¡Enhorabuena! ¡Acabas de ganar el Gordo
de la Lotería de Navidad! Has luchado contra una probabilidad absurdamente
baja, contra las colas eternas de Doña Manolita y contra ese malvado vendedor
que pretendía colocarte un décimo con tu número de la mala suerte. Ahora eres
el afortunado poseedor de 400.000 €, o más si compraste más décimos de la serie
ganadora. Estoy seguro de que después de sacar el champán a la calle, de decirle
a la prensa que vas a tapar agujeros y de que te saquen por la tele al grito de
“este año ha caído donde más se necesitaba, en un barrio de gente humilde”
querrás hacer unas cuantas locuras.
Este artículo tiene como objetivo que te
contengas un poco. Antes de buscar el teléfono de George Lucas para convencerle
de que ruede una versión del Episodio VIII sin todas esas molestas mujeres y
negros, lee lo que viene a continuación.
1. El premio tributa
Así es. Desde 2013, y para indignación de
miles de cuñados, la Lotería de Navidad tributa. Es lógico, puesto que se trata
de un ingreso patrimonial. Los primeros 2.500 € están exentos y el resto
tributa al 20%, por lo que cada décimo se queda en 320.500 €. Que sí, sigue
siendo un pastizal, pero es un 20% menos de pastizal.
Este tributo está establecido en la Ley del IRPF y se supone que es un gravamen especial dentro de este impuesto.
Sin embargo, en la práctica se trata de un tributo independiente: la cuantía
del premio no se integra en la base imponible a la hora de hacer la declaración
del IRPF, el tipo de gravamen es especial y fijo (el ya mencionado 20%), la
retención no minora la cuota líquida del IRPF, etc. Además, no se declara a la
vez que el IRPF, sino en una autoliquidación especial.
Sin embargo, la parte buena es que no hay
que hacer nada de papeleo. Loterías y Apuestas del Estado aplica una retención
del 20% y ya no tienes que presentar autoliquidación ni pagar nada. El premio
te llega con los impuestos ya pagados.
2. Cuándo, cómo y dónde cobrar el premio
El premio se puede cobrar desde el propio
día del sorteo hasta los tres meses posteriores. Sin embargo, lo más
recomendable es hacerlo en cuanto se pueda; si has ganado hoy algo, el 24 por
la mañana lo deberías tener cobrado. ¿Por qué? Porque el décimo es un documento
al portador. Eso significa que si lo pierdes o se te destruye (el típico caso
de “eché los pantalones a lavar con el billete dentro”) ya no podrás cobrarlo,
y que si otra persona te lo roba podrá cobrarlo él. Una vez cobrado, sin
embargo, el dinero queda en una cuenta bancaria y ya no es tan fácil perderlo.
Los premios menores de 3.000 € (en la
práctica la pedrea, el reintegro y los premios tipo “centenas” y “dos últimos
números”) se pueden cobrar en cualquier administración de Lotería. Los más
grandes deben cobrarse en una sucursal bancaria. Como hemos dicho más arriba,
los décimos son documentos al portador, por lo que para cobrarlos basta con
presentarte en el sitio donde quieras hacer el cobro con tu billete premiado y
con el DNI.
En general, se recomienda no darle mucho
bombo al hecho de ser titular de un décimo premiado. En materia de cobro eso
quiere decir que no vayas a tu oficina habitual a gritar que has ganado la
Lotería; vete a otra un poco más alejada y cóbralo con tranquilidad. Lo mejor
es que te lo ingresen en la cuenta; si no tienen en esa entidad, abre una solo
para esa finalidad. No corras el riesgo de ir por ahí con una mochila llena de
billetes de 200 € y 500 €.
3. Cuidado con las participaciones
En España la lotería es una tradición
grupal. Ése es el secreto de su éxito: que nadie quiere ser el tonto que se
queda pobre mientras los demás reciben una lluvia de millones. Por ello existe
la costumbre de comprarla en grupos. Se trata del conocido sistema de las
“participaciones”: un particular organiza una recolecta entre varias personas
con el fin de comprar un décimo entre todos. Cuando toca, se divide el premio.
El mecanismo suele ser que la persona que tiene físicamente el décimo vaya a
cobrarlo y luego reparta el dinero en proporción a las participaciones
Pero hay que tener cuidado. En primer
lugar, con los posibles aprovechados: existe la posibilidad de que la persona
que gestiona las participaciones coja el dinero y se pire. No es muy común, y
menos en entornos de confianza como la familia, pero puede suceder. En ese
caso, tienes que saber que si quieres recuperar tu dinero tienes que demandar
al incumplidor aprovechado. No le puedes reclamar nada a Loterías y Apuestas
del Estado. Para Loterías, lo único que hay es un décimo premiado que ha sido
cobrado por la persona que lo tenía. Si esa persona realizó dividió ese décimo
en participaciones y luego no ha cumplido con su parte, es problema de la
persona, no del Estado: Loterías queda fuera de la ecuación.
Otro problema, más común, es el
tributario. Si una sola persona cobra todo el premio y luego se encarga de
repartir el dinero entre los participantes, corremos el riesgo de que Hacienda
considere que hay dos transmisiones: una del Estado al receptor del premio y
otra del receptor del premio a terceras personas. Y el problema es que esta
segunda transmisión se consideraría una donación, por lo que habría que
tributar por ella según el Impuesto de Sucesiones y Donaciones. En otras
palabras; Hacienda no ve la segunda transmisión como el reparto de un premio
que ya ha tributado, sino como un regalo.
La mejor solución desde el punto de vista
jurídico sería que todas las personas que fueran a participar en la compra de
un décimo firmaran un contrato en el cual expresaran exactamente cuánto aporta
cada uno y cuánto se pagará en caso de premio. En ese documento se designaría a
uno de los contratantes como depositario del décimo, con la obligación de
cobrar el premio y repartirlo. Si Hacienda mete las narices, el contrato demuestra
que no estamos ante dos transmisiones patrimoniales, sino ante una sola que,
por razones de comodidad, ha sido gestionada por una única persona.
Sin embargo, en la práctica eso no se
suele hacer. Así que hay otras formas de evitar una doble tributación. Una costumbre
común es fotocopiar el décimo y entregarle a cada participante una copia
fechada y firmada por el depositario del original, donde se indique con cuánto
juega. Otra opción, que sin duda arregla el problema de un plumazo, es que
todos los participantes vayan juntos a cobrar el premio. Así todos constarán
como receptores y quedará claro que solo hay una transmisión.
4. Evita los anuncios públicos
Si te pones a celebrar por la calle,
puedes atraer atención indeseada: ladrones, estafadores, sablistas,
blanqueadores de dinero, etc. Lo mismo (o incluso peor) si dejas que te
entrevisten en la tele. Lo mejor es que seas discreto: una celebración privada
con tus seres queridos, y punto. Si aun así se filtra que has ganado un premio,
mantén el perfil bajo: no digas cuánto ha sido y no te muestres impaciente por
colocar el dinero.
5. No vendas el décimo
Puede que antes de que cobres te llegue
una oferta: alguien te compra el décimo premiado por más dinero del que vale.
Ahí ya debería activarse tu sentido arácnido: nadie da 400.000 € por algo que
vale 320.500 €. Nadie. Hay dos opciones, y ninguna te conviene: o es una estafa
o es una forma de blanqueo de dinero. ¿Recordáis las coñas sobre la suerte que
tenía Carlos Fabra, que ganó la lotería siete veces? Pues era una forma de legalizar
dinero negro: el delincuente compra un décimo premiado (con lo cual adquiere
dinero líquido con un origen legal) y el vendedor recibe más dinero del que le
correspondería por el premio. Todos contentos.
Salvo por un hecho que no sé si te has
planteado: acceder a este intercambio implica convertirte en un delincuente.
Blanquear dinero es delito. Y cuando te pillen no va a valer que digas que no
sabías nada: lo de comprar billetes de lotería es un truco viejo y el vendedor
debería saber que nadie da duros a cuatro pesetas. Ah, otra cosa: ahórrate los
“a mí no me van a pillar” porque sí te van a pillar. Es dinero cuya procedencia
no puedes justificar y no tienes ni idea de cómo esconderlo. Salvo que quieras
tener los 400.000 en un armario y sacarlos de 50 en 50 para ir a hacer la
compra, que te cojan es cuestión de tiempo.
6. No es tanto dinero
Sí, los 320.500 euros del premio parecen
un pastón. Y lo es, siempre que no intentes usarlos para aumentar tu tren de
vida. Recuerda siempre que cuando ese dinero se vaya tú vas a seguir como antes
de ganar el premio: tus ingresos no habrán aumentado de forma significativa. Y
las cosas tienen gastos. Piensa: con tu trabajo actual, ¿puedes pagar los
gastos mensuales de ese casoplón, de ese cochazo o de ese pedazo de yate que
quieres comprarte? ¿No? Entonces igual es mejor que no te lo compres. El peor
resultado posible sería acabar igual de pobre que antes pero con más deudas.
A mi entender, solo hay dos modos
apropiados de gastar un premio de Lotería: fundírselo en caprichos no duraderos
(viajes, fiestas, regalos, etc.) o invertirlo en cosas que den rentabilidad, de
tal manera que puedas transformar ese pastón puntual en una fuente estable de
ingresos. El punto intermedio, que es hacerte el nuevo rico con un capital
limitado, es la mejor forma de acabar en la mierda más pronto que tarde.
7. No tomes decisiones precipitadas
El primer impulso es, sin duda, ir a la
oficina a despedirte de forma épica. No es buena idea. El mundo da muchas
vueltas y nunca sabes si vas a necesitar de nuevo ese trabajo. Ten en cuenta lo
que hemos visto en el punto anterior: salvo que seas un inversor sagaz y
capacitado (spoiler: no lo eres) el premio no te va a sacar de pobre. A largo
plazo el dinero se agotará y en ese momento tú estarás sin trabajo y con tu
exjefe cabreado contigo porque te sacaste la chorra y te measte en su mesa.
El dinero no quema. Guárdalo en el banco
hasta que sepas qué hacer con él, y mantén la normalidad en todo momento. Si lo
quieres usar para abrir un negocio, despídete de tu trabajo de manera adecuada
y cortés; no quemes puentes a lo tonto. Si pretendes pulírtelo en farras, hazlo
en tu tiempo libre. Tapar agujeros (es decir, pagar deudas grandes, como la
hipoteca) es también una buena idea. Cuanto más pagues mejor, porque quedará
menos por devolver y se generarán menos intereses. Pero ojo, que muchos bancos
cobran penalización por amortización anticipada.
Quizás la mejor decisión sea invertirlo. Si
lo inviertes, obtendrás un rendimiento igual que si montas una empresa pero sin
la necesidad de una gestión diaria y constante para la que a lo mejor no estás
preparado. En este caso, se aplica el principio de no poner todos los huevos en
la misma cesta: dos o tres inversiones menores son mejores que una sola grande.
También es conveniente que te asesores bien. Eso quiere decir que no te fíes de
tu banco (recuerda las preferentes) y que contrates a un asesor profesional
independiente que esté registrado en la CNMV. Cuando éste te proponga una
inversión, asegúrate de que la entiendes por completo. Si no te fías de
inversiones financieras, cómprate un piso en el centro de tu ciudad y ponlo en
alquiler.
Y ya está. Estos siete consejos se
resumen, en realidad, en una actitud de prudencia, discreción y realismo. Si no
los olvidas, podrás disfrutar de tu premio durante mucho tiempo y no te verás
en la situación de maldecir el momento en el que se te ocurrió comprar lotería.
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