miércoles, 24 de agosto de 2011

Fuerzas y Cuerpos de Inseguridad del Estado

He de confesar que la Policía me da miedo. Sólo he tenido una vez un problema con un miembro de dicho cuerpo, y fue por culpa mía aunque es cierto que él se excedió en la reacción. Pero lo que yo pensaba que eran casos aislados parece que no lo son tanto. Estos días ha estado corriendo por Internet un vídeo en el que una chica insulta ("violentos cabrones" o algo parecido) a unos policías que venían de vigilar (llámalo vigilar, llámalo cargar contra) la concentración del 18 de agosto, celebrada espontáneamente en repulsa por la violencia policial ejercida contra la marcha laicista del día anterior. El vídeo es este:



Vamos a ser claros. Increpar e insultar a un policía no es buena idea. No es apropiado, no es legal (de hecho es falta penal) y ni siquiera es buena estrategia, porque te puede caer un buen puro y encima con todas las de la ley. Pero la respuesta adecuada a esa conducta desde luego no es meterle cuatro palos a la increpadora, a su compañero que intenta sacarla de allí y al fotógrafo que, legalmente, está documentando un caso tan claro de violencia policial. Al contrario, lo que hay que hacer es acercare a ella, detenerla, solicitarle la identificación, dejarle que llame a un abogado o proveerle uno de oficio y todas esas cosas que desembocan en un juicio de faltas y en una condena de multa.

Y esto me suscita dos reflexiones. La primera: ¿hasta qué punto está formado el Cuerpo de Policía Nacional por gentuza como la que aparece en el vídeo, incapaz de entender que uno no se puede tomar la justicia por su mano por mucho que sean insultados? O, en otras palabras, ¿hasta qué punto es esto un caso aislado? Yo normalmente ponía siempre en cuarentena todos los relatos sobre violencia policial, porque me parece que tanto los comunicados de los supuestos agredidos como los de los supuestos agresores son altamente interesados. Ahora ya no estoy tan seguro.

En segundo lugar: ¿y ahora qué? Se ha abierto una investigación y quizás el tema salga de la Policía y pase al ámbito penal. Esperemos que este caso concreto acabe en condena, pero, ¿y con los demás? Es decir, como se solían preguntar los antiguos, ¿quis custodiet ipsos custodes? Y me parece que la respuesta no va a ser "Def con Dos".

miércoles, 17 de agosto de 2011

A tomar por culo el papa

Hoy hay manifestación. Está convocada por dos centenares de asociaciones ateas, escépticas, librepensadoras, de izquierdas e incluso cristianas laicistas. Su lema es "De mi dinero, al papa cero", y tiene como objetivo precisamente ese: quejarse del coste para el Estado, tanto directo como indirecto (en dinero dejado de recaudar) de las Jornadas Mundiales de la Juventud Católica. La manifestación no va directamente contra las JMJC sino contra el hecho de que gasten dinero público y encima se manifiesten con tanto boato, especialmente en un momento en el que el Cuerno de África está empezando a padecer una hambruna.

Yo asistiré a la manifestación, pero no sólo por eso. Yo me voy a manifestar contra el papa: sí, voy a cometer tal falta de respeto y corrección política y no me voy a quejar sólo de que le den dinero público, sino del mero hecho de que venga. Porque el papa me parece un ser repulsivo e inmoral. No creo que haga falta que argumente demasiado por qué: por sus declaraciones, todas las que ha hecho a lo largo de seis años de mandato, por su actuación al mando de la Congregación para la Doctrina de la Fe siendo papa Wojtyla, por su encubrimiento de la pederastia y por sus posturas asquerosamente conservadoras en todo.

¿Y qué problema hay? ¿Falta de respeto? La gente que quiera mi respeto se lo tiene que ganar, y Joseph Ratzinger no se lo ha ganado. ¿Que es un líder espiritual para millones de personas? Terry Pratchett es un referente ético para mí y aguanto sin pestañear las chorradas y gilipolleces que católicos bocachanclas sueltan sobre él. No lo considero un signo extremo de tolerancia sino uno de normalidad: porque cuando escuchas unas declaraciones que no te gustan lo normal debería ser obviarlas, cerrar la ventana de tu navegador e irte a tomar un helado. O, como mucho, tratar de rebatirlas. Desde luego lo que no tendría que ser normal es ponerse a clamar falta de respeto, a acusar de injurias y calumnias y a cogérsela con papel de fumar. 

Por desgracia la cosa es al revés, y si se me ocurre convocar una manifestación que fuera únicamente antipapista la gente no lo vería como un ejercicio de mis derechos sino como una vulneración de los suyos. Me dirían que les dejara ver a su papa en paz, inasequibles al desaliento y a los argumentos que acabo de exponer.

Ante esto, sólo tengo que decir una cosa: ¿quosque tandem, papam, abutere patienta mea?

sábado, 13 de agosto de 2011

A bluff of Dragons

Cuando abrí este blog para hablar de los que abusan de nuestra paciencia, nunca pensé que la primera persona que, con nombres y apellidos, iba a suscitar una entrada, iba a ser George R.R. Martin. Pero después de leer A Dance with Dragons, tengo que decir que Martin me ha decepcionado, y mucho. Terminó Tormenta de espadas en todo lo alto, y continuó con el decente -aunque a muchos no les gustara- Festín de cuervos. Pero Dance es, como acertadamente dice una amiga mía, un polvo a medias. No sólo sigue sin apenas avanzar con el argumento y sin desvelar algunos misterios que llevan varios libros teniéndonos en vilo(1) sino que parte de su trama se basa en obvias trampas argumentales, conejos sacados de la chistera y, en general, intentos descarados de tomarle el pelo al lector. Y si lo primero podría disculparse -este libro empieza después de Tormenta de espadas, así que es normal que gran parte de su extensión sea lenta y destinada a asentar, como pasaba con Choque de reyes y Festín de cuervos- lo segundo es imperdonable.

Así que aquí están las que, a mi juicio, son las principales notas definitorias de Dance. La mayoría son negativas, pero hay algunas positivas. Y sí, contiene spoilers :p.

1) El hecho de que Aegon (el hijo de Rhaegar y Elia) haya sobrevivido al saqueo de Desembarco del Rey y esté siendo entrenado para reinar no es, en realidad, una mala idea. Es sencillo de explicar (el hecho de que la Montaña reventara la cara al bebé ayuda), cuadra con lo que Rhaegar y el maestre Aemon creían de la profecía de Azor Ahai y es algo que venía siendo discutido por los foros. Lo que es imperdonable es cómo lo ha hecho Martin.

Aegon es a lo que me refería antes cuando hablaba de conejos sacados de la chistera. Resulta que Varys, Jon Connington (Mano del rey Aerys, a la que éste despojó de cargos y tierras cuando no atrapó a Robert en la Batalla de las Campanas) y el magister Illyrio logran llevar a un lugar seguro al hijo de Rhaegar Targaryen. Sin embargo, no hacen nada para unificar su plan con la contrastada existencia de Viserys y Daenerys, cuya huida de Rocadragón no fue idea suya. Mientras los dos hermanos están bajo la protección de ser Willem Darry es hasta lógico que se mantengan pasivos, pero cuando Darry muere, Illyrio no envía a un mensajero a por ellos. Y, cuando los tiene en su poder, no casa a Daenerys con Aegon (permitiendo la continuación de la dinastía Targaryen) ni les mata, retiene o entrega al Trono de Hierro (quitándole así enemigos potenciales a su candidato): no, arregla la boda de Daenerys con un señor de los caballos que comanda a cincuenta mil hombres, y no le dice a Viserys que puede que sea necesario que toda esa caballería se dirija a Poniente para defender la posición de su sobrino, que tiene más derechos al trono que él. Muy coherente todo, y propio de un buen conspirador.

Supongo que este asunto es consecuencia lógica de coger una novela realista y verosímil (dentro del género fantástico) y empezar a meterle profecías: que ahora hay que buscarse un modo de que el Príncipe que Fue Prometido esté vivo. Como luego le maten en una escaramuza juro que me voy a Nuevo México a hostiar a Martin.

2) Tyrion: ha pasado de ser mi personaje favorito de la saga a alguien cuyos capítulos trataba de leer rápido para no morirme de aburrimiento. A merced de toda una serie de captores (Illyrio, Jon Connington, ser Jorah Mormont, Yezzan zo Qaggaz, Ben Plumm "el Moreno"...), y teniendo que cuidar de una enana de clase baja, Tyrion conoce por primera vez la pobreza y la miseria de primera mano. Después de una primera fase emo, en la que sólo desea morir o encontrar a Tysha, vuelve a intentar salir adelante, y su evolución como personaje sería incluso interesante si sus aventuras tuvieran un mínimo de relevancia para la historia. Sin embargo, al final del libro se apunta ya a que el mejor Tyrion puede ser recuperable si le dan margen de actuación.

Mención aparte merecen dos de sus captores: ser Jorah y Ben Plumm. Ser Jorah es, directamente, imbécil: follándose a putas que se parecen a Daenerys, encuentra y secuestra a Tyrion (¿cómo coño le reconoce? Fue exiliado hace años de los Siete Reinos, antes no debía visitar mucho Roca Casterly y encima Tyrion está desfigurado) y, en vez de ir a Poniente a buscar el premio que le ofrece Cersei y recuperar la Isla del Oso, se vuelve a Meereen a ver si compra el perdón de la mujer a la que adora (¿de verdad ha pensado bien eso?). Cuando se entera de que ésta ha desaparecido / muerto, entra en un estado de catatonia del que ya no sale.

Las estúpidas acciones de ser Jorah (escritas con la única intención de hacer avanzar a Tyrion hacia Meereen) se pueden explicar, de alguna manera, por el amor que siente por Daenerys. Sin embargo, Ben Plumm es otro conejo sacado de la chistera. Como buen mercenario, cambia su capa y traiciona a Daenerys para pasarse al bando de los yunkios; una vez allí trata de conseguir como esclavo a Tyrion (parece que todo el mundo se ha enterado de las ofertas que hace Cersei por la cabeza de su hermano) y entonces se suelta la bomba: es ponienti, noble y vasallo de la casa Lannister. El "amos anda" que le sale a uno de la boca cuando lee ese párrafo apenas se ve atemperado cuando se busca en los libros anteriores y se descubre que la casa Plumm aparece como vasalla de Roca Casterly desde Tormenta de espadas, teniendo también sus miembros una breve aparición en ese libro y en Festín. Que Martin tuviera pensado este conejo desde hace tiempo no le hace menos conejo.

3) A Daenerys le pasa en cierto sentido lo contrario que a Tyrion: sus capítulos, reflejando acontecimientos muy interesantes de la historia, no sólo no hacen avanzar al personaje sino que acabas con ganas de pegarle con la mano abierta hasta que se te canse. ¿Que los Hijos de la Arpía matan libertos? Pon a las Bestias sin Cara a perseguirlos y piensa en Daario. ¿Que los yunkios arrasan Astapor y vienen a Meereen? Coloca a los Inmaculados en posición y coquetea con Daario. ¿Que los yunkios están a las puertas? Laméntate de la traición de Ben Plumm, cásate con Hidahr zo Loraq y fóllate a Daario. ¡Cansina! ¡Merecido te tendrías que te hubieran envenenado, pesada! En fin, esperemos que en The Winds of Winter, una vez convertido Khal Jhaqo en cenizas, vuelva a aparecer la mejor Daenerys.

4) El libro, especialmente la primera mitad, está estructurado en torno a la triada Tyrion-Daenerys-Jon, y habiendo criticado como lo he hecho los capítulos de los dos primeros, no creo que sea sorprendente que los de Jon hayan sido los que más me han gustado de los tres. Jon actúa en cierto sentido como Húmedo von Mustachen, el protagonista de Cartas en el asunto, de Terry Pratchett: en cada capítulo hace algo sorprendente que supera a lo anterior, un "más difícil todavía" que culmina en una promesa pública de romper sus votos para ir a cazar a Ramsay Bolton seguido de todos los hombres que le quieran acompañar. Esto sorprende más que cualquier otra cosa (ya que Jon lleva todo el libro tratando de mantenerse fiel a la Guardia) y ha gustado muy poco en Internet; sin embargo, a mí no me parece tan descabellado: hay veces que se estira tanto la cuerda que al final se rompe, y Ramsay Bolton le da un buen estirón. Más que eso, por ejemplo, me sorprende que se dedique a actuar de celestino entre la Karstark y el magnar de Thenn.

Finalmente, está su muerte al estilo Julio César por parte de los tradicionalistas de la Guardia. De todas formas, y dado que su muerte se narra en un capítulo suyo, me cuesta creérmela: si algo hemos aprendido de Martin es que no se puede asegurar la muerte de nadie hasta que su cabeza aparezca clavada en una pica, y es más que probable que Tormund Matagigantes, Fantasma o Pyp y Grenn hayan matado a Bowen Marsch y demás gentuza antes de terminar de cargarse a Jon. Y si no, recordemos que Melisandre es una sacerdotisa roja, y para esa gente quedarse muerto es opcional. A unas malas, seguro que Jon echa su espíritu dentro de Fantasma (como dice Varamyr que suelen hacer los cambiapieles: sólo así cobra sentido el prólogo), le hace saltar por encima del Muro y se pasa el resto de su vida de lobo copulando homosexualmente con Verano. Pero Jon Nieve no ha muerto.

5) El hecho de que este sea un libro de "historia" más que de "personajes" (al contrario que Festín, por ejemplo, muy centrado en las psicologías de Brienne, Cersei y Jaime) se prueba por la gran cantidad de personajes planos que tienen su propio capítulo. El concurso de siesos de los Siete Reinos incluye a  Melisandre (se esperaba más de ella), Barristan the Boring (cuyo único interés como personaje parece ser la visión que puede dar de los acontecimientos de Refugio Estival hace años, porque todo lo que se cuenta en sus capítulos podría ser obviado o contado de otra forma), Quentin Martell "el Carbonizado" (por cierto, esa es otra: ¿cómo es que los grandes conspiradores Varys e Illyrio no contaron para nada con Doran Martell, tío de su protegido?), Asha Greyjoy (más interlocutora que hablante) y Victarion Greyjoy. Harán avanzar mucho la historia, pero sus capítulos tienen muy poquito interés per se.

Por cierto, me encanta el enviado del Banco de Hierro de Braavos, cruzándose todo el Norte para cobrar una deuda.

6) Otros conejos que salen de la chistera (aparte de Aegon y Ben Plumm) y que restan credibilidad a la historia son la aparición de una fuerza de combate de tres mil hombres en el Norte (de la que nadie se había dado cuenta hasta ahora) o que Moqorro, el sacerdote rojo que viaja en el mismo barco que Tyrion se caiga al agua sólo para ser encontrado por la mermada Flota de Hierro que dirige Victarion.

7) Dos misterios que se revelan, aunque ya se intuían: la falsa Arya es Jeyne Poole y Davos Seaworth no ha sido ejecutado por los Manderly (lo que me ha causado un tremendo alivio). En su lugar, éstos le han mandado a encontrar al último hijo varón de Eddard Stark a un lugar que es, presumiblemente, el Cuello. Por cierto, saben que Rickon está ahí gracias a otro conejo chisterero: el antiguo escudero de Theon Greyjoy, que al parecer no había muerto bien muerto cuando Ramsay Nieve quemó Invernalia. Si es que no hay que pagar a los soldados por horas, sino por cabeza que te traigan.

8) Las partes de Theon Greyjoy me han gustado mucho. Se nos muestra a un Theon roto, que poco a poco va recuperando la cordura, al tiempo que narra asuntos de cierta importancia dentro de la trama: lo que solía ser un capítulo de CDHYF, con evolución paralela de personajes y de trama. El empujón definitivo hacia la cordura -aunque para mí que siempre va a estar un poco frágil- se lo da Bran, convertido ya en un aspirante a la vista verde, desde el arciano del bosque de dioses de Invernalia. Los capítulos de Bran, poco prodigados pero cargaditos de detalles, me han gustado también bastante.

9) Después de que Jaime se convirtiera en un personaje querido y Cersei en uno al que se le tiene lástima (o eso me pasó a mí), se necesitaba un nuevo villano al que odiar. El redomado hijo de puta de Ramsay Bolton cumple con esa función; es una de las grandes bazas de este libro y espero que de los siguientes. Además, nunca vamos a llegar a comprender a semejante engendro: Martin ha dicho que, aparte de en prólogos y epílogos, nadie que no haya tenido capítulo ya va a tenerlo en libros siguientes. 

10) Martin dijo que iba a solucionar los cliffhangers del libro anterior, y un pedo para él. Los dos cliffhangers más importantes son el de Cersei (que vuelve a vivir en la Fortaleza Roja pero sigue sin ser juzgada) y el de Brienne (que se ha salvado de la horca pero no sabemos qué voluntad tiene de cumplir la promesa de matar a Jaime). De hecho, se le añade un tercer cliffhanger: Jaime ha sido atraído por Brienne al interior del bosque, donde presumiblemente esperan los hombres de Lady Corazón de Piedra. 

El Perro, otro tema pendiente, ni está ni se le espera: tampoco se desvela si ha muerto o si está con los hermanos de la Isla de la Tranquilidad. Sin embargo, su hermanito -o el zombi del mismo- se ha unido a la Guardia Real, en un alarde de estupidez (también poco creíble) de Kevan Lannister.

11) Hablando de Kevan Lannister, el epílogo es de lo mejor del libro. Vuelve a dejar las expectativas en lo más alto con dos muertes espectaculares e inesperadas, pero aún así creíbles. No es capaz de quitarnos el regusto amargo que deja un libro decepcionante, pero nos hace esperar que Martin sea capaz de superarse a sí mismo en The Winds of Winter.




(1) Ni se confirman ni se desmienten, por ejemplo, las sospechas sobre la identidad de Manosfrías y la verdadera filiación de Jon Nieve, aunque en este último caso parece insinuarse (en el primer capítulo de Davos) que realmente era hijo de Ned Stark.

martes, 5 de julio de 2011

No a las listas abiertas (II)

Por desgracia, las listas abiertas no funcionan por una razón muy sencilla: la gente vota por afiliación partidista. Esta afirmación la podemos comprobar en la misma España donde, para sorpresa de muchos, hay un sistema electoral con listas abiertas: el del Senado.


En el Senado hay senadores nombrados por los Parlamentos autonómicos y senadores elegidos popularmente: nos vamos a centrar en estos últimos. La circunscripción electoral es la provincia, que elige cuatro senadores(1): cada ciudadano tiene tres votos, que puede repartir entre los tres candidatos que quiera, sean del partido que sean. Cada partido presenta tres candidatos.


¿Y qué sucede? Pues que la gente vota a los tres candidatos de su partido. El resultado normal de una elección al Senado en una provincia cualquiera es el siguiente: tres escaños a los tres candidatos del partido más votado; un escaño para el segundo partido más votado, que se lleva normalmente el que está antes en la lista. Se puede comprobar en las elecciones de 2008: os invito a entrar en la página del Senado y darle al azar a algunas provincias. Como veréis, el esquema de 3-1(2) se repite en todas o casi todas.

Los resultados a nivel nacional son claros: de los 208 escaños, PP controlaba 101 y PSOE 88: el bipartito domina el 90,9% de todos los escaños electos. Para hacerse una idea, en el Congreso de los Diputados tienen un 94% de escaños contando con el 85% de los votos. ¿Y por qué pasa esto? Porque la gente, una vez decide el partido al que vota, vota a todos sus candidatos. El mundo moderno absorbe mucho tiempo y nadie puede seguir las carreras de decenas de políticos.

El problema se agrava cuando se aumenta la magnitud del distrito: si la gente no se va a informar de las carreras de cuatro candidatos por partido, cuánto menos lo va a hacer si los candidatos son treinta y cinco, como en Madrid. O si son trescientos cincuenta, como proponen los que quieren combinar las listas abiertas con la circunscripción única nacional. Si a cada persona le damos 350 votos, podemos esperarnos Parlamentos monocolores casi con seguridad

Se puede decir entonces, lo siguiente: pues no le demos a cada persona 350 votos, sino menos. Pongamos 10, o 20. Entonces sucede precisamente lo contrario: se sesga una barbaridad a los grandes. La gran mayoría de ciudadanos votará a los 20 primeros de la lista de su partido, y entonces tendremos que el PSOE (11 millones de votos) tendrá 20 diputados; que el PP (10 millones de votos) tendrá 20 diputados; que IU (4 millones de votos) tendrá 20 diputados... y así hasta que ya no queden escaños a repartir.

La conclusión se puede plasmar en la siguiente frase: si España adopta un sistema de listas abiertas, lo único que se conseguirá será más bipartidismo. Esto tampoco es demasiado sorprendente, si partimos del hecho de que, como hemos visto, las listas abiertas sólo son válidas en sistemas mayoritarios. Y esos sistemas, salvo en casos de una sociedad extremadamente plural (India) tienden al bipartidismo.


(1) La excepción son las islas (las tres mayores eligen tres, las menores uno) y las ciudades autónomas (cada una elige uno).
(2) 2-1 en las islas mayores que, como hemos dicho, eligen sólo a tres senadores.

miércoles, 8 de junio de 2011

No a las listas abiertas (I)

En estos días de movilizaciones, donde se oye a muchos indignados exigir listas abiertas, yo voy a argumentar en su contra. Creo que no son convenientes para nuestra democracia, no por ellas mismas (permitir que no entren en las instituciones personajes tremendamente impopulares, por ejemplo, por corruptos) sino por lo que implican. Me voy a centrar en los efectos que tendrían las listas abiertas en la realidad (es decir, en los efectos del sistema sobre una ciudadanía a la que mayoritariamente no le interesa hacer un análisis riguroso de los candidatos) y sin importarme los impedimentos constitucionales que hay a su instauración.

Antes de empezar el análisis, tenemos que hacer un comentario sobre algunos conceptos electorales. El primero de ello es el de distrito o circunscripción: una circunscripción es un ámbito donde se eligen representantes. Este ámbito suele ser geográfico: en España, la circunscripción es la provincia, lo que quiere decir que cada partido presenta una lista diferente en cada provincia, los votos se cuentan por provincia y de cada provincia sale un cierto número de diputados. Otras circunscripciones no son territoriales, sino por residencia (Italia tiene una circunscripción para emigrantes), etnia (Nueva Zelanda tiene una circunscripción para los maoríes) o incluso sexo.

Estos distritos tienen una cierta magnitud: magnitud del distrito es el número de diputados que elige ese distrito. Hablamos así de distritos uninominales (eligen a un solo diputado) y plurinominales (eligen a varios diputados).

Con todo esto, ya podemos hacer una tipología general de sistemas electorales. Estos pueden ser de dos tipos:

·        Proporcionales: una vez emitidos los votos, se cuentan y cada candidatura se lleva un número de escaños más o menos proporcional a los votos obtenidos. Es el sistema español, aunque en nuestro caso es muy poco proporcional. Obviamente, debe haber más de un escaño a repartir, es decir, sólo se puede aplicar en distritos plurinominales.
           En este sistema no caben listas abiertas: las candidaturas las forman listas, y una vez que se sabe cuántos escaños consigue cada lista, se atribuye uno a cada miembro de la lista por orden. Si cada ciudadano pudiera añadir o quitar candidatos o formar listas propias, no sería posible realizar esta operación, ya que la lista a la que ha votado cada ciudadano podría ser potencialmente diferente a la de todos los demás.
·        Mayoritarios: una vez emitidos los votos, se cuentan y el que gana se lo lleva todo. Este sistema puede aplicarse tanto en distritos uninominales como plurinominales:
o   Uninominales: el que gana se lleva el escaño (Reino Unido, Francia). Tiene la ventaja de que hay una relación muy cercana entre diputado y representados, porque son distritos muy pequeños.
o   Plurinominales: es posible que el que gane se lleve todo (se vota a una lista cerrada y la que gane se lleva todos los escaños), pero también es posible abrir las listas. En ese caso, cada ciudadano selecciona de una lista electoral los candidatos que quiere que le representen, y los votos se cuentan por candidatos, no por lista. Los candidatos que más votos tienen, que pueden ser de varios partidos, ganan los escaños. Este es el sistema aplicado en el Senado de España.

jueves, 2 de junio de 2011

Opiniones

Las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene una. 

Creo que es una de las frases menos ingeniosas que existen para empezar una entrada de blog, pero está directamente relacionada con los abusadores de nuestra paciencia: se trata de la idea de que todas las opiniones son respetables. Esto te lo sueltan cuando acorralas dialécticamente a alguien que está defendiendo lo indefendible: al final la cosa es que "es mi opinión, y tú tienes que respetarla". Casi puedes oír cómo te llaman fascista.

Pues yo lo siento mucho, pero no respeto las opiniones. Respeto a la gente, que para eso es gente. Pero ¿las opiniones? Son sólo... frases, cosas que alguien lanza al aire sin más. Quiero subrayar ese "sin más": la gran mayoría de opiniones (empezando por ésta, por cierto, ya que no tengo datos en que basarme) están apoyadas por la nada más absoluta. En definitiva, son doxa y no episteme.

"El sistema electoral debe ser sustituido por listas abiertas y circunscripción nacional". ¿Por qué? ¿Sabe usted que eso lo convertiría en una barbaridad ingobernable e injusta? "Lo que deberían hacer es meter al asesino de Marta del Castillo en la cárcel de por vida". ¿Pero ha oído usted hablar alguna vez de presunción de inocencia, pruebas e irretroactividad de la ley? "Los inmigrantes deberían firmar un contrato de integración" Er... si alguien quiere desobedecer la ley, un contrato no se lo va a impedir. Y así sucesivamente.

Oír estupideces semejantes y no poder rebatirlas por un teórico respeto a las barbaridades ajenas me subleva. Y aún la gente te admite crítica a sus ideas políticas o jurídicas. Pero ¿qué pasa cuando criticas su religión (opinión al fin y al cabo) o les quieres hacer ver que les han estafado con homeopatía, Power Balance o reiki? En el primer caso, eres un ateo comunista y masón; en el segundo, un cerrado de mente vendido a las farmacéuticas y a la ciencia oficial. Me recuerda a ese chiste de Forges de hace tiempo: ¿de qué opción política es este hombre? Pues de centro, porque tiene morados los dos ojos.

Hay veces que no se puede ganar.

martes, 31 de mayo de 2011

Declaración de intenciones

Supongo que lo tradicional al abrir un blog es empezar con una descripción, o incluso con una breve historia. Y en nuestro caso, la historia comienza en Roma, en el año 63 antes de Cristo, siendo cónsules Marco Tulio Cicerón, conocido orador, y Gayo Antonio Hibrida, olvidable político. Ese año, Lucio Sergio Catilina, del partido de los populares, decide sublevarse contra la República: se gana a Hibrida y planea el asesinato de Cicerón. Por desgracia para los conjurados, Cicerón descubre su plan y lo desarticula, ejecutando a sus promotores.

La conspiración hubiera quedado como una más de las que se sucedieron en los últimos estertores de la República si no fuera porque inspiró uno de los discursos más brillantes de Cicerón: la primera catilinaria, que el cónsul le espetó al conspirador cuando se encontraron en la sesión del Senado. Es un discurso conocido por el puñetazo dialéctico con el que empieza: Quosque tandem, Catilina, abutere patientia nostra? O, en castellano, "¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?" Esa fue la primera noticia que tuvo Catilina de que le habían descubierto, y dicen que los senadores fueron apartándose de él mientras el cónsul desgranaba su discurso, hasta dejarle solo en el escaño.

Hoy en día, hay muchos que abusan de nuestra paciencia. Abusan de nuestra paciencia como ciudadanos, con una clase política endogámica y con el mismo sentido de Estado que un calamar. Abusan de nuestra paciencia como consumidores, con timos y magufadas de las más variadas especies. Y abusan de nuestra paciencia como personas normales que ya bastante tenemos con sacar adelante nuestra vida diaria como para además tratar de protegerse de puñaladas, traiciones, lameculismo y mediocridad rampante.

A todos ellos, a todos los que abusan de nuestra paciencia, les digo lo siguiente: os vais a cagar. Queda inaugurado este blog.

Vale.