lunes, 18 de junio de 2018

La trampa de la integración


He hablado ya alguna vez de lo absurdos que me parecen los exámenes de españolidad. Sin embargo, parece ser que el tema vuelve a estar de moda, porque un juez ha rechazado concederle la nacionalidad a un inmigrante por no expresarse bien en castellano y por no conocer cuándo cae San Antolín, la fiesta patronal de su localidad. Ello demostraría que no está integrado en la sociedad española y, por tanto, que no merece la nacionalidad.

El artículo 22.4 CC, al regular los requisitos que debe cumplir un extranjero para nacionalizarse español, establece dos bastante abiertos: la “buena conducta cívica” y el “suficiente grado de integración” en nuestra sociedad. El primero puede comprobarse atendiendo a la ausencia de antecedentes policiales y penales, pero ¿qué pasa con el segundo? ¿En qué se concreta? Más allá de la exigencia legal, parece existir un cierto consenso en torno a la idea de que un extranjero que quiera la nacionalidad tiene que “integrarse”, pero ¿eso qué es? ¿Cómo demostramos que alguien está integrado? Difícil, ¿eh?

Quizás si discutiéramos largo y tendido sobre el concepto de integración podríamos llegar a un consenso. Por ejemplo, creo que la mayoría de la gente aceptaría que una persona está integrada en una sociedad si cumple estos tres requisitos:
  1. Se expresa en el idioma de forma correcta.
  2. Conoce el funcionamiento de esa sociedad a nivel político, económico, social y cultural.
  3. Adopta las costumbres de esa sociedad.

Muy bien, una guía de tres puntos. ¿El problema? Que también son indeterminados y abiertos. Por ejemplo, pensemos en el conocimiento del idioma. Asumiendo que todos cometemos errores al hablar, ¿cuántos son aceptables antes de que te suspendan el examen? ¿Hay que hacer diferencia entre habla y escritura? Porque podría ser que un inmigrante pueda hacerse entender en español pero no lo escriba nada bien. ¿Y qué pasa con las hablas regionales? ¿Qué hacemos con un extranjero que ha aprendido el habla andaluza, que está extendida en su zona pero que según la norma de la RAE está llena de errores? Y por último, ¿cómo regulamos el asunto en las zonas con dos idiomas oficiales?

Con los otros dos requisitos pasa lo mismo. Bien, parece lógico que un extranjero que quiera acceder a la nacionalidad española tenga que saber que el presidente del Gobierno es Pedro Sánchez, pero cabe preguntarse hasta qué punto podemos preguntarle a un particular por el funcionamiento del sistema parlamentario cuando ni siquiera el partido más votado parece entenderlo. Y en cuanto a la adopción de las costumbres españolas, pues teniendo en cuenta que varían entre regiones, entre pueblos y casi entre barrios, ya me diréis cuáles tiene que cumplir un extranjero.

La búsqueda de una “esencia española” desemboca en la nada. No hay una identidad española en la que pueda integrarse nadie, porque al final cada quien es cada quien y cada seis media docena. El propio hecho de que vivamos en un sistema de libertades dificulta que se establezca una identidad única. La pluralidad es un valor democrático. Si todos podemos pensar lo que queramos, creer en el dios que queramos (o en ninguno), desplazarnos a donde queramos y, en esencia, llevar el proyecto de vida que nos dé la gana, las identidades colectivas tienden a diluirse o, al menos, a hacerse voluntarias.

Pero es que además, aunque pudiéramos destilar esa identidad española, ¿exactamente qué nos faculta para imponérsela a los extranjeros por la vía de denegarles la nacionalidad si no se “integran” en ella? Si yo, español de origen, puedo pasar de las costumbres de mi país, pegarle al idioma las patadas que me apetezca y ser un absoluto inculto en lo que se refiere al conocimiento de la sociedad en la que vivo, ¿por qué hay que exigirle más a un extranjero? No es una pregunta retórica: de verdad que no lo entiendo en absoluto.

Si yo puedo mantener mi nacionalidad sin integrarme en mi sociedad, ¿por qué no puede adquirirla un tipo que a lo mejor lleva aquí diez años pagando los mismos impuestos que yo? Por dios, que hemos tenido de presidente durante siete años a un tipo que soltaba constantemente cosas como “es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. ¿Con qué cara les decimos a Fátima Maalouf o a Alin Popescu que no les concedemos la nacionalidad si no hablan bien el idioma?

Los mismos derechos fundamentales que permiten que yo no me integre en mi sociedad de origen se aplican a un extranjero. Pensemos en un musulmán, por ejemplo. Un extranjero de religión musulmana no celebrará la mayor parte de fiestas españolas (de origen cristiano) y quizás ni siquiera sabrá cuándo son. Joder, yo me entero de que es San Isidro porque los supermercados se llenan de rosquillas, ¿cuánto más alejado del tema puede estar un musulmán? Más aún, nuestro hipotético inmigrante no comerá productos típicos de nuestra gastronomía como el cerdo y el vino, y a lo mejor incluso celebra el Ramadán. Todo ello lo hace en ejercicio de su libertad religiosa, un derecho fundamental. Y la guinda: puede que se comunique en español con cierta dificultad porque no ha recibido enseñanza formal de nuestro idioma. ¿Es todo lo anterior motivo para denegarle la nacionalidad, aunque lleve años de residencia? Según unos cuantos jueces, sí.

Al final estamos ante un problema que denuncian de forma constante las organizaciones de apoyo a inmigrantes: el requisito de integración de la sociedad española no es más que una trampa. Es la forma en que se camufla la más absoluta arbitrariedad. Cada juez valora la integración como le parece, y cada cierto tiempo saltan a la prensa preguntas de exámenes pintorescas, absurdas o directamente cabronas. Este sistema reduce la seguridad jurídica y convierte los expedientes de ciudadanía en peregrinajes absurdos.

Creo que el requisito de integración debería desaparecer. Si una persona lleva X años viviendo en España de forma legal, debería poder nacionalizarse sin necesidad de someterse a la decisión discrecional de un juez o de un funcionario. Cuantos menos requisitos y más objetivos, mejor. Pero si se va a mantener, qué menos que hacer un examen nacional estandarizado, con preguntas concretas y establecidas con antelación. Algo como lo que hacen en EE.UU.: su examen de ciudadanía tiene cien preguntas de las que te hacen diez y apruebas con seis correctas. Eso se suma a una prueba de inglés, también dividida en tres partes fijas: una conversación, la lectura de un texto y la escritura de tres oraciones. Y ya está.

Al final la integración es mejor dejarla para las matemáticas. Aplicarla a las sociedades humanas nunca es buena idea.



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10 comentarios:

  1. Me he quedado en dos palabras de tu artiuclo y me he acordado de un pensamiento que tuve hace pocco... La maldita "esencia española"... ¡Es que los españoles somos así!
    Es que los del norte son más así, no como los del sur.
    Es que los de Sevilla son así. Y los de Valladolid son asá.
    Es que en los de Vallecas son más así.
    Es que mi vecino es muy asá..
    Pero "es que los españoles somos muy así", claro, por supuesto que sí, chato. xD

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  2. Me pregunto si algunos, algo más tolerantes como para exigir esas exquisiteces, al hablar de integración pensarán en que tiendan a relacionarse casi solo entre ellos y en la formación de ghetos por ejemplo... pero eso es precisamente algo donde el mayor esfuerzo debe hacer el país que lo recibe. Que es normal que alguien que se va fuera busque también gente de su tierra para sentirse acogido y descansar en tu idioma natal (y lo digo pensando en mi corta experiencia trabajando en inglaterra, es agotador) más aún si a menudo te encuentras racismo.

    Y encima si tienen que irse la mayoría a vivir a los sitios más inseguros porque son los más baratos... y que luego tengan que aguantar encima la creencia de que son más inseguros por estar ellos y que las soluciones que propongan sean echarles en vez de reducir la pobreza.

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    1. Totalmente. La responsabilidad de evitar que se formen esos guetos es en buena medida del Estado de acogida. Pero nada, parece que no lo pillan.

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  3. https://www.youtube.com/watch?v=zC-cUqMv4G0

    En fin, considerándonme una persona bastante culta (y voluntariamente, lo que se considera en este país masoquistmo) hay veces que no he conseguido responder algunas preguntas de esos tests de españolidad (sic).

    Por otra parte, no me siento en absoluto integrado.

    No cumplo el punto tres en absoluto.

    Salud.

    (espero que te guste el vídeo)

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    1. xDDDDD Muy chula la canción.

      El otro día me dio por responder las cien preguntas del examen de ciudadanía yanqui y creo que podría aprobarlo, pero dependería de las que me tocaran. Saqué unas 85 bien; si las 10 elegidas salen de las 15 restantes estoy jodido xDDD

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  4. Si mi abuela materna estuviera viva y le hicieran un examen de españolidad cuando aún no tenía demencia cateaba fijo porque: a) sólo sabía escribir su nombre; b) dudo que llegara a conocer nunca el nombre de ningún presidente de España, a Aznar lo conocía por "el del bigote"; c) costumbres... las de la aldea: ir a sachar patatas y a misa. Eso sí, igual le convalidaban por saberse el santoral de cabo a rabo.

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    1. Es que es eso. Vámonos a los pueblos a ver cuánta gente pasa el examen de integración.

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  5. Lo mencioné por twitter pero como te han echado (por desgracia para todos), lo vuelvo a decir aquí: Actualmente para dominio de idiomas se emplean a nivel europeo los estándares ABC, que tienen 3 niveles principales (como su nombre indica los niveles A [domino básico], B [dominio medio] y C [dominio avanzado]) cada uno dividido en varios subniveles (A1 y A2, B1 y B2, C1 y C2). El examen no es del tipo "clásico", esto es, midiendo la corrección y los conocimientos teóricos de gramática y vocabulario, sino de habilidades. Hay cuatro partes: comprensión oral (básicamente oír una grabación del idioma y responder a preguntas sobre ella), comprensión escrita (leer un texto y responder preguntas sobre él), dominio oral (tener una conversación de mayor o menor nivel con un nativo) y dominio escrito (escribir un texto dentro de unos parámetros dados por el examen, por ejemplo cuando hice el examen de B1 me tocó hacer un informe sobre el funcionamiento de un hotel). En general lo que se pide es fluidez al hablar y al escribir y, principalmente, ser capaz de pensar en la lengua de que te examinas. Creo que un examen de este tipo nivel A1 (más básico) sería suficiente para mostrar que entiendes el idioma y que eres capaz de hablarlo y escribir en él lo necesario.

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    1. A Twitter volveré de una forma u otra, no os preocupéis ;)

      Como máximo un B1, sí.

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    2. Por eso dije que lo mejor sería un examen nivel A1.

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