martes, 30 de septiembre de 2014

Friendzone

En mi actuación como hombre feminista intento guiarme por esta máxima: hablar más de machismo que de feminismo. No me corresponde dar mi opinión sobre las distintas corrientes, posturas y estrategias del movimiento de mujeres, sino señalar el machismo de otras personas y corregir el mío propio. Creo que mi voz, más autorizada socialmente por el hecho de ser hombre, puede ser útil a la hora de educar a otros varones. Porque machismo no es sólo pegar a tu pareja o pretender que se prohíba el aborto, sino que es algo micro y cotidiano, que se expresa en cómo hablas y en lo que dices.

Por ejemplo, ¿has usado alguna vez la idea de “friendzone”, o su homóloga española “pagafantas”? Pues lamento informarte de que es un concepto machista. Ya lo siento. “Hala, ya están las feminazis exagerando. Si es una simple coña, brominchi, nada más. ¿Cómo va a ser machista?” Pues lo es, y voy a explicarlo.

Cuando a mí me gusta una chica pueden pasar dos cosas: que yo a ella le atraiga o que no. En el primer caso todo es maravilloso: tonteamos, ligamos, acabamos en la cama y lo que surja después. Todo correcto. Pero también es posible que yo no le guste (cosas de la vida) y que me diga que está cómoda siendo mi amiga, que no quiere ir más allá y que no desea meterse en la cama conmigo. Y yo, una vez superada la decepción inicial, no puedo evitar estar alegre, porque el saldo me sigue saliendo positivo: vale, no habré conseguido sexo, pero a mí esa chica me gustaba por otras muchas cosas, y esas cosas las sigo teniendo siendo su amigo.

Y sin embargo, la mayoría de la gente no lo ve así. Caer en la friendzone es una pérdida, un fracaso, un ataque a la masculinidad y ya veremos si no es un cálculo taimado de la chica para que el pobre hombre le pague Fantas. Esto es machista porque muestra a la mujer como proveedora de una única cosa: sexo. El resto no importa: las mujeres valen para follar. Una vez que el hombre ve que no va a conseguir sexo, la mujer no tiene nada interesante que ofrecer. ¿Una comunidad de intereses y un cariño mutuo que fundamenten una amistad? ¿Qué es eso? ¿Cómo van a ser amigos un hombre y una mujer?

Hay muchos mitos sobre la friendzone. El que más me gusta es el que dice que es inamovible: una vez has caído en ese pozo, ya no vas a salir. Estarás hasta que te hartes de fingir amistad y pagar Fantas mientras ella se tira a malotes. Me parece especialmente gracioso, no sólo porque es ahondar en la misma mierda de nice guy frustrado, sino porque es falso: anda que no conozco yo gente que del estatus de “amigo” evolucionó al de “pareja”, “follamigo” o lo que sea. Yo mismo he estado en esa situación. Qué raro, ¿eh? Relaciones humanas cambiantes. Lo nunca visto.

La friendzone se inserta en un discurso más amplio sobre las mujeres y el sexo. Por ejemplo, las mujeres son proveedoras de sexo, pero a ellas no les debe gustar demasiado, porque cuando haces algo mal (algo que ellas arbitrariamente han decidido que está mal, ya sabes que no hay quien las entienda) te pueden castigar sin follar. Esta idea se expande también entre mujeres. Uno piensa que vaya mierda de castigo, que fastidia a quien lo da en la misma medida que a quien lo sufre, pero muchos adolescentes se tragan esa mierda a cucharadas y con cara de gusto.

Termino con una reflexión sobre los tíos que repiten el discurso de la friendzone, que son bastantes. Si tener una comunidad de intereses con una mujer es insuficiente para justificar una relación con ella, si ser amigo de una chica es un fracaso, si las mujeres valen en tanto proveedoras de sexo… ¿cómo ven estos chicos a sus novias? ¿Cómo cuerpos a los que follarse y que a veces hacen molestas demandas (ir al cine, dar un paseo) que hay que satisfacer si no quieres que el suministro se corte? Eso es espantosamente cínico, así que me imagino que no lo racionalizarán de esa manera e incluso se enfadaran si lo insinúas delante de ellos. Pero ¿acaso no es la consecuencia lógica de lo anterior? ¿Cómo se puede amar sinceramente a una persona a la cual habrías expulsado de tu vida si no hubiera querido iniciar una relación de pareja contigo?

 En conclusión: el término “friendzone” es asquerosamente machista. Pero  no basta con desterrarlo de vuestro vocabulario. Hay que sacar de nuestras cabezas la valoración que le damos a la situación que definimos con esa palabra, y para ello es necesario ver a las mujeres como seres humanos completos, con los que se puede tener amistad y que no es un drama que no quieran follar con nosotros. Yo sé que cuesta, pero os garantizo que se puede.


viernes, 26 de septiembre de 2014

Yo sólo sé que soy machista

En el trato social existen heurísticas bastante sencillas para identificar de qué palo va un interlocutor. Ciertas palabras o expresiones actúan como marcadores que permiten hacer deducciones. Por ejemplo, si en el programa de un partido político no dejan de hablar de vida, familia y valores, aunque no hagan ninguna referencia a Dios, sabes que se trata de una formación de inspiración cristiana. Es evidente que usando los marcadores puedes equivocarte, pero tienen un nivel de acierto bastante alto.

Uno de los que más me gustan, por todo lo que muestra, es la declaración emocionada, convencida y vociferada, que dice así: “¡yo no soy machista!” No tiene ni por qué llevar un “pero…” detrás. No es necesario. Normalmente alguien que dice eso se enfadará mucho cuando le muestres ejemplos de su propio machismo: te insultará, dirá que lo estás sacando de contexto o dará unas explicaciones que le hundirán más en el fango. Todo menos aceptar que es machista: ya ha decidido que no lo es y cualquier prueba en contrario que le muestres será inválida.

Y eso es un problema, porque en esta sociedad de mierda todo el mundo es machista. Nacemos en familias machistas, nos educan profesores machistas, tenemos amigos machistas, estamos gobernados por instituciones machistas, consumimos ocio machista y así hasta el infinito. Pretender que eso no nos afecta es ilusorio. Reconocer el propio machismo no es malo ni te debilita: al contrario, es el primer paso para empezar a quitártelo de encima (1).

El otro día, pensando sobre este tema, recordé la famosa frase de Sócrates “yo sólo sé que no sé nada”. Platón se la atribuye a su maestro en la Apología, que es la supuesta transcripción de tres discursos que hizo Sócrates ante el tribunal que acabaría condenándolo a muerte. Sócrates habla de su misión en la vida, que empezó cuando la pitonisa del oráculo de Delfos dijo que no había un hombre más sabio que él. “¿Cómo puede ser eso?”, se preguntó Sócrates; “si yo fuera sabio sabría que lo soy, y sin embargo no sé nada”. Así que su misión vital fue desde entonces desmentir al dios: quería hallar a alguien más sabio que él.

Pues bien, le fue imposible. Preguntando a la gente que era tenida por sabia descubrió que ninguno sabía nada pero que, al contrario que él, no eran conscientes de ese hecho sino que pensaban que sí sabían. De hecho, hasta se enfadaban con Sócrates por mostrarles que no, y eso es lo que ha motivado su acusación. Por tanto, se tuvo que conformar con la predicción de Apolo: él sólo sabía que no sabía nada, pero dado que era el único que lo sabía, quedaba convertido en el hombre más sabio.

El paralelismo es evidente. Si niegas tu propio machismo y te cabreas cuando se te señala estás actuando como los atenienses de Sócrates que demostraban no saber nada. Así, por seguir en términos filosóficos, no emprenderás nunca el camino de la virtud. Es mucho más productivo ser humilde, reconocer que no eres un ser de luz sino que, al contrario, tienes mucha mierda interiorizada que va a costar que salga.

Mi argumento se puede llevar más allá. En la Apología Sócrates se compara a sí mismo con un tábano que pica a los hombres dormidos: la picadura duele, sí, pero hace despertar. Si te quedas en la molestia y te limitas a matar al tábano, que es lo que hicieron los ciudadanos de Atenas, no despertarás nunca. Asumir que eres un machista duele: nadie quiere pensar tan mal de sí mismo. Asociamos el machismo al político de derechas que quiere restringir el aborto o al gañán que maja a palos a su mujer o al obispo que hace declaraciones medievales sobre la familia, pero en realidad es mucho más simple y mucho más cotidiano.

Admítelo: has reproducido, reproduces y probablemente reproducirás en el futuro discursos y comportamientos machistas. Eso está mal, pero negarlo (y encima cabrearte cuando te lo señalan) está peor. Deja que te pique el tábano, afronta el dolor y la vergüenza de asumir las cosas que hiciste y haces mal… y deja de hacerlas.






(1) El primero, no el único. Peor aún que el que niega toda evidencia me parece el que acepta su propio machismo, sea de verdad o de cara a la galería, y no hace nada para cambiarlo. Que haberlos haylos.



sábado, 20 de septiembre de 2014

La consulta catalana

Las leyes de la historia dicen que en épocas de crisis políticas y económicas cobran fuerza los movimientos centrífugos. Cuando un país deja de responder a las aspiraciones de sus ciudadanos hay secesiones, desintegraciones o Estados fallidos. Los Estados no tienen ninguna posibilidad de mantenerse si no consiguen que sus ciudadanos sean razonablemente felices dentro, y es forzoso reconocer que España ha fracasado estrepitosamente en esa materia. Si yo, más madrileño que la Mariblanca, quiero independizarme de esta sentina de país, qué no querrán los catalanes, que además tienen hechos diferenciales suficientes como para inventarse un discurso nacional propio.

El último paso de este proceso de independencia se ha dado hoy con la aprobación, por aplastante mayoría (el 79% de los diputados presentes, que eran todos menos uno, ha votado a favor) de una ley que permite consultarle a la ciudadanía catalana cuál es su voluntad. La nueva norma se llama, en castellano, Ley de Consultas Populares no Refrendarias y de Participación Ciudadana, y según el Gobierno es poco menos que la sexta trompeta del Apocalipsis: aparte del preceptivo anuncio de un recurso ante el Tribunal Constitucional, se ha amenazado incluso con suspenderle la autonomía a Cataluña.

Seamos claros: la nueva ley es frontalmente inconstitucional. Pese a su nombre lo que establece no es otra cosa que un referéndum. Dice su artículo 3 que una consulta no refrendaria es “la convocatoria hecha por las autoridades competentes (…), a las personas legitimadas en cada caso para que manifiesten su opinión sobre una determinada actuación, decisión o política pública, mediante votación”. Esta consulta se puede dirigir a los ciudadanos de todo el territorio, se resuelve mediante votación secreta hecha en mesas y tiene organismos específicos que velan por su independencia.

Pues bien, según el TC, un referéndum es “aquella consulta cuyo objeto se refiere estrictamente al parecer del cuerpo electoral (…) conformado y exteriorizado a través de un procedimiento electoral”. Sigue el Tribunal diciendo “para calificar una consulta como referéndum (…) ha de atenderse a la identidad del sujeto consultado, de manera que siempre que éste sea el cuerpo electoral, cuya vía de manifestación propia es la de los distintos procedimientos electorales, con sus correspondientes garantías, estaremos ante una consulta referendaria.” (STC 103/2008, FJ 2). Es decir, exactamente lo que se aprueba en la ley catalana… y lo que se aprobaba en la ley vasca que dio origen a la sentencia que acabo de citar (1).

Y lo que sucede es que el referéndum es una competencia exclusiva del Estado según el claro, evidente y muy poco matizable artículo 149.1.32º CE. No obsta a ello que el Estatuto de Autonomía catalán, en su artículo 122, habilite a la Generalitat para convocar consultas populares. El propio precepto excluye el referéndum, y el Tribunal Constitucional dijo también que el artículo sólo era conforme con la Constitución haciendo esa salvedad (STC 31/2010, FJ 69).

Así que, sí, la ley catalana es inconstitucional por encima de toda duda y el referéndum que se convoque en su nombre será ilegal. El Gobierno tiene una amplia variedad de medios para impedir la consulta, desde recurrir al Tribunal Constitucional (en cuyo caso la ley quedaría suspendida) hasta tratar de activar el procedimiento del artículo 155 CE para poder darles órdenes a las instituciones catalanas (2). Si es voluntad del Gobierno, la consulta no se celebra.

Sin embargo, la pregunta no es en realidad “¿puede el Gobierno parar la consulta?” La pregunta es otra: “¿debe hacerlo?” Sí, hay un incumplimiento de la legalidad, pero ver sólo eso es de ser muy corto de miras. Aplicar la solución jurídica a rajatabla sólo lanza el problema hacia delante. ¿Qué pasa después de que el Tribunal Constitucional anule la consulta? ¿Elecciones plebiscitarias? ¿Y luego? ¿Un órdago independentista en forma de declaración de independencia o redacción de una Constitución? Y después de que eso pase, ¿qué va a hacer Rajoy? ¿Mandar al ejército? Por poder puede, pero ¿es conveniente que siga tensando la cuerda?

Cada cosa que hace el Gobierno con el tema de Cataluña genera más cabreo y más independentismo. Pasó en la segunda legislatura de Aznar y está pasando ahora. Yo creo que el PP con mayoría absoluta es incapaz de concebir que haya un problema que no pueda solucionar pasando el rodillo parlamentario. Y así no se puede gobernar. La cuestión catalana exige diálogo y pacto: los deseos independentistas no se desactivan insultando a quienes los tienen, sino procurando que tengan ganas de quedarse en España.

No sé hacia dónde va el proceso de independencia de Cataluña, pero no veo muchos escenarios posibles: o se desinfla solo, o hay un golpe de fuerza del Estado o lo consiguen. La primera posibilidad no parece plausible y las otras dos no me gustan. En cuanto a una salida pactada, algo como lo que ha ofrecido Cameron a los escoceses si triunfa el “no” (3)… sinceramente, no veo capaz al Gobierno de prometer algo así. Rajoy es un señor de orden, y los señores de orden no pactan las cosas.

Termino con una reflexión personal: Cataluña aporta mucho al conjunto del Estado. No hablo sólo de economía, que también, sino de cultura, de patrimonio histórico, de diversidad lingüística y de todas estas cosas que nos enriquecen. Me da una rabia extrema que el PP haya generado un callejón sin salida pudiendo no hacerlo. Llegados a este punto creo que sólo nos queda ver cómo evolucionan los acontecimientos y esperar que, si se celebra una consulta, los catalanes decidan no irse. Porque si deciden que se van no los va a parar nadie.






(1) No son casos exactamente iguales, ya que la ley vasca directamente convocaba la consulta mientras que la catalana habilita al Gobierno autonómico para hacerlo, pero los argumentos que se esgrimieron contra una valen contra la otra.

(2) Y eso que ya no forma parte de nuestro Código Penal el absurdo delito de convocatoria ilegal de referéndum.

(3) Mutatis mutandis, claro. Reino Unido y España tienen muy poco que ver a nivel constitucional.



martes, 16 de septiembre de 2014

Aborto y oportunidad política

Esta última semana está siendo fructífera en buenas noticias: la muerte de Botín e Isidoro Álvarez, la retirada parece que definitiva del proyecto de ley del aborto y el previsible descalabro de Gallardón (aunque no hay que fiarse, que este tío tiene mucha cintura política) bastan para poner una sonrisilla en la cara de cualquiera. Pero esa alegría puede verse ensombrecida por un miedo, que está presente en muchas personas de mi entorno: el temor a que, en la siguiente legislatura, y con las tensiones internas entre Gallardón y Sáenz resueltas, el Gobierno vuelva a machacar con la ley del aborto e instaure, ahora de verdad una norma restrictiva.

Yo, francamente, no lo veo probable. Creo que nadie va a tocar la ley de 2010 por un tiempo: el momento adecuado ya ha sido y no lo han sabido aprovechar. Voy a exponer por qué lo pienso: por supuesto lo que voy a decir no son más que elucubraciones (que es la forma en que un politólogo dice “en realidad no tengo ni idea”), pero espero sinceramente acertar y no tener que comérmelas el año que viene.

En primer lugar, conviene recordar que el proyecto de Ley Orgánica es una apuesta personal de Gallardón. Supuestamente apoyada por Rajoy, sí, pero no deja de ser una gallardonada. Nadie esperaba que planteara una reforma completa y radical del sistema de 2010, sino sólo que evitara que las menores pudieran decidir sin autorización parental. Esto ya era un ataque bastante grave a los derechos de las mayores de 16 (1) pero no dejaba de ser una reforma parcial. Sin embargo, Gallardón se sacó de la manga un proyecto tan regresivo que incluso levantó ampollas en el partido. Ninguna formación es un bloque macizo y, aunque no creo que en el PP durara medio minuto una feminista, sí hay sectores más liberales que aceptan como techo máximo de involución la ley de 1985. Pasa lo mismo entre los votantes: cómo sería la ley que proponía Gallardón que les estaba haciendo perder apoyos electorales.

¿Y todo para qué? Exactamente, ¿qué pretendía Gallardón con esto? No me extrañaría que, en primer lugar, buscara satisfacer su propia ideología: conviene recordar que su padre fue el abogado que redactó el recurso de los parlamentarios del PP contra la ley del aborto de Felipe González, procedimiento que no prosperó (2). Es muy posible que Gallardón, educado en casa de papá, tenga ideas parecidas sobre el derecho a decidir de las mujeres.

Además, es evidente que esta ley buscaba satisfacer a los grupos ultras a los que el PP hizo el juego cuando estaba en la oposición. Intención imposible, dicho sea de paso: esa sentina que es HazteOír (3) no se conformará con nada que no sea la prohibición total del aborto en cualquier circunstancia. A un año de las elecciones, estos grupúsculos se sienten traicionados y el PP ha aprendido que meterse con el tema del aborto no da rédito y sí muchas pérdidas.

¿Cuál es el escenario previsible tras las elecciones generales de 2015? Probablemente un gobierno del PP, pero en minoría y sin Gallardón. Además, tras una campaña electoral donde no se habrán liado a prometer nada en materia de aborto: ni lo necesitan ni les viene bien. No me extrañaría que amenazaran con la reforma en materia de mayores de 16 años (y en ese caso debemos estar en las calles para pararla), pero el momento político para sustituir una norma de este calibre ya ha pasado. En 2011 tenían motivos y capacidad para ello; en 2015 ambas cosas les faltarán. Por lo menos hasta 2019 la ley está segura.


OTROSÍ DIGO: igual que el PP ya no tiene incentivos para protagonizar una involución de la ley de 2010, tampoco los tiene para realizar una evolución. Me temo que no veremos una ley del aborto más avanzada en mucho tiempo, ni tampoco ninguna voluntad real de proteger a las mujeres que se acojan a la vigente. Siguen siendo un partido conservador y muy machista.





(1) Que, no lo olvidemos, están asimiladas a mayores de edad en materia de consentimiento médico salvo para ensayos clínicos y reproducción asistida.

(2) Digamos que fue una victoria pírrica: el Tribunal Constitucional anuló la ley del aborto de 1983, pero no por ser contraria a la Constitución el establecer un sistema de supuestos, sino porque no preveía controles suficientes de que cada supuesto se cumplía. Subsanados esos defectos, la ley fue aprobada en 1985 sin más cambios.

(3) Perdón: sentina de utilidad pública.



jueves, 11 de septiembre de 2014

Si no te gusta no vayas

La semana que viene se celebrarán los asquerosos festejos del Toro de la Vega, donde una patulea de gañanes alancea a un toro hasta matarlo. Esta costumbre levanta indignación incluso entre ciertos círculos taurinos por bárbara y brutal. Y para que una gente que disfruta viendo cómo una panda de payasos tortura a un toro durante horas considere que algo es brutal ya tiene que estar fuera de todo límite.

Este año, en un patético intento de defender lo indefendible, se ha montado el Congreso Internacional del Toro de la Vega, al que han acudido, según la web del mismo, “abogados, profesores, periodistas, críticos taurinos, antropólogos, médicos, historiadores, veterinarios, sociólogos o especialistas en comunicación audiovisual”. El objetivo es demostrar (como si hiciera falta) que la gente con carrera también puede ser cruel y estar a favor del maltrato animal.

Parece increíble, de todas formas, que entre tanto experto no haya ninguno que se haya dado cuenta de que la exhortación “si no te gusta no vayas”, que tanto les gusta repetir a los fans de la salvajada, es una mierda pinchada en un palo. No refuta nada, porque implica banalizar la cuestión: el rechazo a las fiestas con animales no es una cuestión de “gustos”, sino de ética. A mí no me gusta, yo qué sé, el baloncesto, y en consecuencia no veo partidos de baloncesto. Pero el baloncesto, al contrario que los festejos con animales, es una actividad libremente elegida por todos los participantes… y eso lo cambia todo, claro.

Esta clase de espectáculos se basa en causar estrés, dolor y, en muchos casos, la muerte, a un animal. Así que es un asunto de suficiente relevancia como para preguntarse: “¿está justificado? ¿Se consigue algo que justifique ese daño?” Y la respuesta no puede ser más negativa. Lidiando a un toro o haciendo cualquier otra salvajada con él sólo se obtiene un entretenimiento pasajero: sin duda insuficiente como para justificar la actividad.

“¡No es mero entretenimiento!”, protestan los fans: “¡Es arte y cultura!” Tanto me da que me da lo mismo: llámalo entretenimiento o llámalo elevado disfrute estético. No dudo de que ver morir a un toro en una plaza sea precioso para quien le guste, pero sigue sin ser razón suficiente para justificar el acto. Y tampoco niego que sea parte de nuestra cultura y de nuestra tradición, pero la cultura evoluciona y la tradición no es argumento en democracia: las cosas cambian y hay que saber adaptarse.

Los fans más leídos incluso le echan un ojo al artículo 46 de la Constitución y a los artículos 46 y 47 de la Ley de Patrimonio Histórico y deducen, acertadamente, que los festejos con animales son patrimonio etnográfico, ya que se trata de “actividades que son o han sido expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español”. Pero sacar de ahí que los espectáculos con animales deben protegerse por encima de cualquier otra consideración implica no ver el cuadro completo: el medio ambiente también es un bien jurídico constitucionalmente protegido (artículo 45 CE) hasta el punto de que el maltrato injustificado de un animal es delito siempre que le cause la muerte o lesiones graves. El por qué esto se exceptúa si se trata de tradiciones centenarias escapa a mi comprensión… o bueno, en realidad no.

La cuestión que subyace es en realidad la siguiente: ¿hay que otorgar a los animales alguna clase de estatuto jurídico? O, en otras palabras: ¿son los animales meras “cosas” de las cuales su dueño puede disponer como quiera? Creo que la respuesta a esta segunda pregunta es forzosamente negativa: como sociedad les debemos algo a los animales. Como mínimo, no causarles la muerte para entretenernos.





viernes, 5 de septiembre de 2014

Alcoholismo social

He de decir una cosa: yo no bebo.

Sí, soy abstemio, aunque la palabra no me guste. Y os diré que no es fácil. Para empezar, cuando sales de fiesta o tienes una comida familiar tienes que luchar contra una imagen: la de tío aburrido que intenta fastidiar a los demás. Y luego, cuando ya han asumido que no les vas a impedir beber, intentan convencerte de que lo hagas tú. Que si “deberías probarlo”, que si “no te va a pasar nada por un traguito”, que si “la gente que no bebe no es de fiar”, que si “los médicos recomiendan una copita de vino al día”, que si tal y que si cual. Todo de broma, por supuesto. Jiji jaja y eso. Tú haz lo que quieras, ¿eh? No me importa que no bebas. Tú a tu rollo. Pero ¿de verdad no lo has probado nunca? ¿Y entonces cómo sabes que no te gusta? ¿O es que has tenido algún problema con el alcohol? Venga, dale un trago, sólo mojarte los labios.

Y así constantemente. Y cansa.

Vivimos en una sociedad alcohólica: el alcohol, en sus diferentes variedades, es el rey de todas las bebidas. ¿Ah, no? ¿Exagero? Entonces, ¿por qué has entendido perfectamente la primera frase de este artículo? “Yo no bebo” puede significar muchas cosas: “yo no bebo bebidas carbonatadas”, “yo no bebo zumos”, “yo no bebo whisky”. Pero no: en nuestro contexto cultural, “yo no bebo” tiene una única interpretación posible. De hecho, el alcohol se apodera del propio acto de ingerir líquido: ¿o si no cómo se entiende una letra tan absurda como “Que yo no quiero agua, que yo quiero bebida”?

Nuestra cultura fomenta y glorifica el consumo de alcohol. Y no, no me he pasado con los términos: que las bebidas para celebrar ocasiones especiales sean alcohólicas, que se admire al que más aguanta bebiendo, que sea un medio aceptable de conseguir “valor” (para, por ejemplo, ligar), que existan refranes y todo tipo de obras de arte sobre estas bebidas y lo bueno que es consumirlas o que probarlas sea una demostración de madurez… todo ello da cuenta de una sociedad construida en torno a la idea de que beber alcohol es bueno y deseable. Joder, si hasta el mismo Dios se encarna en un vaso de vino.

¿Y dónde queda aquí el abstemio? Pues necesariamente en mal lugar, claro. Aparece el mito del no bebedor aburrido, molesto y pesado que trata de impedir que los demás beban alcohol. Una vez creado el estereotipo se aplica a todo el que dice que no bebe… y se reacciona contra él. Esto es algo muy curioso: sé de muy pocos abstemios reales que juzguen a quienes beben y, sin embargo, es bastante común que un bebedor se sienta incómodo delante de nosotros. Muchas veces percibimos que nuestra mera pasividad, nuestra mera abstención, molesta. ¿De dónde viene ese sentimiento? No lo sé.

Lo que sí sé es que la cosa suele ir al revés de lo que marcan los estereotipos: son los consumidores de alcohol los que ejercen una presión, no muy fuerte, pero sí constante y machacona, para que los demás bebamos. Para que nos adaptemos a una norma social de la que hemos decidido, por las razones que sea, pasar. ¿Y cómo se ejerce esa presión? Pues de formas muy variadas.

Están las bromitas y refranes chuscos, que nunca pueden faltar cuando alguien dice que no bebe. Está el presentarnos como rarezas de museo (“éste es mi amigo, no bebe, jaja”). Está el asumir que hemos sido alcohólicos en el pasado. Está el echar alcohol en la bebida de un abstemio para ver cómo reacciona. Está el sambenito de aburrido, cuando igual lo que es aburrido es aguantar a personas pasadísimas. Y, por encima de todo, están las preguntas.

Las preguntas, sí, de la cual la reina es “pero ¿por qué no bebes?” Porque la gente se cree con derecho a que les des explicaciones. Si no se las das (“no bebo porque no me da la gana”) repetirán la pregunta hasta que les des una justificación satisfactoria. El problema es que ninguna lo es: para todo hay una contrarréplica. La pregunta “¿por qué no bebes?” es la puerta de entrada de una serie de argumentos, bastante manidos en general, que buscan probarle al no bebedor lo equivocado de su conducta. Gracias, de verdad, pero ya sabemos que beber no es lo mismo que emborracharse. Y sí, somos conscientes de que por una o dos copas no nos va a pasar nada. Pero no.


En definitiva: hay quien se toma la evangelización del abstemio como una misión divina encargada por el mismo Baco y no aceptarán un “no” por respuesta. Tengo mis sospechas sobre las razones de esta conducta pero no las voy a expresar aquí. Me voy a limitar a decir lo siguiente: si tú bebes alcohol y te has reconocido en el post, por favor, cállate la boca. Asume que si te sientes incómodo a mi lado el problema es tuyo: deja de cuestionarme y de darme la brasa con el tema porque me molestas y no me vas a convencer. Que te exijan esa clase de explicaciones es fastidioso y mucho, mucho más intrusivo de lo que a ti te parece.

lunes, 1 de septiembre de 2014

¿Qué es el victim blaming?

Esta entrada tiene como objetivo definir el concepto victim blaming, ya que varias personas me han preguntado qué significa a raíz de mis comentarios sobre la difusión ilícita de unas selfies de Jennifer Lawrence en tetas. Dado que el término se suele emplear en inglés, le voy a dedicar unas líneas.

Victim blaming significa “culpabilización de la víctima”. Consiste básicamente en afirmar que la víctima de un delito (1) es parcial o totalmente responsable del mismo. Implica una inversión de la responsabilidad, de tal modo que el foco de la conversación pasa de estar centrado en el delincuente para estarlo en la víctima. Se deja de hablar de unos hechos delictivos para pasar a juzgar el comportamiento de la víctima: lo que hizo para “favorecer” el delito, lo que no hizo para evitarlo, o incluso sus costumbres sexuales.

He dicho “costumbres sexuales” porque el victim blaming se produce señaladamente (aunque no en exclusiva (2)) en delitos sexuales contra mujeres. Todo el discurso sobre la longitud de la falda, el camino de regreso a casa, el aprendizaje de autodefensa visto como deber, los límites al coqueteo con hombres... todo eso es victim blaming. También lo son los juicios sobre cuándo debe una famosa hacerse fotos eróticas, dónde debe almacenarlas y a quién debe mandarlas: precisamente el caso que suscita esta entrada. Y, en casos como el de Christy Mack, las afirmaciones sobre lo idiota que fue ella por liarse con su agresor.

El victim blaming puede ser más o menos sutil. Todo el mundo puede identificar (y criticar) el más evidente, el grosero “la culpa es suya por vestirse como una puta” que suelta el borracho en la tasca. Pero en realidad constituye victim blaming cualquier discurso que, dígalo como lo diga, redistribuya las culpas. Y eso es muy fácil de encontrar en nuestro discurso cotidiano. Sí, también entre hipsters modernos de barba y gafas de pasta o incluso entre activistas presuntamente concienciados.

Este segundo nivel de victim blaming, más sutil, suele empezar con una declaración del estilo “no, a ver, la culpa es siempre del violador, muerte a los violadores, PERO”. En general, cuanto más largo sea este disclaimer previo peor será la burrada posterior. Puede ser una mención a las medidas de protección que debería haber tomado la víctima, una referencia a lo “idiota” o “descuidada” que es, una afirmación sobre la sexualidad masculina como algo incontrolable y desbordado (“si provocas ya sabes a lo que te expones”) o cualquier cosa en la misma línea.

Es este segundo tipo de victim blaming el que me preocupa, porque está presente en todas partes. Cuando lo señalas la respuesta tipo suele ser “¿yo? ¿Yo culpar a la víctima? No, si yo no digo que la culpa sea de ella SINO QUE…” y te lo vuelven a explicar, normalmente exigiéndote que le pidas cuentas al borracho de la tasca que dice que todas putas. “¡Ese sí que culpa a la víctima, y no yo que SIMPLEMENTE DIGO QUE…!” Porque asumir que la estás cagando es complicado.

El victim blaming no se da sólo entre amigos y familiares, sino también, y por desgracia, en instituciones policiales y judiciales. Es parte de lo que se suele llamar “victimización secundaria”, que no es otra cosa que el calvario institucional que tiene a veces que pasar la víctima para conseguir que se haga justicia. Como parte de este peregrinaje la agredida puede encontrarse con un sistema que no la escucha, no la comprende e incluso la acusa por no adoptar las “precauciones básicas” que se le ocurran al funcionario de turno en ese momento. La victimización secundaria es un problema real, hasta el punto de que existen instrumentos legales sobre violencia contra las mujeres que la mencionan para prohibirla (3).

El victim blaming, la culpación de la víctima, no es algo puntual o individual. Es un comportamiento general, cultural si se quiere. Hace un daño terrible porque incita a las víctimas a mantener en silencio su experiencia, a no hablar y a no denunciar, no sea que las cosas se pongan peor. Actúa como reforzador de la cultura de la violación: mantener calladas a las víctimas, hacer que no se pongan en contacto entre sí, reciban apoyo o busquen ayuda externa, es esencial para mantener la impunidad.

La parte buena es que todo el mundo puede hacer algo para luchar contra el victim blaming. Con no reproducir esa clase de discurso ya se está haciendo algo. Evidentemente, lo óptimo es señalar a quien lo haga: puede parecer difícil, pero una vez entiendes por qué la culpación de la víctima da asco sale solo. Conviene también informarse sobre los mitos que rodean la violación y sobre por qué son falsos, y sobre qué hacer cuando te cuentan una agresión sexual. Y, si alguien te señala a ti por estar reproduciendo esta clase de discurso, por favor no te encastilles y mira por qué te lo dicen. ¿El objetivo de todo eso? Que la víctima se sienta comprendida, apoyada y, sobre todo, no juzgada.




(1) Aunque la frase no fue usada originalmente para referirse a delitos, sino para criticar una teoría que sostenía que la pobreza de las comunidades negras en EE.UU. se explicaba por una pauta cultural que tendía a la desestructuración de la familia nuclear.

(2) Mirad, por ejemplo, los comentarios de este vídeo sobre un chaval al que echan de casa por ser homosexual. Las culpas van a él: por hablar sobre sus padres en Facebook, por esperar que sus padres le acepten, por elevar el tono de voz cuando le están echando de casa y forcejeando con él, por grabar el vídeo sin que sus padres lo sepan, por no “respetar” su homofobia… ¿Las menciones a la asquerosa actitud de los padres? De pasada y desde la equidistancia.

(3) Por ejemplo, el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra lasmujeres y la violencia doméstica (Convención de Estambul) menciona este fenómeno varias veces (artículos 15, 18 y 56). Conviene recordar que España ha ratificado este tratado internacional, que ya está en vigor.