lunes, 24 de febrero de 2014

Elogio de la manada

El otro día medio millón de homófobos franceses salió a la calle para protestar contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, medida que ha sido aprobada y declarada constitucional por las autoridades competentes. Uno de los lemas me llamó la atención. “Contra la familifobia”, dicen, los muy imbéciles. Como si las leyes de matrimonio igualitario buscaran destruir la familia. Como si esa familifobia contra la que claman existiera…

O igual existe. Igual no es una paranoia de católicos pasados de incienso, sino una descripción de la realidad. Podríamos negarlo, podríamos simplemente decir que nadie busca destruir la familia sino abrirla a nuevos modelos, más acordes a los tiempos. Que lo único que está en crisis es la familia nuclear. Pero ¿qué demonios? Sería mentira. Los católicos franceses tienen razón. Vamos a afirmárselo. La familia es una mierda que está herida de muerte, sangra por un millar de sitios y no se va a poder recuperar. La homoparentalidad, las familias reconstituidas, los swingers… son estadios de transición hacia un nuevo modelo de organización social. ¡Muerte a la familia, paso a la manada!

¿Qué es la manada? La manada es todo lo que no es la familia. La familia se basa en la obligación, la manada se basa en la voluntad. Naces en una familia, creces en una familia, y aunque te largues de casa (a fundar tu propia familia, claro) sigues estando vinculado a tu familia de origen. Sigues teniendo que ver a todos esos parientes que no aguantas, sigues ligado a ellos aunque no quieras y no puedes irte más que de forma traumática. ¿Quién quiere eso? Sólo el mero azar impide que nazcas en medio de una panda de maltratadores incapaces de criar a una persona o de establecer algo que no sea una relación tóxica. Y aun cuando caigas ahí, habrá quien te recrimine que les dejes atrás y te olvides de ellos hasta que mueran.

Donde la familia establece lazos de obligación y de jerarquía (hombre-mujer, padres-hijos) la manada habla de afecto y cuidado recíproco. En la familia hay posiciones con roles determinados que determinan el tipo de amor que dan y reciben: no es lo mismo el amor de padre que el amor de madre o que el amor de hermano. Los roles de estas personas son distintas: el padre y la madre no se dedican a los cuidados por igual, no mandan por igual, no trabajan fuera de casa por igual y no tienen igual reconocimiento social. El rol termina definiendo a la persona: Raquel no es Raquel, es la madre de esa familia, y como madre tiene unos deberes y una posición que no tiene Jacobo (que es el padre) ni Julián (que es el abuelo) ni Andrea (que es la hija).

En la manada no hay roles: en la manada hay personas. En mi manada Antonio hace las cosas que Antonio sabe hacer. Mi relación con Antonio es única y no se parece en nada a mi relación con Teresa, aunque seamos de la misma manada. Como no hay roles no hay jerarquías. Nadie manda sobre nadie en la manada: las decisiones se toman en común y por consenso, buscando un acuerdo que satisfaga a todo el mundo. Nadie usurpa la voz de nadie. La empatía, el afecto y el sentido de grupo presiden las decisiones en la manada: si esto deja de ser así no podemos hablar de manada sino de grupo de amigos, empresa o familia. Una manada no está definida por su forma, al contrario que una familia, sino por lo que hay dentro: una manada en la que el amor y la empatía han desaparecido no es una manada, sea cual sea la relación social o jurídica que tengan entre sí los miembros.

Todo el mundo cuida de todo el mundo en la manada. Mientras el mundo de fuera siga siendo hostil la manada protege a sus miembros. La manada no deja a nadie atrás. En consecuencia, los miembros de la manada no se hacen daño entre ellos: si algo así pasa, el asunto debe tratarse, debe hablarse y debe resolverse. No hay orgullo en la manada: hay humildad y los errores se reconocen, se subsanan y se intenta no cometerlos de nuevo.

¿Puede existir algo así? Sí. ¿Puede incorporarse todo el mundo a una manada? A algunos les costará más que a otros. ¿Se beneficiarán de esta incorporación? Si se hace bien, sí. ¿Es un modelo más natural que la familia monógama y nuclear? A quién le importa. ¿Es un modelo mejor que la familia monógama y nuclear? Sí, porque proporciona más felicidad a sus miembros. ¿Es un modelo carente de problemas? No. Y, finalmente: ¿es un modelo llamado a sustituir a lo que tenemos actualmente?


Sinceramente, espero que sí.

lunes, 17 de febrero de 2014

Cuántas balas necesita Froilán

Vivir en un régimen monárquico tiene sus ventajas. Una de ellas es que, por azares del destino, puede acabar siendo jefe de Estado un adolescente de quince años, descerebrado y con las hormonas revueltas. Hablo, claro, de su excelencia Felipe Juan Froilán de Todos los Santos. Esta especie de bala perdida (humor aquí) dentro de la Familia Real nos ha hecho escapar a muchos una media sonrisa. “Qué grande”, ha pensado más de uno al ver las barrabasadas del niño.

Y lo cierto es que no va errado: Froilán es un grande. Efectivamente, como hijo de infanta, tiene la consideración de grande de España. Lo cual, en realidad, me parece un poco triste. Que tus borracheras, jaraneos, noviazgos y accidentes sean carne de prensa sólo por ser vos quien sois, porque el abuelo tenga una empresa familiar de índole hereditaria, no debe ser plato de gusto. No me da pena, pero entiendo que tiene que ser un coñazo exasperante.

Por eso no me extraña que su excelencia quiera ocupar el trono. Ya que va a ser carne de portada igual, qué menos que tener inviolabilidad penal. Sí, para ello necesita matar a unas cuantas personas, pero si lo hace lo bastante rápido, y teniendo en cuenta que la monarquía es más rápida que la luz, será intocable antes de que nadie se dé cuenta. Además, la tendencia al fratricidio y la querencia por las armas de fuego no es nueva en su familia (su abuelo logró conjugar ambas con notable acierto) y Froilán ha sabido responder a esa educación, como demostró cuando el verano pasado atacó a su primo Pablo con un tenedor.

El problema es que Froilán erró en su objetivo: Pablo no es una amenaza para él porque está por detrás en la línea de sucesión. Debería concentrar sus esfuerzos en quienes sí le suponen un problema. Por eso, en línea con la vocación de servicio público que distingue a este blog, le voy a explicar a su excelencia (y a todos los demás lectores) el sistema hereditario de la Corona española.

El artículo constitucional que se refiere a ese tema es el 57.1, cuyo tenor literal dice:

La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.

Es un precepto muy interesante. La primera frase menciona directamente a don Juan Carlos de Borbón (cortando así de raíz toda reclamación que pudiera venir de otros pretendientes, como el carlista) e incluso le da una legitimación histórica: el cazador de elefantes es rey no porque lo diga la Constitución, sino porque es el “legítimo heredero de la dinastía histórica”. Que para eso hicimos renunciar a don Juan, hostias.

El orden de sucesión es el de primogenitura y representación. Primogenitura significa que los hijos heredan por orden de nacimiento, aunque con el matiz que veremos en materia de sexo. Representación, por su parte, quiere decir que los hijos representan a sus padres: si muere Felipe las siguientes en la línea de sucesión son sus hijas porque le representan a él, no sus hermanas.

Dentro de ese orden, la propia Constitución establece una escala de prelación:

·        Se prefiere la línea anterior a las posteriores: una “línea” es el conjunto de personas que descienden del mismo antecesor. Esta preferencia implica que se prefiere la línea que desciende del rey sobre la línea que desciende de sus padres: sólo si todos los hijos y nietos del rey murieran habría que empezar a buscar entre las hermanas del rey. Aquí Froilán está a salvo.
·        Dentro de la misma línea, se prefiere el grado más próximo sobre el más remoto. Cada generación es un grado: el primer grado son los hijos, el segundo grado los nietos, etc (1). Esta preferencia implica que se prefiere a los hijos sobre los nietos salvo que juegue el susodicho principio de representación: si Froilán mata a su madre ocuparía la posición de ésta en la línea.
·        Dentro del mismo grado, se prefiere al varón sobre la mujer. Ésta es la mal llamada “ley Sálica”, que matiza el principio de primogenitura. Y digo mal llamada porque la ley Sálica nunca ha regido realmente en España (2), y desde luego no rige actualmente. La ley Sálica lo que dice es que ninguna mujer puede reinar en ningún caso, y en España no sucede eso. A Froilán en realidad le vendría muy mal que estuviera en vigor la ley Sálica, pues con ese sistema la mujer no sólo no puede reinar, sino tampoco transmitir la Corona para sus hijos varones: al ser hijo de infanta, Froilán quedaría apartado de la sucesión.
Ha habido intentos de reformar este punto, pero a Froilán no le perjudicarían: siempre se ha dado por hecho que cualquier modificación debería salvaguardar la posición institucional de Felipe como heredero (3). Sólo si eso no pasara, si simplemente se aboliera la referencia a la discriminación por razón de sexo, Froilán pasaría, sin comerlo ni beberlo, a ocupar el segundo puesto en la línea de sucesión, por debajo de su madre.
·        Dentro del mismo sexo se prefiere la persona de más edad a la de menos. Froilán tiene una hermana pequeña, por lo que heredaría antes que ella aunque se aboliera la discriminación por razón de sexo.

Así pues, ¿en qué posición se encuentra Felipe Juan Froilán de todos los Santos si quiere heredar? Antes que él está, por supuesto, Felipe: grado más próximo y privilegiado por sexo, es el primero en la línea de sucesión. Sus hijas, Leonor y Sofía, son la segunda y la tercera en virtud del principio de representación: como son del mismo sexo, Leonor prima sobre Sofía porque es la mayor.

Una vez muertos estos tres, la siguiente es Elena: grado más próximo y mayor que Cristina. Y por fin, quinto en la línea de sucesión, Froilán. Por tanto, necesita cinco balas: una para el rey y otras cuatro para quienes están por encima de él. No son muchas para un tirador tan magnífico.

Nota final: si Froilán accede al trono, dado que es menor de edad, habría que constituir una regencia. Esa regencia debe recaer, necesariamente, en el padre o madre del rey. Si asumimos que Elena está muerta, ello implica que el regente sería Marichalar. Pedazo de monarquía acabaríamos teniendo.




       (1) Los artículos 915 a 919 CC explican de una forma bastante llana el funcionamiento de los grados, que es importante para toda clase de herencias: la proximidad de parentesco y el derecho de representación no rigen sólo para reyes.

       (2) Se suele decir que la ley Sálica entró en España con Felipe V, pero su sistema hereditario no excluía totalmente a la mujer de la herencia. Lo que hacía era saltarse a todas las mujeres, fueran del grado y la línea que fueran, siempre que hubiera un varón que descendiera de Felipe V en línea recta de varones (hijo, hijo de hijo, hijo de hijo de hijo…). Sólo si este último varón reinante muriera se podría buscar una reina entre sus descendientes, y volver al sistema con los hijos varones de ésta. Es parecido, pero no es exactamente lo mismo.

       (3) Recordemos que Felipe es el hijo pequeño, por lo que sólo es príncipe de Asturias en virtud de esta discriminación. Si no la hubiera, la princesa de Asturias sería Elena.



jueves, 13 de febrero de 2014

La carga del privilegio

Vivimos en un mundo de privilegios. Hay ricos y pobres, hombres y mujeres, heterosexuales, homosexuales y bisexuales, personas cisgénero y transgénero y toda otra ristra de ejes en torno a los cuales la sociedad nos discrimina. Que no se trata igual a los hombres que a las mujeres (concretamente, que a éstas se las trata peor) es un hecho tan obvio que solamente el más ciego varonista puede negarlo.

Por eso resulta llamativo escuchar a varones con el pack completo de privilegios (ricos, blancos, hetero, cis, etc.) diciendo que el patriarcado también les oprime a ellos. No me refiero a varonistas pirados que niegan el patriarcado y sostienen la existencia de un matriarcado basándose en la tasa de suicidios, el porcentaje de afectados por accidentes laborales y las denuncias falsas. No, me refiero a hombres comprometidos socialmente, que aceptan la existencia del patriarcado y que, sin que les falte ningún otro privilegio, sostienen que ellos también se ven oprimidos. La razón que aducen es generalmente la castración emocional que implica el privilegio de género: los hombres son duros, no lloran, no hablan de sentimientos, no se dan muestras de cariño entre ellos. Los hombres son hombres. Sé un hombre, joder. Eres un machote. Y toda esa mierda.

Es un problema peliagudo. Por una parte, nadie puede negar que estas prohibiciones sociales existen y se ve mal al hombre que se las salta: es obvio que el rol de hombre limita la libertad de los hombres. Por otra parte, parece una broma de mal gusto decir que eso es una opresión cuando las mujeres tienen que sufrir violaciones, feminicidios, menores sueldos, permanente cuestionamiento de su cuerpo, asunción de un rol de cuidadora, leyes restrictivas sobre el aborto o tráfico de personas con fines de explotación sexual. Decir que los hombres están oprimidos pero menos que las mujeres tampoco resuelve el problema: si todos estamos oprimidos (aunque no lo estemos en igual medida), ¿quién es el opresor? ¿Quién tiene un privilegio con el que nos oprime?

Creo que el problema se puede solucionar entendiendo el privilegio como una posición compleja, que tiene grandes beneficios para quien lo ostenta pero que no sale gratis. Para tener un privilegio hay que pagar un precio en forma de limitación de libertad. Este precio en ningún caso equipara la posición del privilegiado con la de quien no lo está: no le hace menos opresor, no le oprime, no cancela las ventajas que le da el privilegio ni invierte las posiciones entre los grupos. Sin embargo, está ahí y tenerlo en cuenta nos permite entender algunas cosas.

Existe un aforismo jurídico que explica bien esto que quiero decir: ubi commoda, ibi incommoda. Quien ostenta una situación que le da ventajas (ubi commoda) debe ser quien apechugue con las desventajas, cargas o incomodidades que le puedan venir por esa situación (ibi incommoda). El privilegio implica que la sociedad te da una posición de prestigio con respecto a cierto grupo de personas, pero no por tu cara bonita, sino por el rol que ocupas: tienes el deber o la carga de comportarte según ese rol. Si eres un hombre tienes que ser un machote. Si eres rico tienes que hacer lo necesario para conservar tu dinero. Si eres heterosexual no puedes actuar de forma amanerada (si eres hombre) o de forma ruda (si eres mujer). Si eres católico tienes que ir a misa y observar los preceptos de la Iglesia. Y así sucesivamente.

No todos los privilegios tienen cargas: el privilegio de nacionalidad, el de capacidad o el de mano principal, por ejemplo, no las tienen. Pero la explicación que acabamos de dar muestra algo muy importante: en aquellos privilegios que tienen carga, el primero es indisociable de la segunda. La carga es una coraza que protege al privilegiado de la opresión: no puede librarse de ella y conservar el privilegio. Si dejas de comportarte como un machote, tu masculinidad quedará en cuestión. Si no tomas las precauciones necesarias para conservar tu dinero, lo perderás. Si eres un hombre amanerado o una mujer ruda muy pronto empezará a murmurarse sobre tu homosexualidad. Si difieres de las opiniones de la Iglesia no estarás bien visto por la jerarquía. Y así sucesivamente.


Todo lo que he dicho nos enseña una valiosa lección: un efecto colateral muy positivo de las luchas que buscan liberar grupos oprimidos (como el feminismo) es ampliar la libertad de los miembros del grupo opresor y transformarla en una libertad que no se obtiene a costa de nadie. Estoy de acuerdo con quienes dicen que el feminismo es, para los hombres, un mínimo ético, porque no está bien aprovecharse de una circunstancia aleatoria para oprimir a quienes están en otras condiciones. Pero lo llevaría un paso más allá: para mí al menos el feminismo es una necesidad, porque sólo liberándome de la asfixiante y pesada carga de una masculinidad con la que no me identifico podré crecer en libertad.



(Gracias a @Aribuho por impulsarme a dar forma a una idea que llevaba un tiempo por mi cabeza. Y gracias a @Lasti_ y a @LaGuiri por las correcciones y observaciones)

sábado, 8 de febrero de 2014

Emprended, malditos

Aviso: esto es un post de queja. Pura vomitona de bilis hacia los organismos que mencionaré. Porque estoy harto. Estoy harto de esa cultura del emprendimiento que pretende convertirnos a todos en pequeños empresarios, con sociedades débiles de 4 o 5 miembros, y en consecuencia sin derechos. Esos mensajes que nos instan a renunciar a nuestros derechos laborales y que ensalzan la figura del empresario, como si éste pudiera hacer nada sin trabajadores. Ya hablé hace tiempo del cuento del emprendedor, así que mi opinión no es nueva. Pero creo que no dije por qué ese bombardeo de mensajes es un cuento, una fantasía, una ficción. Lo es porque cuando sales a la calle y te pones a crear una empresa son todo trabas y dificultades, las ayudas no aparecen por ninguna parte y la Administración te pone palos en las ruedas. Mi post de hoy es un ejemplo de esto último.

Me llamo Vimes y soy emprendedor. Junto con otros socios voy a crear una cooperativa de videojuegos online cuyo primer juego está ya en proceso de producción. Por supuesto, antes de sacar nada al mercado tenemos que aprobar e inscribir unos Estatutos sociales que rijan nuestra actividad. Estos Estatutos se rigen por el principio de libre pacto, es decir, en ellos se puede pactar cualquier cosa que se considere oportuna siempre que no vaya contra la ley. O eso creíamos.

Hace cosa de tres meses presentamos en el Registro de Cooperativas de la Comunidad de Madrid nuestros flamantes Estatutos. No queríamos inscribirlos, sino obtener una calificación previa: se trata de un informe sobre la legalidad de ese texto. Si el Registro dice que el texto es legal ya puedes elevarlo a escritura pública y pedir que lo inscriban. De la necesidad de pasar por el filtro del notario para hacer cualquier cosa con un registro en este país ya hablaremos otro día (1).

Cuando mi socio fue al Registro a pedir el trámite, la persona que le atendió parecía incapaz de saber de lo que hablaba. Él le dijo varias veces lo que quería, y al final entregó el proyecto de Estatutos sin tener muy claro qué iba a pasar. A los dos meses llamó y le confirmaron que, efectivamente, el proyecto de Estatutos NO había entrado. Así que podéis imaginar su sorpresa cuando ayer le llaman y le dicen que ya está su calificación previa. La forma A-38, sexto piso, escalera C, pasillo J.

Y hoy hemos visto las correcciones. Por supuesto, hay cagadas que nos hemos tragado, porque nuestros Estatutos no eran perfectos. Pero el hecho de que tengan algo que decir casi sobre cada artículo habla más bien de un registrador pejiguero que de otra cosa. Algunas de las correcciones son para verlas. Por ejemplo:

       1.- Nos corrigen el artículo 6, que hablaba de requisitos para ser socio. Es muy importante que mencionemos que para ser socio hay que tener capacidad de obrar (ser mayor de edad y no estar incapacitado). Pero también nos corrigen el artículo 7, que trataba sobre el procedimiento de admisión: tenemos que poner que son requisitos para entrar 1) Cumplir el artículo 6 y 2) Tener capacidad de obrar.

       2.- Corrigen también el artículo dedicado a la suspensión: la pertenencia de un socio a la sociedad se puede suspender por causas como excedencia, incapacidad, maternidad, razones disciplinarias, etc. A la hora de establecer las causas nos remitimos al Estatuto de los Trabajadores, donde están las causas de suspensión de un contrato de trabajo. Dado que los socios de una cooperativa como la nuestra son trabajadores, pensé que bastaría. Pues no. El registrador nos recuerda que el Estatuto de los Trabajadores no se aplica a socios de una sociedad: en vez de remitirnos a ese texto legal, tenemos que mencionar en los Estatutos todas las causas de suspensión. Pero ¿de dónde las sacamos? Obviamente, del sitio donde están reguladas en detalle: el Estatuto de los Trabajadores.

       3.- Las bajas. En una cooperativa los socios pueden darse de baja, de forma justificada o injustificada. Nosotros habíamos puesto una lista de causas de justificación y habíamos dicho que todas las bajas que no se ampararan en ellas serían no justificadas. Lógico, ¿no? Pues no. Para el registrador, esta última referencia está indeterminada. Que una baja injustificada sea “aquella que no esté justificada” es una indeterminación.

       4.- Las infracciones. Establecimos un régimen de infracciones. Nos han obligado a separarlas en dos partes: infracciones del socio como socio (vulnerar el deber de secreto de la cooperativa, etc.) e infracciones del socio como trabajador (trabajar mal, llegar tarde, etc.). Desde el momento en que somos una cooperativa de trabajo y todos los socios somos trabajadores, esa distinción no tiene sentido. Pero ya sabéis, el puerto está a la orilla del mar.

Y como esas, miles. Incluidas cosas que no son obligatorias pero que el registrador considera “convenientes” (y claro, ponte a contradecirle) o que se basan en “principios” que no están explicitados en ninguna parte y, por tanto, no nos son exigibles. Nosotros somos juristas y podemos entender por qué están mal las cosas que de verdad lo están y por qué son pijadas las cosas que lo son, pero ¿y quien no lo sea? ¿Qué pasa con el que se ha hecho unos Estatutos-tipo y se encuentra con que el registro se los echa para atrás con cualquier cosa? ¿Así quieren que emprendamos?

Eso sí, luego ves a nuestros gobernantes en la televisión perorando sobre el emprendimiento y todo es maravilloso. “Emprended, malditos”, nos dicen. “Emprended y dejaros la piel”.








       (1) Probablemente el mismo día que hablemos de la necesidad de pasar por el filtro del procurador para hacer cualquier cosa con un tribunal en este país.

martes, 4 de febrero de 2014

El PP y la justicia universal

La justicia universal es un concepto peliagudo porque es la excepción a una regla derivada de la misma idea de soberanía: cada país es responsable en exclusiva de juzgar los delitos que se cometen en su territorio. Si no lo hace, en principio el delito debería quedar impune porque nadie más puede interponerse. Pero evidentemente esto lleva a lagunas inaceptables: ¿por qué debemos permitir que ciertos delitos considerados especialmente graves queden impunes sólo por el hecho de que en el lugar donde se cometen no hay ley que los castigue o tribunal que los juzgue? Para luchar contra este vacío nacen dos ideas: los tribunales penales internacionales, de los que hablaremos en otra ocasión, y el principio de justicia universal, que significa, precisamente, que cualquier país puede extender la competencia de sus tribunales a delitos cometidos fuera de sus fronteras.

No es obligatorio que un país consagre la justicia universal en sus leyes, y puede hacerlo con los matices que quiera. En España, el artículo 23.4 LOPJ venía haciéndolo de una manera amplia. Permitía a los tribunales españoles conocer sin ninguna restricción de toda una serie de ilícitos: genocidio, terrorismo, piratería, narcotráfico, proxenetismo, mutilación genital femenina, etc. Ello propiciaba un importante activismo judicial, con los jueces españoles persiguiendo todo tipo de delitos. Uno de los casos más sonados, por ejemplo, fue la detención de Pinochet en Londres ordenada por el juez Garzón, un asunto en el que los intereses del Estado español no estaban en juego.

Este activismo judicial ha dejado a España en situaciones diplomáticas comprometidas. Por ello, durante el mandato de Zapatero se reformó el artículo 23.4 LOPJ: ahora, para que los tribunales españoles puedan aplicar la jurisdicción universal se requiere que el delito tenga alguna conexión con nuestro país. Se mencionan dos criterios de conexión (que los responsables se encuentren en España o que haya víctimas de nacionalidad española), pero son meros ejemplos: los jueces pueden usar otros. Además, es necesario que el asunto no se esté enjuiciando ya en los órganos judiciales del lugar del hecho ni en un tribunal internacional.

Pues bien: parece que esta restricción no basta al Gobierno de Rajoy, que hace dos semanas presentó una proposición de ley (1) para restringir aún más la justicia universal. Básicamente lo que hace la propuesta es regular, para cada delito, cuáles son los criterios de conexión válidos, sin darle ningún margen al juez para que aprecie otros. Así, por ejemplo, los delitos de tortura sólo podrán perseguirse en dos casos: si la víctima es española (siempre que el imputado se encuentre en territorio español) o si el presunto autor es español. Los delitos de violencia de género, por poner otro ejemplo, se podrán perseguir si la víctima es española o residente habitual en España (siempre que el imputado esté en nuestro territorio nacional) o si el imputado es español o residente. En ningún caso más.

Esto, que parece una simple clarificación, es en realidad una restricción, porque los criterios de conexión no son neutrales. Así, siempre que aparece como criterio de conexión que la víctima sea española se exige también que el imputado se encuentre en España, lo cual impide a los jueces actuar, por ejemplo, en el caso Couso, salvo que los militares que le mataron decidan venirse de vacaciones. Además, para perseguir estos delitos es necesaria querella de la víctima o del Ministerio Fiscal, sin que la acusación popular pueda iniciar el procedimiento. En comparación con esto, los puntos positivos de la reforma (que veremos si no quedan desvirtuados tras la tramitación) saben amargos.

Porque sí, la reforma tiene, como casi todo, cosas buenas. Por ejemplo: se incluyen los delitos contra la libertad sexual de los menores entre aquellos que permiten la aplicación de la justicia universal, cuando antes sólo se hacía referencia a la llamada “corrupción de menores” (pornografía infantil) pero no a los abusos ni agresiones sexuales. También se menciona la Convención de Estambul de 2011: los delitos listados en ella (violencia de género, incluyendo violencia sexual y mutilación genital) serán también susceptibles de justicia universal (2).

Además, la reforma profundiza también en una idea muy interesante: ya hemos dicho que los tribunales españoles deben inhibirse si los jueces del lugar de los hechos están conociendo. Pues bien, si la reforma es aprobada, nuestros órganos nacionales podrán proceder si aprecian que estos tribunales extranjeros no están dispuestos a realizar el juicio o no pueden hacerlo. Se dan reglas para que el Tribunal Supremo determine si se da el caso.

Sin embargo, todo esto no debe llamarnos a engaño sobre una legislación que es, en general, negativa. Sí, la propuesta del PP tiene cosas buenas y en algunos puntos mejora la norma de 2009, pero profundiza en la dirección iniciada por ésta: la de evitar que España sea el referente que venía siendo en justicia universal. Porque cuando hay en juego cosas importantes, como relaciones diplomáticas y comerciales, el respeto a los derechos humanos y a la justicia se vuelve optativo.




       (1) Los proyectos de ley los presenta el Gobierno. Las proposiciones de ley, los demás sujetos legitimados para empezar el trámite legislativo, uno de los cuales es el propio Congreso. Lo que ha hecho aquí el Gobierno es aprovechar la mayoría absoluta del PP para, por esta vía, hacer que sea el Congreso de los Diputados quien inicie la tramitación.


       (2) España no ha ratificado la Convención de Estambul, lo cual quiere decir que ésta no vincula a nuestro país. Sin embargo, la inclusión de esta referencia en la ley hace pensar que va a ser ratificado pronto. 

lunes, 3 de febrero de 2014

Lúmpenes, gentuza y Pablo Iglesias

El concepto de lumpen nunca me ha gustado. Sí, es obvio que tiene fuerza descriptiva y que se refiere a una sección real de la sociedad: aquella capa de la clase trabajadora que está marginada socialmente o realiza trabajos ilegales. Pero las connotaciones que se han ido asociando al término durante siglo y medio de existencia (1) son muy feas, porque hablan más de los prejuicios morales de quien las esgrime que de ninguna cualidad real de estas personas. La propia idea de que hay una sección de la clase trabajadora que, por definición, va a ser reaccionaria, me parece peligrosa: implica que podemos permitirnos el lujo de una revolución que no tenga en cuenta nada de lo que estas personas (las más puteadas por el sistema) tengan que decir.

Esta semana la palabra está de moda porque se ha difundido un vídeo de Pablo Iglesias en el que la emplea. A pesar de que el Coletas no es muy santo de mi devoción, le defendí moderadamente cuando el asunto estalló. Al fin y al cabo, y aún con el vídeo en su contexto, podía interpretarse como una anécdota contada de forma desafortunada: Pablo Iglesias no cree que esa gente sea “lumpen” ni “gentuza de una clase más baja que la nuestra” sino que explica cómo alguien sin concienciar vería la situación desde fuera. Por desgracia, anoche tuve que comerme mis palabras: Pablo Iglesias es, sin paliativos, un clasista.

Al parecer lo que quería expresar Iglesias con la anécdota es algo que, en realidad, sabemos todos, los politólogos wannabe y los politiquillos pijos de la izquierda académica son incapaces de enfrentarse a un problema real cuando lo tienen enfrente. Colapsan. Bien, si quería decir eso podría perfectamente haberlo contado de otra forma: “estábamos mis colegas de Facultad y yo discutiendo de lo divino y lo humano en una okupa cuando nos llamaron para mediar en un problema real y chungo: un intento de robo. Resultado: dos de nosotros acabamos en el hospital.” Mira qué forma más fácil de transmitir lo que querías decir sin necesidad de estigmatizar a nadie. Suelta el discurso, queda como autocrítico, todo el mundo le aplaude y ya.

Pero no pensó lo que iba a decir, y por eso precisamente dijo lo que pensaba. Y esto me queda claro sobre todo leyendo su “disculpa”, en la que no tiene la excusa de la inmediatez: cada vez que se refiere a los ladrones se deshace en ironías sobre la culpa que tiene la sociedad, lo dura que fue su infancia y lo dignos que son de protagonizar a una película. Es decir, se olvida de que el punto de la sociedad donde hayas nacido determina tus posibilidades, y si naces en el arroyo es más probable que quieras afanar una mesa de mezclas y te pongas violento con quien te lo impide que si no. Prefiere soltar toda la retahíla de tópicos derechistas sobre por qué delinque la gente. Su texto hiede a superioridad, a “éstos delinquen porque quieren” y a demás lugares comunes del biempensantismo. Después de leerlo no me cuesta nada imaginar al señor profesor dando manotazos en una barra de bar mientras arregla el mundo.

“Sin duda víctima de una sociedad injusta”, se atreve a decir irónicamente sobre el ladrón mientras lloriquea por su mano rota. Pues sí, intentar robarle a alguien su instrumento de trabajo y darle botellazos a quien no te ha hecho nada está mal, pero ironizar sobre el tema sin pretender entender lo que hay detrás es de ser un capullo clasista corto de miras.

Párrafo aparte merece su palo injustificado a las malvadas feminazis que en vez de ayudarle en su heroica pelea contra el malvado ladrón (qué pasa, a ver si el Coletas va a ser el único que pueda ironizar) le mandaron a leer a Butler. ¡Cómo se atreve nadie a mandar a leer a Pablo Iglesias, el ser más leído y escribido de la Historia, lo que muestra con sus constantes y forzadas referencias a autores, libros y películas!

Tengo poco más que decir. No he seguido la carrera política de este señor y no tenía la menor intención de votarle, así que no me ha decepcionado. Simplemente me parece un gilipollas más con acceso a una tribuna pública que utiliza para decir tonterías muy gordas sobre cosas de las que no sabe. Por desgracia, nada nuevo bajo el sol.







       (1) Recordemos que Marx llama al lumpenproletariado “hez, desecho y escoria de todas las clases” y “perezosos” (El 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte, p. 48 de esta edición).