Por desgracia, las listas abiertas no funcionan por una razón muy sencilla: la gente vota por afiliación partidista. Esta afirmación la podemos comprobar en la misma España donde, para sorpresa de muchos, hay un sistema electoral con listas abiertas: el del Senado.
En el Senado hay senadores nombrados por los Parlamentos autonómicos y senadores elegidos popularmente: nos vamos a centrar en estos últimos. La circunscripción electoral es la provincia, que elige cuatro senadores(1): cada ciudadano tiene tres votos, que puede repartir entre los tres candidatos que quiera, sean del partido que sean. Cada partido presenta tres candidatos.
¿Y qué sucede? Pues que la gente vota a los tres candidatos de su partido. El resultado normal de una elección al Senado en una provincia cualquiera es el siguiente: tres escaños a los tres candidatos del partido más votado; un escaño para el segundo partido más votado, que se lleva normalmente el que está antes en la lista. Se puede comprobar en las elecciones de 2008: os invito a entrar en la página del Senado y darle al azar a algunas provincias. Como veréis, el esquema de 3-1(2) se repite en todas o casi todas.
Los resultados a nivel nacional son claros: de los 208 escaños, PP controlaba 101 y PSOE 88: el bipartito domina el 90,9% de todos los escaños electos. Para hacerse una idea, en el Congreso de los Diputados tienen un 94% de escaños contando con el 85% de los votos. ¿Y por qué pasa esto? Porque la gente, una vez decide el partido al que vota, vota a todos sus candidatos. El mundo moderno absorbe mucho tiempo y nadie puede seguir las carreras de decenas de políticos.
El problema se agrava cuando se aumenta la magnitud del distrito: si la gente no se va a informar de las carreras de cuatro candidatos por partido, cuánto menos lo va a hacer si los candidatos son treinta y cinco, como en Madrid. O si son trescientos cincuenta, como proponen los que quieren combinar las listas abiertas con la circunscripción única nacional. Si a cada persona le damos 350 votos, podemos esperarnos Parlamentos monocolores casi con seguridad
Se puede decir entonces, lo siguiente: pues no le demos a cada persona 350 votos, sino menos. Pongamos 10, o 20. Entonces sucede precisamente lo contrario: se sesga una barbaridad a los grandes. La gran mayoría de ciudadanos votará a los 20 primeros de la lista de su partido, y entonces tendremos que el PSOE (11 millones de votos) tendrá 20 diputados; que el PP (10 millones de votos) tendrá 20 diputados; que IU (4 millones de votos) tendrá 20 diputados... y así hasta que ya no queden escaños a repartir.
Se puede decir entonces, lo siguiente: pues no le demos a cada persona 350 votos, sino menos. Pongamos 10, o 20. Entonces sucede precisamente lo contrario: se sesga una barbaridad a los grandes. La gran mayoría de ciudadanos votará a los 20 primeros de la lista de su partido, y entonces tendremos que el PSOE (11 millones de votos) tendrá 20 diputados; que el PP (10 millones de votos) tendrá 20 diputados; que IU (4 millones de votos) tendrá 20 diputados... y así hasta que ya no queden escaños a repartir.
(1) La excepción son las islas (las tres mayores eligen tres, las menores uno) y las ciudades autónomas (cada una elige uno).
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