Vivir
en un régimen monárquico tiene sus ventajas. Una de ellas es que, por azares
del destino, puede acabar siendo jefe de Estado un adolescente de quince años,
descerebrado y con las hormonas revueltas. Hablo, claro, de su excelencia Felipe
Juan Froilán de Todos los Santos. Esta especie de bala perdida (humor aquí)
dentro de la Familia Real nos ha hecho escapar a muchos una media sonrisa. “Qué
grande”, ha pensado más de uno al ver las barrabasadas del niño.
Y
lo cierto es que no va errado: Froilán es un grande. Efectivamente, como hijo
de infanta, tiene la consideración de grande de España. Lo cual, en realidad,
me parece un poco triste. Que tus borracheras, jaraneos, noviazgos y accidentes
sean carne de prensa sólo por ser vos quien sois, porque el abuelo tenga una
empresa familiar de índole hereditaria, no debe ser plato de gusto. No me da pena, pero
entiendo que tiene que ser un coñazo exasperante.
Por
eso no me extraña que su excelencia quiera ocupar el trono. Ya que va a ser
carne de portada igual, qué menos que tener inviolabilidad penal. Sí, para ello
necesita matar a unas cuantas personas, pero si lo hace lo bastante rápido, y teniendo en cuenta que la monarquía es más rápida que la luz, será intocable antes de que nadie se dé cuenta. Además,
la tendencia al fratricidio y la querencia por las armas de fuego no es nueva
en su familia (su abuelo logró conjugar ambas con notable acierto) y Froilán ha
sabido responder a esa educación, como demostró cuando el verano pasado atacó a su primo Pablo con un tenedor.
El
problema es que Froilán erró en su objetivo: Pablo no es una amenaza para él
porque está por detrás en la línea de sucesión. Debería concentrar sus
esfuerzos en quienes sí le suponen un problema. Por eso, en línea con la
vocación de servicio público que distingue a este blog, le voy a explicar a su
excelencia (y a todos los demás lectores) el sistema hereditario de la Corona
española.
El
artículo constitucional que se refiere a ese tema es el 57.1, cuyo tenor
literal dice:
La
Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de
Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono
seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida
siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más
próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo
sexo, la persona de más edad a la de menos.
Es
un precepto muy interesante. La primera frase menciona directamente a don Juan
Carlos de Borbón (cortando así de raíz toda reclamación que pudiera venir de
otros pretendientes, como el carlista) e incluso le da una legitimación
histórica: el cazador de elefantes es rey no porque lo diga la Constitución,
sino porque es el “legítimo heredero de la dinastía histórica”. Que para eso
hicimos renunciar a don Juan, hostias.
El
orden de sucesión es el de primogenitura y representación. Primogenitura
significa que los hijos heredan por orden de nacimiento, aunque con el matiz
que veremos en materia de sexo. Representación, por su parte, quiere decir que
los hijos representan a sus padres: si muere Felipe las siguientes en la línea
de sucesión son sus hijas porque le representan a él, no sus hermanas.
Dentro
de ese orden, la propia Constitución establece una escala de prelación:
·
Se
prefiere la línea anterior a las posteriores: una “línea” es el conjunto de
personas que descienden del mismo antecesor. Esta preferencia implica que se
prefiere la línea que desciende del rey sobre la línea que desciende de sus
padres: sólo si todos los hijos y nietos del rey murieran habría que empezar a
buscar entre las hermanas del rey. Aquí Froilán está a salvo.
·
Dentro
de la misma línea, se prefiere el grado más próximo sobre el más remoto. Cada
generación es un grado: el primer grado son los
hijos, el segundo grado los nietos, etc (1). Esta preferencia implica que se
prefiere a los hijos sobre los nietos salvo que juegue el susodicho principio
de representación: si Froilán mata a su madre ocuparía la posición de ésta en
la línea.
·
Dentro
del mismo grado, se prefiere al varón sobre la mujer. Ésta es la mal llamada
“ley Sálica”, que matiza el principio de primogenitura. Y digo mal llamada
porque la ley Sálica nunca ha regido realmente en España (2), y desde luego no
rige actualmente. La ley Sálica lo que dice es que ninguna mujer puede reinar en
ningún caso, y en España no sucede eso. A Froilán en realidad le vendría muy
mal que estuviera en vigor la ley Sálica, pues con ese sistema la mujer no sólo
no puede reinar, sino tampoco transmitir la Corona para sus hijos varones: al
ser hijo de infanta, Froilán quedaría apartado de la sucesión.
Ha habido intentos de
reformar este punto, pero a Froilán no le perjudicarían: siempre se ha dado por
hecho que cualquier modificación debería salvaguardar la posición institucional
de Felipe como heredero (3). Sólo si eso no pasara, si simplemente se aboliera
la referencia a la discriminación por razón de sexo, Froilán pasaría, sin
comerlo ni beberlo, a ocupar el segundo puesto en la línea de sucesión, por
debajo de su madre.
·
Dentro
del mismo sexo se prefiere la persona de más edad a la de menos. Froilán tiene
una hermana pequeña, por lo que heredaría antes que ella aunque se aboliera la
discriminación por razón de sexo.
Así
pues, ¿en qué posición se encuentra Felipe Juan Froilán de todos los Santos si
quiere heredar? Antes que él está, por supuesto, Felipe: grado más próximo y
privilegiado por sexo, es el primero en la línea de sucesión. Sus hijas, Leonor
y Sofía, son la segunda y la tercera en virtud del principio de representación:
como son del mismo sexo, Leonor prima sobre Sofía porque es la mayor.
Una
vez muertos estos tres, la siguiente es Elena: grado más próximo y mayor que
Cristina. Y por fin, quinto en la línea de sucesión, Froilán. Por tanto,
necesita cinco balas: una para el rey y otras cuatro para quienes están por
encima de él. No son muchas para un tirador tan magnífico.
Nota
final: si Froilán accede al trono, dado que es menor de edad, habría que
constituir una regencia. Esa regencia debe recaer, necesariamente, en el padre
o madre del rey. Si asumimos que Elena está muerta, ello implica que el regente
sería Marichalar. Pedazo de monarquía acabaríamos teniendo.
(1)
Los artículos 915 a 919 CC explican de una forma bastante llana el
funcionamiento de los grados, que es importante para toda clase de herencias:
la proximidad de parentesco y el derecho de representación no rigen sólo para
reyes.
(2)
Se suele decir que la ley Sálica entró en España con Felipe V, pero su sistema hereditario no excluía totalmente a la mujer de la herencia. Lo que hacía era saltarse
a todas las mujeres, fueran del grado y la línea que fueran, siempre que
hubiera un varón que descendiera de Felipe V en línea recta de varones (hijo,
hijo de hijo, hijo de hijo de hijo…). Sólo si este último varón reinante
muriera se podría buscar una reina entre sus descendientes, y volver al sistema
con los hijos varones de ésta. Es parecido, pero no es exactamente lo mismo.
(3)
Recordemos que Felipe es el hijo pequeño, por lo que sólo es príncipe de
Asturias en virtud de esta discriminación. Si no la hubiera, la princesa de
Asturias sería Elena.
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