De la campaña de criminalización de la
auxiliar de enfermería enferma de ébola se puede decir una cosa: que no
era inesperada. Era cuestión de tiempo saber qué iban a sacar para cargarle la responsabilidad de
haberse infectado con la enfermedad. Al final la culpa viene de dos factores:
que parece ser que se tocó la cara después de quitarse el traje aislante y que
ocultó al médico de cabecera que había estado en contacto con un paciente de
esta enfermedad. Al menos esta acusación es un poco más sólida que la que le
hicieron al conductor del Talgo que descarriló el año pasado en Santiago de
Compostela, basada en una captura de pantalla de su Facebook, pero la tónica
general es la misma: la culpa la tiene siempre el trabajador. Toda la
estructura organizativa que tiene por encima y que generó las condiciones
propicias para que se produjera el desastre es inocente.
Por suerte, el Derecho no piensa igual. El
artículo 316 del Código Penal castiga a “los que, con infracción de las
normas de prevención de riesgos laborales y estando legalmente obligados, no
faciliten los medios necesarios para que los trabajadores desempeñen su
actividad con las medidas de seguridad e higiene adecuadas” siempre que se
ponga en peligro grave su salud o su vida. El precepto siguiente castiga el
mismo delito cuando es cometido por imprudencia. Y no olvidemos que si tú
generas una situación de riesgo y como resultado muere alguien tú eres culpable
de homicidio.
¿Alguien va a negar que en este caso no
se cumplieron los estándares de seguridad e higiene en el trabajo? Todo en la
gestión de la crisis del ébola nos habla de descoordinación, improvisación y
chapuza. Se ha hablado de trajes inapropiados, de personal movilizado a toda
leche, de formaciones de 20 minutos, de protocolos repartidos con meses de retraso
y de otra serie de cosas que dan vergüenza ajena. Hemos visto fotos
descorazonadoras, de puertas clausuradas con simple precinto y de gente
cambiándose en la acera frente al hospital. La negligencia es obvia para
cualquiera que tenga ojos en la cara.
Tampoco podemos olvidar que Teresa es una
auxiliar de enfermería, es decir, una persona cuyo trabajo no es principalmente
sanitario. No tiene por qué tener conocimientos avanzados en materia de
medicina ni saber qué hacer con alguien infectado con una enfermedad de las
características del ébola. No es alguien experto en el tema: es alguien que
necesitaba una formación específica que no se le dio. En esas circunstancias,
ponerla a cuidar enfermos de ébola era una receta para el desastre. Así que sí,
las responsabilidades, incluso las jurídicas, pueden elevarse varios niveles
por encima de ella. Que sí, que se tocó la cara (o eso dicen, en realidad no hay pruebas): ¿tan raro es que después de quitarse la máscara hiciera un movimiento mecánico para limpiarse el sudor o cualquier otra cosa?
En cuanto a lo otro, recordemos que lo de
que le ocultó a su médico que había tratado al segundo sacerdote con ébola es
sólo una insinuación que ha lanzado el consejero de Sanidad madrileño. Por supuesto
de forma oblicua, siempre hablando de probabilidades e incluso diciendo que no
se puede demostrar que mintiera… lo suficiente para enmierdar a la enferma
mientras se cubre las espaldas, vamos. Pero venga, seamos generosos: admitamos
que Teresa mintió. Mal por ella, pero ¿me quiere alguien explicar por qué a esa
persona no se le hizo un seguimiento en condiciones? Es más, ¿por qué se le
permitió irse de vacaciones? Igual si tenemos un protocolo que permite que un
posible paciente de ébola ande por el territorio nacional sin supervisión
deberíamos cambiar el protocolo en vez de fijarnos en el paciente, ¿no?
En fin. Esto ha sido un escándalo mayúsculo
y creo que aún queda mierda por salir. El burdo intento de criminalizar a la
víctima de una gestión nefasta es evidente, y aun así habrá quien se lo trague.
En otro país la ministra ya habría anunciado su dimisión y probablemente el
propio presidente del Gobierno vería moverse su silla. Han traído el ébola a
España: ¿es o no es para largarse a su casa? Pero aquí ya sabemos que no dimite
nadie salvo que no le quieran ni en su partido. Me temo que el escándalo del
ébola tampoco va a hundir al Gobierno.
Aún no he dado riesgos biológicos, pero desde luego te puedo asegurar, que desde los mismos principios de la acción preventiva, todo esto ha sido un desastre tras otro.
ResponderEliminarY no, esa mujer no tiene culpa de nada. Y una cosa más: cuando se investiga un accidente de trabajo grave, se buscan las causas del mismo, no culpables, porque lo que interesa es que no vuelva a ocurrir y mejorar la seguridad en el trabajo si hubo algún fallo. Los responsables de esto deberían pagar por su incompetencia con algo más que simples dimisiones que encima me temo que no veremos.
Desastre tras desastre, cagada tras cagada, improvisación tras improvisación... Y no, aquí no va a dimitir nadie y me sorprenderá ver a algún responsable ante un tribunal.
EliminarQue facil es cargar la culpa sobre el más débil, la persona que está enferma porque cumplió con su trabajo y no se negó a atender a un paciente, incluso cuando las condiciones tanto materiales como las instalaciones tras desmontar el Hospital Carlos III, que era el centro de referencia Nacional en Enfermedades Infecciosas, obviamente (y así fué denunciado por los profesionales de la sanidad) no cumplia ya con los requisitos de nivel 4 necesarios con este tipo de virus. ( ahora es un nivel 3 siendo generoso)
ResponderEliminarse deben exigir responsabilidades politicas, a los que tomarón la decisión de importar un virus, y por tanto un problema de salud pública a un pais donde no lo había, máxime cuando los profesionales sabíamos que la posibilidad de supervivencia de los afectados era practicamente nula. fué una decisión politica y no sanitaria.
Segundo, se improvisa sobre la marcha, "montando" el hospital, los protocolos, y con personal no preparado, la realidad es importaron pacientes con un virus que no estabamos preparados para atender, ni en lo material ni en personal suficientemente entrenado.
y por último y para rematar la cagada, no se controla y se realiza un estricto seguimiento del personal que atendió a los infectados por el virus.
Pero todo esto da igual, la culpa es de la pobre auxiliar, que en algún momento y sin darse probablemente cuenta, entro en contacto con alguna parte externa del equipo que tenia puesto (por mucho que el "lucido" consejero de sanidad diga que para ponerse y quitarse un no hace falta un master, que les cuente eso a los del CDC de Atlanta, para que se terminen de descojonar de la marca España).
en fin, que tras analizar todas las actuaciones, su nivel moral y de inteligencia, les alcanza para concluir que la culpa es de ella, que en medio de la fiebre reconoce que pudo tocarse la cara con un guante, y ademas en su maldad no comunico a su médico que habia atendido a un paciente con ébola ( sus llamadas a salud laboral tampoco cuentan oiga).
Espero que nuestra moral y nuestra inteligencia nos lleven a otras conclusiones.
No es tanto un tema de inteligencia como de moral. La misma moral que les ha llevado a cargarse el sistema les lleva ahora a echar balones fuera y a culpabilizar a la víctima. Y van a seguir así como no se lo impidamos.
EliminarLa verdad es que traerla a Madrid es una subnormalidad, por muy del Opus que sea la ministra y mucho que le quiera hacer la bola al Vaticano, si quiere sacrificarse que se sacrifique ella.
ResponderEliminarSe lo podían haber llevado a Perejil, si tantas ganas tenían de traerlo
Traer a Madrid a los dos sacerdotes fue una locura. Con lo fácil que hubiera sido mandar un hospital de campaña...
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