horror que sea en contra de la confesionalidad y a costa de los impuestos de todos, pero es interesante eso de que el obtuso PP se abra un poco a la diversida... oh, vale, mierda, no he dicho nada».

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    Respuestas
    1. Claro, es que es eso xD Es una maniobra demasiado rara del PP.

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